Trino Márquez
El gobierno de Nicolás Maduro es
enemigo del bienestar económico, del diálogo, el entendimiento y la paz. Actúa
como provocador permanente que abusa del poder con el fin de desquiciar la
tranquilidad e irritar la paciencia de los venezolanos.
En plena fecha
navideña, cuando los billetes de cien bolívares -que en cantidades industriales el gobierno
mandó imprimir para pagar aguinaldos y utilidades- giran por todo el territorio
nacional, ordena su retiro Las justificaciones, todas absurdas, no logran
ocultar la agresión contra la gente más humilde, aterrorizada ante la
posibilidad de perder el escaso efectivo en sus manos. ¿Había necesidad de
semejante atropello? Desde luego que no. Solamente a un personaje que no puede seguir el ritmo del país, ni de la salsa, podía ocurrírsele semejante disparate. La
salida de circulación de esos billetes no desbarata las mafias que se pretende
combatir, y mucho menos reduce la inflación galopante desatada durante los últimos
meses. Los únicos perjudicados por esta medida atrabiliaria han sido los
venezolanos. El abuso está pagándolo
caro. Su popularidad perforó el subsuelo. Es el mandatario más rechazado en la
historia patria.
El diálogo
fracasó por la tozudez de Maduro. No cumplió con ninguno de los compromisos
contraídos en la Mesa de Negociación. Los presos políticos siguen encarcelados,
las medicinas no han llegado porque el gobierno se niega a autorizar su ingreso
y la Asamblea Nacional sigue siendo ignorada y agredida. El diálogo, en el cual
mucha gente vio un mecanismo para resolver, o al menos atenuar, los graves
conflictos existentes, fue dinamitado por Maduro y su gente. Si en el país se
desencadena un estallido social de enormes proporciones, el único responsable
será el gobernante. En sus manos estuvo la posibilidad de atenuar el conflicto
y lograr un entendimiento con la MUD que permitiera resolver en paz las
tensiones. El clima de inestabilidad se mantendrá. De nuevo en Venezuela
fracasó el socialismo, la máquina más eficiente de generación de miseria y
destrucción de la libertad. Maduro y sus adláteres no muestran ningún signo de
cambio. Todo indica que persistirán en acentuar el modelo. La confrontación
resultará inevitable.
Las fricciones
entre el Ejecutivo y la Asamblea entraron en
la zona de colisión. El bufete de Maduro, el TSJ, se convirtió en el
ariete para demoler las paredes del Parlamento. Fue una provocación
irresponsable ratificar a Socorro Hernández y a Tania Damelio en el CNE, luego
que la AN había cumplido con todos los trámites legales para el nombramiento de
los nuevos rectores y que esta designación formaba parte de los acuerdos
iniciales de la Mesa.
Se trata,
desde luego, de la respuesta del régimen frente a la decisión de la bancada opositora
de reiniciar el juicio político contra Nicolás Maduro. La validez del juicio
resulta incuestionable. La iniciativa se congeló al iniciarse el diálogo. Al
este interrumpirse por la impudicia del régimen, lo más lógico era que el
proceso se reiniciase. Maduro es el primer y principal funcionario público del
país y es susceptible de que se le aplique lo establecido en el Artículo 222 de
la Constitución. Su responsabilidad política en el caos que impera en la nación
y en la miseria que vive la mayoría de los venezolanos resulta inocultable e
intransferible. En él recae la culpa principal de lo que sucede. Tiene que ser
enjuiciado por el órgano que representa la soberanía popular y posee la
legitimidad para hacerlo. La AN está comprometida a reafirmar su autoridad ante
un mandatario que la acorrala y atropella de forma continua. No hacerlo sería
incumplir con sus obligaciones. El pueblo votó por los diputados opositores
para que controlaran, balancearan, el inmenso poder acumulado por el
Presidente. Esa fue su forma de expresar el descontento frente al régimen. Si
se hubiese sentido complacido con el desempeño del Ejecutivo, habría sufragado
por sus candidatos, quienes, de paso, recibieron todo el apoyo de los
organismos oficiales.
Maduro y su
gobierno son enemigos jurados de Venezuela. Para enfrentarlos y vencerlos la
MUD debe realizar los ajustes que permitan corregir los entuertos. 2017 será un
año difícil. Hay que conseguir una victoria electoral categórica. La próxima
meta será triunfar en las elecciones para gobernadores o adelantar las
elecciones presidenciales. Para alcanzar cualquiera de las dos metas se
requiere la unidad plena. Sólo con ella se vence a los enemigos poderosos.
@trinomarquezc
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