Llega la Navidad. Un tiempo que debería ser de paz, de armonía, de concordia. En particular, de esperanza.
En la Venezuela de hoy, nada de eso pasa. Los venezolanos cada vez estamos más preocupados, angustiados y "estresados". La palabra "paz" nos es ajena. Nuestra Navidades cada vez se parecen menos a lo que deberían ser una Navidades.
La inflación de este año, según los que saben, debe cerrar entre 500 y 700%. Eso en lo formal. Según mi informal bolsillo, la cifra sobrepasa 1.500%. Ya nos anuncian que el 2017 será peor. Que si el gobierno toma las medidas apropiadas (olvídese de eso...) la inflación podría ser 300%, pero que si no, vamos al 3.000%.
Vienen billetes nuevos, claro reconocimiento de la inmensa inflación y del fracaso del pomposo "Bolívar Fuerte". Pronto esos billetes de Bs. 20.000 servirán para comprar un Toronto. Si acaso.
En un mundo donde todos los países han alcanzado niveles mínimos de inflación, incluyendo vecinos muy cercanos nuestros que ya pasaron por etapas duras, unos magos llamados Chávez, Maduro y Cabello han logrado que Venezuela entre en el tristemente célebre y absolutamente destructivo fenómeno de la hiperinflación.
Con las Navidades, llegan las vacaciones. ¿Vacaciones? ¿Qué clase de vacaciones son estas donde cualquier compatriota se encuentra imposibilitado de viajar o trasladarse a ver sus familiares o a divertirse con su familia a cualquier sitio porque simplemente los costos son prohibitivos?
Con cada período vacacional, un volumen importante de venezolanos decide irse al exterior. Muchos de ellos, a quedarse a vivir afuera. A escapar de este desastre. A huir de esta catástrofe. Se contabilizan más de 2 millones de venezolanos en el exterior.
Venezuela debe tener asegurado hoy el record mundial como la emigración de mayor calidad y nivel en la historia del planeta. Se van muchos de los mejores.
Paradójicamente, quienes deberían irse no sólo del poder sino del país, son quienes hoy aún gobiernan en Venezuela. Afortunadamente, el peso de sus errores al intentar construir a la fuerza un proyecto de poder dictatorial y autoritario en contra del deseo del 90% de la población, los lleva a dar cada día un paso más hacia su anhelada salida del poder.
Maduro y su combo se encuentran en un progresivo y acelerado aislamiento tanto nacional como internacional. Nadie, a excepción de unos delincuentes y criminales iguales a ellos, los quiere. Ni aquí ni afuera.
El clamor nacional, cada vez más fuerte, es:
Maduro, Usted tiene que irse.
Usted y todo su perverso gobierno. Ojalá sea por las buenas. Por el bien de todos. Ojalá sea votando, revocando. Ojalá sea en paz.
Por supuesto, la pregunta del "cuándo" es inevitable.
La respuesta es más simple de lo que se cree: se irán cuando los venezolanos nos decidamos de verdad, con coraje, a expulsarlos del poder. Cuando dejemos de depender, de culpar y de señalar a cuanto supuesto líder se nos ocurra y decidamos asumir nuestro propio liderazgo.
El final está tan lejos o tan cerca como queramos cada uno de nosotros que lo esté. Tengo la esperanza y el optimismo (esto nadie me lo va a quitar...) de lo segundo: que se acerca a pasos agigantados.
Habrá mucho que reconstruir para lograr la Venezuela que queremos. Por ello, mi modesta sugerencia para mis amables y pacientes lectores es:
Usted tiene que irse... quedando.
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