SIMON GARCIA
Nos acercamos a un borde, después del cual no sabemos que pueda acaecer. Laselásticasde las crisis no dan para continuar estirándolas y nadie, con sentido común y de país, puede desear que revienten. Según la asignación institucional de roles, a quienes están en el gobierno les corresponde, porque tienen recursos y medios, actuar para abrir una salida democrática y pacífica a las crisis que su gestión generó. Pero, contra toda lógica convencional, operan en sentido contrario.
Si el gobierno quiere una solución compartida, no puede continuar con manipulaciones como la de criminalizar la lucha por la democracia y dedicarse con urgencia a cumplir lo que establece nuestra Constitución en materia del funcionamiento de los poderes públicos, el derecho al voto o la misión de la Fuerza Armada.
Si la oposición desea comenzar desde ahora a reconstruir al país en términos de su democracia y de su economía, entonces debería definir sus demandas inmediatas y situarlas en el campo de los mecanismos constitucionales y no en el de la destitución de un poder por otro.
Esto implica poner fin al desconocimiento de la Asamblea Nacional o de cualquier otra instancia. Supone también la convocatoria y realización de la elección de Gobernadores y Alcaldes para hablar sólo del ámbito institucional y meternos dentro de lo que pauta la Constitución. La eventual realización de unas elecciones generales, que no están establecidas en la Constitución, no debe ser aupada unilateralmente por la oposición.
El país no está para que el gobierno vuelva a sus jugadas para ganar tiempo. Ahora tiene que hablar con los hechos por delante y demostrar su disposición práctica a superar las trancas que nos están conduciendo al empobrecimiento, a la inseguridad y a una quiebra definitiva del Estado de Derecho.
Estamos en un punto en el cual todas las elites; sean proclives a una u otra versión de democracia, a la economía de mercado o a la socialista, se están convenciendo de que si no se producen cambios estructurales en el modelo y si no se inicia un proceso de transición, el país en su conjunto va a perder mucho más de lo que ha perdido hasta ahora.
Los venezolanos podemos resolver desde adentro nuestros problemas, sólo si en todas las partes existe la voluntad de hacerlo. Los venezolanos podemos reconciliarnos sólo si existe en todos un sincero ánimo de reconciliación. Pero en política, como en la fé, se llega a una situación límite en la cual las ofertas y los buenos deseos ya no bastan. Ese es el momento que estamos viviendo en estos días.
Si el gobierno no cesa en su plan de imponerle la crisis al 90% de la sociedad y sigue en la pretensión de que su verdad es la única válida, si opta por defender privilegios e impunidades en vez de salvar los valores que lograron el apoyo popular, entonces está empujando hacia un final fuera de la Constitución y dinamitando toda posibilidad de recuperar la mayoría que dejó de tener desde la elección del parlamento.
Una situación límite.
SIMON GARCIA.
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