SIMON GARCÍA
El gobierno, además de inventar un enemigo externo y criminalizar el ejercicio de la democracia, actúa obsesionado por ganar tiempo. No rectificará por decisión propia. Intentará desesperadamente diferir el momento de asumir algún cambio en su plan de imponer a perpetuidad su control totalitario sobre la sociedad.
La cúpula no quiere ninguna elección porque el voto es el comienzo de su fin. Por ello el CNE incurrió deliberadamente en incumplimiento de funciones y no realizó en diciembre de 2016 las elecciones para gobernadores. Por ello han inventado como requisito, previo a esa elección, la validación de los partidos y no sólo han llenado ese procedimiento de toda clase de obstáculos, sino que lo diseñaron para impedir que más de un 1% de los ciudadanos muestre la mayoritaria decisión de restablecer la democracia y ponerle fin al régimen que le destruye sus vidas.
A Maduro no le importa la tragedia que su gobierno ocasiona, sino chapalear como sea hacia un salvavidas para el pequeño grupo de altos funcionarios y boliburgueses que disfrutan de privilegios y de impunidades. Por eso se burla de la demanda de cambio del 90% de la población y a través de las rectoras vivarachas pretende impone dos meses engaña bobos para que cada ciudadano que autenticó su identidad en las máquinas capta huellas demuestre que no hubo un fantasma que lo sustituyó ni fue llevado en autobús tras la zanahoria de una Gran Misión. Burla y agravio.
Uno de los voceros de esa cúpula, que nos cuesta calamidades sociales, pérdida de derechos y liquidación de la democracia, ha soltado la especie de todavía pueden dejar sin registro a cualquiera de los partidos. Azuzan a quienes opinan que la validación avala al gobierno y subestiman lo que implica favorecer la ilegalización de la oposición.
Todas estas patéticas jugadas para retardar una elección inevitable es una motivación más para apoyar a la gente que, desde los partidos, constituye la vanguardia que asume la primera línea de la resistencia que toda la sociedad muestra frente a las inconstitucionalidades, indecencias y abusos del cada vez más reducido cogollito de los privilegiados del poder.
El gobierno está en pánico porque siente la inminencia de una amenaza creíble: la aplicación de la carta democrática. Ahora su simulacro de revolución está al desnudo en el mundo, incluso para partidos de izquierda, como una creciente crisis de hambre y empobrecimiento por corrupción, destrucción del aparato productivo y violación sistemática del Estado de Derecho.
La OEA tiene el respaldo suficiente para actuar, pero los procedimientos de la democracia son lentos y deben agotar la posibilidad de que Maduro decida dejar de ser el problema y formar parte de una solución electoral, pacífica, constitucional y sostenida como salida común por los propios venezolanos. Si los seguidores descontentos con Maduro no lo confrontan internamente por temor, seguirá la masiva desafiliación afectiva de sus partidarios.
Hay que validar a los partidos de la MUD que aún tienen que parar el penalti pitado por el CNE a favor de la cúpula. Hay que ganarle esta nueva batalla a la cúpula. Hay que validar y comenzar a ser ciudadanos más críticos y exigentes con los partidos que necesitan nuestro apoyo.
Por ahora hay que recordar que sin elección de gobernadores no hay presidenciales. No corramos anticipadamente hacia donde no es.
@garciasim
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