EMILIO NOUEL V.
En una larga e indigesta perorata, mareando la perdiz, como
dicen los españoles, el señor Maduro presentó
al fin las tan anunciadas medidas económicas, que presuntamente impedirán la
caída al barranco por el que se precipita aceleradamente el país.
Sin embargo, luego de tanto palabrerío, la montaña parió un
ratón.
Más allá de las puntuales decisiones –una de ellas, apuntando
a lo racional, la de la gasolina- queda claro, vistas en conjunto, que el
gobierno no quiere resolver los problemas de fondo.
Ni la inflación, ni el desabastecimiento, ni la reactivación
económica, ni la inversión, van a tener una solución positiva, a corto o
mediano plazo; por el contrario, se agravarán. Las medidas no atacan las
causas, no modifican las orientaciones macroeconómicas erradas, de allí que los
problemas, con seguridad, se agudizarán en lugar de tener una salida
satisfactoria para la población.
El discurso de varios horas de Maduro fue puro gamelote,
retórica insustancial y anacrónica, reiterada una y mil veces desde hace años, de
la cual, los venezolanos estamos hartos. Nada novedoso e interesante puede ser
rescatado de él. Una monserga ideológica tóxica que no aporta mínimamente algo
que valga la pena registrar. Un sermón proferido, supuestamente, desde lo
profundo del corazón, movido por sentimientos de amor. ¡Bullshit!
De otra parte, y como siempre, pretendía que nos comiéramos
sus enormes embustes sobre su ejecutoria gubernamental, que no hace falta
hurgar mucho, para constatar el naufragio institucional, económico y moral que
ha producido una visión equivocada y desfasada de la realidad. Mentira tras
mentira, intentaba hacernos creer supuestos logros sociales del gobierno,
cuando a la vista están el desabastecimiento, el alto costo de la vida, la
degeneración de la educación, el abandono de la salud y la delincuencia
enseñoreada a lo largo y ancho del país.
Maduro sigue creyendo que los venezolanos somos unos
retrasados mentales, y que no vemos la tragedia que vivimos. Que sus embustes
nos los creemos. Pareciera que la derrota contundente del 6D ocurrió en otro
país y no aquí, en sus narices. Y que tal resultado electoral, no fue precisamente
un repudio a las falsedades de su discurso y a los desaciertos gubernamentales.
Así como intenta que nos traguemos sus mentiras, persigue
perversamente hacernos creer que la justa y necesaria Ley de Amnistía que está
aprobando la Asamblea, es un instrumento para que los delincuentes, por cierto,
vinculados a las políticas y negocios ilícitos
chavistas (Makled, entre otros), salgan libres. No se puede ser más infame,
vil y despreciable.
La mayoría de los venezolanos -lo dicen las encuestas- sabe que
dicha Ley está dirigida a liberar a los presos y perseguidos políticos del
régimen. Los que injustamente han sido víctimas de un acoso y cárcel sin
ninguna justificación ni basamento legal.
Resulta un cinismo ruin decir que tal dispositivo legal tiene
tal propósito ilegítimo.
Sólo la bajeza de quienes nos gobiernan puede llegar al
extremo de sugerir tal objetivo.
Pero así andamos. Un gobierno sin autoridad moral, con solo
respaldo en una camarilla armada y corrupta, que se niega a dar un paso en el sentido
de las soluciones adecuadas a la debacle
que prohijó.
Seguimos avanzando hacia el precipicio.
EMILIO NOUEL V.
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