ANGEL OROPEZA
La percepción del tiempo es una variable significativa al momento de acometer la diversidad de formas en que se imagina y se hace política. Una decisión política fuera de tiempo, sea muy temprano o ya tarde, es tan errónea e inútil como una mala decisión.
La percepción subjetiva de los tiempos está afectada no sólo por las expectativas, sino por las circunstancias particulares de las personas y los pueblos. Lo que para algunos puede resultar un plazo razonable, para otros, dadas las características de su cotidianidad, se convierten en lapsos perentorios.
La UCAB, UCV y USB acaban de publicar los hallazgos de su último Estudio de Condiciones de Vida 2015. Según los datos, el país ha dado un salto de involución inédito, al pasar de 48% de hogares en situación de pobreza en 2014 a 73% en 2015. Esto significa que cerca de 23 millones de venezolanos –75,6% de la población– se ubican por debajo de la línea de pobreza. Pero además, por primera vez, la pobreza extrema es mayor que la pobreza moderada, al pasar de 23,6% de hogares en 2014 a 49,9% en 2015. Esto significa que la mitad de la población no tiene suficientes ingresos ni siquiera para satisfacer las necesidades de alimentación.
Pedirle paciencia a una población con hambre es difícil. La aceleración de la pobreza también relativiza la percepción subjetiva de los tiempos. Además, la historia ha demostrado que el descenso brusco en las condiciones de vida de una población es socialmente más peligroso y explosivo que el haber tenido unas condiciones deficitarias de vida durante mucho tiempo.
En una situación de altísimas expectativas de cambio combinada con una agudización de la pobreza, el riesgo de una peligrosa frustración social puede hacer estragos si no se percibe una propuesta de solución al proceso de deterioro en la dimensión restringida del tiempo que producen las urgencias existenciales.
Un estudio de Plataforma Informativa de noviembre demostró cómo la percepción de la gente sobre su situación personal mejoró ostensiblemente con respecto a la tendencia negativa creciente de todo 2015. Y la razón fundamental de esta mejoría fue la percepción de cercanía del evento electoral, que funcionó como una auténtica válvula de escape a una olla de presión social cada vez más hirviente.
La frustración está asociada psicológicamente con agresión, con conductas erráticas y con toma de decisiones inadecuadas. Es urgente evitar que la frustración de las expectativas de cambio, avivadas por las urgencias de la pobreza, termine conduciendo a la población a aceptar como bueno cualquier desenlace a la crisis. Y la experiencia ha demostrado hasta el cansancio que cualquier salida no es solución, ni cualquier desenlace es remedio.
Hay que afrontar con rapidez e inteligencia el delicado equilibrio de proponer ya una ruta de cambio político que sea popularmente perceptible (para que no genere frustración no percibir una propuesta aceptable dentro de sus urgencias temporales), pero que al mismo tiempo tome en cuenta los múltiples factores que intentarán torpedearla (para evitar que la frustración devenga entonces de su inviabilidad).
Esta ruta de cambio político, para ser exitosa, debe además cumplir con una tercera condición, y es que se diseñe de tal forma que active a la población, la movilice en diversidad de tareas y la haga participar de varias formas en la agenda de luchas. Limitar la propuesta de solución a invitar al pueblo que espere pasivamente la ocasión de un evento electoral, puede no ser suficiente dadas las circunstancias. Cualquier ruta de solución que se proponga debe contener tareas políticas concretas que puedan desarrollar los ciudadanos a nivel personal y desde sus comunidades.
Si se logra que el diseño de la agenda democrática urgente para el cambio involucre activamente y haga partícipe a la población en su agenda cronológica de luchas, la gente percibirá –con razón– que no sólo ya comenzó el cambio que demanda, sino que ella misma es parte esencial de su construcción.
@angeloropeza182
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