JOSE IGNACIO TORREBLANCA
Vamos a traer de vuelta los puestos de trabajo que se han ido a China y obligar a Apple a fabricar sus ordenadores aquí”. “Vamos a bloquear el tratado de libre comercio con el Pacífico y defender los salarios americanos de la competencia desleal de Asia”. Si un despistado se diera estos días un paseo por New Hampshire y escuchara los discursos de Donald Trump y Bernie Sanders, los candidatos favoritos de republicanos y demócratas, pensaría que allí se está celebrando la reunión anual de los movimientos antiglobalización o discutiendo sobre la vía al socialismo en el siglo XXI.
Pero no, ni estamos en Porto Alegre ni los manifestantes despliegan un colorido mosaico de banderas reivindicativas de los derechos de los indígenas, el fin de la pobreza o la condonación de la deuda. Estamos en New Hampshire, nada menos que el Estado que en 1944 alojó la Conferencia de Bretton Woods. Allí, los representantes de 44 jefes de Estado y de Gobierno, entre ellos Keynes, pusieron los cimientos del orden mundial vigente. Entendían, con razón, que el proteccionismo comercial y los controles sobre flujos de capitales y cambio de divisas habían prendido la chispa de la II Guerra Mundial. Por eso, su objetivo era cerrar el paso al nacionalismo económico, considerado como una amenaza a la paz, social e internacional.
Tanta visceralidad en contra del libre comercio sorprende no solo por provenir de Estados Unidos, uno de los países que más se ha beneficiado de la globalización alumbrada en Bretton Woods, sino por darse con igual virulencia en ambas orillas del espectro ideológico, republicano y demócrata. Pero quizá no hay tanto de lo que sorprenderse. Los partidarios de la desglobalización tienen en común estar en la extrema derecha y en la extrema izquierda. Donald Trump y Bernie Sanders, Vladímir Putin y Marine Le Pen, el ultracatólico polaco Jaroslaw Kaczynski y el izquierdista francés Arnaud Montebourg. Pocos analistas han reparado en el número de veces que en su rueda de prensa postulándose como vicepresidente Pablo Iglesias anunció hasta en tres ocasiones que un objetivo central de ese futuro Gobierno sería “recuperar la soberanía”. ¿Para dársela al pueblo? ¿O para quedársela ellos? Qué cuento más viejo. @jitorreblanca
No hay comentarios:
Publicar un comentario