domingo, 7 de febrero de 2016

¿PASOS VACILANTES?

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ELIAS PINO ITURRIETA

Si la ciudadanía ha mostrado ante el chavismo una paciencia de dieciséis años, pese a la catástrofe que significa, no parece justo dedicarse ahora a la crítica de la AN. La representación popular dominada por la oposición apenas está calentando las curules, como para que ya le estemos pidiendo resultados capaces de satisfacer todos los reclamos del pueblo que votó por sus diputados en términos contundentes. La historia es un acontecimiento paulatino, una experiencia obligada a transitar diferentes capítulos que habitualmente se mueven según las solicitaciones del contorno, de acuerdo con el ritmo que corresponda a un conjunto de conminaciones de diferente especie, sin que se puedan acelerar según la voluntad del espectador que los juzga. Sin embargo, tal hecho no desautoriza la sugerencia sobre la necesidad de atender situaciones que se convierten en retos del debut y pueden provocar  frustraciones.
Las expectativas generadas  por el advenimiento de una vigorosa representación popular, recibida con regocijo en todos los rincones y sentida como esperanza de un cambio que se abre camino sin miedo a los escollos, son parte de la atmósfera. Los diputados de la MUD se han visto rodeados del calor colectivo, no en balde se cifran en ellos las esperanzas de salir de la “revolución”, mientras las minorías del Parlamento y del Ejecutivo no encuentran la manera de desacreditarlos. La alegría se puede resumir en las reacciones que provoca la cabeza de la Cámara, semejantes a las que acompañan el paso de una estrella del rock. Suena en todos las radios, se ve en todas las pantallas, es aclamado en los mercados que antes trajinaba como marchante solitario, lo imitan con benevolencia los cómicos. La ceguera del régimen había proclamado la muerte de las personalidades de la democracia representativa que Chávez pretendió borrar la de la faz de la tierra, y ahora una de ellas, trajeada de luces o vestida de corto, sale por la puerta grande de todas las arenas.
De tales reacciones se ha fortalecido la idea de mover las fichas para un cambio de gobierno. Con su administración cada vez más lamentable los “revolucionarios” han puesto de lo suyo con creces para que la gente clame por su despedida, pero es evidente que al incipiente trabajo de los diputados de la oposición se debe atribuir lo fundamental de la reacción. La resurrección de la política, expresada en la vuelta de una retórica que no deja de ser vivificante, el regreso de las críticas comunicadas en sitial céntrico y la posibilidad de frenar los excesos del Ejecutivo a través del control parlamentario apuntalan la posibilidad de librarse de Maduro y de sus acólitos en un plazo relativamente breve. Sin el control de la AN por los políticos de la MUD la situación quizá fuese más ardua y perezosa.
Pero ¿todo marcha según lo que parece un plan esperanzador? La embestida del  PSUV para el escamoteo de los diputados de Amazonas se ha tratado de evitar con el alarde de un quite vistoso y aplaudido, pero que no lleva a la culminación de la faena. El toro continúa su acometida, sin que nadie haya pedido estoque certero en el coliseo capitolino para salir del aprieto. El caso de la desatención de las interpelaciones o de las presentaciones de funcionarios públicos puede convertirse en un sonoro petardo. En el acto se juega la autoridad de la representación popular, que se confirma o comienza a languidecer según se cumpla o se burle. Parece una observación trivial, pero no lo es. Un parlamento que no es capaz de realizar una rutina como la de las interpelaciones dispuestas por la ley, menos podrá convertirse en vanguardia de la transformación política que pide la mayoría de los venezolanos.
La historia se va resolviendo poco a poco, se dijo antes, y no es sabio dejarse llevar por los tirones de la impaciencia para convertirse en su juez apresurado, especialmente si se trata de historia contemporánea. La AN todavía ensaya sus primeros pasos, y es absurdo pedirle que llegue mañana a la meta. Pero las cosas de los hombres se enderezan o se tuercen debido a las decisiones que los protagonistas del suceso correspondiente, del acto concreto en el cual se desenvuelven sus intereses, toman o dejan de tomar cuando es menester.

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