CARLOS TABLANTE
La corrupción produce graves daños, sin embargo, para muchos pareciera ser un delito menor. Consideran que no es lo mismo atracar a mano armada que cobrar una comisión por un contrato con el Estado. Están equivocados. La corrupción no es un delito sin sangre. La corrupción mata.
El hallazgo de miles de medicinas vencidas en los depósitos del Servicio Autónomo de Elaboraciones Farmacéuticas (Sefar) dependiente del Ministerio de la Salud, realizado por los diputados José Manuel Olivares y María Pérez en días pasados, confirma lo que otros parlamentarios ya habían denunciado en 2010 y 2014: Funcionarios se enriquecieron importando medicamentos caducados desde Cuba a cambio de millonarias comisiones. Se trata de productos para el tratamiento de problemas cardíacos, diabetes, hipertensión, sida y cáncer, entre otras enfermedades, que el gobierno cubano intermedió a cambio de colosales ganancias, como en el sector de los alimentos y el eléctrico.
Las preguntas que se hicieron los parlamentarios tanto ayer como hoy son las mismas:
¿Los medicamentos llegaron vencidos o se vencieron en los depósitos del Sefar? ¿Cuál pudo ser la causa? ¿Es la evidencia de otro negocio ilícito más con el diferencial cambiario? ¿Tal vez uno de los muchos episodios de lobby político internacional del Gobierno, o simplemente otro capítulo de proverbial desidia burocrática? La respuesta más cercana a la realidad parece ser: todas ellas, como afirmamos en el capítulo Las medicinas más caras vienen de Cuba en el libro El Gran Saqueo: Quiénes y cómo se robaron el dinero de los venezolanos.
El Ministerio de Salud nunca contestó ni estas ni otras interrogantes. Los ministros que se sucedieron desde 2004 hasta 2015 ni siquiera respondieron a las observaciones que hiciera la Contraloría General de la República (CGR), en especial en las memorias de 2010 y 2011. Los informes de la CGR señalan que las medicinas se compraron con un lapso de expiración muy cercano a la fecha de importación y fueron pagadas a Cuba por adelantado. El incremento en los precios de un año a otro, por el mismo medicamento, llegó a ser de 9.000%, sin justificación, como señala el informe de la CGR de 2013.
El Sefar tiene como misión producir, adquirir y distribuir medicinas en hospitales, ambulatorios y en la red primaria de salud. Las metas de elaboración de medicamentos genéricos no se cumplen desde hace cinco años. La fabricación está parada, más no así la importación. La memoria y cuenta de 2014 del Ministerio de Salud revela que solo se fabricaron 8 millones de unidades de fármacos, pese a que la meta era de 18. Sin embargo, en ese mismo año el Sefar registró el volumen más alto en distribución de medicinas importadas de su historia: un total de 513 millones de unidades.
Es evidente que la prioridad del Sefar no es la producción de medicamentos hechos en Venezuela sino la importación. La compra de productos a punto de vencer que valen la mitad en los mercados internacionales pero que facturan como si fueran medicamentos vigentes genera grandes comisiones para los involucrados. Pero ahí no termina el negocio: Muchos de esos productos se queman para comprar más. Desde 2004 ha sido práctica común del Sefar incinerar los productos vencidos. Solo entre 2008 y 2009, el Ministerio de Salud pagó 1,2 millones de bolívares por dicho concepto a empresas en Maracay y La Guaira.
El Sefar ha tenido varios responsables, al igual que en el caso de los alimentos y otros sectores sensibles de la economía, éstos han sido principalmente militares.
La corrupción - delito que no prescribe - causa daños profundos e irreparables a la sociedad, pero en el caso de la salud, es aún más criminal.
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