EDUARDO FERNANDEZ
La política es diálogo. En donde no hay diálogo, no hay política. La alternativa al diálogo y a la política es la violencia y la guerra. Cuando fracasa la política, irrumpen la violencia y la guerra.
En Venezuela está fracasando la política. Cuando se produjo la asonada militar del 4 de febrero de 1992, comenzó el proceso de sustituir la política por la violencia. Allí está el origen de la actual confrontación estéril. El país no supo condenar ejemplarmente aquel acto bárbaro, primitivo y salvaje.
El jefe del golpe inventó una Asamblea Nacional Constituyente para hacerse con el poder absoluto y lo logró. Desde entonces, está desquiciado el orden constitucional en el país. Ahora, la cosa se complica porque a la crisis política se suma una gravísima crisis económica, social y moral. No hay talante democrático en los actores políticos fundamentales. No hay cultura de diálogo.
Prevalece la inclinación a la confrontación y al desarrollo de proyectos que no toman en cuenta el interés nacional.
El momento exige inteligencia para comprender la magnitud de la crisis y patriotismo para poner los intereses superiores del país por encima de proyectos partidistas o personales.
La mayoría de los venezolanos queremos cambio, no estamos contentos con la situación que vivimos. Queremos un cambio para vivir bien. Y queremos que ese cambio se produzca de una manera pacífica, constitucional, democrática, concertada. Son seis los factores que deben conciliarse en Venezuela: en primer lugar, el gobierno y los grupos que lo sustentan; enseguida, la Asamblea Nacional y los partidos políticos allí representados; en tercer lugar, la Fuerza Armada; en cuarto lugar, los factores de la producción, empresarios y trabajadores; en quinto lugar, la academia y las universidades; y, finalmente, la Iglesia católica.
A propósito de la Iglesia católica, voy a terminar este artículo con una cita del evangelio según San Mateo.
Dice San Mateo (5:43-48) “Antes se dijo: amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo les digo: amén a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan el bien a los que los aborrecen y oren por los que los ultrajan y los persiguen; para que sean hijos del Padre que está en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué gracia tiene? Si ustedes saludan solamente a los que son sus hermanos. ¿Qué mérito tienen? ¿No hacen eso también los gentiles?”.
En Venezuela está fracasando la política. Cuando se produjo la asonada militar del 4 de febrero de 1992, comenzó el proceso de sustituir la política por la violencia. Allí está el origen de la actual confrontación estéril. El país no supo condenar ejemplarmente aquel acto bárbaro, primitivo y salvaje.
El jefe del golpe inventó una Asamblea Nacional Constituyente para hacerse con el poder absoluto y lo logró. Desde entonces, está desquiciado el orden constitucional en el país. Ahora, la cosa se complica porque a la crisis política se suma una gravísima crisis económica, social y moral. No hay talante democrático en los actores políticos fundamentales. No hay cultura de diálogo.
Prevalece la inclinación a la confrontación y al desarrollo de proyectos que no toman en cuenta el interés nacional.
El momento exige inteligencia para comprender la magnitud de la crisis y patriotismo para poner los intereses superiores del país por encima de proyectos partidistas o personales.
La mayoría de los venezolanos queremos cambio, no estamos contentos con la situación que vivimos. Queremos un cambio para vivir bien. Y queremos que ese cambio se produzca de una manera pacífica, constitucional, democrática, concertada. Son seis los factores que deben conciliarse en Venezuela: en primer lugar, el gobierno y los grupos que lo sustentan; enseguida, la Asamblea Nacional y los partidos políticos allí representados; en tercer lugar, la Fuerza Armada; en cuarto lugar, los factores de la producción, empresarios y trabajadores; en quinto lugar, la academia y las universidades; y, finalmente, la Iglesia católica.
A propósito de la Iglesia católica, voy a terminar este artículo con una cita del evangelio según San Mateo.
Dice San Mateo (5:43-48) “Antes se dijo: amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo les digo: amén a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan el bien a los que los aborrecen y oren por los que los ultrajan y los persiguen; para que sean hijos del Padre que está en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué gracia tiene? Si ustedes saludan solamente a los que son sus hermanos. ¿Qué mérito tienen? ¿No hacen eso también los gentiles?”.
Cualquier comentario sobre esta cita, ruego dirigirla a San Mateo evangelista o, mejor aún, a Jesús de Nazaret, cuyas palabras son mencionadas por el evangelista.
Seguiremos conversando.
Eduardo Fernández
@efernandezVE
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