Decía Georges Clemenceau, el famoso “Tigre”, primer ministro francés, que “la política es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de los militares”. Y unos cuantos siglos antes, Sun Tzu, en El Arte de la Guerra (ese libro indispensable para cualquiera que desee pensar en términos estratégicos) decía que el que hace una guerra permitiendo opinar a todos es como el que construye una casa escuchando los consejos de todo el que pasa por la vereda: el resultado solo puede ser un sonoro fracaso. “No conozco un camino para el éxito, pero sí uno para el fracaso: tratar de complacer a todos”. Esta es una frase que se le atribuye a Woody Allen, pero seguramente alguien la dijo antes.
Estos aforismos vienen a cuento porque el lunes en la tarde, y mientras se divulgaban, con evidente mala intención, imágenes de la reunión entre Jesús (Chúo) Torrealba y tres voceros del oficialismo venezolano, en el primer encuentro exploratorio del diálogo entre el Gobierno y la oposición del país suramericano, auspiciado por el Vaticano, las redes sociales explotaron, primero, con airadas posiciones de los más radicales de Twitter, que se apresuraron a denunciar la supuesta traición, venta, y cobardía, de quien ha sido un puntal fundamental para que la dictadura de Nicolás Maduro esté en una posición agónica.
Los comentarios (más bien, los insultos) alcanzaron un punto de explosión cuando María Corina Machado, primero; luego Henrique Capriles, más tarde Henry Ramos Allup y poco después, diversos voceros de Voluntad Popular, señalaban en la misma red social que se habían “enterado del diálogo por televisión”.
Sorprendentemente, comenzó a circular una foto en la que diversos voceros de la oposición salían retratados con el nuncio apostólico en Venezuela, Aldo Giordano, y su homólogo en Argentina, Emil Tscherrig, un hombre de la más absoluta confianza del Papa Francisco, que fue enviado por el pontífice a Venezuela a facilitar el diálogo.
No es poca cosa: Tscherrig es el mismo que envió Jorge Bergoglio a su país natal a componer las dificilísimas relaciones entre la Santa Sede y el Gobierno de Cristina Kirchner, felizmente fenecido.
¿Por qué se desmarcaron tan vehementemente los voceros opositores? La respuesta oficial la dio Capriles horas después en su programa por Periscope (porque la oposición venezolana, ustedes saben, no tiene acceso a la TV).
El rechazo no era contra Torrealba, sino contra el comunicado que se emitió y que le ponía fecha oficial (30 de octubre) al comienzo de las conversaciones, además de lugar: La isla de Margarita, que como su nombre indica (es una isla), es fácilmente bloqueable para el escrutinio público.
Anunció Capriles (y después corroboró un comunicado oficial de la Mesa de la Unidad) que el diálogo tenía que ser en Caracas, que aún no tenía una fecha definida, y que Chúo estaba en ese sitio y en ese momento porque así lo había comisionado la coalición opositora.
Pero no se descarta que en vista de la actitud de rechazo que despertó la reunión en las redes sociales, unos cuantos se hayan separado de la iniciativa con un lenguaje anfibológico que solo logró despertar mayores sospechas hacia una oposición que no solo tiene que lidiar contra Maduro y su grupo, que han demostrado tener cero escrúpulos; sino también contra un segmento de la oposición que ve en cualquier intento de diálogo, en cualquier acercamiento, una traición, y en todo vocero de la misma, a un potencial Judas.
Un segmento cuyos principales voceros, por cierto, no están en Venezuela; y que vive diciendo que “hace falta una mejor oposición”, como si la que tuviéramos no respondiera a lo que hay y la que el pueblo venezolano sigue, como se ha demostrado hasta la saciedad.
Estos son los que llevan 17 años peleando contra el chavismo, y han pagado un altísimo costo personal por ello, incluyendo la libertad, como en el caso de Leopoldo López y unos cuantos más, sin desmerecer el alto costo personal que implica un exilio.
Por supuesto, esto no quita que sean humanos, y en el país hay una sorda carrera por la presidencia que no es patrimonio exclusivo de la oposición, de Capriles o Ramos Allup, en este momento (con Leopoldo preso en la cárcel militar de Ramo Verde, pero por encima en las encuestas); en el chavismo, por ejemplo, Diosdado Cabello lleva meses en campaña electoral, aparentemente con el beneplácito de Maduro, que le ha cedido la vocería de su movimiento político, entendiendo que él no tiene ningún chance de ser reelecto por una vía democrática.
Es por lo menos la tercera vez, sin embargo, que un error de comunicación de la Mesa de la Unidad (MUD) lleva a un cortocircuito semejante, y ya deberían haber aprendido de ellos. Buena parte de la culpa la tiene un liderazgo que no asume con valentía decirle a sus seguidores: “Nos vamos a sentar en la mesa con el Gobierno porque así nos lo pidió, para enviar a su mediador, el papa Francisco, que a esa misma hora obliga a Nicolás Maduro a suspender el dispendio (que él llama gira por el Medio Oriente) para que hable conmigo”.
¿O es que ustedes creen que a Maduro se le ocurrió visitar a Bergoglio y este lo recibió a las 10 de la noche de Roma, así como así, cuando ya, seguramente, debe estar un día cualquiera acostado en sus aposentos papales? ¿De verdad alguien que no sea un niño puede pensar así, que hay semejantes coincidencias en la política, y más en la política del Vaticano?
Para terminar, porque todo esto cansa, la agenda de la oposición sigue, en minutos continuará el juicio político en el Parlamento contra Nicolás Maduro, y así como no se puede complacer a todo el mundo, no se puede construir una casa oyendo las opiniones de todo el que pasa y la guerra es muy importante como para dejarla en manos de los militares, hay cosas que requieren discreción, aún en tiempos de redes sociales; no se puede hacer política en 140 caracteres, y esta es demasiado importante como para dejarla en manos de tuiteros mayoritariamente anónimos, porque el pasado jueves, mientras Twitter ardía por la suspensión del referendo por parte del Consejo Nacional Electoral, uno se asomaba a la ventana y se oía a la gente gritando, pero no de indignación, sino por el partido de béisbol de Caracas y Magallanes a esa misma hora.
Haga la prueba cuando Twitter arda: Asómese a su balcón y vea cómo la vida sigue. Y pregúntenle a todo el que haya estado en una guerra (una de verdad), dos cosas: 1) Cuánto sufrió y cuánto sufrimiento vio; 2) Si valía o no valía la pena negociar antes de ella para haberla evitado.
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