Hasta aquí los trajo el rio
Pedro Luis Echeverria
El problema político fundamental del país es que el tiempo histórico del
chavismomadurismo ha llegado a su fin, pero irresponsablemente sus dirigentes
se niegan a aceptar esa realidad y, sin ningún tipo de remilgos y de respeto a
la ciudadanía, hacen lo imposible para mantenerse en el poder. No han entendido
ni asimilado el momento histórico que
vivimos: el país no quiere el tiempo pasado, rechaza el modelo de sociedad que
el régimen ha querido imponer y sólo le interesa viabilizar alternativas de
crecimiento y progreso hacia el futuro
Con base en su equivocada visión ideológica, la carencia intelectual y
pragmática de sus dirigentes y la extrema ineficiencia operativa de sus
servidores, el régimen ha intentado sin éxito, durante casi diez y ocho años,
establecer variadas e infructuosas reformas que han producido perversos resultados
colaterales y que han afectado
negativamente a toda la población. Durante el tiempo transcurrido con el
chavismomadurismo en el poder, se han frustrado las expectativas de todos
aquellos que ingenuamente creyeron que el régimen los reivindicaría de la
exclusión y la inequidad y que vivirían mejor. Al hacer un análisis
retrospectivo de los recursos de todo tipo que el régimen dispuso y el
inventario de los logros y realizaciones
alcanzadas, debemos concluir que el régimen tuvo la mejor de las oportunidades
para gobernar, pero la desperdició miserablemente. La desperdició porque ha
sido incapaz para conducir los cambios que proponía, porque ha demostrado una proverbial ineficacia para
instrumentarlos y porque no pudo convencer a la población que le acompañara en
sus irrealizables utopías. El régimen no quiso adecuar el ejercicio de su
administración a las necesidades reales
del desarrollo del país, a lo que éste necesita y demanda: un buen gobierno que
trabaje positivamente para alcanzar metas de desarrollo, bienestar y progreso
cónsonos con los niveles de ingreso que el país percibe y ha percibido. El país
necesita modernizar las estructuras del Estado, hacer eficiente y mejorar la
productividad de las instituciones públicas y garantizar a la ciudadanía
seguridad y un eficiente y confiable sistema de justicia y legalidad. El gobierno obcecadamente responde con
flagrantes violaciones a la Constitución, más centralización administrativa,
más presencia del Estado en las actividades económicas, menos autonomía de
acción para los entes públicos y mayor control gubernamental para las
actividades privadas. El régimen lo que hizo y ha hecho es retrotraer al país a etapas históricas que ya
habíamos superado. Actualmente, se constata
que las instituciones fundamentales de la nación están afectadas al
máximo, en su operatividad y credibilidad por la fuerte inherencia presidencial
en sus actividades y decisiones, la gran corrupción que impunemente campea y
las equivocadas políticas públicas que el
régimen aprueba
He allí el monumental fracaso de la gestión pública y política de un
gobierno al que se le terminó el tiempo
y la oportunidad de hacer y crear que le dieron sus seguidores y la coyuntura
histórica.
La incertidumbre atenaza e
inmoviliza a los servidores del régimen. Las ambiciones de sucesión separan a
los grupos de apoyo al gobierno. En la Fuerza Armada, pivote del gobierno, hay
fuertes vientos de fronda. El desencanto y las frustraciones de los seguidores
del régimen cunden a granel. El liderazgo único e indiscutible se fue con los
efluvios de la quimioterapia cubana. Emerge y crece con fuerza una férrea
voluntad unitaria de cambio en los predios opositores. El régimen se angustia
porque sabe que la historia le exige dejar el paso libre a quienes pueden
conducir mejor los destinos del país.
La mayoría de los venezolanos quiere que en 2016 termine, de una vez por
todas, la larga noche del chavismomadurismo y para eso se prepara
concienzudamente, sin dubitaciones, ni miedos.
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