JEAN MANINAT
Johanna “Hannah” Arendt nos habló de la “banalidad del mal” en su célebre y tan citado trabajo Eichmann en Jerusalén. La maldad puede ser un ejercicio moralmente inconsciente, una labor burocrática, un estampar sellos mecánicamente en un papel sin reflexionar sobre sus efectos en la sociedad. El bien, a su vez, puede ser banal nos diría Tommy Hilfiger, solo bastaría con enfundarse unos pantalones vaqueros, como Pablo Iglesias, el líder de Podemos en España, y salir a manifestar en cualquier autovía del mundo. La calle como una pasarela de moda alternativa.
Cuando la madre patria más necesita de cierta cordura política, de una pizca de responsabilidad histórica, el anciano ideológico jefe de la izquierda alternativa española convoca, nada menos y nada más, que a realizar una huelga general y a que los movimientos sociales tomen la calle ya que “el Parlamento te pone frente al riesgo de convertirte en aquello que quieres combatir”. Jo… tío mire que hay que escuchar gilipolleces. Pero venga, dar su opinión y bregar por llevarla a cabo es un derecho democrático y se respeta.
Todos tenemos el derecho a equivocarnos, incluso a escoger la equivocación como estandarte de vida -es especialmente recurrente en el oficio de la política-, a convocar a los demás a seguirnos hacia el despeñadero en base a gargarismos llenos de buena voluntad y una fibra de tozudez a prueba de fracasos. Y, a veces, hasta éxito se tiene.
Ahora, cuando el Gobierno ha afincado su talante autoritario, cuando más desparpajo demuestra para violar la Constitución, cuando su consigna parece ser “bueno y qué”, un minimito de buen juicio recomendaría que la unidad de la oposición democrática se reforzara, que se blindara una ruta de acción común con la MUD, que se pusiera en modo silente la máquina de repetir consignas y se dejara de lado el capricho de figurar, bandera en mano, cual primera estrella de una opera socialista china.
La oposición democrática está viviendo un momento sumamente delicado. Montada en el esfuerzo revocatorio descuidó la presión para que se llevaran a cabo las elecciones regionales este año como estaba previsto y ahora está obligada a responder en dos frentes simultáneamente: el Referendo Revocatorio y los comicios para elegir gobernadores. Y si a esto le añadimos la defensa de la Asamblea Nacional, podemos calibrar el reto que enfrenta.
De manera tal que no estamos para pasarelas Off-Broadway por más bien intencionadas que sean. En este momento la prioridad es hacer del 26, 27 y 28 los tres días de octubre que marquen el calendario con un nuevo esfuerzo democrático para demostrar con contundencia el rechazo al Gobierno y la voluntad de cambio de los venezolanos. Lo demás es dispersión e inútil ajetreo.
Ahora más que nunca firmeza y cabeza fría, los todo o nada de poco sirven salvo añadir unos ladrillos más al muro de los lamentos. El Gobierno no le teme a la calle combativa, es su terreno predilecto, le teme a los votos. Hoy, mañana y pasado mañana.
¿Y si le damos un respiro al bluyín y a la bandera para que no se malgasten?
@jeanmaninat
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