Daniel Lozano
El Mundo
Nicolás Maduro con un llamativo crucifijo sobre su pecho, se ha puesto una vez más al frente de la reivindicación de la figura del "Gigante de América" en vísperas del cuarto aniversario de su "siembra", que se conmemora hoy. Y lo ha hecho por "amor", palabra clave en la propaganda y la iconografía revolucionaria, y también por necesidad: el proceso bolivariano sufre hoy el desamor de Venezuela, su peor momento histórico.
"Aquí amamos a Chávez", rezaba un cartel detrás del primer mandatario en su comparecencia del viernes. La segunda campaña en lo que va de año (la primera, en enero, se tituló Aquí no se habla mal de Chávez para contrarrestar los efectos de la serie El comandante) es un intento de profundizar en el culto al líder máximo de la revolución, que mezcla en una misma pócima la fidelidad ideológica con los guiños mágico-religiosos con un objetivo: proporcionar legitimidad a sus herederos.
Y cómo no amarle, explica Diosdado Cabello, si "entregó su vida para los pobres. No nos van a sacar al comandante del corazón, escuálidos (opositores), ni hoy ni mañana ni nunca, dentro de 100 años seguiremos hablando de Chávez".
Las encuestas, en cambio, desdicen al líder militar de la revolución: apenas el 17% de los venezolanos consultados por Datin Corp dicen amar a Chávez, mientras que más del 50% confiesa que ni le ama ni le odia.
Otro estudio, realizado por Datanálisis, sostiene que Chávez, el "Mesías de los Pobres", mantiene un 50% de popularidad, lo que significaría una pérdida de 21 puntos en relación a la obtenida hace cuatro años. Mucho peor lo tiene su sucesor, Nicolás Maduro, con apenas un 18% a su favor, en un continuo y sostenido retroceso. "Chávez es una especie de James Dean o Marilyn Monroe, se mantiene una foto joven, bonita, espectacular y exitosa", resume Luis Vicente León, presidente de Datanálisis.
El chavismo ha tirado de nuevo la casa por la ventana, cada vez más estrecha, a la hora de confeccionar el programa del cuarto aniversario de la "siembra". Conferencias, actos, inauguraciones, exposiciones como "Chávez, soldado hecho pueblo" y hasta el estreno en Telesur del documental Chávez infinito.
El chavismo sabe que su creador es y seguirá siendo su principal sostén, de ahí el empeño de profundizar su culto. La iglesia de la revolución tiene incluso sus propias capillas, como la que se levanta en Caracas a 200 metros del Cuartel de la Montaña, donde descansan los restos del presidente. Un punto de encuentro para los creyentes en San Hugo Chávez del 23 (en referencia al barrio revolucionario del 23 de Enero, en el oeste caraqueño), quienes rezan el conocido "Chávez nuestro que estás en los cielos".
Una especie de culto sincrético que los dirigentes oficialistas no dudan en llevar a la práctica, incluso interpretando sus propios mandamientos: amar a Chávez sobre todas las cosas, no tomar el nombre de Chávez en vano, santificar las fiestas revolucionarias y honrar a tu "padre", algo que Nicolás Maduro ha repetido todos los días desde que asumió la presidencia hace cuatro años.
Por haber, hay hasta demonios y diablos: el Imperio y los opositores. Hasta ángeles caídos del cielo, como los chavistas disidentes de Marea Socialista, antiguos ministros (Giordani y Navarro) y generales críticos como Miguel Rodríguez Torres y Clíver Alcalá.
"El uso de las creencias religiosas del chavismo es una forma de hacer política. El reto es convertir al ciudadano en devoto", dejó escrito la investigadora haitiano-venezolana Michele Ascencio.
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