Hace unos días se cumplieron cuatro años de la muerte de Chávez.
En tan peculiares circunstancias, el humor, tan característico nuestro, no podía dejar de aparecer.
Han rodado todo tipo de chistes crueles en relación al "vacío" que dejó: vacíos los anaqueles de productos, vacíos los hospitales de medicinas y suministros, vacíos los bolsillos de los venezolanos a punta de hiperinflación, en fin...
A los cada vez más escasos chavistas, no les gusta la palabra "muerte" al referirse a la desaparición de Chávez. Les gusta la palabra "siembra". Sobre gustos y colores...
En todo caso, lo que palpablemente el difunto dejó como "siembra" es un país en absoluta miseria y pobreza, quebrado y reventado por los cuatro costados.
En nuestro día a día el famoso legado de Chávez es tan fácil como doloroso de observar y constatar.
Se puede ver en la cantidad de gente hurgando en los potes de basura para comer.
También en las colas interminables e indignantes para conseguir uno o dos productos de primera necesidad.
En las continuas muertes producidas por la escasez de medicinas y de suministros para tratamientos en hospitales.
En el nulo valor que hoy tiene la vida en Venezuela, donde a cualquiera lo asesinan por cuatro lochas.
En los niños desnutridos que tristemente vemos falleciendo.
En la caída violenta de los valores, hasta niveles nunca vistos.
En la monstruosa corrupción que ha hecho ricos - y hasta famosos - a innumerables funcionarios públicos y pseudo-empresarios.
En las violaciones continuas a la Constitución, el irrespeto a la Asamblea Nacional y la artera utilización y manipulación de los otros Poderes del Estado.
En los ataques a la libertad de expresión así como en la censura y el cierre de medios de comunicación.
En las expropiaciones, intervenciones y cierres de miles de empresas productivas y la pérdida de millones de empleos bien remunerados.
En la utilización indiscriminada de la Fuerza Armada Nacional para fines partidistas.
En la persecución, represión, encarcelación y exilio de valiosos compatriotas por razones políticas o simplemente por pensar distinto.
En la cantidad de venezolanos, especialmente jóvenes, que han emigrado buscando mejor futuro, originando la desintegración y quiebre de cientos de miles de familias.
Todo esto y mucho más es el verdadero legado de Hugo Chávez Frías.
Por si fuera poco, además del legado, el "sembrado" nos dejó un delegado.
Quienes a pesar de la lacerante realidad que vivimos tratan de vender la idea de que Chávez dejó una positiva herencia, se excusan en el fantasioso y poco convincente argumento según el cual, de existir algo que no funciona bien en el país, ello sería de la única y exclusiva responsabilidad del "delegado" que asumió el mando.
En cuatro años, los venezolanos, para nuestra desdicha, hemos tenido la oportunidad de conocer mejor al delegado. Basta observarlo unos minutos para comprender que este personaje no podía sino empeorar la espantosa situación que de por sí dejó el difunto.
Sin el menor resquicio de duda, el legado y el delegado han llevado a Venezuela a ser una poderosa potencia en el mundo. Sí, poderosísima en lo que se refiere a hambre, pobreza, miseria, tristeza, inseguridad, desgracia, corrupción y narcotráfico.
El caos total.
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