viernes, 7 de julio de 2017

LA DERROTA DE LA CÚPULA
SIMON GARCÍA
La acelerada involución hacia la dictadura aparece formalmente comandada por una cúpula integrada por seis o siete dirigentes del PSUV. Esa apariencia civil no se sostiene frente a las evidencias de una cesión progresiva de cargos y cotos de poder a manos de militares. La imagen primaria de la cúpula también oculta otro trasfondo: la infiltración de las estructuras del Estado por mafias delictivas. Así que entre los seis o siete de la nomenklatura no están todos los que son.
Maduro, en medio de la misteriosa existencia de esa logia militar civil, es su  cabeza. Aunque haya  perdido toda legitimidad, ostenta la titularidad presidencial y conserva influencia en parte del tablero del poder. Hay una coincidencia de intereses entre él y la logia: perder el gobierno es la muerte política y el fin de los privilegios.
Maduro y varios de sus socios se cerraron a sí mismos la solución electoral a sus fracasos como gobernantes. Su perpetuación en el poder sólo es posible actuando contra la Constitución y desafiando a todas las instituciones que deben garantizarla.
Pero hay costos de salida variables para la mayoría de quienes siguen o son aún pilares de sustentación del proceso de imposición de la  dictadura de Maduro. Esas opciones de preservación del proyecto revolucionario original, exigen lealtad a la Constitución y no a la ilegal cúpula de los privilegiados. Su viabilidad está conectada a los acuerdos que puedan lograrse entre chavistas disidentes y la MUD para defender la Constitución y restablecer el Estado de Derecho. Precipitarse en añadir otros objetivos puede reducir las alianzas.
Ese acuerdo, que no es posible con Maduro, debe ser ofrecido a otros sectores del partido, del gobierno y de las instituciones del Estado que desaprueban la brutal represión y el propósito de convertir al Estado en un poder totalitario. La unidad de la nación, para vencer ahora y reconstruir juntos otro país, solo es posible a partir del encuentro entre esos dos polos.
Ese objetivo, más allá de las elecciones como  medio para rescatar la preminencia del soberano, exige que la MUD revise las formas de lucha y la ruta que ha definido. Abrir nuevas dimensiones para pasar a una fase superior de lucha requiere no repetir el error de lanzar marchas contra barricadas policiales. Si se quiere intensificar la acción de calle hay que encontrar formas de expresarla que faciliten su masificación, su activación a nivel municipal  y su conexión con los sectores populares como fuentes de una resistencia más eficaz.
La consulta del 16 es la perfecta oportunidad para que la MUD, cumpliendo la función de eje articulador, promueva la autonomía de los actores provenientes del chavismo, de las organizaciones sociales y de instituciones como las iglesias. Para contar con la presencia de millones hace falta amplitud y trabajar para que la movilización sea obra de la gente misma. Y eso va a ocurrir porque es lo que, con furia y esperanza, el país intuye como su salvación.
@garciasim

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