FERNANDO RODRIGUEZ
EL NACIONAL
Comienzo por confesar que no encuentro otra palabra mejor para
definir mi respuesta a lo acaecido en las elecciones regionales que la
de estupefacción. Que es la misma de todas las personas con las que he
podido conversar. Y a nadie le oí o le leí que vaticinara algo parecido.
De manera que lo que ahora bosquejo tiene todos los límites del
boxeador que se levanta de un gancho demoledor y comienza apenas a
organizar su inmediato entorno. Para empezar nos ahorramos la
descripción de esa jornada tan particular que ya todos debemos tener
atiborrada para siempre en la memoria cívica. También eludimos,
cuestiones de espacio disponible y tiempo para rumiar, las
importantísimas y acuciantes cuestiones que el evento plantea,
básicamente cómo pudo sacar la mitad de los votos emitidos un gobierno
que ha asesinado un país. O cuál es el origen de la abstención que tanto
dañó las posibilidades opositoras. Que en concreto implica discernir la
parte que le corresponde a las tropelías del gobierno y la que viene de
los desaciertos del liderazgo de la MUD. Ellas encierran el meollo de
la dramática situación nacional.
Quiero avocarme solamente a eso llamado fraude, no menos
significativo y prioritario. Hasta ahora el uso de ese término lo
redujimos a su más limitado sentido: la sustitución de los resultados
verdaderos de los comicios por otros falsos y convenientes a los dueños
del circo. Lo otro que pueden ser barbaridades de la talla de llevar a
punta de pistola a campesinos a votar en mesas solitarias abiertas casi a
medianoche por el glorioso Plan República (Carlos Ocariz) lo llamábamos
ventajismo. Esta clasificación debe venir de la prolongada obsesión por
el protagónico papel del fraude en el revocatorio presidencial de 2004
que hasta nos llevó a todo tipo de delirios imaginativos, incluida la
muy honorable Universidad de Harvard. Y que tanto daño posterior hizo
sembrando abstencionismo donde no se debía. El ventajismo, que no hay
que olvidar que también es corrupción, se consideró algo endémico,
planetario, inevitable, superable y, que en nuestro caso, implicaba la
dura faena de enfrentarse sin mediaciones con el Ejecutivo,
personalizado en el teniente difunto, bien armado y camorrero
políticamente. Y que de barbaridades nos acostumbramos a dejar pasar
mirando a otro lado, apenas con algún murmullo: el uso abusivo de los
medios, la delincuencia de los colectivos, las amenazas y la guillotina
para los empleados públicos, los atropellos de los custodios militares,
la descarada compra de voluntades, el amedrentamiento de inermes
votantes, la anulación de observadores internacionales, etc., etc. Valga
decir, nos fuimos acostumbrando a vivir en un chiquero electoral cada
vez más fétido con unas máquinas supuestamente incontaminadas, “con las
cuales es imposible hacer fraude”. Obviamente, esto era falso. Si
tomamos el término fraude en la acepción del más elemental tratado
político como toda forma de coaccionar la libertad del voto, que son
innumerables, tan fraude es el denunciado por Smartmatic como atropellar
a los electores con una cadena promocional terminado el lapso de
campaña. Creo que es poco discutible.
Lo que sucede ahora es que Maduro, observado ahora enfáticamente
por el mundo democrático, pretendió unas maniobras supuestamente
subrepticias pero de una catadura tan grotesca y de una ilegitimidad tan
flagrante, desde las primeras hasta las últimas, por supuesto la
fascista constituyente incluida, que pasó todas las rayas amarillas y
rompió la dicotomía fraude/ventajismo, tan útil para los déspotas. Por
eso creo justa e importante la posición de la MUD, y el desconocimiento
internacional de los términos del CNE. Lo que no quiere decir, aclaro,
que la derrota proviene solo de los delitos gubernamentales (ver supra),
pero sí que estos son suficientes para llamar fraude al fraude y actuar
en consecuencia, en especial desacatar a la constituyente. Para que
empecemos, es una ardua tarea, a reconquistar la dignidad republicana
hace tanto tiempo perdida, en ese y muchos otros campos. Todo lo demás
se está discutiendo y es sano y es necesario dado lo trascendental de la
derrota sufrida, bienvenidos hasta los oportunistas.
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