¿Qué viene ahora?
LUIS VICENTE LEON
El Universal
La fractura de la oposición, luego de las regionales, es evidente.
Pero en realidad, es precisamente su división previa a esos comicios uno
de los factores que explican la derrota, si consideramos que se
enfrentaba a una elección no competitiva (la base del problema), que
exigía unidad y participación total para mostrar la mayoría pese a todo.
Son muchos los factores que dividen a la oposición, pero
el más importante es la visión sobre cómo enfrentar al gobierno. Para un
primer grupo, la lucha debe ser electoral, incluso enfrentándose a una
condición sesgada e injusta. Este grupo conoce las limitaciones de una
lucha desigual y sabe que no es suficiente ser mayoría. Necesita
garantizar participaciones masivas y presionar para lograr negociaciones
políticas que mejoren las condiciones competitivas de los procesos
electorales. El segundo grupo considera que se perdieron todas las
posibilidades de una lucha electoral y de una negociación política.
Piensa que cualquier participación en comicios electorales convocados
por el gobierno es validar instituciones y actos ilegítimos. Su
propuesta es luchar, interna y externamente, para lograr a salida del
gobierno del poder, por cualquiera otra vía. Después del resultado
negativo de las acciones de protesta, su expectativa se centra hoy en la
ayuda internacional como pivote del cambio. Las sanciones, el
aislamiento y la asfixia económica del gobierno son percibidas como
mecanismos de presión para lograr su objetivo.
Ambos grupos coinciden en la necesidad de cambio, pero se
separan sobre la forma de cómo lograrlo. El primero quiere presionar
una negociación que abra opciones de cambio electoral. El segundo busca
presionar la salida inmediata del gobierno, sin necesidad de negociación
alguna.
Esos dos grupos han tenido liderazgos que los
representan, pero los resultados negativos de las acciones de calle y
ahora de las regionales dejaron maltrechos a los líderes de estos
grupos, y el sentimiento de las base es que la institucionalidad
opositora está pulverizada y su liderazgo desgastado y vacío.
Por su puesto que es una situación dramática para la
oposición. Podríamos decir que es el peor momento que ha vivido en casi
20 años. No hay reglas de juego internas que permitan dirimir sus
diferencias y la posibilidad de replantear alianzas es remota.
¿Qué puede pasar ahora? Es probable que veamos al
principio un fortalecimiento del gobierno en poder. Pero también veremos
un chavismo que se autocondena a radicalizarse y aislarse
internacionalmente para preservar el poder, convirtiéndose en un
prisionero de su circunstancia. Es de esperar también una pérdida de
relaciones de confianza entre la oposición y la comunidad internacional,
al no conseguir esta última interlocutores válidos. Pero las acciones
internacionales contra el gobierno crecerán, aunque sin un fin de
presión a la negociación política y con impactos negativos, no sólo para
el gobierno sino para todo el país. La situación económica tiende a
deteriorarse aún más y se conforma una economía dual en la que un pedazo
del país se dolariza y una pequeña parte de los venezolanos controla la
mayoría de los ingresos y el consumo, mientras el resto se convierte en
mendigos del reparto. Finalmente, la demanda de líderes políticos, en
todos los espacios hoy vacíos, generará su propia oferta. Esto abre
espacios para el surgimiento de tres líderes relevantes que competirán
por el control político futuro del país. El líder radical opositor, el
líder moderado y el líder chavista. Las caras de esos líderes podrían
ser conocidas o sorprendernos y uno de ellos puede terminar reconectando
a las masas y dinamizando un cambio… bueno o no.
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