Arnaldo Este
En los próximos meses se seguirá dando el cambio de gobierno. Un
cambio que se evidenció en los resultados de las elecciones a la
Asamblea Nacional, se legitimó en el bello logro del plebiscito
autogestionado del 16 de julio, se ratificará en las elecciones
regionales y continuará de diversas maneras de calle, negociación, gran
presión internacional y grave desastre social y económico.
Cabe la pregunta sobre quiénes lo siguen apoyando. Uno puede
decir, sin ánimo de agotar las variantes, que los partidarios del
gobierno se podrían agrupar así, sin que sea una clasificación pura, ya
que muchos militan en diferentes clases a la vez.
Los devotos del poder como manera de ser. Es muy abundante la
literatura sobre el virus o la disposición al poder, y no menos
abundante la que condena y alerta sobre esa disposición. El poder no es
solo la posibilidad de negar a los otros acompañando la propia
afirmación, sino también de la parafernalia y simbología que lo
acompañan y que crecen con su usufructo.
Los generales enchufados. Es trágica y costosa la condición del
militar que, finalizada su carrera y en devoción a una tradición de
dictaduras o democracia menguada, incorporan a su perspectiva la de los
cargos gubernamentales, estén o no dentro de las competencias militares
adquiridas. Los dirigentes políticos saben eso y les ha atraído la
posibilidad de usarlos para preservar su permanencia.
Los manejadores, militares o no, de puertos, alcabalas y otros
peajes. Es una variante de lo anterior, pero no necesariamente asignable
a militares. Puestos o posiciones que permiten el chantaje inmediato,
para poder pasar, como en la época de los caballeros medievales, de un
feudo a otro, de un territorio a otro o, simplemente, de una luz roja en
la popular matraca.
La policía cubana. No es aventurado decir que la presencia de
policías o agentes de otros países es proporcional a los de sus
intereses. Así, en Venezuela hay, como en casi todos los países,
policías e investigadores extranjeros. Pero los de Cuba no solo atienden
la custodia de sus intereses materiales, sino también los políticos e
ideológicos. Es obvia y bien mentada esa presencia y, es de pensar que
deben ahora estar muy atentos a movidas y elecciones que puedan resultar
en cambios en las relaciones.
La corrupción organizada o emparejada. La corrupción es tan así
que de un trastorno ubicable deviene en una manera de ser, en un
referente mayor. Más allá del actuar individual en toda suerte de
bachaqueos, se instala organizadamente en grupos y cadenas con ciertas
normas y una particular ética. En un tiempo, en la Escuela de Filosofía
de la UCV estudiamos esos comportamientos en un municipio caraqueño, y
concluimos que lo que hacía que el municipio escasamente funcionara era
esa, la fulana corrupción, y que si ella se eliminara en lo sucesivo
nada funcionaría, ningún papel o permiso saldría.
La clientela petrofílica. Es también larga y variada la literatura
sobre la dependencia de un pueblo o nación de un bien o mercancía que
se usufructúa políticamente vinculándola a símbolos personificados.
Aquí, el llamado rentismo soportó, desde los primeros brotes petroleros,
el discurso y actuar político. Las misiones, independientemente de su
efectiva acción social, surgen y se mantienen en la intención del poder
político.
Los que aún creen en la revolución socialista. Sí, los hay. Las
utopías son parte del necesario mundo simbólico humano. El socialismo, o
más precisamente el comunismo, durante decenas de años se convirtió en
la utopía que le daba sentido y esperanza a la vida recluida en la
pobreza y la explotación. Muchas variantes de la guerra y la muerte ha
costado esa bella e imposible utopía. Pero así como pasó con otras
utopías, para este mundo o para el más allá, se fueron agotando en su
poca viabilidad. Hay gentes, que sumergidas en su honestidad, siguen en
esa devoción.
Todos estos, de una manera u otra han hecho y seguirán haciendo
todo lo posible, legal o ilegal, violento o dialogante, para conservar
sus privilegios y manejos.
Están saliendo o habrá que salir de ellos, no solo por ejercicio
de la democracia sino porque son una severa rémora moral para el logro
del país. No será fácil por el profundo arraigo que esas conductas y ese
tipo de actores tienen.
El voto de mañana –hace más de seis meses que, junto con otros lo
venimos diciendo– es otro paso. No solo por la masa de votos que será
también plebiscitaria, sino porque se abrirá un nivel de ejercicio
político y administrativo, de educación y aprendizaje, de
descentralización, de necesidad y ejecutoria democrática: nuevos
líderes, acercamiento a las inmediateces, activación de la producción, y
un contrapeso a cogollos y al presidencialismo extremo actual.
arnaldoesté@gmail.com
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