KARL KRISPIN
Conviene recordar recientes
acontecimientos históricos que contribuyeron a destruir la democracia
venezolana: los golpes chambones del 92, la devastadora conjura que sacó
al presidente Pérez de la presidencia, el sobreseimiento a los
golpistas, la elección del candidato del MVR en 1998, la complaciente
carta blanca de la Corte Suprema de Justicia para proclamar el carácter
originario de la asamblea nacional constituyente de 1999. Desde hace 19
años presenciamos la destrucción sistémica del país en todos sus
órdenes. No podemos decir citando a Betancourt, Caldera, a Jóvito
Villalba, o a cualquiera de la generación de 1928 que en Venezuela
exista una democracia como lo fue hasta 1998. Lo que hay son restos,
jirones, sobras y estertores. ¿Qué le sucedió a los partidos históricos
venezolanos? ¿Por qué Caldera le dio un portazo y la espalda a su propio
partido? ¿Por qué en Acción Democrática fueron expulsados o puestos a
un lado sus líderes históricos? ¿Qué hicimos para darle entrada a la
negación? Lo pregunto una y otra vez porque si los demócratas somos
mayoría, no me explico por qué seguimos hoy gobernados por la minoría.
La unidad es absolutamente necesaria e
indiscutible, pero no ha funcionado bajo los términos o las influencias
dentro de la cual opera. En 2015 volvió el optimismo al país con la
elección de la AN. Pasamos todo 2016 entre insultos y amenazas. Mucho
ruido, pocas nueces y ni siquiera un CNE renovado. La AN operó bajo una
normalidad exasperante. El régimen boicoteó el revocatorio y en medio de
las protestas de calle, a cuyos muertos debemos una explicación del
presente, se sacó una constituyente elegida bajo el criterio de la
retórica psuvista a la que esta misma unidad no le reconoce legitimidad.
Entonces, ¿qué sucedió? ¿Por qué los gobernadores se juramentaron ante
ella? El secretario general de AD me va a perdonar pero no le creo ni
jota cuando señala que fue una decisión autónoma de los elegidos.
Especialmente en un partido construido a su imagen y semejanza, sin
alternabilidad, y donde ninguna decisión se toma sin su consentimiento.
Como ha sido criticado por las redes, el secretario general habla de
laboratorios en acción. Muchos enlatados televisivos invocan los actores
del juego de tronos local. No se le puede dar tampoco ninguna validez a
la posición del excandidato Henrique Capriles (el mismo que nos mandó a
escuchar salsa en lugar de defender su supuesto triunfo) cuando patalea
que no se sentará en la MUD si está Ramos Allup. Más allá de los
errores y las diferencias, hay que reconstruir la oposición y
democratizar los partidos, devolverle el carácter fundacional al voto,
preparar a la unidad para la defensa de sus resultados y encarar alguna
posible elección presidencial sin inhabilitados ni presos políticos, con
un nuevo CNE y observación internacional.
Quien se está riendo a carcajadas y
brindando por su consolidación es el régimen, que ha encontrado unos
amigotes en la oposición que han comenzado la segunda rebelión de los
náufragos contra la propia unidad, con tirapiedras de puntería precisa y
cuyo lema es pegarle a la familia y que Venezuela siga roja rojita por
los siglos de los siglos. Hay que pensar en una nueva Unidad que nos
incluya a todos. Que se lea en clave de futuro y refunde la democracia.
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