miércoles, 25 de octubre de 2017

VICHYTOS

BERNARD HORANDE

Se equivocaron quienes llamaron a la abstención en las pasadas elecciones regionales para elección de gobernadores pensando que las mismas eran inútiles.
Muy por el contrario, este proceso electoral permitió descubrir dos cosas importantes que, de no haberse celebrado, a estas alturas no sabríamos.
La primera consiste en que el régimen dictatorial que manda en Venezuela se ha quitado la careta totalmente en cuanto a su capacidad de hacer fraude en elecciones.
Me explico: en prácticamente todos los pasados procesos electorales, el chavismo hizo de una u otra manera, con distintas intensidades, diferentes tipos de trampas así como fraudes continuados.
Pero esta vez los venezolanos hemos finalmente asistido a un espectáculo público de fraude masivo manejado diferencialmente de acuerdo a cada localidad y región. Realizado de forma descarada y abierta.
Esto ha producido un resultado insólito que ya conocemos: un régimen con 80% de rechazo se queda con el 80% de los cargos a elegir. Sorprendente, ¿no?
Esto que ha sucedido es clave porque ahora los venezolanos nos preguntamos qué sentido tiene el de ir a votar en unas elecciones futuras (que, por lo visto, a conveniencia del régimen, serán convocadas muy pronto…) si no hay cambios de trascendencia en las condiciones y en las garantías electorales.
La segunda cosa que hemos descubierto es que al fin se ha confirmado una sospecha que muchos teníamos: la existencia de ciertos sectores de la oposición venezolana que están en algo más que simples conversaciones o negociaciones políticas con el régimen para la búsqueda de una solución pacífica a la situación catastrófica que vive Venezuela.
Que en realidad están en un contacto más “directo” con la dictadura y que vienen jugando en algunos tableros políticos, lo cual comienza a explicar el por qué de una serie de “errores” o “novatadas” que hemos presenciado en los últimos meses.
Después de mucha palabrería- mucha paja – en contra de la Asamblea Nacional Constituyente, cuatro de los gobernadores que en medio de este fraude tuvieron la suerte de obtener en sus estados suficientes votos para alzarse con la victoria, decidieron ir a arrodillarse ante esa misma ANC para, dizque, “juramentarse”.
Se comienza a evidenciar entonces que hay sectores “opositores” muy significativos que tienen un contubernio con el régimen madurista. Que parece que han decidido que su mejor solución, al menos por ahora, es convivir.
Son, políticamente, unos bichitos.
O más bien, unos “vichytos”.
Durante la ocupación de Francia por parte de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, el Mariscal Philippe Petain, quien había tenido actuaciones brillantes durante la Primera Guerra Mundial hasta llegar a ser ser conocido como “El vencedor de Verdún” y ocupar la Jefatura del Estado Mayor, instauró en parte del territorio francés un régimen político que mantuvo una política colaboracionista con la Alemania Nazi.
Se denominaba la Francia de Vichy o Régimen de Vichy, en virtud de que esta ciudad había sido nombrada capital de facto del territorio supuestamente “no ocupado”.
Pues bien, en Venezuela ya tenemos nuestro Vichy.
Y nuestros Vichytos.
Vichytos y bichitos que han decidido postrarse ante una instancia inconstitucionalmente electa. Una instancia que es desconocida por más de 100 países en el mundo entero desarrollado y democrático.
Una instancia considerada fraudulenta por los más importantes organismos multilaterales de América y Europa.
En pocas palabras, estos personajes – y sus jefes de quienes reciben órdenes – han preferido recibir el apoyo de la Constituyente Cubana por encima del de países serios que han venido brindando todo el apoyo al pueblo de Venezuela en su esfuerzo de salir de esta dictadura castrocomunista.
¡Qué falta de visión! ¡Qué falta de dignidad! ¡Qué pérdida de las perspectivas! ¡Qué traición a quienes los eligieron!
La historia, sin duda, se los cobrará caro.
Para cerrar, y lo menciono sólo como referencia histórica, cabe decir que el Mariscal Petain, otrora héroe, fue degradado al finalizar la guerra. Se le condenó a muerte, aunque más tarde esta sentencia fuera conmutada por cadena perpetua.

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