Venezuela: MENSAJE INTERNACIONAL
ELSA CARDOZO
Así, desde sus primeras líneas, la cuarta
Declaración del Grupo de Lima resume un mensaje que tiene consecuencias
para el Gobierno, para la dirigencia opositora democrática y para la
propia comunidad internacional.
Esta Declaración, al término de un
encuentro anunciado desde finales de octubre, se produjo en medio del
acelerado deterioro de la situación venezolana en todos sus registros,
el atascamiento de los diálogos en República Dominicana, así como, el
mismo día de la cita del Grupo en Chile, la apresurada convocatoria a
elecciones presidenciales cuando el tema de las condiciones electorales
era punto por acordar en el diálogo en República Dominicana.
El mensaje es muy claro y preciso, como
los que acostumbran desde su primera reunión, en agosto pasado, los doce
gobiernos que se comprometieron entonces a hacer seguimiento y apoyar
el restablecimiento de la democracia venezolana –Argentina, Brasil,
Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México,
Panamá, Paraguay y Perú – a los que esta vez se han sumado los de
Guyana y Santa Lucía, de la Comunidad del Caribe.
El texto expresa rechazos, exigencias y
condenas ante decisiones, acciones y omisiones del Gobierno que han
empeorado el estado de los asuntos pendientes. Entre estos se
encuentran, para comenzar, los cuatro que desde el 1 de diciembre de
2016 definió la carta del Secretario de Estado del Vaticano sobre los
temas que condicionaban la posibilidad de un diálogo efectivo. Los
pronunciamientos sucesivos del Grupo de Lima son evidencia de la
creciente preocupación ante el agravamiento del estado de esos cuatro
temas iniciales: liberación de presos políticos y suspensión de
inhabilitaciones; apertura de canal de asistencia en alimentos y
medicinas; respeto de competencias de la Asamblea Nacional, y calendario
y condiciones electorales. A esos temas se añadieron asuntos críticos
en cada momento, como la inconstitucional instalación y actividad de la
Asamblea Constituyente, sus decisiones en general y las restrictivas de
la participación política en particular, la violación de derechos
humanos, las irregularidades en el proceso electoral regional, el éxodo
de venezolanos y su presión internacional y, no menos importante, el
compromiso de seguimiento y ofrecimiento de apoyo a la búsqueda nacional
de soluciones.
La precipitada convocatoria a elecciones
presidenciales complica las cosas a tal punto que, tras la lectura de la
Declaración, el canciller mexicano hizo saber que su país se retiraba
de las conversaciones; el de Chile, por su parte, declaró que en su país
reflexionarían sobre su permanencia. El rechazo de los ahora catorce
países a la apresurada convocatoria, tema que pesa decisivamente en el
documento, queda muy claro en el primer párrafo, ya citado, en el que
también manifiestan la contradicción de esa decisión con los principios
democráticos y de buena fe necesarios para el diálogo.
De allí resulta un reto para la comunidad
internacional puesto que las dos vías pensadas para la resolución de la
crisis venezolana –negociación de acuerdos y elecciones presidenciales
en condiciones de integridad– se encuentran atascadas. Además, ante
elecciones que se anticipan sin democracia, transparencia ni
credibilidad, el mensaje ha dejado anunciada la posibilidad de no
reconocimiento de los resultados ni, por tanto, del Gobierno fruto de
elecciones que “carecerán de legitimidad y credibilidad”. Mientras
tanto, este Grupo mantiene su compromiso de “seguimiento permanente” y
reuniones “cuando sea necesario”. Para ello, conviene recordar, aparte
de las razones de humanidad y de principios, que hay cuestiones de
seguridad que no pueden ser ignoradas. El documento deja anotado uno de
ellos, el del éxodo de venezolanos y su creciente presión en países
fronterizos, asunto de mucha visibilidad y notable agravamiento; pero
hay otros no mencionados que desbordan lo inmediato en tiempo y lugar,
como todos los flujos y vínculos ilícitos que encuentran abrigo, cuando
no aliento, en el contexto de pérdida de estatalidad de Venezuela. Por
lo pronto, el segundo párrafo de la Declaración expresa una exigencia:
“que las elecciones presidenciales sean convocadas con una adecuada
anticipación, con la participación de todos los actores políticos
venezolanos y con todas las garantías que corresponda, incluida la
participación de observadores internacionales independientes”. Es decir,
el mensaje compromete a sus firmantes con la exigencia de rectificación
de la convocatoria decretada.
Para el Gobierno, en dificultades como
nunca antes por su pérdida de piso económico y político, y por la
continuidad de las sanciones internacionales ya impuestas y las que
pudieran venir, el incumplimiento de esa exigencia haría de la elección
una vía de mayor deslegitimación internacional, produciría el eventual
desconocimiento del gobierno así elegido, nuevas rondas de sanciones con
sus efectos personales y de disponibilidad de recursos y, en suma,
importantes restricciones en el margen gubernamental de maniobra
interior y exterior.
Todo lo anotado tiene también sus
implicaciones, que no deben soslayarse, para los actores democráticos.
En lo inmediato les es necesario combinar la consideración de aspectos
nacionales e internacionales ante el problema de las condiciones
electorales y las decisiones a asumir al respecto: presionar por su
modificación a tono con el mensaje de exigencia internacional,
participar o no en las condiciones planteadas. Aunque las decisiones a
tomar por los actores democráticos en este y en todos los demás temas
son estrictamente nacionales, no puede ignorarse en ellas el valor de
cuidar el apoyo internacional con el que hoy se cuenta para la
recuperación de gobernabilidad democrática. Es este un respaldo que ha
aumentado, por supuesto, ante las actitudes del Gobierno, desafiantes y
destructivas de acuerdos, y su papel en el agravamiento de una crisis
que, en todas sus facetas, desborda las fronteras venezolanas: como
problema humano, de seguridad y económico. Ahora bien, ese apoyo también
ha crecido y se ha conducido más articuladamente cuando la dirigencia
democrática opositora ha contado con claridad estratégica y la necesaria
coherencia de acción, lo que para trabajar sobre las oportunidades
internas y externas abiertas en este momento es verdaderamente crítico.
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