La izquierda es tan autoritaria como la derecha
Juan Ramón Rallo
La sabiduría convencional suele vincular la derecha con la tradición, la jerarquía, la autoridad, la oligarquía, el nacionalismo o el militarismo. Desde esa estrecha perspectiva, resulta lógico que el autoritarismo sea
considerado un monstruo típicamente de derechas: a la postre, el
autoritarismo parece guardar una conexión muy fuerte con la aceptación
ciega de las tradiciones, con el ordeno y mando propio de las
jerarquías, con la obediencia debida a la autoridad, con las asimetrías
de poder consustanciales a las oligarquías, con la intolerancia hacia el
extranjero del nacionalismo o con la fuerza bruta del militarismo.
Por el contrario, esa misma sabiduría convencional suele asociar la
izquierda con el progreso, la igualdad, la rebeldía, la democracia, el
internacionalismo o el pacifismo. Desde semejante óptica, también
resulta lógico que la izquierda sea reputada radicalmente incompatible
con el autoritarismo: al cabo, el autoritarismo suele casar mal con el
pensamiento crítico requerido por el progreso, con el respeto mutuo que se halla en la base de la igualdad,
con la actitud de insumisión permanente hacia el 'statu quo' que
subyace en la rebeldía, con la absoluta simetría de poder (un hombre, un
voto) en que se fundamenta la democracia, con la tolerancia hacia lo foráneo que destila el internacionalismo o con la resistencia no violenta propia del pacifismo.
Partiendo de tan reduccionistas premisas, se entenderá que la mayoría
de la población vea el autoritarismo como un fenómeno exclusivo de la
derecha y completamente incompatible con la izquierda. Como mucho, los
habrá que admitan la remota posibilidad de que versiones extremas y
degeneradas de la izquierda terminen cayendo en el autoritarismo, pero
en todo caso se seguirá considerando mucho más probable que las personas
de derechas caigan en el autoritarismo a que lo hagan las personas de
izquierdas.
Sin embargo, un reciente estudio publicado en Political Psychology
echa por tierra todos estos lugares comunes políticos: la gente de
izquierdas puede caer en el autoritarismo con una probabilidad similar a
la gente de derechas, pues ambos grupos exhiben un grado similar de
prejuicios, dogmatismo y fanatismo.
Por un lado, la gente de derechas que participó en su estudio era más propensa a suscribir afirmaciones tales como
que "nuestro país necesita de un líder fuerte que acabe con los nuevos y
pecaminosos estilos de vida que nos están perjudicando", "la única
forma de superar la crisis es regresando a nuestros valores
tradicionales, encumbrar a líderes poderosos que los defiendan y
censurar a los alborotadores que difundan malas ideas", "nuestro país no
necesita de intelectuales que cuestionen el poder establecido",
"nuestro país será destruido si no aplastamos las perversiones que
erosionan nuestras creencias tradicionales", "habría que sancionar a
aquellos que se opongan a la ley de Dios en materia de aborto,
pornografía y matrimonio", "las autoridades deberían desactivar a
aquellos grupos de ateos radicales que están tratando de arruinar el
país para promover su agenda antirreligiosa" o "nuestro país funcionaría
mejor si los alborotadores se callaran y aceptaran nuestro modo de vida
tradicional".
Por otro, la gente de izquierdas que participó en el estudio era tan
propensa como la gente de derechas a suscribir afirmaciones tales como
“nuestro país necesita de un líder fuerte de izquierdas que destruya
aquellos estilos de vida tradicionales que nos están perjudicando”, “la
única forma de superar la crisis es abandonando nuestros valores
tradicionales, encumbrar a líderes poderosos que se opongan a esos
valores y censurar a los alborotadores que los difundan”, “nuestro país
no necesita intelectuales de derechas que cuestionen los movimientos
progresistas”, “nuestro país será destruido si no aplastamos aquellos
valores tradicionales que impiden la expansión de los valores
progresistas”, “habría que sancionar a aquellos que quieren restablecer
la ley de Dios en cuestiones como el aborto, la pornografía o el
matrimonio”, “las autoridades deberían desactivar aquellos grupos de
cristianos radicales que están tratando de arruinar el país para
promover su agenda religiosa” o “nuestro país funcionaría mejor si los
alborotadores cristianos se callaran y aceptaran el pensamiento
progresista”.
La pulsión autoritaria subyace con la misma intensidad dentro de lo
que coloquialmente denominamos 'izquierda' como dentro de lo que
coloquialmente denominados 'derecha' (de hecho, en el estudio la
izquierda obtuvo una puntuación ligeramente superior en la escala de
autoritarismo que la derecha). Una conclusión que, dicho sea de paso,
tiene su claro reflejo en los muchos regímenes autoritarios que
históricamente han defendido tanto la derecha como la izquierda según
estos se acercaran a sus posiciones ideológicas.
La tentación autoritaria está presente en cualquier sistema
ideológico que busque universalizar un conjunto de valores e ideas sobre
la población
La razón de fondo de esta simetría autoritaria entre derecha a
izquierda probablemente resida en que, como el propio estudio también
acredita, la distribución de personas prejuiciosas (rechazo emocional hacia ideas opuestas), dogmáticas (cerrazón mental y simplismo a la hora de categorizar la realidad en blanco/negro) y fanáticas (apego
a las propias ideas y oposición a revisarlas al recibir nueva
información) era similar en ambos grupos. Las personas de derechas
tienden a ser prejuiciosas, dogmáticas y fanáticas con
respecto a aquellos asuntos nucleares en su ideología y, a su vez, las
personas de izquierdas tienden a serlo con respecto a los suyos.
Todo lo anterior, en suma, solo sirve para poner de manifiesto que la
tentación autoritaria está presente en cualquier sistema ideológico que
busque universalizar un conjunto de valores e ideas sobre la totalidad
de la población: “Si mis ideas son las correctas y las ideas ajenas
están equivocadas, entonces cabe justificar la imposición de mis ideas
por la fuerza”. Frente a tal tentación autoritaria, consustancial a
cualquier proyecto ideológico maximalista, el liberalismo
siempre ha postulado una visión minimalista del orden político: dada la
irreductible complejidad y diversidad de los proyectos de vida de las
personas, solo podemos aspirar a sentar las bases institucionales
mínimas que garanticen la coexistencia pacífica de todos esos proyectos
vitales, no a que unos aplasten y se impongan 'manu militari' sobre los
otros.
El escepticismo liberal hacia la concentración de poder y hacia el uso de la violencia
es el mejor antídoto conocido contra la degeneración autoritaria, esto
es, contra la siempre presente amenaza de que un grupo de
fundamentalistas ideológicos impongan coactivamente su agenda religiosa,
racial, moral o económica sobre el conjunto de la población. La
tolerancia bidireccional —es decir, el respeto mutuo— no solo está en la
base del liberalismo, sino que es el mejor dique de contención contra
el autoritarismo de derechas y de izquierdas.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog Laissez Faire de El Confidencial (España) el 5 de enero de 2018.
No hay comentarios:
Publicar un comentario