Heinz Dieterich
1. Maduro, Ramírez y Saab
Nunca Rafael Ramírez, confidente presidencial del desarrollismo y bolivarianismo petrolero de Hugo Chávez –junto con Alí Rodríguez y Bernardo Mommer– se imaginó, que algún día su joven y simpático amigo Tarek William Saab, defensor de los Derechos Humanos, se convirtiera en su némesis.
La inesperada metamorfósis del mal poeta –pero, en su momento, buen amigo Tarek– en perseguidor, resulta de tres factores:
1. la confidencia de Fidel, de que Tarek algún día podría llegar a ser presidente de Venezuela;
2. la ilusión del poeta, de que sus servicios de Calibán (golpeador) para Maduro-Cabello-Padrino López serán retribuidos oportunamente por la troika de Miraflores, vía la concreción del oráculo del Comandante;
3. la Ley de la Revolución (Vergniaud), que estipula, que ésta, como Saturno, “devora a sus hijos” (la révolution, comme Saturne, ne dévore successivement tous ses enfants.); es decir, la inevitable “depuración” del colectivo insurgente exitoso en nuevos vencedores y vencidos, como en el caso de Stalin y Trotski, o Hitler y Roehm.
2. Ramírez versus el “Infanticida”
El camarada Ramírez, quién estaba hibernando en los acogedores entornos del Primer Mundo, mientras la economía y la democracia en Venezuela se fueron al carajo, se dio cuenta tardíamente, que los Bosses de Miraflores y su ambicioso poeta-fiscal lo habían escogido como animal de sacrificio, para ofrendarlo en el altar de la lucha anti-corrupción y, de esta manera, salvar sus pellejos en las elecciones presidenciales del 2018. No dispuesto a ser el Cordero de Miraflores, Ramírez se armó de valor y embistió a Maduro de frente. Aprovechando los muy presentes instintos católicos de los nativos, el arquitecto de la “Nueva PdVSA Roja Rojita” acusó con tierno lenguaje bíblico al “Presidente Obrero” de infanticidio de la Revolución: “Hoy día la Revolución Bolivariana, esa criatura, niña aún, es sacrificada en aras del poder, de mantener los privilegios, la prepotencia y la ceguera de Herodes”.
3. La Ley de Herodes
La astuta referencia bíblica de Ramírez a la ley de Herodes, que fácilmente encuentra eco en una población permeada profundamente por el adoctrinamiento católico, da con la esencia del conflicto venezolano: la incestuosa reproducción de las clases dominantes y castas en el poder y su brutal bloqueo de todo intento de transformación social y democratización “desde abajo”. Donde erra Ramírez, es en la afirmación de que Herodes actuó por prepotencia y ceguera. Herodes el Grande era un consumado político y vasallo de Roma, una encarnación fiel de Il Principe de Maquiavelo, que ejecutaba en forma prototípica una ley fundamental de la evolución política humana: la monopolización y perpetuación de las élites dominantes en el poder, al precio que sea. La troika burguesa de Miraflores, Maduro, Cabello, Padrino López, actúa con la lógica de este principio de organización clasista humana, cuyo parangón animal se encuentra en el infanticidio de los leones.
4. La Lista Nazionale
La acusación de Ramírez contra Maduro es, por supuesto, correcta. La decapitación jurídica-política de los partidos y líderes de la MUD por el triunvirato gobernante, es el equivalente funcional de la medida de Herodes. Es una estratagema, que aprovecha la eterna verdad de las elites dominantes: que, al quitarle a la manada sus líderes, al des-cabezarla física o virtualmente, ésta se convierte en una turba fácilmente dominable, porque su comportamiento se vuelve caótico o robótico. La misma fabricación de la Asamblea Nacional Constituyente y las futuras elecciones presidenciales (2018), concebidas, sin duda, al estilo de la Lista Nazionale (1924) de Mussolini, ilustran esa “férrea ley de la oligarquía” (das eherne Gesetz der Oligarchie, R. Michels) y de los conquistadores del poder. La nostálgica interrogante de Ramírez, de cómo fue que la Vieja Guardia –los grognards de Chávez– perdió el control del proceso, es la clásica pregunta de los vencidos. De Gorbachev a Yeltsin, y de la centroizquierda latinoamericana a Rousseff, Lula y Kirchner.
5. The winner takes it all
En su más reciente artículo, el líder bolivariano pregunta (Aporrea, 7.1.2018): “¿Como fue que llegamos a esta situación?” La respuesta es evidente y el mismo Rafael la sabe. Que no la explicite es humanamente comprensible; pero, políticamente, es un error. Se llegó a esta situación, porque el Comandante Hugo Chávez nunca preparó una vanguardia revolucionaria que pudiera conducir el proceso de transformación del país, en caso de su ausencia. No la preparó a nivel de Estado, ni de Partido, ni de la sociedad. Cuando se acercó su trágico fin físico, provocado o natural, la ausencia de estructuras sólidas y eficientes de decisión generó un vacío de poder. La Vieja Guardia, en lugar de preparar la toma del poder para terminar la obra del fundador, se quedó pasiva. Carecía de la visión estratégica napoleónica en la batalla de Waterloo, de arriesgar todo en un último esfuerzo. Sin audacia, ni estrategia, dejó el campo libre a una camarilla oportunista, que se apoderó rápidamente del proceso de transición. Por su manifiesta ineptitud, ambición y falta de ética, era inevitable, que esa camarilla llevara el proyecto desarrollista de Chávez al colapso. Ahora, a la Vieja Guardia orillada y hostigada, solo le queda recitar la canción de Abba, cuyo título citamos arriba: “I’ve played all my cards and that’s what you’ve done too. Nothing more to say, no more ace to play.”
6. Transiciones: Rusia, Cuba, China, Venezuela
Consciente de su frágil estado de salud y de los peligros de involución de la Revolución soviética, Lenin trató de blindar el proceso de transición a fines de 1922. Identificaba el gran peligro para la revolución en la fracción y praxis del Secretario General del Partido, Iósif Stalin y trató de evitar que heredara el poder. Trágicamente, la muerte temprana de Lenin y la incapacidad de vanguardia de Trotski, malograron la estrategia de salvación del proceso (ver testamento de Lenin). En consecuencia, el jacobinismo estalinista logró usurpar a la Revolución Soviética y la destruyó.
En Cuba, la Revolución contó con una moratoria, por la feliz circunstancia de que Raúl podía llenar el vacío que dejó Fidel. Sin embargo, la moratoria es transitoria para el único régimen socialista (del Siglo 20) de América Latina, porque en Abril del 2018 se cierra el ciclo de la era Fidel-Raúl. En China, Deng Xiao Ping evitó el colapso de la Revolución mediante la implementación de la Nueva Política Económica (NEP) de Lenin, que Xi pretende elevar al Socialismo Universal del Siglo 21. En Venezuela, la transición de la Quinta República al Socialismo del Siglo 21, terminó en una grotesca dictadura burguesa, reminiscente de la época de Yeltsin en Rusia.
7. Venezuela: la transición fallida I
En la transición venezolana, era obvio, que el “maoísta” y rufián sindical Maduro no “daba el ancho” para garantizar la evolución de la Revolución. Por lo tanto, y pese a los intereses particulares del Caribe y dos potencias mundiales, el Presidente nunca debía haberlo colocado en la cúspide del poder. El apparatchik Diosdado Cabello, quién se auto-catapultó al centro del poder, fue peor. Fiel creyente de los métodos de la Cosa Nostra, de que la cooptación de los líderes de un partido revolucionario debe ser por la nomenclatura –no mediante elecciones– nunca debía haber ocupado un cargo clave en la organización de la Revolución Bolivariana. Al igual que el nombramiento de Jorge Arreaza como Coordinador de la Escuela de Cuadros del Sistema de Formación Socialista Simón Rodríguez del PSUV, que ya indicó claramente la desnaturalización de la Revolución hacia la parodia tragicómica.
8. Venezuela: la transición fallida II
La corresponsabilidad del desastre corresponde, por supuesto, a la Vieja Guardia del oficialismo, que se calló la boca ante los errores del proceso. Lo que Rafael Ramírez, José Vicente Rangel, Jorge Giordani et al le critican hoy al Madurismo, es el resultado de un largo cáncer de oportunismo que destruyó al movimiento-partido. Cuando empezó la “depuración” del proceso –el Thermidor de la derecha– no hubo resistencia de los auténticos revolucionarios: ni siquiera en el affaire Dreyfus de la Fuerza Armada Bolivariana, la persecución del General Baduel. La derecha pudo poner impunemente a la persona, que había salvado a la Revolución y decenas de miles de vidas, ante el pinochetazo venezolano —como reconocieron Fidel y Hugo Chávez en su famoso telefonema, publicado en el Granma– en la cárcel, sin que apareciera ningún Zola para protestar. Este fue el punto de quiebre y viraje moral de la Revolución: el Thermidor triunfante de la nueva socialdemocracia venezolana, travestiada de bolivariana, socialista y chavista. Si Rafael Ramírez teme ahora, que el triunvirato le aplique la ley de Saturno, debe recordar, que el momento de parar la instalación de ese mecanismo se le pasó hace muchos años.
9. ¿Qué va a pasar?
La segunda pregunta de Ramírez es: “¿Qué va a pasar?… El Comandante, creó mecanismos para la defensa de nuestra revolución, de la Quinta República. ¿Dónde están? ¿Se va a perder todo este esfuerzo? Ya el retroceso es brutal.” Nuevamente, la respuesta es clara. Los legítimos y legales mecanismos de defensa de la revolución ya no existen. Por una parte, los usurpadores socialdemócratas del poder controlan antidemocráticamente el aparato de Estado (división de poderes, constitución etc.). Por otra, la identificación de las masas con su líder y su proyecto, que era el sostén fundamental del poder de Chávez, se ha desvanecido. Hoy día, el poder oficial está repartido entre la vieja (Ramos Allup) y la nueva socialdemocracia (la troika tóxica) venezolana, en un modelo de dominación sostenida sobre la mentira, las bayonetas y los dólares.
¿Qué propone Ramírez ante esta correlación de fuerzas? ¿La alianza con los neo-mantuanos que complementan el arco de poder de la clase política venezolana? Parece, que no. Dice que “lo único que salva a este proceso, a nuestro pueblo, es Chávez, su legado, su obra y la conciencia que sembró en los más pobres, en las instituciones que creó, en los soldados, trabajadores, en el Poder Popular”. Es decir, no tiene propuesta. Nuevamente, en este momento estratégico –como en el quiebre moral del proceso, el encarcelamiento del General Baduel, y en la usurpación de la transición, a la muerte del Comandante Chávez– la Vieja Guardia se queda sin praxis de vanguardia. Ante el poder de la Razón cínica, apela a fantasmas de salvación.
10. Chávez, Ramírez y Stalingrado
Encerrado en su Stalingrado económico-político de una megainflación del 2,600 por ciento (2017); con una PdVSA destruida; sin líquidez, ni moneda internacional; con creciente aislamiento global, sin proyecto económico –más allá de sus nuevas estupideces de voodoo economics, recomendadas por sus asesores económicos analfabetos españoles, como el Petro, las granjas de minería, etcétera– ni político, la troika tóxica está buscando condiciones de rendición aceptables, en las negociaciones secretas de Santo Domingo.
En estas condiciones, la frase de Ramírez, de que “lo único que salva a este proceso…es Chávez”, sólo puede tener dos significados reales: un levantamiento militar contra el estancado régimen burgués, como el “bolivariano” de febrero del 1992; o una insurrección popular, como la que derrotó a la dictadura militar de Abril 2002. Lo que falta en ambos escenarios actuales, es el ingrediente decisivo: el líder-mártir que derrota a los Herodes tropicales, en beneficio del pueblo.
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