EL CLUB DE LOS DERROTADOS TERCOS
TULIO HERNANDEZ
EL NACIONAL
I. El chavismo es un cadáver insepulto. Y la
dirigencia de la oposición orgánica, la que se expresa en los partidos
políticos organizados, corre riesgos de acompañarle en el camino.
Con una diferencia. Que el chavismo comenzó a agonizar casi al
mismo tiempo que su fundador. Y, sin embargo, sigue en el poder
respirando auxiliado por la terapia intensiva que le dan las FAN, hechas
guardia pretoriana; las policías, escuadrones de la muerte; los
colectivos, delincuentes de Estado y las agencias de inteligencia de
Cuba, Rusia e Irán.
Hasta nuevo aviso, el chavismo es un barco que navega sobre un mar
turbulento. Pero con una voz de mando única. Esquivando todo tipo de
embates y derrotas. Con las velas rotas. El mástil partido. Poca agua
dulce. Escasos víveres. La tripulación en rebeliones permanentes,
contenida a palos por los guardias fieles. Pero aún navega con sus
mismos capitanes. Nadie se explica cómo.
II. La alternativa a la barbarie, la oposición
organizada en partidos, acusa en cambio un momento paradójico. Luego de
renacer de las cenizas. Realizar un trabajo político sacrificado y
exitoso. Distanciarse de los caminos verdes del fracaso. El Carmonazo.
El paro cívico-petrolero. El abstencionismo de 2005. Y de haber coronado
su liderazgo nacional, por todos reconocidos, con una Asamblea
Nacional de mayoría absoluta.
Cuando el enemigo en el poder da mayores muestras de debilidad.
Cuando se sabe que son minoría. Les falta aire. Boquean y patalean como
quien se ahoga. Para hablar en lenguaje marxista, cuando todo indica que
las “condiciones objetivas” están dadas para el asalto al poder vil,
entonces la dirigencia y los ciudadanos demócratas, que no es lo mismo
pero debería, se muestran extraviados, divididos, perplejos,
desconfiados, tirándose tomates unos a otros en la plaza de mercado más
cercana.
III. La resistencia democrática es como una
fiesta de audífonos donde cada cual baila al ritmo de su propia música.
Los dirigentes en sus dos terquedades negadas a debatir. “Elección que
salga, elección que agarramos, en política ningún espacio se cede”,
dicen unos. Y los otros: “Elección que salga, elección que rechazamos,
solo sirven para legitimar la máscara democrática del chavismo”. Como
Penélopes caribeñas, algunos aguardan por las tanquetas. Otros, por las
multitudes en las calles. Pero pocos se dan cuenta de que ya todos los
caminos se probaron.
Hubo golpe militar en 2002 y terminó en ópera bufa. Abstención
acordada en 2005 que cedió todo el poder para los rojos. Dos veces las
calles se incendiaron de revueltas por varios meses, en 2014 y 2017.
Quedaron cientos de muertes y muchos presos, incluido Leopoldo López. Se
ganó por elecciones la Asamblea Nacional, pero en los hechos ilícitos
del poder se perdió sustituida por el TSJ y la ANC írrita. Llegamos a
las municipales y el país se volvió a teñir de rojo con los favores de
Tibisay, la alcahueta, y el abstencionismo militante.
IV. Fui incondicional de la opción electoral. Ya
no lo soy. Del abstencionismo no lo seré nunca. Pero creo que llegó la
hora de tomar aire y revisarlo todo. El gobierno no solo reprime.
También apuesta por el antifaz democrático. Como aquellos estafadores de
mesa con tres cajitas y una pequeña bola para que el apostador incauto
adivine bajo cuál de las tres quedará, el chavismo muestra como señuelo
una cajita con la bola adentro, pero luego las revuelve y ¡zas! ante la
mirada impávida del incauto ya no está. Así han jugado con nuestra buena
voluntad.
Si yo fuera dirigente de los partidos, esta vez asumiría no lo que
los obcecados de la antipolítica piensen, sino lo que el sentido común y
los gobiernos amigos reunidos en el Grupo de Lima sugieren. Pediría a
todos que renuncien a sus candidaturas, convocaría a una gran reunión
con todos los factores y posturas, y trataría de ser fiel a lo que
expliqué en relación con las condiciones del diálogo. No bailaría al son
que me toquen. Al menos no con el mismo jurado que siempre está en mi
contra.
Quizás todos seamos miembros de un club de derrotados tercos. No me excluyo. Un club muy numeroso. La mayoría absoluta del país.
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