Francisco Monaldi: “El fracaso de la política petrolera no es atribuible a la democracia”
A lo largo de la conversación con el experto petrolero Francisco Monaldi, surgen dos temas clave de enorme relevancia. Uno tiene que ver con la poderosa atracción que ejerce la renta petrolera sobre la sociedad venezolana. Un auténtico espejismo. Lo mejor sería que, de una vez y para siempre, nos quitemos de la cabeza la idea de que podemos vivir del petróleo. No es posible, las cuentas no dan. Dice Monaldi:
“El petróleo, en su pico (año 2012), daba 2.000 dólares por habitante. Eso no es suficiente para construir la sociedad a la que aspiran los venezolanos. Y si subiéramos la producción a cinco millones de barriles diarios, tampoco da. No podemos vivir del petróleo como en la época de Pérez Jiménez o los primeros años de la democracia. Pero eso no significa que el petróleo no sea una herramienta extraordinaria para sacarnos del hueco donde estamos metidos”.
El otro asunto es de naturaleza coyuntural y tiene que ver con el impacto que ha tenido la fuerte caída del precio del barril en la producción de Venezuela y, particularmente, de los proyectos que operan en la faja del Orinoco.
“De acuerdo con la propia información que Venezuela envía a la OPEP, la caída de la producción en el primer semestre de este año fue de 250.000 barriles, mientras que en el lapso que va de 1998 a 2016, el promedio de caída fue de 750.000 barriles. Es decir, que en sólo seis meses la producción cayó en una tercera parte de lo que le tomó en 17 años. Eso es un verdadero colapso”.
Estamos pues en el peor de los mundos. Dentro de la industria hay una fuga de talentos que “la nueva PDVSA” pagó para que se formaran en el Instituto de Petróleo Francés y en varias universidades de Escocia. Jóvenes profesionales, egresados de la Universidad Central de Venezuela o de la Universidad Simón Bolívar, que no encontraron ningún aliciente en la política salarial del monopolio estatal o que, sencillamente, aborrecen la ideología que marcan el rumbo de una gestión fracasada.
Monaldi, investigador en el Baker Institute de la Universidad de Rice (Houston, Texas), y director del Centro Internacional de Energía y Ambiente del IESA, ha viajado por distinto países, donde el petróleo es parte fundamental de sus economías. Ecuador, Colombia, Kuwait y, por supuesto, Arabia Saudita. Ya no se habla de petróleo sino de un cambio de paradigma energético. Y en Venezuela parece que ni siquiera nos hemos enterado.
¿Para qué nos vamos a ocupar del petróleo si el vínculo que tiene la sociedad venezolana es muy primario, casi automático, referido particularmente al azaroso comportamiento del precio del barril? Si sube, ¡saca la tarjeta de crédito y tira la casa por la ventana! Si cae, maldice la crisis y busca un culpable, mientras llega el golpe de suerte. ¿Pero pensar en el negocio petrolero? ¿Pensar en el largo plazo? ¿En una industria que tenga capacidades? ¿Qué haga investigación? No, gracias.
Sí, con cierta lógica. Por muchos años, hemos tenido una industria cuya conexión con la sociedad ha sido absolutamente rentística. Básicamente, el dinero que genera la industria va al fisco, que a su vez, lo gasta. Hubo otros períodos (documentados por Ramón Espinasa y Bernard Mommer), en que la inversión en el petróleo tuvo mucho impacto en la vida del país. Pero hay dos características en ese drama. Una es la famosa y muy discutida cuestión de la renta, sobre la cual vale la pena decir una cosa: las ganancias sobre la inversión son, por lo general, muy elevadas. Y esa es una característica propia del petróleo. De ahí el interés particular del Estado en esta actividad, porque el petróleo, entre otras cosas, sirve para financiarse. Hay países donde esta relación es grotesca. En Arabia Saudita, por ejemplo, extraer un barril cuesta dos dólares y tú sabes que el precio llegó a 100 dólares, ¿pero qué le interesa a la sociedad? No los dos que se invierten en la industria, sino los 98 de utilidad. Claro, alguien se tiene que ocupar de los dos dólares, pero eso no despierta mayor interés. Hay un dato que pasa inadvertido pero que es revelador, todos los países que tienen reservas relevantes tienen una empresa estatal, con la excepción de Canadá, Estados Unidos, Inglaterra y Australia.
¿Incluida Noruega?
Sí, incluyendo Noruega, que es un caso notable. Aunque Canadá e Inglaterra llegaron a tener empresas estatales. Realmente, las excepciones son Estados Unidos y Australia. Y eso te da una idea de lo atractivo que es la renta para el Estado, más allá de que genere actividad económica o de su contribución al PIB. El tema dos de esta relación (entre sociedad y petróleo) está vinculado a la naturaleza del negocio. Después de la exploración, que casi siempre el Estado delega en los privados, viene el desarrollo de los campos, donde ocurre el grueso de la inversión. A partir de ese momento, el petróleo fluye sin mayores tropiezos y en ocasiones por largos años. En el Lago de Maracaibo, por ejemplo, hay pozos activos después de un siglo de explotación. Y aquí es donde vienen los “beneficios adicionales” que atraen el interés del sector político, porque te enchufas y listo. ¿Qué ocurre? Que en política, el futuro no tiene mayor importancia, pero el presente es demasiado tentador. De hecho, se toman decisiones equivocadas, cuyas consecuencias pasan inadvertidas en lo inmediato, pero que resultan desastrosas en el largo plazo.
Voy a referirme al tema de los “dos dólares”. Es decir, a la necesidad de tener una empresa competitiva que te permita capturar las ganancias fabulosas. Una de las tragedias que ocurrió durante la gestión de Alí Rodríguez Araque al frente de PDVSA fue el despido de 20.000 empleados, muchos de ellos técnicos altamente calificados, que no compartían o no estaban alineadas con los “preceptos” del accionista principal, el Estado. Se decidió el sacrificio, sin mayores miramientos. Han transcurrido 20 años de chavismo, ¿y dónde están los profesionales, digamos, “comprometidos con la revolución”, pero que a su vez cuenten con altas calificaciones, manejando el negocio? ¿Quiénes son? ¿Tienen nombre y apellido?
No hay una nueva generación que piense o diseñe la arquitectura del negocio petrolero. Aunque hay que reconocer que PDVSA se gastó un dineral en tratar de formar a una nueva gerencia. Yo creo que los contratos más grandes que ha tenido el IPF (Instituto Francés del Petróleo) y varias universidades de Escocia en estos últimos 20 años, han sido los contratos gigantescos con PDVSA en el área de formación, pero, lamentablemente, mucha de esa gente también se ha ido. Ellos formaron jóvenes profesionales, egresados de la Universidad Central de Venezuela, de la Universidad Simón Bolívar, que se han ido por una política salaria desmotivadora y un factor que en mi opinión es importante, la politización, que resulta muy difícil para gente que le gusta ocuparse de sus cosas. Los ascensos no son precisamente por tu capacidad para desarrollar a cabalidad el trabajo que te han encomendado, eso es muy frustrante para un profesional. Yo me he encontrado en México, en Colombia, a muchos profesionales que no fueron botados de la vieja PDVSA, sino que se fueron de la nueva PDVSA. Pero, ciertamente, una de las grandes debilidades de PDVSA es la falta de personal altamente calificado, después de lo que ocurrió en 2003. Y eso lo ves claramente en los resultados, en el manejo de los campos, en lo que se denomina la “gestión propia” de la industria y lo que hacen con los socios, que es lo único que ha subido en estos últimos años. Si ves la “gestión propia”, eso sí es un colapso y refleja la destrucción de lo que acabas de referir: la destrucción del capital humano. Es muy dramático.
Lo que ocurrió en el Lago de Maracaibo o en El Furrial, donde PDVSA se deshizo de los socios para asumir la producción en su totalidad, siguiendo la decisión política que tomó el presidente Chávez. En estos momentos, que se necesitan esos barriles de crudo liviano o mediano, para extraer el crudo extrapesado de la faja del Orinoco, pues no los tenemos. El señor Eulogio del Pino, presidente de PDVSA, admitió que se había cometido un error. Inmediatamente, Elías Jaua, dijo que “aquí no se iba a privatizar nada”, que ese lineamiento estaba en el Plan de la Patria. Se asoma que hubo un error, pero inmediatamente se vuelve al proyecto original.
Rafael Ramírez también lanzó una andanada de tweets, atacando a del Pino, quien había “insinuado” una privatización. Acto seguido, del Pino ha sacado su camisa roja y ha hecho una serie de declaraciones, en las cuales ha dicho justamente lo contrario a lo que dijo. Pero una cosa es la retórica discursiva y otra es lo que ha venido ocurriendo. Desde la gestión de Ramírez, hay un cambio tremendo en la relación que PDVSA mantiene con sus socios. El cambio se produjo, incluso, antes de que cayera el precio del barril. ¿Por qué? Puro pragmatismo. La producción venía cayendo y el Estado (el accionista) no estaba sacando tanto dinero ni tenía capacidad de invertir. En medio de la desesperación, Ramírez empieza a tomar una serie de decisiones, muy pragmáticas. De hecho, en The New York Times se publicó un artículo en el cual se detallaban las claves de la privatización sotto voce que tenía lugar en Venezuela. A modo de ejemplo, mencionaban el contrato con Chevron para la explotación del campo Boscán en el Lago de Maracaibo. Luego de unos desacuerdos iniciales, Chevron presentó una serie de ideas para “trabajar juntos”. Se hace un nuevo contrato, que no pasa por la Asamblea Nacional, mediante el cual Chevron toma el control del flujo de caja del proyecto a cambió de una inyección directa en las operaciones y la cesión de un préstamo. Eso lo negocia Ramírez, quien no se atreve, especulación mía, a mostrárselo a Chávez, quien en ese momento estaba enfermo y en campaña. Termina dándole luz verde el presidente Nicolás Maduro. Y de ahí en adelante. ¿Qué dijeron los inversionistas? Yo quiero ese contrato. Pero hay muchos otros ejemplos de pragmatismo.
¿Cómo cuales?
El mismo nombramiento de Eulogio del Pino, un profesional técnico de los más calificados que tiene PDVSA. Sin duda, ha habido una pugna entre diversas facciones del chavismo, a la que no es ajeno el sector militar, por el control de PDVSA. Pero del Pino es el hombre que tiene una idea clara de para dónde van las cosas. Todos los socios, y esto me lo han manifestado profesionales chinos y rusos, me han dicho que si sale del Pino, pues sería una muy mala señal. Pero este choque entre la ideología y la realidad, no es una novedad. Ha pasado en América Latina en diversos momentos. Cuando tienes precios muy altos o acaba de haber una inversión y la producción es muy alta, el accionista se las da de machote, se vuelve nacionalista, se da golpes de pecho, manda al carrizo a los inversionistas internacionales, pero cuando la producción colapsa, caen los precios y no tienes dinero, no te queda otra que el pragmatismo. Hay casos extraordinarios. El general Juan Domingo Perón, el militar nacionalista por excelencia en América Latina, fue quien abrió YPF a la inversión extranjera y una de las excusas que dieron sus compañeros de armas cuando lo tumbaron fue que “Perón estaba entregando la riqueza nacional”. Esa es una lógica que hemos vuelto a ver. Pero te aseguro que nunca como ahora (desde los años 70) la región ha estado más abierta al capital extranjero en el tema petrolero. México es el caso más paradigmático con un sector totalmente abierto.
Después de tanta alharaca nacionalista, ¿Qué significado tiene la frase “el petróleo es nuestro”?Diría que, en términos prácticos, eso significa que la renta es de los venezolanos. Como la renta depende del precio que paga el mercado internacional, pudiera ser altísima o bajísima. Hay gente que piensa que si tengo que bajar los impuestos a casi cero para atraer a un inversionista, lo mejor sería que el petróleo se quede allá abajo. ¿Por qué? Porque subyace la presunción, diría que histórica, de que el petróleo se va a valorizar con el tiempo, cada vez se va a volver más escaso. Tienen en la cabeza eso que llaman los gringos el “peak oil” (una influyente teoría acerca de la tasa de agotamiento a largo plazo del petróleo), esa ha sido la lógica de pensar el petróleo hasta la aparición de un evento muy importante que es la aparición del cambio climático. Creo que ha hecho pensar a países como Arabia Saudita que el petróleo puede quedarse en el subsuelo. Ya no es sólo el cambio tecnológico, que ocurre por razones de mercado. De lo que se trata actualmente es que los principales Estados del mundo están aterrados de que estamos achicharrando el planeta y entonces se van a aplicar políticas públicas muy agresivas para reducir el consumo de combustibles fósiles.
De hecho, ya hay resultados que apuntan en esa dirección.
Diría que son más discursivos que otra cosa. Yo creo que al petróleo le quedan muchos años de vida todavía. Pero, ciertamente, es un cambio de paradigma. Si dejas ese petróleo enterrado, la apuesta más obvia es que tú no lo vas a sacar. Vamos a estar claros, la mayor probabilidad es que nosotros no extraigamos el petróleo que hay en la faja del Orinoco, porque antes de eso el petróleo va a ser un recurso obsoleto y de poco valor.
Más allá de los estados financieros de PDVSA, de las capacidades que hay en esa corporación, del “cambio de paradigma” que hay en el mundo, estamos obligados a repensar el negocio petrolero. Hay una nueva realidad que nos interpela por todos los flancos. ¿Qué áreas claves deberían tomarse en cuenta en esa línea?
Bernard Mommer es uno de los expertos que más ha entendido el tema petrolero. Hay ideas muy importantes de su modelo que son rescatables. No su implementación, porque creo que él mismo diría que es un desastre. Digamos, lo que hicieron unos tipos con la idea que él planteó. Me estoy refiriendo a la arquitectura de empresas mixtas. Uno de los errores, en mi opinión, fue tratar de meter a todo el sector petrolero en una sola camisa, en una sola estructura. Venezuela no es una, sino varias provincias petroleras, que tienen características propias, totalmente diferentes, en términos de cómo se pueden desarrollar. Aquí hay posibilidades de explorar y encontrar petróleo. Eso no lo quiere hacer el Estado venezolano por el factor riesgo. Es un negocio que lo puede hacer un tercero. Si descubre petróleo, se plantea el tema de la asociación, de acuerdo a un esquema estándar que se hace en el mundo entero. Eso se puede hacer. Después tienes la faja del Orinoco, un recurso gigantesco, cuyas reservas han sido certificadas (300 millardos de barriles), con bajísimo riesgo geológico, pero de muy mala calidad. Se trata de un crudo que requiere grandes inversiones para colocarlo en el mercado internacional (o a través de mejoradores como el complejo de Jose o mezclándolo con crudos livianos que el país está importando nada más y nada menos que de Estados Unidos (100.000 barriles diarios), que se reportan como envíos a la refinería de Curazao que maneja Venezuela. Maracaibo sigue siendo una provincia importante. Lo que apenas se apunta en el mapa (el área Barinas–Apure) es todo lo que hace Colombia. Allí hay mucho que hacer, pero también mucho que rescatar, por el desastre ecológico. Pero no es posible lograrlo con la misma estructura institucional (la participación de los privados, la carga impositiva, entre otras cosas). Y, finalmente, tienes el potencial gasífero gigantesco.
Aquí se habló durante décadas de un proyecto casi sideral que además fue bautizado con el nombre de un navegante y descubridor no de petróleo sino de un nuevo mundo, Cristóbal Colón. ¿Qué pasó con ese proyecto?
Otro caso de pragmatismo impresionante. Durante más de dos décadas en que hablamos paja, Trinidad desarrolló una infraestructura impresionante para licuar el gas. Nosotros tenemos las reservas, mientras las de ellos están cayendo. Se dan las condiciones para el matrimonio perfecto. ¿Se habló de Gûiria, no? Y no se hizo nada. Ahora del Pino se lanza en eso. El gas es un sector donde las empresas del Estado no son importantes, porque los márgenes son mucho más bajos y el riesgo más elevado. Esa es otra provincia y ahí tiene que haber un enfoque institucional diferente.
Por lo visto, tenemos que desarrollar marcos institucionales apropiados para cada una de las provincias petroleras, pero además tenemos pendiente la cuenca del Lago de Maracaibo que ha sido por mucho la herencia natural más depredada de este país. ¿Usted cree que con esta conflictividad política y con las gríngolas ideológicas del chavismo, hay capacidad para pensar en los diversos enfoques que usted sugiere?
¿La respuesta corta? No. Si consideramos los ciclos históricos de América Latina, apenas suba el precio del petróleo o se descubra un yacimiento importante, “rebotan” las condiciones para que aparezca de nuevo una ola nacionalista. Pasó a comienzos de 2000 con Chávez, con Evo Morales, con Kirchner. Incluso, si no quieres mover el péndulo político al otro lado, el tema ideológico nos dificulta tremendamente tener este tipo de conversación. Tuvimos el período de precios altos más largo de la historia y no se hizo nada. En Estados Unidos se metieron cinco millones de barriles nuevos, con una geología mucho menos atractiva que la de Venezuela. ¿Y aquí colapsó la producción? Mínimamente, se debió llevar la producción a 4, 5 ó 5 millones de barriles por día, pero el resultado fue que caíste. Ésta es una política petrolera desastrosa, fracasada. Te digo, a mí me cuesta explicarlo en otros países. He estado en Arabia Saudita, en Kuwait, en México, en Colombia, explicando esto, porque la pregunta que se hace la gente es ¿cómo pueden hacer esto con la base de recursos más grande de la región?
¿A parte del asombro que le dicen en esos países?
En el Medio Oriente la pregunta era muy curiosa. ¿Esto ocurrió porque Venezuela es un país democrático? ¿Pasaría un desastre similar si nos abrimos políticamente? Te estoy hablando de una élite que le tiene miedo a la democracia. Si en regímenes autoritarios aplicamos ciertas políticas que no son precisamente responsables, ¿qué podría ocurrir si aquí llega un loco?
Diría, por todo el cañón, que esas preguntas son válidas y lo diría, además, en términos pragmáticos, ¿Para qué voy a “democratizar” el negocio si no se ha roto? ¿Para que ocurra lo que sucedió en Venezuela? No, gracias.
El fracaso de la política petrolera no es atribuible a la democracia. Hay países que lo han sabido manejar. Chile, que tiene algo parecido con el cobre, es un buen ejemplo. Lo de Venezuela es lo que estadísticamente llamamos un “outlier” (numéricamente distante del resto de los datos, los demás países petroleros). Algo que me impresiona muchísimo es ese discurso compartido del chavismo y la oposición. Volver a oír esa tontería de que se agotó el modelo rentista. No, en el resto de los países petroleros se aprendieron las lecciones del pasado. Claro, todos están en dificultades, incluso en Texas, pero ningún país está, ni de lejos, en la situación en que está Venezuela. Variable tras variable, el desempeño de Venezuela está lejísimos de sus pares de la OPEP o de los países petroleros no OPEP. Esto no es una maldición. Esto es consecuencia de decisiones libres…
… ¿Decisiones soberanas?Soberanas por la lógica política de ganar elecciones. Hugo Chávez, en medio de las elecciones de 2012, hizo una de las cosas más irresponsables que se pueden hacer en una democracia. En el año pico del petróleo se gastó 20 puntos del PIB adicionales, imputables al déficit fiscal.
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