ANGEL OROPEZA
Partamos de tres datos. El primero, Maduro se vio obligado por
nuestra presión nacional e internacional a hacer unas elecciones que no
quería. Por eso, dado que no puede evitarlas, las corrompe e inventa
toda una serie de delitos para alimentar su gran carta, que es la
abstención. Por ello ha desarrollado una intensa estrategia
comunicacional para que la gente se rinda y no vote. Esto, por supuesto,
va a reforzarse a medida que se acerca la elección, y para este fin
cuenta con una eficaz red de agentes disfrazados de oposición que tienen
ese trabajo.
El segundo dato es que, inteligente como pocos y sabiendo qué
busca el régimen, las más recientes mediciones de opinión pública
muestran un evidente aumento en la tendencia del pueblo venezolano a
participar el 15 de octubre. Pero, y este es el tercer dato, hay
venezolanos que, de buena fe, manifiestan todavía sus dudas sobre la
conducta correcta frente a esta coyuntura electoral.
Una revisión de las inquietudes y preocupaciones de algunos
compatriotas con respecto al 15 de octubre se pueden resumir en cinco
preguntas, a saber: 1) ¿Será que mientras el pueblo quiere salir de la
dictadura, la MUD solo quiere ganar “espacios”? 2) ¿No estaremos
traicionando a quienes murieron en las protestas? 3) ¿Se está siendo
desleal al mandato de la consulta popular del 16 de julio? 4) ¿Será que
si nos abstenemos, deslegitimamos al régimen? 5) ¿Para qué sirve votar
el 15 de octubre?
Por supuesto que responder en detalle estas cinco interrogantes
sobrepasa el espacio disponible en este artículo. Pero intentemos al
menos una respuesta sucinta.
Los venezolanos hemos puesto demasiada sangre, dolor y esfuerzo en
esta lucha como para permitir ahora la convalidación y fortalecimiento
de la dictadura, entregándole las gobernaciones del país. Y votar es un
asunto de coherencia con la estrategia que la Unidad y el pueblo han
desarrollado, cuyo objetivo superior es salir de la dictadura y de la
tragedia social que ella ha provocado.
Esa estrategia –constitucional, democrática y civil– ha logrado
aglutinar al país y ganarlo para la causa del cambio, incluida mucha de
la hasta hace poco población simpatizante del oficialismo; ha labrado un
respaldo casi unánime de la comunidad internacional hacia los esfuerzos
de la oposición venezolana, y ha conseguido desnudar al régimen y
acorralarlo. Y ello ha sido posible por la utilización simultánea de
todas las armas de la política: presión de calle, internacional, social,
y –ahora– presión electoral. Todas son necesarias para derrotar a la
dictadura.
En dictadura, votar es un medio para desafiar al poder. Al
enfrentar sus obstáculos y votar, se lucha contra lo que el gobierno
quiere, que es no contarse, y eso se llama rebeldía. Además, la Unidad
llama a votar porque hay que ser coherentes con el contundente mandato
popular del 16 de julio, en la respuesta a la tercera pregunta de la
consulta, que nos obliga a luchar por elecciones para salir de Maduro.
Porque al final se trata es de eso, de superar la dictadura. Un triunfo
rotundo en las gobernaciones reforzaría mucho más la presión nacional e
internacional sobre Maduro para su salida del poder. Abstenerse, que no
es otra cosa que perder antes de la lucha, es la mejor forma de
ayudarlo.
¿Se traiciona con esto a nuestros mártires de las protestas? ¡Todo
lo contrario! Traicionarlos sería abandonar la lucha, dejar de pelear
porque estamos indignados (por muy legítima que sea esa indignación) y
convalidar la dictadura dejando que se apodere del territorio nacional.
Esta es una forma de protesta y es también una forma de calle. Porque
las campañas electorales se hacen en las calles, puerta por puerta, en
el boca a boca, en las manifestaciones, sobre todo en localidades donde
no llegan las demostraciones políticas cuando no hay elecciones. Votar
contra un régimen que no quiere que votes es un acto de subversión.
Ninguna dictadura se legitima con votos en contra. Las elecciones
es el único espacio donde Maduro no puede ganar. Salvo que lo dejemos.
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