FERNANDO RODRIGUEZ
Es posible, posible, que algunas conquistas puedan alcanzarse en los
próximos días en Santo Domingo. Son del dominio público las cartas con
que la oposición podría obligar al gobierno truhán a concederlas:
testigos presenciales de alto nivel que de alguna forma obligan a
enseriar y cumplir los propósitos, a limitar los blufs; la enorme
presión del planeta democrático, con sanciones y otros condimentos; las
fracturas grandes y públicas del PSUV que pudiesen terminar en una muy
cruenta guerra y, sobre todo, el inicio de la agonía financiera del
gobierno con el consecuente atroz sufrimiento para el pueblo pobre del
país (¿80%?). Es posible, posible, que todo esto conduzca a una elección
presidencial más o menos decente –no pida demasiado– en la que el
candidato único de la oposición –esto sí, pídalo a gritos– derrote al
fantoche de Maduro o al que haga sus veces. Hay algo que a lo mejor,
paradójicamente, ayude y atropelle nuestros desafíos al destino y es el
hecho de que el fraudulento triunfo gubernamental en las elecciones de
gobernadores y los muchos alcaldes que debería sacar el día de hoy,
también tramposamente, le darían al PSUV derrotado en 2018 una muy
musculosa presencia opositora que, unida a su desalmada manera de hacer
política y a las dificultades para reconstituir el país, le podrían
ofrecer un futuro prometedor, lo cual pueda ablandar a algunos
revolucionarios reticentes a negociar. Prometedor para ellos que querrán
volver, terrible para quienes les toque combatirlos. Pero, por ahora,
el problema que atasca las negociaciones sigue siendo en el fondo la
frondosa manada de delincuentes de alto coturno y sus aliados de aquí y
de allá, pero en eso es difícil hacer.
Como una muestra de sus conductas impropias, sucias, a los
jerarcas gubernamentales, después de haber alabado con exaltación
mística la vocación dialogal de Maduro, que llamó centenares de veces a
la oposición díscola y violentista a la conversación apaciguadora, e
incluso de haber celebrado los señeros adelantos del diálogo en Santo
Domingo, súbitamente les ha dado por exigir a viva voz las más absurdas
concesiones en la negociación, hasta que le reconozcan ese chiquero
constitucional que es la constituyente o que Venezuela es un país
“estupendo” que no necesita ayuda humanitaria. Posiblemente esto sea un
teatro para asustar a los contertulios o para demostrarles a sus
radicales, hay hasta marxistas, o a algún socio exterior que la
revolución ni se compra ni se vende y que ellos andan a caballo como
siempre, como el general Zamora. O acaso un cambio de línea impuesto
vaya usted a saber por quién. En unos pocos días veremos.
Pero sirva esta curiosa conducta de ejemplo de con quién estamos
tratando y tendremos que seguir haciéndolo por un buen rato histórico. Y
agrego que ya lo hemos hecho por un par de decenios y de alguna manera
han enfermado nuestro pasado. Esto para decir que reconstruir el país
es, además de las ciclópeas tareas de hacer una economía sana y pujante,
una institucionalidad que comience a aprender a funcionar (un juez es
un juez, es un juez…) y una manera de solucionar los conflictos de
manera negociada y no violenta (sí, no hay derecho a que usted viva en
un rancho y trabaje diez horas y su patrón tenga un yate y un avión y no
trabaje) no lo permita. Además de todo eso, hay que limpiar el
territorio nacional y nuestras conciencias de toneladas de estiércol que
veinte años de despotismo y barbarie han sedimentado, muchas de las
cuales se han hecho tan habituales que apenas las percibimos. Una cadena
radioeléctrica es un atropello en su propia casa. Las misiones son
populismo clientelar astroso. Un guardia nacional reprimiendo con armas
de fuego es un criminal. Un general inculto nombrado ministro de
cualquier vaina es un desastre anunciado. Una universidad sin
presupuesto es la negación de cualquier desarrollo.
En fin, lo que quiero decir es que no hemos tenido y no tendremos
sosiego durante muchos años y que habrá que endurecerse, aunque Zeus nos
sea benévolo, para lidiar con un enemigo que nos hará muy duro y
afanoso no solo el camino de la liberación, esa hora ha de venir, sino
también un muy largo futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario