Ramón Peña
Eran sombrías las advertencias y vaticinios de quienes a fines de los años 90 visualizamos la infausta suerte que correría Venezuela en manos del chavismo. Los presagios más comunes eran autoritarismo, cubanización, militarismo. Por supuesto, era previsible que el nuevo régimen utilizaría el petróleo a discreción para su proyecto político. Pero ningún pronóstico advirtió que la sólida industria petrolera venezolana iba a transitar un infortunado derrotero que la llevaría hasta el estado de agonía. Imposible imaginar que un recurso petrolero que sacudió al mundo por su potencial a comienzos de los años veinte, que en un momento nos hizo el segundo productor más importante de la tierra, que pasó sin trauma del control extranjero a manos nacionales, con una PDVSA que a mediados de la década del noventa, había alcanzado plena madurez y fortaleza tecnológica y comercial, y transitaba una ruta segura de expansión, pudiesen terminar siendo apenas un apéndice en el mapa energético mundial. Venezuela, exportador mundial de primer orden, es ahora un país dependiente de hidrocarburos extranjeros. Se derrumbó la producción en más de 50%, hoy necesitamos importar crudos y productos refinados de EE.UU., país que es nuestro gran mercado natural. A despecho de la fanfarroneada mayor riqueza petrolera del mundo, los venezolanos padecemos de la escasez de combustibles y lubricantes, calamidad que será cada día peor. Los clientes del Caribe, desabastecidos de nuestros suministros ya buscan suplidores
alternos. PDVSA, endeudada e hipotecada, con una infraestructura ruinosa e insegura, semeja un barco averiado a la deriva, con tripulantes desmoralizados y una oficialidad ignorante de las artes de la navegación… Si los partidos políticos y la sociedad civil lo permitimos, la banda gobernante nos llevará precozmente a la fase de una Venezuela post petrolera, menesterosa y atrasada, sin los medios para la generación alterna de riqueza, en la cual, el mercado negro y la pillería serán las principales formas de vida. Ramón
alternos. PDVSA, endeudada e hipotecada, con una infraestructura ruinosa e insegura, semeja un barco averiado a la deriva, con tripulantes desmoralizados y una oficialidad ignorante de las artes de la navegación… Si los partidos políticos y la sociedad civil lo permitimos, la banda gobernante nos llevará precozmente a la fase de una Venezuela post petrolera, menesterosa y atrasada, sin los medios para la generación alterna de riqueza, en la cual, el mercado negro y la pillería serán las principales formas de vida. Ramón
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