La burbuja tóxica
HUMBERTO GARCIA LARRALDE
Febrero 24, 2018
Tengo una vecina que se la pasa expresando su amor por el presidente
Maduro (nunca Venezuela tuvo uno mejor) y que le encanta aguardar en
largas colas frente a supermercados por si aparecen productos
subsidiados –todos los días anda en eso—, porque se entretiene
conociendo y hablando con la gente. La gente le saca el cuerpo,
convencida de que no está bien. Vive aislada del mundo, en una burbuja
de fantasías alimentada a toda hora por su amado presidente, a pesar de
que sus vivencias diarias le gritan a todo pulmón que las cosas no dejan
de empeorar. Pero es sorda a lo que se niega a escuchar.
A nivel nacional, esta burbuja se fue construyendo desde los primeros
días de la presidencia de Chávez. Cual película de terror, poco a poco
se fue extendiendo una emanación rojiza de retórica y simbología
comunistoide que fue desplazando al mundo tal cual es. No obstante,
Chávez todavía mantenía suficiente conexión con el mundo real como para
saber navegar exitosamente las aguas turbulentas que le tocó enfrentar. A
pesar de su discurso ideologizado, hacía referencia a hechos de la vida
real en términos reconocibles por el común. De ahí su conexión con la
gente y su capacidad de movilizarla en torno a sus objetivos de
política, …siempre que el precio del petróleo le sonriera. Esa situación
ha cambiado para peor con Maduro.
En la medida en que ha tropezado con crecientes dificultades, Maduro,
en vez de asesorarse con quienes podían ayudar a superarlas, prefirió
huir hacia adelante, refugiándose en ese mundo de fantasías para
evadirlas. Construyendo sobre la idea del enemigo externo que le legó su
mentor, todos sus tropiezos tiene explicación en conspiraciones contra
él y la “revolución”, porque en (su) realidad, las cosas no podían estar
mejores: tenemos patria y estos carnavales fueron estupendos, bla, bla,
bla….
Si fuera simplemente otro caso para el siquiátrico, se podía pasar
por alto. Pero ese señor está hoy al frente de la maquinaria del Estado.
Inventa la estupidez de una “guerra económica”, y se aferra a ella cual
salvavidas en el hundimiento del Titanic, mientras sus compatriotas
–por culpa suya–se precipitan desasistidos al fondo, muertos de hambre,
sin medicinas y ahítos de servicios públicos que le permitiesen
sobrevivir con cierta dignidad a sus falencias. Destruye a la iniciativa
privada, a PdVSA y al sistema hospitalario y educativo, y somete a la
población a todo tipo privaciones, a cuenta de un discurso que le
obnubila ante la tragedia o que, en todo caso, le provee las escusas
para ignorarla. Exhalando odios, ha ido alimentando una secta de
fanáticos, cada vez más reducida pero cada vez más exaltada y violenta.
Es esta el “pueblo” ante el cual se congratula Maduro. Los demás –la
inmensa mayoría de los venezolanos—no existimos o somos “apátridas”. Y
no es que él y los suyos crean sus propios disparates; es que éstos
constituyen un refugio imprescindible –el único que les queda—ante un
mundo que se les pone cada vez más chiquito. La plétora de clichés con
los que escamotea la vida, opera como un bálsamo que alivia conciencias y
lava culpas por los terribles sufrimientos urdidos sobre los
venezolanos. En tal sentido, la burbuja ha mostrado ser sumamente
tóxica, pues la enajenación del mundo real que provoca lo insensibilizan
ante la inusitada crueldad conque desprecia los sufrimientos in
crescendo de los venezolanos. Persiste, impertérrito, en sus funestas
políticas. Que la pobreza por ingresos llegó al 87% de los hogares en
2017 –48,4% en 2014—y un 61,2% viva en pobreza extrema según la encuesta
de las universidades (Encovi), no lo perturba. Represión, terrorismo
judicial –como el aplicado al dirigente sindical (chavista, de paso) que
alertó sobre el colapso del sistema eléctrico—, ejecuciones
extra-judiciales y desidia constituyen su respuesta ante las protestas.
Pero además, las emanaciones de la burbuja rojiza envenenan las
mentes, provocando conductas suicidas. Al ganar las fuerzas democráticas
la mayoría en la Asamblea Nacional, en vez de intentar reconstruir su
apoyo buscando convivir provechosamente con el Legislativo, Maduro buscó
su eliminación, primero con decisiones tramposas del tsj partidista que
le anulaban potestades, luego con las decisiones 155 y 156 que
usurpaban sus funciones y, finalmente, con la designación, por medios
fraudulentos, de una “asamblea constituyente” que se arrogó poderes
supraconstitucionales para desplazarla. Estos atropellos al orden
constitucional y a los derechos civiles y políticos de los venezolanos
le ha ganado a Maduro y los suyos sanciones cada vez más fuertes que, en
la práctica, los ha convertido en reos de la justicia internacional.
Ahora no se le ocurre mejor huida que la de convocar unas elecciones
anticipadas para la presidencia en condiciones en las que sólo él puede
ganar, para precipitar aún más su precaria base de sustento.
Todos los países democráticos de importancia para Venezuela han
manifestado que desconocerán los resultados de semejante farsa. La
oposición democrática rechaza tales comicios y anuncia que va a luchar
por distintos medios para conquistar la realización de unas elecciones
verdaderamente pulcras y justas. Variadas organizaciones de la sociedad
civil se levantan contra ellas. Es decir, en vez de disipar las
presiones que se acumulan en su contra ofreciendo concesiones que le
hubiesen permitido negociar en República Dominicana unos comicios
reconocidos internacionalmente, Maduro cierra la válvula de escape. Pero
pensemos en que sigue adelante como hizo con la asamblea
“constituyente” y –no cabe duda—resulte ganador en su sainete. ¿Qué le
espera? El pueblo –el verdadero, no su secta—no se lo va a reconocer,
mucho menos la comunidad internacional. ¿Y que tal si procede con el ex
abrupto de incluir a la Asamblea Nacional en unas “mega-elecciones” para
“renovar” todos los poderes y hace que la “constituyente” fraudulenta
lo convalide? Como señala el jurista Carlos Ramírez López en artículo
reciente en El Nacional[1] el Estado Venezolano quedaría acéfalo ante el
mundo democrático y sus supuestos regentes sin protección alguna ante
las pesquisas de la Corte Penal Internacional y/o las prosecuciones
anti-drogas y en contra del lavado de dinero de la Justicia de EE.UU. y
de la UE. ¿Qué presidente va a aceptar reunirse con Maduro para dirimir
controversias o acordar acciones de beneficio mutuo? ¿Los suyos podrán
salir de Venezuela? ¿En qué país van a disfrutar de sus millones de
dólares?
Desde luego, la avaricia ciega. Mafias enquistadas en el aparato del
Estado han ido inflando la burbuja rojiza, nunca satisfechos con lo
apropiado, en la medida en que lo destruyen cual parásitos. Creen
encubrir, con ello, sus fechorías, a cuenta de “revolucionarios”. Es
demasiado el dinero mal habido del cual se han apoderado y harán cuanta
trampa haga falta para quedárselo, así el país y sus habitantes se estén
cayendo literalmente a pedazos. El fin justifica los medios.
Es obvio que las bayonetas pueden pinchar la burbuja y precipitar a
sus moradores a la tierra dura y rocosa. Lamentablemente, sus emisiones
tóxicas sirven hoy para “legitimar” la complicidad de algunos militares
con el régimen de expoliación instaurado, sobándoles el ego a cuenta de
“herederos de Bolívar” y campeones del pueblo-secta, y absolviéndolos de
sus desmanes contra la población. ¿Hasta cuando van a seguir cayéndose a
embustes cuando el mundo real se les encoge peligrosamente? ¿Es que no
les importa nada la hambruna de sus compatriotas? ¿De qué fibra están
hechos?
Fiel a su naturaleza fascista, Maduro huye instintivamente hacia la
confrontación final. En la medida en que se siente más acorralado, más
se radicaliza, La política es, para él, una guerra. Pero como enseña la
película “La caída”, sobre los últimos días de Hitler, incluso con el
poderío militar y económico de la Alemania nazi, la realidad se impone
al final –violentamente con el alemán—sobre la fantasía.
[1] http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/orden-captura-contra-nicolas-maduro_223980
Humberto García Larralde, economista, profesor de la UCV, humgarl@gmail.com.
No hay comentarios:
Publicar un comentario