FERNANDO MARTINEZ MÓTTOLA
SÍNTOMAS DE LA ENFERMEDAD: por donde se mire aparecen colas interminables, gente con caras largas que madruga en busca de alimentos y medicinas. Detrás hay hambre, enfermedades, desnutrición y muerte. No se trata de dramatizar, sino de la palpable realidad: la desesperación y el sufrimiento de una sociedad sometida por unos pocos; una nación en ruinas tan solo para satisfacer las apetencias de un pequeño grupo, de una banda que se niega a renunciar a sus prebendas. “La revolución no se entrega” es la consigna. ¿Cuál revolución? Lo único que queda es la destrucción física y moral del país entero.
EL DIAGNÓSTICO DE LA ENFERMEDAD: mientras se hablaba de revolución, el país vivía el boom de consumo más grande de su historia, soportado sobre precios de petróleo por encima de 100 dólares el barril y, por si fuera poco, acompañado de niveles inauditos de endeudamiento. A nombre de la revolución se desató el consumismo, basado en importaciones en detrimento del aparato productivo del país. A nombre de la revolución se expropiaron empresas y se dictaron medidas que acabaron con la industria y la agricultura nacional. A nombre de la revolución se entregó la soberanía, incluso la más esencial, en medicinas y alimentos. A nombre de la revolución hoy lo importamos todo… cuando ya no quedan dólares para importar.
EL TAMAÑO DE LA ENFERMEDAD: solo unas cuentas elementales. La capacidad de producción de petróleo se ha reducido a 2,7 millones de barriles diarios. Exportamos 2 millones. Siendo muy optimistas, más allá de lo previsible, a un precio promedio del barril de 40 dólares en el año 2016, el país obtendría ingresos cercanos a los 30 000 millones de dólares. Nada más qué sumar como fuente de divisas. El proceso revolucionario se encargó de que no quedara ninguna otra fuente adicional generadora de exportaciones. Ahora comencemos la resta: 11 000 millones de dólares de pago de deuda, capital e intereses, distintos de China; 6 000 millones de dólares de pago a China; 10 000 millones que se come PDVSA para su funcionamiento. Quedan 4 000 millones para todo lo demás: alimentos, medicinas, insumos para la producción nacional, funcionamiento del Estado y pare usted de contar. En el 2015, esa cifra se acercaba a los 40 000 millones de dólares, ¡diez veces más!, ¡diexz. A nombre de la revoluci 2015 esa cifra se acercaba a los $40MMM, diez vecez icultura nacional. A nombre de la revoluciy era aún superior durante los años anteriores. Estas son las cuentas del país después de 17 años de revolución, con la bonanza petrolera más grande de la historia de Venezuela. ¿Cuántos bolsillos se llenaron a nombre de la revolución? ¿Cuántos, en medio de este desastre, se niegan a entregar el poder para defender su patrimonio y evadir la justicia?
CRISIS TERMINAL: el país es absolutamente inviable con tales cuentas. Se llevaron todo, lo despilfarraron, regalaron lo que era nuestro. Ahora no hay para la comida, ni para las medicinas, ni para los hospitales, ni para la educación, ni para la electricidad, ni para el agua, ni para el transporte público, ni para el mantenimiento de la infraestructura física, ni para lo mínimo que se requiere para una existencia digna. Por ello la gente protesta en la calle. Ya no es solo la clase media que reclama democracia y libertad, como en años pasados. Es el pueblo llano que tiene hambre, que no cuenta con los servicios básicos, que muere por falta de medicinas o en manos del hampa. Este año la pobreza en Venezuela abarca a más del 75% de la población. Por primera vez en la historia contemporánea, la pobreza crítica supera la pobreza general; una de cada tres personas de clase media ha comenzado a formar parte de la pobreza en el 2016.
LA MEDICINA: se requiere establecer las reglas de juego que generen la confianza, que permitan la reanimación de la economía y el aparato productivo. Sin embargo, cualquier solución que se intente para rescatar al país debe traer por delante una respuesta contundente e inmediata al grave problema social que afecta a la sociedad venezolana. En primer lugar, es una cuestión de justicia; y en segundo lugar, es la única forma de que cualquier solución que se plantee tenga viabilidad y pueda perdurar en el tiempo: ajuste de salarios que acompañen las reformas económicas, distintos esquemas de subsidios directos y focalizados mientras se consiguen los equilibrios que se necesitan para recuperar la capacidad productiva del país, y un programa de ayuda humanitaria con carácter de urgencia constituyen un prerrequisito de cualquier plan de reconstrucción nacional. Por otra parte, dado el nivel de endeudamiento y las condiciones de la deuda venezolana, es indispensable un proceso de negociación con los acreedores que permita un replanteamiento de las disposiciones actuales. Nuevo financiamiento en cantidades importantes y en condiciones favorables constituye otro requerimiento para recuperar a Venezuela de la situación en que se encuentra. Solo en un nuevo contexto se puede esperar que vengan al país los capitales con los cuales puede relanzarse el aparato productivo nacional.
EL NUDO GORDIANO: las soluciones, todas ellas, solo funcionarían dentro de un acuerdo de gobernabilidad y confianza, en un ambiente de democracia y libertad, que respete la diversidad de pensamiento, y que permita la acción de la libre empresa. El actual gobierno se ha autodescalificado y no está capacitado para dirigir este proceso que requiere confianza. Por ello el referéndum revocatorio no es solo un tema político, sino que tiene una conexión directa con el hambre y la salud del pueblo. Es el punto de partida a través del cual, en forma pacífica y democrática, el país puede enrumbar nuevamente su destino y salir de este desastre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario