Venezuela Obstinada y Arrasada
Pedro Luis Echeverria
El país en que vivimos, sumergido en la miseria, la
involución, el desencanto, la desesperanza y sin futuro; que se desintegra a
ojos vista y se acelera su alejamiento de sí mismo para convertirse en otro,
está muy lejos de haber alcanzado la suprema felicidad que los embusteros del régimen pregonan y tratan de
vendernos a través de los medios de comunicación y de esas largas, huecas y tediosas peroratas presidenciales en las que
se esgrimen vetustas consignas.
La descarada actitud del régimen que, entre otras
instituciones, manipula grotesca e impunemente al Consejo Nacional Electoral, al
Tribunal Supremo de Justicia, a la Contraloría General de la República, y que
además realiza las mas arteras, groseras, cobardes y ventajistas maniobras para golpear y amenazar
a dirigentes opositores, censurar a los medios de comunicación, obstaculizar el
proceso de puesta en marcha del revocatorio constitucional, reprimir con dureza
inusitada la inmensa avalancha de descontento y rechazo popular por la carestía
y el hambre que padecemos y, lo que es más triste y desolador, el haber
convertido a la FANB en cómplices de sus desafueros y barbaridades, en un
partido político armado y en una institución que aviesamente se comporta y
actúa, cuál fuerza de ocupación, en un
país inerme.
Esa forma de gobernar que utiliza el régimen no refleja otra
cosa que no sea el desaforado terror y desesperación que embarga a sus mentores por los resultados
adversos que se perfilan obtendrá en la oportunidad que se celebre el referido
referendo revocatorio. Es el miedo que los atenaza, cuando constatan
diariamente que las fuerzas desatadas de la sociedad venezolana los sindican
como los causantes de los terribles males que la aquejan, y que por ello, es
que la mayoría de los venezolanos, legítimamente aspiran y buscan un profundo
cambio del modelo socioeconómico
impuesto, de la forma de conducir los destinos del país y de los ineficientes y
corruptos conductores actuales. Los venezolanos hemos aprendido –y esperamos
que para siempre- que la manipulación perversa de las masas y la exaltación de
sus peores instintos que el régimen ha venido utilizando por más de cinco
lustros, sólo conduce a crear una inmensa bola de odios, abusos y
descalificaciones sin un resultado positivo tangible para los ciudadanos,
particularmente, para los jóvenes que, hoy por hoy, no creen en nada porque no
encuentran nada en que creer porque la visión de un mundo mejor, pretendido por
el régimen para ellos, ya ni siquiera es una quimera, sino una colosal mentira.
Ello, nos exige a todos los
ciudadanos reflexionar seriamente sobre los alcances y consecuencias del
significado que tal situación tiene para
el futuro de la Nación y sobre la perspectiva inmediata de un gobierno que
carece de legalidad de desempeño, viabilidad y voluntad política de actuar para
evitar y morigerar la secuela de circunstancias negativas que asolan a todos
los ciudadanos, sin distingos de ninguna naturaleza. Debemos pensar que el país
discurre en un clima de extrema incertidumbre. Los recientes acontecimientos y
su imprevisible desenlace nos obligan a situarnos mentalmente mejor para
prepararnos a enfrentar las eventuales acciones que podrían derivarse de la
desesperación y angustia que actualmente atenazan a las facciones gobierneras y
a su espurio liderazgo. Ya basta de permitir que los menos capacitados
conduzcan equivocadamente la nave del Estado e impidan el acceso al poder de nuevas generaciones de
venezolanos llamados a modernizar las caducas visiones de los que han gobernado
por tanto tiempo.
Los venezolanos estamos cansados de aceptar pasivamente que
la lacra de la corrupción y el afán desmedido de enriquecerse en el menor
tiempo posible de los validos del régimen: políticos, comerciantes, inversores,
jefes militares y figuras más o menos públicas, sigan realizando sus
latrocinios con la impunidad que les confiere la complicidad gubernamental que
ha convertido al país en una gigantesca componenda de intereses crematísticos.
Por las calles de Venezuela deambulan personas sin expectativas, llenas de
indignación por todo lo que les ha sido
negado y esquilmado debido al despilfarro y la concupiscencia del régimen. A
pesar de tantas y vanas promesas y de engañosos discursos de la "nomenklatura",
también sus seguidores son hombres y mujeres cansados de recibir la pobreza repartida con
perversa conciencia.
Estamos obstinados que el régimen nos imponga la sumisión
como la esperanza de sobrevivir en el caos en que ha convertido a la República.
La política de combinar el poder omnímodo y totalitario del Estado con una ideología repleta de mentiras y promesas
incumplidas, pretende aplastar la voluntad
de millones de personas para potenciar la subyugación y avasallar,
incluso, el ansia de libertad, condición ésta esencial para el venezolano.
Estamos hartos que nos atemorice colectivamente para controlarnos, falsear la
verdad y obligarnos a asumir una pasividad lacerante de autodefensa que
pretende tratar de evitar que el régimen nos califique como enemigos internos a
los que hay que excluir, reprimir, torturar, encarcelar y despojar de sus
fueros ciudadanos.
Con el devenir de los años, en Venezuela se han alterado de una manera irreversible dos
percepciones: la que el país tiene del gobierno y la que éste tiene del país.
Ese proceso, traumático y doloroso, ha facilitado que el ciudadano común se
haya percatado que las privaciones, carencias y prohibiciones que ha sufrido
estoicamente en aras de un prometido futuro mejor, se han perdido
irremisiblemente. Que el régimen maduro-chavista es el resultado de la mayor
suma de incompetencia, brutalidad, mitología patriotera, intransigencia,
fanatismo y odio conocidos hasta ahora, pero, por sobre todo, concebido para
realizar fraudulentos buenos negocios al amparo de su pasantía por el poder. La
historia de los últimos 17 años nos ha enseñado que el régimen disfruta más
castigando que aceptando, hiriendo más que aliviando penalidades, acusando más
que comprendiendo. Ahora, por el lado del régimen, sus seguidores están
convencidos de su soledad, que su utopía fracasó, que su gobierno los abandonó
y que, en lo adelante, si desearan realizar algo útil y conveniente, es
dedicarse a cuidar sus vidas y suertes.
Los ciudadanos opositores que son más libres, dueños de sí mismos saben
que no pueden abrigar expectativas sobre el futuro prometido por el régimen que
vislumbran peor; pero ellos tienen, a su vez, la certeza que la ganancia de
libertad que significa vivir sin miedo, lo compensa todo.
Los venezolanos
opositores tenemos la auto confianza, la dignidad y la necesaria ambición para
alcanzar los fines más arduos ó elevados; por tales razones estamos convencidos
que nuestra acción masiva decidida y
valiente para exigir la celebración del referendo revocatorio en los términos y
plazos establecidos por la Constitución es fundamental para así poder iniciar y realizar las transformaciones que urgentemente demanda
la Nación. El régimen tiene que dejar el poder; ¿es que acaso 17 años de cansancio,
destrucción y barbarie no bastan?
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