viernes, 17 de junio de 2016

POLÍTICA Y LENGUAJE

EDUARDO FERNANDEZ


Uno de los hechos más deplorables de los últimos lustros en la política venezolana es la degradación del lenguaje. Motiva esta reflexión la lectura de una reciente declaración del presidente electo del Perú Pedro Pablo Kuczynski en la que se disculpa frente a su competidora, la señora Fujimori, y se disculpa ante la nación, ante todos los ciudadanos, por los excesos verbales en los que incurrió a lo largo de la campaña electoral en ese país.

Seguramente que la disculpa viene aconsejada por el análisis de los resultados electorales. En Perú se eligió un presidente por una mínima diferencia. Hubo un empate técnico. La mitad de los electores votaron por Pedro Pablo Kuczynski y la otra mitad votó por la Fujimori.

Por si fuera poco, el nuevo presidente tendrá que lidiar con un Congreso en el que el fujimorismo tiene una clara mayoría. Todas estas circunstancias aconsejan un acercamiento con la fuerza que perdió las elecciones pero que tiene una gran influencia en el Congreso y en la vida nacional. Para iniciar ese acercamiento el nuevo presidente comienza por pedir excusas por los excesos verbales en los que él y su gente incurrieron para descalificar a sus oponentes.

Traigo el caso peruano a colación para volver al tema de este artículo: la degradación del lenguaje político. En Venezuela el debate político siempre ha sido áspero pero, como todo, en los últimos años hemos caído en una ordinariez y en una chabacanería insoportables. La política, en gran medida, es pedagogía, es testimonio, liderazgo, convocatoria a las virtudes superiores del pueblo. No puede reducirse a la mezquina dimensión de un pleito subalterno. El debate político tiene que ser de altura, testimonio de respeto recíproco y ejemplo de respeto por los ciudadanos. A eso se refiere Kuczynski cuando dice que no solo debe disculparse con su adversaria, sino con toda la nación. En efecto, es una falta de respeto a toda la nación degradar el lenguaje político.

En Venezuela, desgraciadamente, el mal ejemplo viene desde las alturas del poder. Desde hace 17 años, desde la Jefatura del Estado se ha utilizado un lenguaje escatológico que ha permeado por todo el cuerpo social. El Presidente de la República, que por mandato constitucional debería ser un factor de unidad nacional, ha contribuido, el anterior y el actual, a la degradación del discurso político. Hace falta un gran esfuerzo para dignificar la política y rescatar la majestad y la elegancia del debate público.

Seguiremos conversando.

Eduardo Fernández
@EFernandezVE

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