Revocar, ganar y recuperar al país
Pedro Luis Echeverria
La solución del colapso que sufre la
República después de 17 años de la pésima gestión del
"chavismo-madurismo" , demanda nuestra más decidida participación. El
país ya no soporta, a un estrafalario, negligente y perverso régimen -que
emergió de la nada- y que solo ha traído miseria, hambre, depauperación, dolor
y división familiar, desolación y desesperanza a la mayoría de los venezolanos.
Desde que esa cofradía del chavismo-madurismo, integrada por aventureros y mal
vivientes trashumantes de la política y del delito, confabulados con una logia
de militares felones y corruptos, se apropió del poder y estableció, como forma
de gobernar, su criminal e irresponsable uso, para usufructuarlo como un botín
de guerra o como el reparto de proventos entre filibusteros de baja ralea, la
Nación cayó en un profundo hoyo en donde campean las corruptelas, la destrucción
institucional, falacias e inconvenientes cambios en los valores de la sociedad
y falsas promesas de progreso que no han
dejado nada que pueda ser reconocido o valorado como una obra o definición de
políticas cuyos resultados hayan
producido positivas consecuencias para el presente y el futuro de los venezolanos.
La degradación que ha
sufrido la patria a través de esos lúgubres,
largos y estériles 17 años en los que el régimen ha desgobernado, no tiene parangón en nuestra
historia. Éste ha sido un régimen que no supo
entender la realidad del país, que no pudo resolver los acuciantes problemas
que el común de la gente aspiraba que fueran resueltos. Eso ha sido así porque
el régimen imperante siempre ha tenido como objetivos fundamentales: subyugar y degradar a la sociedad hacerla cada vez más vulnerable y dependiente
del Estado, mediante la perversa distribución selectiva de cuotas de poder,
dádivas y prebendas; mantener el poder a cualquier costo sin importarle las
consecuencias que tal actitud le pueda acarrear a los ciudadanos y; permitir y aupar que una gigantesca y obscena
red de corrupción en la que medran diversas camarillas afectas al gobierno, se
hayan enriquecido escandalosamente en desmedro de la atención hospitalaria, de
la educación en todos sus niveles y del adecuado suministro de alimentos,
medicinas, insumos y otros bienes y
servicios que necesita la gente.
Los desastrosos
resultados que muestran todos los indicadores que se relacionan con la
condición humana, con el desenvolvimiento económico y con el fortalecimiento y
consolidación del país, nos gritan estentóreamente que el gobierno y su modelo
no han servido para nada, que ha fracasado rotundamente y que, por tal razón,
hay que cambiarlos antes que la profundidad de la destrucción que están
causando hagan inviables y sumamente onerosos los esfuerzos y acciones que hay
que realizar para su futura recuperación.
Desde esa óptica, no se trata exclusivamente
que la oposición triunfe en el referendo revocatorio, lo importante a
considerar, al momento de ejercer el derecho al sufragio, es que las
consecuencias de dicho evento influirán decisivamente -con una relevancia muy
superior a todas las del pasado- en la
futura dinámica gobierno-sociedad y en las relaciones entre los diferentes
grupos sociales que conforman la urdimbre de la sociedad venezolana. La
necesaria reestructuración del país no será producto de la espontaneidad.
Requiere que el gobierno que sustituya a
Maduro, la sociedad civil y la Asamblea Nacional desempeñen un papel fundamental
para lograrlo. Es necesario reconstruir una sociedad donde exista y se
practique una auténtica separación y autonomía de los poderes del Estado; que
los roles del gobierno y del mercado estén más equilibrados y ello constituya
la base sobre la que se edificará el cambio del nivel de vida- económico,
político y social- del venezolano. Debe haber un proceso en el cual la sociedad se reestructure con base en el respeto al
derecho ajeno, la vigencia plena de los derechos ciudadanos y la revalorización
de la institucionalidad. A fin de cuentas, el revocatorio constituye el
preámbulo o la condición necesaria y suficiente para que el país pueda iniciar
el tránsito hacia su recuperación.
Ante tales consideraciones, cabria
formularnos la pregunta: Deberían, los que aceleradamente destruyeron al país
que teníamos, merecer el favor del voto o de la abstención de aquellos
indecisos que también han sufrido las consecuencias de las corruptelas,
ineptitudes y desvaríos de este pésimo gobierno? La respuesta que presumo que tendrá usted,
amigo lector, aunada a las referidas circunstancias y a la torpeza de gestión
de los autócratas que gobiernan, nos obligan a realizar todo lo que sea
necesario y más, para acelerar la terminación de un régimen falaz y perverso. Esa es la realidad política
que debemos enfrentar. Ese debe ser
nuestro compromiso con el país, nuestra familia y nosotros mismos.
Pongamos en marcha nuestras capacidades, hagamos de la unidad nuestro baluarte
para la acción. En síntesis, no desperdiciemos la posibilidad de hacer valer nuestra
opinión, ratificar nuestra tradición
democrática y profundizar nuestra participación política para influir en los
hechos venideros que marcarán la suerte futura del país. Empujar los necesarios
cambios que nuestra conciencia y
convicciones nos reclama, no acepta demoras, dudas o vacilaciones; no
habrá mañana si hoy no hacemos lo que debemos hacer.
Si el día que se celebre el referendo
revocatorio acudimos masivamente a votar por la salida definitiva de Maduro y
su combo de incapaces y corruptos, tengamos la certeza que habremos colaborado
con el inicio de una nueva etapa en el devenir político del país; ese día
estaremos iniciando el rescate y la
liberación de Venezuela.
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