TULIO HERNANDEZ
EL NACIONAL
I. Si nos guiáramos por algunos indicadores, como la velocidad de Internet, las enfermedades endémicas que han reaparecido, o la ideología dominante entre la élite gubernamental, podríamos concluir, como lo hizo Mariano Picón Salas en relación con el XX, que Venezuela no ha entrado aún en el siglo XXI.
Picón Salas concluyó que este fracaso histórico, como Cabrujas llamaba al país, solo entró al siglo XX luego de la muerte de Juan Vicente Gómez. Hoy podemos sostener que Venezuela solo entrará al XXI cuando termine la hegemonía del régimen que comenzó con la euforia esperanzadora que generaba Hugo Chávez y terminará con la amargura desesperante que suscita Nicolás Maduro.
Como el general aquel que en un desfile militar se quedó atascado en la escotilla del tanque de guerra desde donde iba a solicitar permiso para concluir el acto, Venezuela se encuentra atascada en el tiempo. Ni siquiera en el XX. El país ha sido conducido directamente al siglo XIX.
Las dos ideologías fuertes que nos dominan, el pensamiento marxista y la obsesión bolivariana, corresponden a hombres, ideas y condiciones absolutamente decimonónicas. Y por tanto, fuera de escala histórica en el presente y sin capacidad conceptual ni gerencial para ayudar a comprender y generar bienestar en una nación en tiempos de Pokemon Go.
II.
Si, como aquel personaje de El dormilón de Woody Allen que lo hizo casi 200 años después de haber sido congelado, Bolívar y Marx despertaran y se encontrarán con el fenómeno de Pokemon Go, quedarían tan perplejos y perturbados como los venezolanos que en el supermercado Éxito de Cúcuta descubren que hay leche suficiente y, además, que pueden llevarse a casa versiones con vitamina C, sin lactosa, con calcio, para niños, para ancianos y catorce mezclas más.
Pokemon Go, el juego que consiste en cazar a través del celular “muñequitos” colocados en espacios reales, pongamos por caso un parquecito escondido de Madrid, es el gran fenómeno de masas de estos tiempos. Especialmente, por supuesto, en los países con el capitalismo más exitoso.
El hecho de que miles y miles de personas estén poseídos por un juego que combina la realidad real, la tangible y física, con el espacio virtual a través de una plataforma digital de gran capacidad y aplicaciones para teléfonos inteligentes de las últimas generaciones, es algo que queda lejos, muy lejos, de un país triste en donde hay apagones eléctricos diariamente; se está debatiendo sobre el conuco y el trueque como alternativa económica; la malaria y la tuberculosis han regresado; y todas las tardes, en el Cuartel de la Montaña, un grupo de soldaditos con apariencia de espectros de la Guerra Federal lanzan desde un escuálido cañón unas salvas a la hora en que se supone murió el comandante eterno.
III.
En la Venezuela del presente no se podría salir a la caza de pokemones por tres razones fundamentales. La primera, porque la mayor parte de la gente está ocupada buscando alimentos básicos. La segunda, porque te podrían robar el celular. En la calle solo se pueden mostrar celulares económicos. Usar el inteligente se ha convertido en algo peligroso. Si alguien en la calle tiene que hacerlo, previamente mira hacia los lados y lo tapa tratando de prevenir el arrebatón.
Y la tercera, la más importante, porque en nuestro país la banda ancha se ha tornado tan delgada que los pokemones, como el general, se quedarían atascados en ella. Mientras Uruguay y Chile tienen una velocidad de descarga casi similar a Inglaterra, Venezuela está en la cola de América Latina, por debajo del promedio de 7,26 megabits por segundo, acompañada solo por Bolivia y Paraguay.
Jacqueline Faría, la presidente de Movilnet, sostiene que el servicio es lento porque en Venezuela hay muchos usuarios. Pero el argumento es para tontos. México tiene 62 millones de usuarios de Internet, el doble de nuestra población, y allí nadie se queja de lentitudes en la red. Claro, cómo le vamos a creer a nuestra amiga si ella confirmó en 2005 que a más tardar en 2007 Chávez se bañaría en un Guaire recuperado. Siglo XIX.
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