(Este artículo fue originalmente publicado en la Revista Producto, en su reciente edición de Mayo-Junio 2016)
Si alguien se atreviera a realizar un estudio profundo sobre los hábitos actuales del consumidor venezolano, casi que podríamos apostar a que los resultados obtenidos serían dignos de la mayor atención y asombro en cualquier congreso mundial sobre Marketing.
Y es que las cosas han cambiado radicalmente desde aquel momento en que esta Revista “Producto” comenzó a publicar su Ranking de Agencias de Publicidad hace 20 años.
En ese tiempo, el consumidor venezolano era un individuo que podía asemejarse, más o menos, al resto de los consumidores del mundo. Su comportamiento era de alguna forma predecible, lógico, sensato.
Un consumidor acostumbrado a escoger con libertad los productos y servicios que sus necesidades inmediatas requerían.
Un consumidor que tenía inoculada en la sangre la fidelidad de marca.
Un consumidor atento a los descuentos, promociones y ofertas que los anunciantes ideaban a fin de captar su atención y su favor.
Sin embargo, el país cambió. El mercado cambió. Y el consumidor ha cambiado radicalmente.
Lo que ha ocurrido en Venezuela durante los últimos 17 años ha marcado un cambio brutal en la forma en la cual los venezolanos nos comportamos en nuestras diferentes facetas, ya sea como ciudadanos, como electores o, en este caso, como consumidores.
Los derechos que a cualquier consumidor en cualquier parte del mundo le asisten, han desaparecido para nosotros
Aquí se acabó el derecho a pataleo. Más aún, quien se atreva a reclamar algo en cualquier establecimiento comercial puede terminar preso por protestar.
Los venezolanos ahora somos grandes consumidores de colas.
Mientras los comerciantes formales hacen lo imposible por surtir lo que pueden a una población desesperada, las distorsiones a las que nos han llevado las fantasías ideológicas y el ansia de poder de un charlatán, han generado, entre otras cosas, un inmenso mercado informal e ilegal.
La escasez y el desabastecimiento nos han llevado a postrarnos ante un mercado de vendedores. Perdón, vendedores es una palabra en exceso gentil. Un mercado de abusadores bautizado con un nombre que no podía ser más tosco y chabacano: “bachaqueo”.
Esto nos ha llevado a adoptar curiosas conductas.
Por ejemplo, la mirada furtiva a través de la transparencia de la bolsa plástica buscando identificar los productos que “están sacando” en el supermercado de la zona.
O los impresionantes inventarios de mercancía de todo tipo guardados en los sitios más recónditos de nuestros hogares, que nos servirán para poder atravesar durante los próximos meses un incierto desierto, o para realizar trueques con familiares y amigos.
Hemos pasado a ser, más que consumidores, unos devoradores.
Hace años nos admirábamos del hecho de que, paradójicamente, las categorías socioeconómicas más pobres eran las que mostraban una mayor fidelidad hacia las marcas.
Eso desapareció. Hoy el consumidor venezolano compra lo que encuentre, de la marca que sea, y en las cantidades que pueda.
Para la mayoría de los productos y servicios, la publicidad para impulsar las ventas no tiene sentido porque “no hay” qué ofrecer. Y si es para construir valores de marca, para qué si ni siquiera sabemos si mañana nuestro producto existirá.
En cuanto a ofertas, descuentos, promociones, ni hablar. Los venezolanos somos unos esclavos del precio que nos pongan. Hasta explotamos de felicidad si tal o cual producto aumentó “solamente” 25% en un mes. La hiperinflación llegó.
Dentro de esta locura de mercado (si es que a “esto” se le puede llamar mercado), la publicidad venezolana sobrevive a punta de respiración boca a boca. Hace esfuerzos por mostrar su creatividad en las pocas piezas publicitarias de productos y servicios que aún sobreviven.
Ya ubicándonos en los próximos 20 años, me pregunto…
¿qué clase de consumidores tendremos en Venezuela?
¿Quedarán atrás las conductas y comportamientos de este inhumano devorador?
¿Lograremos recuperar el papel que tiene el consumidor como actor clave dentro de una sociedad organizada, productiva y creadora de riqueza bien habida para todos?
Sólo los próximos acontecimientos políticos lo dirán.
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