La espantosa escasez de alimentos y medicinas que vive en Venezuela gracias a la brillante iniciativa de Hugo Chávez seguida de la no menos espectacular gestión de Nicolás Maduro, le está dando una tremenda bofetada en la cara al régimen venezolano.
El fin de semana pasado, el gobernador Vielma Mora decidió abrir la frontera hacia Colombia a los tachirenses. Esto con el fin de que pudieran ir a comprar provisiones en un país de libertades. Cosa que Venezuela ya no es.
Lo cierto es que 35 mil personas se lanzaron a disfrutar de unas horas de placidez al comprar y a recordar los viejos tiempos de la Venezuela democrática con anaqueles llenos. Esa que vivimos de 1958 a 1998. Justo antes que la ignorancia provocara la llegada de Terminator Chávez.
Colombia habilitó una unidad móvil en la frontera para vender medicinas a los venezolanos y policías colombianos ayudaron a nuestros compatriotas con sus compras.
Estos venezolanos pudieron en Colombia adquirir algunas provisiones para hacerle frente al total desabastecimiento del infernal mercado venezolano:
- Un kilo de azúcar socialista: Bs. 3.500. Un kilo de azúcar capitalista: Bs. 1.360.
- Un kilo de lentejas chavistas: Bs. 6.000. Un kilo de lentejas santistas: Bs. 2.280.
- Un kilo de harina de maíz castrista: Bs. 2.000. Un kilo de harina de maíz colombiana: Bs. 1.125.
- Un kilo de pasta madurista: Bs. 4.000. Un kilo de pasta cucuteña: Bs. 1.280.
Mientras unas lentejas sin marca, sin identificación de procedencia, sin controles sanitarios, se consiguen en Caracas a Bs. 6.000 el kilo, Usted consigue en Londres, una de las ciudades más caras del mundo, unas estupendas lentejas de la mejor marca al equivalente de Bs. 2.000 el kilo.
Sin decirlo expresamente, al fin el régimen venezolano ha reconocido su enorme fracaso en materia económica. La ideología lo acabó. Claro, acompañada de unas ansias desesperadas de poder y control absolutos.
Mientras hoy Colombia exhibe una economía sana y robusta, Venezuela anda arrastrándose pidiendo limosnas.
En el estado Zulia, Arias Cárdenas no se quedó atrás. Decidió permitir la libre importación, sin controles ni pagos de aduana ni nacionalización, de diversos productos. El gobernador no quiere ver los anaqueles vacíos. Así que legalizó el contrabando.
Por supuesto, los precios son impagables para las clases populares, que no logran conseguir los productos de primera necesidad. Y cuando los consiguen el dinero no les alcanza para pagarlos.
Mientras tanto, cientos de miles de venezolanos hacen interminables colas. En muchos casos agredidos por las fuerzas de seguridad chavistas, hasta el extremo de golpear con sus fusiles a mujeres embarazadas, tal como ocurrió en Maracaibo.
Uno se pregunta cuántas horas/hombre se están perdiendo en Venezuela. Dónde podría estar hoy nuestro país si toda esta gente estuviera trabajando, produciendo y prosperando en lugar de perder el tiempo haciendo colas.
Los gobernadores Vielma Mora y Arias Cárdenas le quitaron la careta al gobierno de Maduro. Desnudaron claramente el fracaso absoluto y total de estos miserables 17 años.
Es tan baja la gobernabilidad de Maduro y tan reducido su poder de influencia, que gobernadores provenientes de sus propias filas están prefiriendo tomar medidas por su cuenta para intentar salvar sus gestiones - cosa difícilmente probable - frente a la posibilidad de continuar apoyando las pésimas decisiones del gobierno nacional.
La crisis humanitaria existe en Venezuela. La vivimos todos los venezolanos. La ven todos claramente desde otros países. Sólo la cúpula de los enchufados en el poder no la quiere admitir.
El sistema imperante en Venezuela, llamado socialismo pero cuya inspiración y ejecución real están directamente relacionadas con el castrismo, hace aguas como ya ocurrió en Cuba.
Lo único rescatable en términos positivos de esta desgracia es la esperanza de que en Venezuela, por décadas, a nadie se le ocurra volver a proponer la instalación de un sistema con un nombre parecido al de socialismo.
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