TEODORO: DIFÍCIL AUSENCIA
Américo Martin
Refiriéndose a la que pudiera ser calificada como la obra escrita más significativa de Teodoro Petkoff, Valentina Rodríguez quiso saber si, dada la excelente vinculación política y personal que hubo entre nosotros conocería yo, antes de ser editada, pormenores de “Checoslovaquia. El socialismo como problema”
Recuerdo por dónde iban las preocupaciones de Teodoro. En nuestras tertulias en el Cuartel San Carlos, Teodoro, Maneiro y yo nos engolfamos en largas y atrevidas reflexiones sobre el marxismo, el leninismo, la Unión Soviética, el socialismo. Los mitos habían ido cayendo, uno tras otro. Después, ya en libertad, cada uno fue marcando su nueva manera de enfocar la lucha política y el valor de las ideologías.
Más tarde, Teodoro rompió el hielo del partido donde militó y escribió contra la despiadada destrucción de la hermosa Primavera de Praga.
Reinaba el estigma de la derrota en 1968 de la Checoslovaquia reformista, y la final rendición del líder de la Primavera de Praga. Alexander Dubcek, obligado a convalidar el zarpazo soviético. Aceptó para evitarle a sus conciudadanos el desastre de la invasión militar.
Las dictaduras tienen la horrenda costumbre de ensañarse contra quienes las desafíen. Necesitan exhibirlos en su menoscabo. Dubcek se había levantado a la altura de los héroes. Desde la humilde Checoslovaquia, emprendió la democratización humanización del país. Sus medidas entusiasmaron. Prestarse al escarnio preparado contra él en Moscú pudo ser un lunar en su resplandeciente acometida. Aunque sea fácil decirlo.
De esas humillaciones públicas sabía algo Cleopatra, la que imaginó Shakespeare en “Antonio y Cleopatra”:
- Sabed, señores –le manda decir al vencedor Octavio, quien la ha invitado a Roma garantizándole el respeto a su dignidad- que no iré a la Corte de vuestro amo. ¿Se cuenta acaso con levantarme en brazos para mostrarme a la turbamulta vocinglera de la insultante Roma? . Echando mano de una penosa tautología. Lenin, embutido en la condición de profeta único, había sentenciado:
El marxismo es omnipotente porque es verdadero. La tautología tomó el rango de incuestionable verdad y proporcionó a los militantes una consigna que oponer a los campanudos ideólogos de otras corrientes
El mundo soviético desapareció, China asumió el libre mercado, las obras marxistas no se venden ni en chiveras, pero de “Checoslovaquia. El socialismo como problema” (1968) puede repetirse lo que en su prólogo a la segunda edición dejó sentado Arturo Uslar Pietri: fue un libro de anticipación. A lo que me permito agregar: y de educación. Las nuevas generaciones que ya venían desasiéndose de tabúes ideológicos, encontraron una sana lección acerca de la inanidad de los dogmas y autoridades únicas.
Quedó ratificado que los partidos son políticos, no ideológicos. Se valen de la ciencia-arte de la Política y no de gargarismos para deslumbrar entornos.
El primero en acuñar el vocablo eurocomunismo en tono de deslinde fue Fernando Claudín, aunque con sentido práctico lo hiciera suyo Santiago Carrillo, quien con Enrico Berlinguer y George Marchais, pusieron en alza el nuevo evangelio. En Venezuela discutíamos mucho sobre democracia y socialismo. De hecho las ideas que aquí veníamos desarrollando precedieron a las europeas. Las tesis de Teodoro reventaron las costuras del viejo partido comunista como lo reconoció implícitamente Leonid Brezhnev. El mandamás soviético, cubrió a Petkoff de infames epítetos para no debatir.
No sin altibajos dentro de una continuidad, la democracia se ha posicionado en casi toda Europa. Nadie se bate ya por Marx y Lenin. En el Tomo III de Mis Memorias dejé sentado que fueron utopías del siglo XIX, nunca aplicadas ni por aplicar. Los sistemas así llamados fueron maquinarias totalitarias.
Esas realidades definen el conflicto. Dura, cruenta ha sido esta lucha en Venezuela pero es la democracia –la más alta expresión de la libertad- la que asoma en el horizonte. .
Américo Martín
@AmericoMartin
No hay comentarios:
Publicar un comentario