lunes, 30 de abril de 2018

Historia mundial del comunismo
 

Una obra magistral del francés Thierry Wolton intitulada “Una historia mundial del comunismo”, llegó a su tomo III dedicado a “Los cómplices”, un relato acusatorio del que no escapan escritores como Sartre o Aragon, pero que tangencialmente serviría de acusación a muchos, muchísimos venezolanos que siguen siendo simpatizantes del comunismo.
El ensayista francés, Thierry Wolton, acaba de ser galardonado con el premio Prix Aujourd’hui por su obra magistral Une Histoire mondiale du Communisme, cuyo tercer tomo, acaba de ser publicado por la Editorial Grasset titulado Les complices (Los Cómplices) en el que analiza las simpatías, incluso, la complicidad, de los intelectuales franceses con un régimen como el comunismo que ha sido culpable del asesinato de millones de seres humanos.

     Diez años de investigación, centenas de testigos entrevistados, miles de libros leídos, toda una vida ha invertido Thierry Wolton para dar a la luz pública un inmenso capítulo de la historia contemporánea aún ignorado y que engloba todo un mundo de países que vivieron bajo la tutela del marxismo-leninismo, y países que todavía hoy imponen a su población el régimen totalitario inventado por Lenin y Stalin: China, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Nicaragua. El primer tomo de la Historia Mundial del Comunismo, “Les bourreaux” (Los verdugos) (Grasset, 2015), versa sobre los dirigentes de los Jemeres Rojos, y los ideólogos del maoísmo y del estalinismo; el segundo tomo “Les victimes” (2015), sobre los millones de muertos en el Gulag y los movimientos de masa comunistas.

     El tercer tomo, “Los Cómplices”, trata de todos los países no comunistas en los que, como en Francia, los intelectuales, fascinados por el comunismo, fueron amigos o mantuvieron una actitud complaciente con los regímenes comunistas. Un volumen en el que el autor revela la ausencia de lucidez ante la realidad de la represión masiva y del totalitarismo, hechos evidentes, que dominaban en la URSS, según el axioma de la época: “mejor equivocarse con Jean-Paul Sartre que tener razón con Raymond Aron”, y hoy siguen dominando en China, en Cuba, en Corea del Norte, en Venezuela, como lo denuncia el autor en una reciente entrevista.

     El autor atribuye la simpatía particular, “la ceguera de los intelectuales franceses, y en general del mundo hacia la ideología del comunismo” al legado cultural de varios siglos de la Ilustración, a la noción de progreso que le es inherente y que ha nutrido el proyecto comunista. Pero el caso específico de Francia, el autor lo atribuye al hecho de que la mayoría de los intelectuales, como el caso de Sartre, etc., vivieron y continuaron publicando durante la Ocupación alemana, se plegaron al sistema de censura, y en el momento de la Liberación, sufrieron de un complejo de culpabilidad, sintiéndose en la necesidad de buscar la manera de borrar ese pecado original y entonces se sumaron al tren de los vencedores de Stalingrado, del Ejército Rojo, pero también al infierno que ese régimen representaba, mirando hacia otro lado o justificando la necesidad de la represión en aras de salvación de un régimen que proveía la felicidad en la tierra para los desposeídos y profetizaba la igualdad sobre la tierra.

     El autor cita nombres como el de Sartre que se dedicó a apoyar a la URSS, a China y a cuanto movimiento terrorista aparecía en el firmamento: las Brigadas Rojas en Italia, los terroristas alemanes, su apoyo incondicional al régimen cubano, etc. Pero los dardos más certeros de Thierry Wolton los dirige al gran poeta Louis Aragon, que considera como el “bellaco de mayor envergadura” al que se le excusa de su complicidad con el estalinismo en tanto que militante del Partido Comunista Francés, bajo el pretexto de que se trata de un gran poeta, mientras que no se le perdonan a Celine, también un gran escritor, sus simpatías con el nazismo y su antisemitismo. El autor se rebela contra esa ley que hoy día se mantiene en vigor, la de dos pesas y dos medidas: a unos se les perdona y a otros no, cuando ambos incurrieron, o en la participación, o en el apoyo a millones de crímenes. Wolton ilustra su relato con citaciones de los escritores identificados con el comunismo, como también, la evolución de muchas personalidades de la política francesa a los que les dedica el capítulo “La ceguedad voluntaria”.

     La trilogía de Thierry Wolton abarca 3.500 páginas en total. En las diversas entrevistas que el autor ha acordado, no disimula que su obra fue motivada por la indignación, su fuerza ha sido inspirada por la pasión de dar a conocer hasta dónde puede llegar la sumisión de inteligencias esclarecidas en los supuestos herederos del siglo de las Luces y convertirlas en propagandistas de un sistema asesino. Y hasta dónde puede llegar todavía hoy la negación de un proyecto que cuenta con 80 millones de víctimas, que no sólo sufrieron en carne propia la represión, sino que murieron en una soledad total, sufriendo el escarnio de una propaganda mentirosa que les valió el desprecio y el odio hasta de su propia familia. Pienso en el caso de los exiliados y los combatientes anti-castristas cubanos, tratados de “gusanos” que hasta época muy reciente, fueron ignorados por los organismos de solidaridad internacionales, en particular, por los latinoamericanos. El caso de la ignorancia en relación de la situación venezolana, o el apoyo al chavismo-madurismo de sectores de la izquierda latinoamericana, muchos de los cuales fueron favorecidos por la solidaridad venezolana cuando fueron víctimas de las dictaduras en sus respectivos países, es una prueba de esa ceguera que hoy denuncia Thierry Wolton y que en el caso francés sigue siendo de actualidad, como lo vemos cada día en el apoyo que se le prodiga al régimen de Maduro en los círculos de izquierda. Sin pestañar, Jean-Luc Melenchon y acólitos afirman que los 130 muertos durante las manifestaciones en Venezuela fueron obra de la oposición que está armada con armas de guerra. Que Leopoldo López, ha sido condenado por poseer un arsenal de guerra en su casa. Que los presos políticos, son políticos que han utilizado la violencia contra el Estado por lo que en un régimen democrático, y en Francia, también serían condenados.
 La ceguedad y la condescendencia de los políticos demócratas latinoamericanos con respecto al régimen castrista y su inconsciencia al no percatarse de la obra de destrucción que desde el interior obraban los grupos adeptos a La Habana, carcomiendo las frágiles instituciones democráticas que comenzaban a retoñar, son los grandes responsables del retroceso que ha sufrido la democracia en el continente. Que un país como Venezuela, que sufrió una herida profunda en su naciente democracia cuyas consecuencias las está viviendo todavía de manera dramática, decidiera otorgarle a Fidel Castro un borrón y cuenta nueva, como si nada hubieses sucedido, y estableciera relaciones diplomáticas sin oponerle condición alguna, antes por el contrario, se le ofrecieran puertas abiertas, es un hecho que merece reflexión. Un mínimo de coherencia y rigor, son indispensables por parte de quienes tienen en sus manos el destino de los pueblos.
      Esperemos que la obra de Thierry Wolton contribuya a reflexionar y a corregir la norma de eximir unas dictaduras y condenar a otras.

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Asambleas de ciudadanos, estrategias y el derecho a la democracia

 CARLOS ROMERO M.

POLITIKA UCAB
 
En estos tiempos tan difíciles no nos pueden confiscar la capacidad de gritar con fuerza y decir con mucha contundencia que los venezolanos tenemos el derecho a la democracia, tal y como expresamente nos recuerda el artículo 1 de la Carta Democrática Interamericana.
 
Ese instrumento jurídico internacional reconoce que la democracia es esencial para lograr que las sociedades alcancen su desarrollo político, social y económico. Advierte que su pleno ejercicio será posible cuando la participación se asuma como un derecho que se ejerce de manera permanente, responsable y éticamente orientado al desarrollo de los propios ciudadanos.
 
Para la Carta Democrática Interamericana la participación ciudadana, ejercida en el marco del orden constitucional respectivo, representa una herramienta efectiva para reforzar la democracia representativa.
 
En tal sentido, las asambleas de ciudadanos, reconocidas en el artículo 70 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, representan esa herramienta útil de participación ciudadana que podría ser asumida estratégicamente como fuente de la soberanía popular para construir las bases legítimas de un acuerdo nacional sobre el cual edificar un compromiso unitario, urgente y necesario, a los fines de restaurar niveles básicos de confianza y sentar la bases para lograr un mínimo de cohesión social.
 
Ya no hay tiempo para ir a asambleas a escuchar a expertos y evaluar diagnósticos sobre la naturaleza del régimen. Es el momento de hacer de las asambleas de ciudadanos el espacio para que la participación trascienda al reclamo cívico sin abandonarlo; para que la participación supere la organización meramente electoral, para ampliar su dimensión hacia la búsqueda de conformar una fuerza que, articuladamente con la Asamblea Nacional, logre impulsar un proceso de construcción de consensos sobre los asuntos públicos que deben ser abordados responsablemente para enfrentar los desafíos que hoy tenemos.
 
Es necesario reivindicar, en la práctica, los artículos 52 y 62 de la Constitución Nacional. Ellos permiten comprender mejor el mandato del artículo 333 de la Constitución y sirven de base para fundamentar, de manera política y jurídica, las asambleas de ciudadanos como espacios efectivos para el reencuentro y la organización política de la sociedad.
 
En este sentido, en cada municipio del país una asamblea de ciudadanos –con la presencia de su diputado electo y a través de un manifiesto público debidamente aprobado por los ciudadanos–podría impulsar la relegitimación y el respaldo popular a las acciones que la Asamblea Nacional ha impulsado para la reivindicación de nuestro derecho a la democracia.   
 
Qué oportuno resultaría que con espíritu unitario, a lo largo y ancho del país, se impulsaran asambleas de ciudadanos orientadas, de manera coherente, a respaldar y relegitimar, en principio, tres acuerdos fundamentales aprobados por la Asamblea Nacional: el que declaró la ruptura del orden constitucional y democrático; el que declaró la responsabilidad política del Presidente y el abandono de sus funciones constitucionales y el que autorizó el enjuiciamiento del Presidente por los hechos de corrupción que se denunciaron.
 
Varios actos políticos de esa naturaleza –descentralizados, estratégicamente estructurados y respaldados por el marco constitucional– contribuirían a reivindicar los valores y principios sobre los cuales se debe activar la soberanía popular. Además, permitirían reiterar en momentos electorales ante los ojos del mundo y del propio Gobierno, el respaldo popular al único Poder Público que ostenta la legitimidad suficiente para restaurar la democracia y la plena vigencia de la Constitución. También sería un ejercicio de renovación del compromiso político de la Asamblea Nacional con el país en general.
 
Ese ejercicio cívico que se plantea en las líneas previas podría complementarse con un proceso estratégico de debate y  construcción de consensos, buscando sembrar las bases de un acuerdo nacional que podría tener una incuestionable legitimidad, si en cada municipio los actores de la sociedad civil lo suscriben formalmente como demostración de acuerdo y es sometido públicamente a la aprobación de los electores, como expresión clara de la soberanía popular. La Asamblea Nacional debería ser la destinataria de esos manifiestos y de esos consensos. Además, deberían sistematizarse mediante el debate parlamentario que necesariamente concluiría en la aprobación de un acuerdo nacional para la reconstrucción del país.
Foto: La Patilla

 
Ese acuerdo podría suplir el vacío que percibe y reclama constantemente la sociedad civil por la ausencia de un proyecto de país compartido. Además, podría servir de referencia política para confrontar con ideas y propuestas la renovación del Plan de la Patria y una eventual reforma constitucional. Ambas propuestas no pueden ser subestimadas pues están previstas en la hoja de ruta del Gobierno nacional.
 
En cada asamblea de ciudadanos, en cada manifiesto cívico, así como en el acuerdo que debería aprobar la Asamblea Nacional para concretar esta estrategia participativa, debería quedar expresamente señalado el compromiso irrestricto con el artículo 333 de la Constitución y con la participación ciudadana a los fines de restaurar los cinco elementos esenciales de la democracia representativa reconocidos por la Carta Democrática Interamericana, a saber:
 
1. Respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales.
2. Acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho.
3. Celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de soberanía del pueblo.
4.  Régimen plural de partidos y organizaciones políticas.
5.  Separación e independencia de los poderes públicos.
 
Sin esos elementos no hay democracia representativa y eso lo estamos experimentando con mucha crudeza en la actualidad. La participación a través de las asambleas de ciudadanos debería sensibilizar a la sociedad sobre el valor de esos cinco elementos para la tarea de afrontar con responsabilidad los desafíos que supone la urgencia que demanda aquellos asuntos públicos que hoy agobian y deterioran la calidad de vida de cada uno de los venezolanos.
 
Los problemas de la escasez del agua, de la inexistencia de instituciones públicas con capacidad de atender las necesidades básicas, el deterioro de nuestras ciudades por falta de recursos financieros para responder al mantenimiento y cuidado adecuado, la pobreza que va minando nuestra sociedad, son algunos de esos asuntos públicos que nos agobian. Esos temas están directamente relacionados con varios Objetivos de Desarrollo Sostenible y podrían ser asumidos como una referencia oportuna para facilitar el debate político sobre los asuntos públicos, priorizarlos y enmarcarlos en las metas globales que la ONU ha aceptado formalmente.
 
Impulsar, en medio de un proceso electoral, asambleas de ciudadanos para que la participación sirva de herramienta para la construcción de un acuerdo sobre la reconstrucción, inspirado en los cinco elementos de la democracia representativa ya mencionados y adecuado a los Objetivos del Desarrollo Sostenible 2030, nos permitiría asumir el día después del 20 de mayo de una forma proactiva. A pulso y con constancia, con participación y estrategia, podremos ir recuperando nuestro derecho a la democracia, pero es esencial un acuerdo formal de unidad.
 
 
El autor es abogado (Universidad Católica del Táchira) con especialización en Derecho Administrativo. Es coordinador de proyectos de la Fundación Konrad Adenauer. Excoordinador en la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado del área Políticas Institucionales.

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ARTICULANDO LA EBULLICION

Angel Oropeza

"Uno a uno, todos somos mortales. Juntos, somos eternos”.
Apuleyo

Venezuela está en ebullición. Todos los días hay decenas de protestas ciudadanas y expresiones populares de descontento frente a la grave crisis que padecemos. El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social registró en su último reporte 2.414 protestas de enero a marzo de 2018, lo que equivale a un promedio de 26 protestas diarias. Esta cifra representa un incremento de 93% en comparación con el mismo período del año pasado.
Frente a esta situación, los culpables de la tragedia que provocan estas protestas no solo niegan que ella exista, sino que se proponen además agravarla y eternizarla mediante su perpetuación fraudulenta en el poder. Por ello, necesitan acallar las voces e invisibilizar el legítimo descontento de la gente. Nuestro deber como venezolanos, por el contrario, es visibilizarlo y multiplicar su impacto. Porque lo que está en juego es la vida, y Venezuela merece vivir.
Pero la mayoría de estas manifestaciones de indignación popular siguen siendo todavía desarticuladas e inconexas. No trascienden de lo local porque no hay ningún elemento hilador de las mismas. Y es precisamente allí donde hay que concentrar el esfuerzo.
Uno de los objetivos del Frente Amplio es vincular entre sí a los distintos sectores sociales y políticos del país y a sus respectivas actividades, y establecer una gran red de comunicación entre ellos, elaborar una auténtica “telaraña” que enlace y relacione las expresiones de protesta y descontento de la población, para potenciar su efecto político transformador. Y cuando hablamos de efecto político, nos referimos principalmente a dos.
Por una parte, lograr que la población establezca la necesaria asociación entre los problemas que sufre y el responsable de generar esos problemas. No es posible la activación de un movimiento popular poderoso de cambio si la gente no sabe muy bien quién es el culpable de lo que quiere cambiar. Y en esto todavía queda mucho trabajo por hacer. En un artículo reciente mencioné cómo en el estudio sobre actitudes políticas Ratio-UCAB de febrero de este año, al preguntar, por ejemplo, quién es el responsable del desabastecimiento, solo 39% afirma que es Maduro y su gobierno, 6% señala a la oposición, 6% a los militares, 7% a la crisis económica mundial y un alarmante 30% al invento oficialista de la “guerra económica”, mientras 12% no sabe o no responde. Que la gente sufra es una tragedia. Pero una miseria mayor es sufrir sin saber quién es el responsable de ese sufrimiento. Enlazar las manifestaciones populares de descontento y vincularlas en un hilo comunicador, permite desarrollar una necesaria tarea de educación política para que muchos de nuestros compatriotas comprendan la asociación entre su penuria y quienes se benefician de ella. De nuevo, la única forma de superar nuestra actual tragedia es por medio de un cambio político, para lo cual la correcta identificación de las causas y sus responsables es una condición fundamental.
El segundo efecto político que se busca al vincular entre sí a los distintos sectores del país, es pasar de las protestas y manifestaciones de descontento concebidas solo como catarsis, como drenaje de la rabia contenida o de la legítima molestia, a entenderlas y asumirlas como un mecanismo imprescindible para provocar los cambios necesarios. Es convertir el rechazo en el germen irremisible de la exigencia de algo distinto. Es enviar constantemente el mensaje de rebeldía y no sumisión a quienes se enriquecen empobreciendo a los demás. Es la protesta que impide la calma que necesitan los explotadores para perpetuar su dominio. Es el grito que, al rechazar el presente, lo hace en demanda de un futuro distinto.
Ninguno de esos dos efectos es alcanzable si nos mantenemos desagregados e inconexos. Revertir esto solo es posible desde la unidad de los diversos. Y esta tarea es difícil, pero ineludible e imprescindible si queremos que Venezuela no se nos muera.



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domingo, 29 de abril de 2018

EL TIEMPO CORRE

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                   CARLOS A. ROMERO

EL UNIVERSAL

En Venezuela la política está dormida. Hay un desbalance bastante significativo entre las acciones y declaraciones emprendidas por varios gobiernos y organismos internacionales en contra de lo que hay en el país y los factores domésticos que no terminan de presentar una verdadera alternativa. En verdad, el pueblo está alejado del poder y se dedica a enfrentar con mucho tesón las calamidades cotidianas.
Basta revisar los contenidos de los medios y de las redes sociales para comprender el grado de radicalismo que se observa entre quienes son opositores y el “cuento de hadas” que transmite el oficialismo. Ambas visiones polarizadas no permiten analizar con claridad lo que está pasando y sobre todo, impiden proyectar lo que pueda suceder en un futuro cercano.
En primer término, la llamada comunidad internacional, es una parte, aunque sin duda muy poderosa de los actores internacionales que se oponen al régimen venezolano. Otro grupo de referencias globales apoyan al Gobierno y por ello es comprensible que las medidas tomadas progresivamente para ar-ticular un embargo financiero y económico no hagan mucha mella en la transición tan deseada por muchos compatriotas.
En segundo lugar, es falso que el dilema venezolano se vaya a solucionar con tan solo la aplicación de recetas del exterior y con un gobierno en el exilio. Mientras no haya una correlación de fuerzas entre los factores externos y los factores internos, no se podrá llevar adelante el cambio que el país requiere, ni tampoco se podrá pensar en una alternativa de poder ni implementar un programa de reformas.
El tiempo corre en contra de una solución negociada que impida tanto esta parálisis que vivimos ahora como algo que pueda ser peor. Por otra parte, todos los días se desbarata con mayor fuerza el catálogo de opciones pacíficas para salir de la crisis que afecta a una sociedad que está en peligro, así como también casi todos sus habitantes; por cierto, sin distinción alguna.

romecan53@hotmail.com

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LA INCERTIDUMBRE CRITICA

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                        LUIS VICENTE LEON

EL UNIVERSAL

La semana pasada hablamos de los supuestos que asumíamos como marco para los escenarios venezolanos. Resumiendo diría que suponemos que la votación ocurrirá en la fecha prevista, que no habrá cambios en las condiciones electorales, será evento no competitivo y la oposición se mantendrá dividida alrededor de votar o no votar.
Pero, ¿cuál es la incertidumbre crítica que define esos escenarios?
Para algunos la incertidumbre es si la oposición puede ganar la elección aprovechando su evidente mayoría (un dato absolutamente claro y concreto) o si el resultado está cantado negativamente, al mezclar la falta de condiciones electorales mínimas con la abstención natural e inducida, principalmente proveniente de la misma oposición.
Para otros, esa no es una incertidumbre, pues dan por descontado que el evento electoral es una farsa imposible de ganar para cualquier opositor y que ir a él es convalidar un proceso ilegítimo, perdiendo terrenos y fracturando incluso el apoyo internacional que la oposición ha logrado consolidar en los últimos meses. Es argumentario absolutamente racional. Para este grupo, la incertidumbre real es si la consolidación del triunfo “esperado” de Maduro desencadenará en acciones internacionales tan profundas que sacarán al gobierno del poder y rescatarán la democracia y los derechos, o si por el contrario el país está condenado a una autocracia, sin tiempo definido.
Yo tengo otra lectura para definir la incertidumbre crítica que define los escenarios. Recojamos parte de los planteamientos de los dos grupos opositores en pugna y metámoslos en la licuadora. Del primero tomamos que la oposición a Maduro es una franca mayoría y que si se manifestara electoralmente tendría una avalancha de votos difícil de ocultar. Pero agreguemos que el segundo grupo tiene razón cuando dice que para el gobierno ese triunfo opositor sería inaceptable y con costos infinitos, por lo que estaría dispuesto a hacer lo que sea necesario para evitarlo, por lo que la votación, en sí misma, no representa una incertidumbre en términos del resultado y menos controlando el gobierno toda la institucionalidad en ejercicio de poder, legítimo o no.
¿Esto quiere decir entonces que no es importante el resultado numérico de la votación, ya que éste no sería reconocido? Aunque ambos grupos tienen razones de peso, la mayoría de los análisis que he oído y leído para apoyar una u otra alternativa fallan en un elemento central. La votación si podría ser relevante y definir escenarios, pero no porque pudiera ser respetada espontáneamente, sino porque una votación masiva y mayoritaria, que sólo puede venir de la oposición, podría ser utilizada como excusa por el chavismo (civil y militar) que se sienta amenazado de sanciones y aislamientos para presionar su reconocimiento. Aquí esta la real incertidumbre. ¿Será que se produce una implosión del chavismo ante el riesgo al cruzar la frontera hacia una autocracia aislada? ¿Será que se produce el extraño match entre la votación de los opositores y la defensa chavista de ese voto para salvarse y exigir el reconocimiento del triunfo de Falcón, con quien podría plantear una negociación política, un gobierno de transición y un sistema de protección a futuro? ¿Una lavada de cara magistral, alrededor de una votación de su adversario tradicional, que ahora puede convenirles una vez que el futuro pinta negro? 
Esta es, para mí, la incertidumbre crítica y como tal no sabemos si ocurrirá o no, pero los valores que puede tomar esa variable definen las rutas que podría seguir el país y de acuerdo a ella se construyen los diferentes escenarios, que culminaremos desarrollando en nuestra última entrega la próxima semana.
luisvicenteleon@gmail.com  

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LA PRISA DE ORLANDO

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         CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ

EL UNIVERSAL

Desde los sucesos de 1989, las elites llevan 29 años de insaciable destrucción. Hoy aspiran completar su trabajo y aniquilar el aliento de democracia que sobrevive en las fuerzas y partidos alrededor de la candidatura de Henri Falcón. Lo decretaron hace un par de meses y si lo logran, tendremos un caso modelo de la marcha de la locura: la increíble y triste historia de una sociedad que pisa la raya totalitaria por su atroz inhabilidad para hacerse adulta y caminar por sí sola. Un caso patético en el que los grupos de poder toman siempre la peor opción y no debieron nunca usar pantalones largos.
Una de esas inquietantes novelas de Virginia Woolf, Orlando, narra de un personaje signado a vivir eternamente, y lo vemos en diversas épocas, desde la Roma Imperial hasta el siglo XX en su devenir de intrigas disolventes, daños al prójimo y perpetración de los mismos errores. Woolf satiriza así que la edad sirva para adquirir sabiduría porque hay una condición personal proclive a las calamidades que no derrota la experiencia. En la nave de la sandez en la que navegamos tres décadas, nuestro Orlando individual y colectivo, impulsa desgracias cruciales. Enalteció el crimen colectivo del caracazo, y responsabilizó a la gente decente y de trabajo.
La “culpa” era de la “sociedad egoísta”, “indiferente”, los empresarios, políticos, comerciantes. Solo la ceguera del espíritu podría enaltecer tal vergüenza colectiva, y dañar la salud espiritual al convertir una atrocidad en valor, en un acto de justicia popular contra la riqueza, la corrupción y demás pamplinas. En las sociedades en las que ocurrieron hechos vandálicos, con grupos dirigentes de inteligencia aceptable y cabeza en su sitio, los repudiaron con energía. Orlando asume el saboteo del Gran Viraje de Carlos Andrés Pérez y su equipo de tecnócratas.
¡Bienvenida la clase media!
Hizo pancartas para ironizar sobre la llegada de las clases medias a los cerros, porque el gobierno dizque las llevaba a la miseria, aunque en dos años el país crecía al mismo ritmo de China. Hablaba febrilmente del neoliberalismo, el capitalismo salvaje, los tecnócratas inhumanos. Sus revistas y prédicas se dedicaron a agitar la oscuridad del atraso contra los partidos políticos, depravar la libertad, las instituciones, la sociedad que había sido modelo democrático en Latinoamérica, que refugió en su seno colombianos, peruanos, ecuatorianos, chilenos, argentinos, cubanos víctimas de la violencia y la pobreza. 
Cuando los sandinistas convertían a Nicaragua en una nueva Cuba, él y los suyos siguiendo a Daniel Ortega y Ernesto Cardenal, hablaron de Iglesia pobre e Iglesia rica y almidonaron la teología de la liberación, el fidelismo infiltrado entre los católicos. Inventaron “80% pobreza” cuando Venezuela era al país más moderno de Latinoamérica, prácticamente sin inflación, ni devaluación y con alto standard de vida para todos los estratos, que despegaba en los 90, con el resto de Latinoamérica, hacia una nueva era. Orlando y sus Orlandos lograron convertirnos en el tarado de la región, el único país que descarriló las reformas que nos hubieran hecho Kuwait.
Luego apoyó a un anciano intelectualmente seco que quiso regresar al pasado y cuyo gobierno lamentable y su voluntad de venganza nos entregaron a la revolución. Los Orlandos se enamoraron de Chávez e hicieron desfilar teorías delirantes para demostrar que llegaba la justicia. Años después despechados porque el juego les salió nuevamente mal, como ya habían destruido los partidos, se apoderan de la oposición e inician una cadena de insensateces y despropósitos dignos de niños freudianos.
Chávez les agradece su ayuda
Referéndum revocatorio de 2004, paropetrolero, plazaltamira, hechos-de-abril, retiro-de-candidaturas-2005, llevaron la oposición a desaparecer, entronizaron, atornillaron y robustecieron a Chávez en el poder y nos echaron encima esta maldición. No tengo ninguna duda: de no ser por los disparates de Orlando y los Orlandos en su obtusa manera de enfrentarlo, el país hubiera derrotado a Chávez en el proceso electoral. Pero las locuras y las prisas (“el país no aguanta más” dicen desde 2003) le permitieron al comandante limpiar Pdvsa, las FF.AA, el TSJ y todos los resquicios del escualidismo. Gracias a la velocidad de Orlando el totalitarismo puede triunfar.
En 2016 y 2017 vuelven a la ofensiva y convencen a la oposición triunfante de tirarse por el barranco del nuevo RR y de las elecciones generales adelantadas, los-trancones, la-hora-cero, la calle-calle que produjo 160 familias enlutadas (no han dado ninguna explicación, ni han pedido perdón por la tragedia). Se apoderaron del cerebro de los que aspiraban ser dirigentes, hoy llaman a la abstención contra diez años de sus propias prédicas y ponen a enfangarse a unas cuantas guacamayas tuiteras que repiten canalladas e insensateces desde el subsuelo. 
Arremeten contra el último reducto de la oposición que no han podido arruinar y pretenden pintarrajear a Falcón con una de las campañas más sucias e inmorales habidas en Venezuela, una montaña de perros muertos comparable con la que ellos mismos lanzaron sobre Carlos Andrés Pérez. Montan parapetos organizativos, convocan acciones que fracasan, son la impotencia. Es más fácil destruir que construir y Orlando está en lo suyo. Tiene habilidad para reducir todo a escombros. Si el país se lo permite afrontará su malandanza.
@CarlosRaulHer

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Halliburton y el colapso de la industria petrolera en Venezuela

EL NACIONAL

Halliburton, la empresa mundial de servicios petroleros, anunció el pasado 23 de abril que producto del retraso de pagos de la empresa estatal Petróleos de Venezuela deducirán de sus cuentas por cobrar la inversión restante de 312 millones de dólares en Venezuela, reseñó The New York Times.
Francisco Monaldi, venezolano especialista en energía de la Universidad Rice aseguró que la medida por parte de Halliburton representa “un paso más en el colapso de la industria petrolera venezolana”, porque se pierden contratistas de servicios petroleros fundamentales para las operaciones del país.
Christopher Weber, director de Finanzas de Halliburton, explicó que esta medida responde al colapso de la moneda venezolana y al deterioro del clima político en el país.
Respecto al año pasado, la producción diaria de crudo en Venezuela cayó en 200.000 barriles, lo que representa el nivel más bajo en treinta años.
Christopher Weber, director de Finanzas de Halliburton, atribuyó la decisión de deducir los activos de la empresa en Venezuela a distintas razones, incluyendo el colapso de la moneda venezolana y el deterioro del clima político.
También mencionó las sanciones de Estados Unidos, que prohíben a inversionistas o empresas estadounidenses adquirir o vender nueva deuda de Pdvsa.

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EL ESCRITOR Y EL TIRANO

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                           TULIO HERNANDEZ

EL NACIONAL

A finales de la semana pasada hacían en Alcalá de Henares los últimos preparativos para la entrega del Premio Cervantes, que por primera vez en sus 42 años le ha correspondido a un hijo de Nicaragua. Mientras tanto, en Managua, la capital de la pequeña nación centroamericana, la policía nacional reprimía violentamente las manifestaciones de protesta contra los abusos del régimen sandinista que sacuden la capital.
Es de suponer que a esa misma hora el escritor Sergio Ramírez, el nicaragüense a quien el jurado había concedido el premio en su edición 2017, hacía los últimos ajustes al discurso que dos días después leería en el acto de entrega presidido por los reyes de España. Y que mientras lo hacía se enteró de que la represión había sido cruenta y cobrado la vida de veinticuatro estudiantes y un periodista.
El escritor, lo sabemos, volvió al texto que venía masticando desde el momento mismo cuando se enteró de la decisión del jurado y, adolorido, agregó: “Permítanme dedicar este premio a la memoria de los nicaragüenses que en los últimos días han sido asesinados en las calles por reclamar justicia y democracia, y a los miles de jóvenes que siguen luchando, sin más armas que sus ideales, porque Nicaragua vuelva a ser República”.
II
Debemos subrayar que Ramírez, sabiamente, se privó de nombrar al responsable mayor de los veinticinco asesinatos. A Daniel Ortega. El hombre que ha gobernando Nicaragua durante cuatro períodos y permanecido más años frente al poder de los que estuvo “Tachito”, el último de la dinastía de dictadores Somoza.
Tal vez lo hizo por pudor. Quizás le pareció redundante. O no quiso salpicar de miseria la misma pieza oratoria perfumada por los nombres de los grandes de su país y de su corazón: César Augusto Sandino, Rubén Darío, su esposa Tulita. Prefirió el recurso de ignorarlo que traer al presente el apelativo tóxico de quien alguna vez fue su compañero de fórmula a la Presidencia y Vicepresidencia de la República de Nicaragua.
III
Lo cierto es que la historia, el azar o los hilos secretos que entrecruzan pícaramente los destinos humanos hicieron una de las suyas. Se empeñó en que ocurrieran casi simultáneamente dos acontecimientos: la consagración universal de Ramírez como el más grande escritor nicaragüense luego de su admirado Rubén Darío y la graduación de Ortega como el más sangriento gobernante de Nicaragua, luego de la saga impresentable de los Somoza.
Porque, hay que reconocerlo, tal como me lo explicó el mismo Ramírez en una entrevista reciente realizada en Bogotá, Ortega había cometido actos de corrupción desmedida; pactado con lo más oscuro y vil de la ultraderecha nicaragüense; puesto a su servicio el árbitro electoral; hostigado y perseguido a sus adversarios, incluyéndolo a él mismo y a Ernesto Cardenal; apoyado los gobiernos tiránicos de Chávez y Maduro, y; puesto fin a la breve experiencia democrática de su país, pero no había incurrido en la ruta sangrienta de las dictaduras Somoza. La semana pasada comenzó a transitarla.
IV
Las pantallas de algunos televisores fueron escenario de un curioso contrapunteo. El lunes algunas retransmitían los balbuceos del otrora héroe sandinista devenido en tirano bananero tratando, en aprieto frente a las cámaras, de deshacerse de las manchas de sangre. Y a continuación, aparecía la impronta serena y sobria de Sergio Ramírez, vestido de levita, pronunciando agradecido una hermosa pieza oratoria que quedará flotando por años en la conciencia de la lengua y de esa unidad histórica y cultural llamada Iberoamérica.
Para que no nos quede nunca dudas de su credo civil y democrático leyó, evocando a Darío, como si de un verso se tratara: “Curioso que una nación americana haya sido fundada por un poeta, con las palabras, y no por un general a caballo con la espada al aire”Y terminó convenciéndonos, desde sus ojos entornados, mitad sabio oriental mitad adolescente distraído, cuando dejó caer como quien no se ha dado cuenta de lo que dice: “...me figuro a Cervantes como un escritor caribeño, capaz de descoyuntar lo real, y encontrar las claves de lo maravilloso”.
La Revolución los puso juntos, la ética devolvió a cada uno a su lugar.


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¿Campaña electoral?

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                   ELIAS PINO ITURRIETA

EL NACIONAL

La campaña electoral no anima porque no puede animar. Frente al silencio de la MUD, que se lo está pensando mucho para decir algo de interés sobre el supuesto suceso, es decir, para demostrar que tenía razón cuando se negó a asistir a la fiesta comicial a la cual invitaba la dictadura, el hecho de la apatía generalizada le viene a dar razón. Ante el desempeño silencioso del Frente Amplio, que nació como respuesta a una convocatoria digna de toda sospecha y apenas ha dado pasos balbuceantes, el esquelético espectáculo que se pasea por el ágora nacional permite la justificación de su existencia e invita a pensar en que algo hará dentro de poco partiendo de la nada en la que ha desembocado el evento que provocó su nacimiento.

El comienzo de lo que habitualmente se caracteriza por el dinamismo, pero que ha logrado cotas mínimas de vivacidad y notas penosas de excitación colectiva, apenas ha servido para justificar el alejamiento de quienes se excluyeron del juego antes de que empezara. La campaña electoral nos dice con generosa elocuencia cómo hace para no ser de veras una campaña electoral, hasta el punto de obligarnos a poner la vista en los partidos y en los factores de opinión pública que prefirieron quedarse en el hombrillo de la autopista antes de que sonara el pitazo de partida. Porque no se observa nada desde ese lugar, no pasan las caravanas, no suenan los claros clarines de los paladines ni el aire cada vez más pesado se mueve por la agitación de banderas partidarias. Entonces no queda más remedio que murmurar desde las orillas sobre la validez de una decisión de apartamiento o, si se quiere, sobre la suerte de pegar un pronóstico que, como todos los pálpitos adelantados, podía pasar a la abarrotada canasta de los desaciertos.
Pero era fácil acertar. La cosa estaba de anteojito. No solo por las ventajas que se olían antes del arranque de la jornada, por el destino vendido del CNE y por la necesidad que tenía Maduro de buscar una manera de sobrevivir tras una máscara de civismo en medio de la crisis descomunal que ha provocado, sino también porque se necesitaría una dosis excesiva de ingenuidad, o de necedad contagiosa, para sentir que se podía pescar una pieza comestible en el discurso del candidato oficial. La catástrofe de la “revolución” y las orfandades retóricas del dictador auguraban plazas vacías y marchas desérticas, porque la gente ya sabe, con algunas excepciones, que no se le puede pedir a un individuo lo que no puede ofrecer ni cuando lo ponen en un potro de tormento. Quedaba, desde luego, la posibilidad de mirar a la esquina contraria, pero también para sentir, sin posibilidad de asombro, el desabrigo de las estepas. Para la mayoría de los ciudadanos fue evidente que la luz no salía de Barquisimeto, detalle que solo puede satisfacer a los amantes de las medianías y a quienes se contentan con el simulacro de empujoncito que los mantiene en el confort de las inercias. De allí la ausencia de movimiento electoral, tan evidente como que hoy es domingo.
Están en el centro de la escena los estragos de una crisis como pocas a través de la historia, capaz de mover voluntades, o de paralizarlas, pero hoy apenas se quiso hurgar en la superficie para pensar en cómo los ánimos, o los desánimos, volverán al desamparado capítulo de la víspera electoral debido a la frustración que provocará una campaña que no existió y que, para colmo, conducirá a unos resultados capaces de aumentar el descreimiento generalizado mientras se profundizan las carencias materiales de la sociedad. Las referencias a la MUD y al Frente Amplio, hechas al principio, no fueron vanas. El escándalo de los escrutinios de una parodia y el destino de unos liderazgos dignos del descrédito redondo cuando termine el evento nos volverán a ellos, con bastante probabilidad, si demuestran que están vivos y que no esperarán el fin de la “contienda” para dar señales de vida con una palabra digna de seguimiento. No pueden vivir del desacierto ajeno, ni de la escaramuza de dos oscuranas, ni de la trampa cantada y esperada, sino de mostrar que pueden descifrar el rompecabezas de mayo para que el tiempo de la esperanza no deba hacer ahora una extenuante cola de seis años.
epinoiturrieta@el-nacional.com
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