viernes, 31 de enero de 2020

Venezuela. Guaidó: Ahora tenemos más oportunidades para lograr una transición

El Nacional

Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela, aseguró que ahora hay más oportunidades para lograr una transición de gobierno y acabar con la crisis que azota al país.
En entrevista con Patricia Janiot, Guaidó dijo que no hay una fecha exacta para salir del régimen de Nicolás Maduro. Sin embargo, hay una posibilidad enorme de que haya avances en los próximos días o semanas.
«Cuando tengamos toda la presión internacional y movilizaciones en las calles. Todo esto sucederá en simultáneo en los próximos días. Tenemos una posibilidad enorme. Ha habido dudas en el pasado, pero más son las oportunidades para Venezuela de poner fin a la tragedia», señaló Guaidó ante la pregunta de Janiot sobre cuándo se logrará la salida de Maduro del poder.

«Eso es lo que podemos y vamos a hacer en los próximos días, semanas, para detener el sufrimiento de los venezolanos», agregó el también presidente de la Asamblea Nacional.

Guaidó reconoció que la comunidad internacional y su presidencia subestimaron la capacidad de Maduro de hacer daño, razón por la que aún continúa en Miraflores.
«Hemos intentando todo lo necesario, pero Maduro prefirió aliarse con el ELN y con colectivos (…) que abrir una puerta a una solución. Por eso necesitamos apoyo», indicó.

En este sentido, detalló que durante su gira internacional expuso las mafias del régimen, en especial, la del tráfico de oro desde el Arco Minero.
«Maduro trafica oro desde Venezuela y con eso financia al ELN y grupos terroristas. Necesitamos el apoyo del mundo para frenar ese tráfico ilícito de oro para que no financien a estos grupos paramilitares», apuntó.

Escalada de presión diplomática

En cuanto a qué esperar en el futuro luego de esta gira internacional y los encuentros con diversos mandatarios extranjeros, Guaidó dijo que habrá una escalada en la presión diplomática.
Asimismo, señaló que durante estas reuniones unificó las posiciones sobre cuál y cómo debería ser la restitución de la democracia en el país.
Aunque no descartó que todas las opciones, incluida la militar, estén sobre la mesa, refirió que solo están apostando a una solución conjunta y en la que todos concuerden.

Postura ante Cuba

Respecto a sus declaraciones sobre que Cuba podría ser parte de la solución a la crisis venezolana, el mandatario aclaró que su postura hacia el régimen cubano no cambió en absoluto.

«No hemos tenido ningún cambio, por el contrario, hemos sido muy firmes. Lo que hemos dicho es que vamos a hacer todo lo posible para detener tanto la injerencia de Cuba como la situación que tienen otros países sobre Venezuela», acotó.
Guaidó regresará a Venezuela luego de culminar su gira en Miami el sábado, donde se reunirá con la diáspora venezolana en el marco de un mitin político.
El presidente del parlamento no confirmó si ese día se encontrará con el presidente de Estados Unidos, Dnald Trump. «Esperamos coincidir en agendas», dijo.

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Estrategias
Eduardo Fernandez


Frente a las elecciones parlamentarias ordenadas por la Constitución Nacional para este año 2020 el gobierno aplicará la misma estrategia. Dividir a la oposición.
La estrategia del gobierno para las elecciones parlamentarias que deben celebrarse en este año 2020 está clarísima.

El gobierno quiere repetir la misma estrategia utilizada en las presidenciales del año 2018. Es decir, unas elecciones que las gane la abstención y que las cobre el gobierno.

El gobierno conoce las encuestas. El gobierno sabe que si la gente vota el gobierno pierde. Y el gobierno no quiere perder. El gobierno quiere perpetuarse en el poder así sea en contra de la voluntad manifiesta de los venezolanos que quisiéramos un cambio de gobierno pronto.

La estrategia del gobierno está clarísima: convocar las elecciones lo más temprano que sea posible. Hacer algunos cambios cosméticos en la composición del Consejo Supremo Electoral. Aceptar un acompañamiento internacional inofensivo pero, sobre todo lograr que la oposición no vote. Este es el punto más importante para la estrategia del gobierno: Que la oposición se quede en su casa. Que la oposición contribuya con su abstención a que el gobierno vuelva a apoderarse de la Asamblea Nacional.

En las presidenciales del año 2018 el gobierno “triunfo” con una enorme mayoría en contra. El C.N.E le atribuyó al candidato del gobierno algo menos de seis millones de votos. El electorado venezolano es de 20 millones de electores. Quiere decir que catorce millones de electores venezolanos no votamos por Maduro. Sin embargo, Maduro sigue en Miraflores. Ganó la abstención y cobro Maduro. Tan simple como eso.

Frente a las elecciones parlamentarias ordenadas por la Constitución Nacional para este año 2020 el gobierno aplicará la misma estrategia. Dividir a la oposición. Promover la abstención y recuperar la Asamblea Nacional con una abrumadora minoría de votos.

Fue muy incómodo para el gobierno haber perdido por paliza la elección parlamentaria del año 2015. Ha sido muy incómodo haber tenido que lidiar con una Asamblea dominada por la oposición: El plan de dominio creciente de todos los órganos del poder público les impone la necesidad de dominar también a la Asamblea Nacional. La única manera de lograrlo es convencer al voto opositor de que se quede en su casa.

Ya comentaremos, en un próximo artículo lo que debería ser una estrategia acertada para la oposición. Para no dejarnos arrebatar la única de las tres ramas del poder público que ha logrado escapar al control del oficialismo: la Asamblea Nacional.

Seguiremos conversando.

Eduardo Fernández
@EFernandezVE

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jueves, 30 de enero de 2020

¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE VENEZUELA?
MARTIN CAPARRÓS
THE NEW YORK TIMES
MADRID — Era un ministro menor; se metió con Venezuela y se metió en problemas. En estos días, acosado por medios y rivales, el ministro español de Transportes, un señor Ábalos, debió explicar que es cierto que esa noche estuvo en el avión de la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, aparcado en Barajas pero que fue porque quería ver a otro ministro venezolano amigo suyo que venía en ese avión y que no se reunió con la señora Rodríguez sino que, al contrario, le impidió que pisara suelo español —porque ella tiene prohibida la entrada en la Comunidad Europea— y algunos medios le dicen que miente, que sí que se reunió con ella, y algunos partidos piden su renuncia y su presidente, Pedro Sánchez, prefiere no recibir a Juan Guaidó de paso por Madrid, y el expresidente socialista González se lo reprocha y el expresidente socialista Rodríguez se lo encomia y en cambio el alcalde derechista de Madrid le entrega a Guaidó las llaves de la capital y se lo lleva a ver al jefe de Vox, y el sainete ya lleva días y continúa con bríos. Es Venezuela: el nombre de los dimes y diretes, esa forma de la confusión contemporánea, esa manera de hablar sin saber muy bien de qué: siempre de otra cosa. Venezuela.
Un cable de EFE parece un buen ejemplo: “Policías venezolanos rodean la oficina personal de Juan Guaidó en Caracas”, titulaba hace unos días la agencia de prensa estatal española. Nos repitieron tantas veces aquello de que la noticia es que un hombre muerda a un perro; del mismo modo, noticia sería que los policías que rodean una oficina en Caracas fuesen colombianos, camboyanos o zulúes. Pero no que en la capital de Venezuela actúe la policía venezolana. Y sin embargo el gentilicio estaba en ese título: algo más que un error, poco menos que un síntoma. El sustantivo Venezuela, el adjetivo venezolano se han transformado, últimamente, en mucho más que una mera descripción. Han perdido, de muchas formas, el sentido, y han ganado otros: la condena, la descalificación, el miedo.
Por supuesto, como pasa con tantas palabras castellanas, estas tampoco significan lo mismo en distintos países o regiones del idioma. En América Latina la fuerza de la palabra Venezuela en el debate político tiene ya veinte años, desde que el comandante Hugo Chávez Frías apareció como un parteaguas y las partió a golpes de discursos y dineros.Continue reading the main story
Entonces la dizque izquierda latinoamericana se recostó en Venezuela, recibió su sostén, defendió sus gobiernos, la exaltó en sus proclamas. Y la derecha latinoamericana la usó como su cuco: ya agotado el fantasma de la Revolución cubana, necesitaban uno nuevo y el de Chávez les resultó útil, el de Maduro inmejorable. Fueron las dos etapas del uso de Venezuela: cuando le iba mejor, hasta la muerte de Chávez, la amenaza era que quisieran “exportar su revolución” a otros países; cuando le empezó a ir muy mal, la amenaza era que les exportaran el desastre.
Así que, tras diez o doce años de temer a Venezuela, la gran derecha latinoamericana empezó a agradecerla: era la muestra viva del fracaso de esas tentativas que, supuestamente, querían evitar en sus países. Todos lo usaron; es probable que nadie lo haya usado tan bien como el expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez, que se inventó la amenaza del “castrochavismo” para transformar a sus módicos rivales electorales en lobos feroces, manadas ululantes.
A España, en cambio, Venezuela tardó más en llegar. Hasta 2014 era un tema que interesaba a casi nadie; fue entonces cuando surgió, como desde la nada, Podemos. Su aparición fue fulgurante y el establecimiento español se sintió curiosamente amenazado. Podemos no entraba en las categorías conocidas, rompía con el orden político habitual, lo cuestionaba con fuerza y, sobre todo, era tan nuevo y tan juvenil y tan agreste que sus enemigos no sabían cómo acosarlo. Cundió el pánico, hasta que alguien —esos periodistas, esos policías— “descubrió” que algunos de sus socios fundadores habían recibido dinero del Estado venezolano. De pronto, todo entraba en la norma: esos muchachos impolutos impetuosos inimputables también tenían sus trapos sucios; se los podía atacar como ellos atacaban a “la Casta”, el club de los ricos y los políticos españoles. Ese dinero venezolano, se transformó en la versión renovada del Oro de Moscú: la “injerencia extranjera” que explicaba y descalificaba la participación de un sector nuevo en la política española. Y entonces Venezuela, que nunca había sido un tema relevante, llegó al centro del debate.
Corría 2016; los medios serios que siempre lo habían mirado de reojo de pronto publicaban editoriales y reportajes y columnas sobre las carencias y violencias de aquel país lejano. Y programas de la televisión más masiva, tan rellenos de sangre y siliconas, despachaban heroicos enviados para mostrarnos aquel frente de batalla llamado Caracas. En unos meses, Venezuela se transformó, en España, en sinónimo de todos los males. Y, como en el resto del mundo hispanoparlante, se volvió también un eje de la definición de los políticos —aunque, por supuesto, nunca de las políticas—.
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Ahora, todavía, los políticos de la derecha española, que evitan hablar del resto del mundo como si lo cubriera una lepra rara, blanden Venezuela. En los debates electorales españoles nadie nunca pronuncia los nombres de Colombia, México, Argentina, Francia, China; Venezuela siempre sale de algún labio derechón. Y, en respuesta, los políticos de la dizque izquierda española se apuran a desmentir que sus ideas tengan ninguna relación con las que se aplican —o no se aplican— en aquel país.
El caso es curioso: está claro que, para la derecha hispanoamericana, Venezuela —el fracaso estrepitoso de Venezuela— es una bendición, un arma que usan con abundancia y alegría. Pero, a diferencia de lo que suele pasar en estos casos, no hay otro sector —no hay una izquierda, un centroizquierda— que quiera defenderla. A lo sumo, les molesta no poder condenarla como a veces querrían.
Venezuela les resulta un engorro: les complica la vida. Por historias, por ciertas lealtades, por tozudez, algunos querrían reivindicarla; es difícil cuando los informes más serios hablan de la peor violencia, de un Estado que ha torturado y matado a miles de personas; es difícil cuando millones huyen corridos por el hambre. Lo intentan, igual, a su manera. A principios de enero, por ejemplo, cuando el gobierno de Maduro impidió que los parlamentarios entraran a la Asamblea Nacional, el nuevo canciller peronista argentino emitió un comunicado duro, que decía que esos actos “resultan inadmisibles para la convivencia democrática” y que era necesario “facilitar ese proceso de diálogo para que Venezuela pueda recuperar a la brevedad la normalidad democrática que históricamente ha caracterizado a ese país”. Si no hay normalidad democrática, le preguntaron al presidente Fernández, será que hay una dictadura; él lo negó. Quizá su lealtad a su exjefa, Cristina Fernández, le impida definir así al régimen de Maduro; quizá crea que un Estado que mata menos de 10.000 personas al año no califica para dictadura; por las razones que sean, no lo hace.
Y entonces se arman esas discusiones léxicas que, a primera vista, parecen caprichosas, vanas: si lo que pasó en Bolivia en noviembre fue o no un “golpe de Estado”; si Venezuela es o no “una dictadura”. Se ve nimio, pero no lo es. El fantasma de la “palabra eficaz” —la que produce efectos en la realidad—, tan caro a las viejas religiones, reaparece en estos debates: muchas cosas dependen de que se use una palabra u otra. Si hay un “golpe de Estado” o una “dictadura”, los organismos internacionales y los países ponen en marcha una serie de medidas que no ponen si no los hay. De allí tanto debate léxico: el peso de las palabras, en este caso, puede hundir construcciones relevantes.
Venezuela, entonces, la palabra Venezuela, la palabra venezolano, han cobrado en nuestros países una fuerza que nunca tuvieron. Nadie habla de ellos y de ella cuando habla de ellos y de ella; a la mayoría de los que la nombran les dan igual sus 32 millones de ciudadanos, sus cuatro o cinco millones de desterrados, sus búsquedas, sus penas. Venezuela, la palabra Venezuela, se ha vuelto un arma de la gran derecha, un lastre de las pocas izquierdas, una incomodidad constante, una palabra que dice lo que no debiera. Es extraño. Todo un país tendría que cambiar para que esa palabra, por fin, recupere el sentido. O, quién sabe, todo un continente.
Martín Caparrós (@martin_caparros) es colaborador regular de The New York Times. Su ensayo más reciente, Ahorita, acaba de aparecer. Su próxima novela, Sinfín, que se publicará en marzo de 2020, transcurre en 2070.

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miércoles, 29 de enero de 2020

LA UNIDAD EN TORNO A GUAIDÓ

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                           TRINO MARQUEZ


La gira de Juan Guaidó por Colombia, Europa y Norteamérica fue un éxito. La forma sorpresiva y espectacular como salió de Venezuela dejó desconcertado a todo el mundo, empezando por los cuerpos de seguridad del Estado. El hombre tenía prohibición de salida del país, dictada por Maikel Moreno. Su escapada fue un claro mentís al mito acerca del férreo y eficaz espionaje  que supuestamente mantienen  los rusos y los cubanos sobre los movimientos de la oposición. El líder político más vigilado del país se les escapó a sus cancerberos a plena luz del día. Según declaró después Henri Ramos Allup, Acción Democrática y los otros partidos del G-4 estaban enterados de la operación que pondría a Guaidó en el país neogranadino y le permitiría asistir a la Cumbre Antiterrorista en Bogotá. Los únicos que no estaban informados eran los miembros del G-2 cubano que tutelan al Sebin, a la Dgcim y a los demás organismos responsable de mantener acosados a los dirigentes opositores. Lo más probable es que Guaidó haya abandonado a Venezuela con la complicidad de miembros de esos cuerpos y de alguno que otro militar. Nicolás Maduro, a partir de ese día, debe de sentirse menos confiado. 


         La asistencia de Juan Guaidó al foro de Davos, sus encuentros con Boris Johnson, Emmanuelle Macron, Justin Trudeau, la Canciller del gobierno de Pedro Sánchez, Arancha González, y la impresionante concentración en la Puerta del Sol, acompañada de la entrega de las Llaves de la Ciudad de Madrid por el alcalde José Luis Martínez Almeida, lo situaron de nuevo en la cima, y a la oposición la catapultó otra vez en el plano internacional.


2020 despuntó con una oposición que demostró por enésima ocasión que no se rinde. Puede equivocarse, y de hecho lo hace con más frecuencia de lo razonable, pero no claudica. La mayoría no se deja sobornar, ni engullir por el régimen. En contraste, Maduro ha rumiado su furia descalificando la tenacidad del joven líder, quien lo forzó a incurrir en una enorme torpeza al pedirle a Delcy Rodríguez, uno de los rostros más desprestigiados del madurismo, que fuese a Turquía, con una breve paradita en el aeropuerto de Barajas. El disparo le salió por la culata. Mientras Guaidó era enfocado por los reflectores de los principales medios de comunicación del planeta y The Washington Post lo declaraba el hombre momento, Maduro, en una oscura maniobra con Pablo Iglesias, le ordenaba a su vicepresidente violar las sanciones impuestas por la Unión Europea contra algunos de los altos funcionarios del gobierno venezolano, incluida la señora Rodríguez. Gigantesco fallo que puso a José Luis Ábalos, ministro de Transporte español y jefe de organización del Psoe, al borde de la salida del gabinete de Sánchez. La rabia y el reconcomio jamás son buenos consejeros.


         Los éxitos en el exterior no sabemos si se traducirán en logros internos. La oposición dentro de Venezuela se encuentra dividida. La labor de zapa del régimen se ha anotado algunos logros. El grupo encabezado por Luis Parra en la Asamblea Nacional ha recibido todo el apoyo del madurismo. Los medios oficiales se volcaron a respaldarlo. El gobierno y esa “oposición oficial” hasta elaboraron un guion según el cual Parra y sus compinches representan la “derecha” dentro del Parlamento, mientras la fracción del Psuv sigue encarnando los intereses de la revolución. Por supuesto, se trata de una “derecha” que dialoga, racional y muy aplicada. Tanto, que de vez en cuando se deja engrasar las manos.


         Aparte de esa “oposición” acomodaticia y muy bien recompensada, existen otros sectores. Unos más extremistas, que demandan la intervención extranjera ya; otros más moderados, que insisten en la negociación y el diálogo para buscarle una salida pacífica, preferiblemente electoral, a la crisis nacional. Con la oposición oficial no puede contarse. Hay que descartarla. Fueron cooptados por el régimen. Pasaron a la nómina del Psuv. El reto  reside en lidiar con los otros grupos. Establecer puntos de encuentro.


         Una de esas zonas de convergencia podría ser la relacionada con las condiciones electorales. En el más reciente estudio de Consultores 21, la prestigiosa firma de estudios de opinión, se señala que si se cambia el CNE y se logra la supervisión internacional, casi 70% de los electores estarían dispuestos a votar en las próximas elecciones parlamentarias y en unos eventuales comicios presidenciales. La inmensa mayoría lo haría por el candidato o los candidatos opositores. En cambio, si persiste el mismo CNE, o se introducen pocas variantes, y no hay vigilancia internacional, sólo votaría 37%; es decir, el chavismo duro y una franja reducida de ni-ni. Los opositores se abstendrían. Dentro de las condiciones adicionales que habría que exigir podría incluirse que no haya presos políticos, ni figuras o partidos opositores inhabilitados.


         Aprovechar el enorme impacto positivo de la gira internacional  de Guaidó, y la debilidad y aislamiento del régimen, para presionar por un cronograma que incluya las elecciones parlamentarias y las presidenciales, con condiciones que garanticen comicios transparentes, permitiría unificar la oposición. Juan Guaidó podría liderar esa vasta y compleja operación.


         @trinomarquezc

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lunes, 27 de enero de 2020


LA SOBREVIVENCIA

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                  Carlos Canache Mata 

Desde hace tiempo suenan a repique las campanas del cambio. El actual usurpador del poder  no quiere irse. Un país devastado es el legado de su ejecutoria gubernamental. La historia tiene sus estafas, pero ésta, la que ahora se le hace a Venezuela, es de marca mayor.  Habrá que cincelarla en piedra para que sobre ella no caiga la piedad del olvido. Cuando vuelva la libertad,  las nuevas generaciones tendrán presente a Santayana, quien consideraba  que “aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”.

   Sobre el desastre ha caído la deshonra. Tenemos un presidente de facto, engendro de una farsa electoral, que ha ofendido la soberanía nacional con su reciente declaración de que Raúl Castro “es nuestro hermano mayor y protector” y  que el embajador de Cuba asiste a las reuniones del Consejo de Ministros en el Palacio de Miraflores. Este retorno a una especie de semi-colonia seguramente ha generado repulsa en el seno de los sectores de la FAN que ni están comprometidos  con la dictadura ni participan en sus latrocinios. Esa cesión de la dignidad del país será pagada. Como dice el libro del Eclesiastés, “en este mundo todo tiene su hora”. Y como lo recuerda la sabiduría popular, la justicia a veces tarda, pero llega.

   Tenemos una catástrofe política, una hecatombe económica y una tragedia social.

La catástrofe política se patentiza en la demolición del Estado de Derecho. La Constitución Nacional es más que papel mojado, es papel hecho trizas. No hay separación de poderes, se ultrajan los derechos humanos, los principales partidos políticos están inhabilitados, los periódicos impresos que no cantan loas al régimen han ido desapareciendo y migran a la digitalización que también es bloqueada, las torturas están a la orden del día, el terrorismo y el narcotráfico anudan vinculaciones cómplices en las alturas oficiales, y un contubernio con países antidemocráticos extracontinentales crean riesgos geopolíticos en nuestro hemisferio. El único poder legítimo existente, la Asamblea Nacional, no puede sesionar en el Palacio Federal Legislativo  porque un cerco militar y policial, con la ayuda de los llamados “colectivos”, se lo impiden.

La hecatombe económica es multidimensional. Más de 6 años con severas caídas del producto interno bruto, una hiperinflación de las mayores del mundo (en diciembre pasado,la canasta alimentaria familiar se ubicó en un monto de 8.250.481,71 bolívares, en tanto que la canasta básica superó los 27 millones de bolívares, según ha informado el Cendas-FVM), la moneda nacional está pulverizada (y no cumple con sus funciones de unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor para el ahorro), una voluminosa deuda externa en default, las empresas básicas de Guayana en el suelo, caída en picada de la producción petrolera de PDVSA que la OPEP  informa fue de 714.000 barriles diarios en diciembre pasado. El reputado economista Ricardo Hausmann declaró el 23 de este mes que “Venezuela tenía un sistema bancario que tenía activos por 80 mil millones de dólares y ahora están en mil”, y que, además, “tenía un sistema eléctrico que podía generar 35.000 megavatios de potencia y ahora no llega a 12 mil, que este era un país que estaba produciendo 10 veces más comida de lo que produce ahora, que tenía un sistema industrial que era 10 veces más grande de lo que tiene ahora”. En toda la Administración Pública, campea la corrupción; Transparencia Internacional publicó el jueves pasado el Índice de Percepción de la Corrupción (el principal indicador mundial de la corrupción en el sector público)  correspondiente al año 2019, y allí se informa que “Venezuela es el país más corrupto en América y el quinto del mundo”.

   La tragedia social es manifiesta en servicios públicos esenciales como la salud y la educación. Como consecuencia de la prolongada contracción económica, hay una alta tasa de desempleo. La pobreza y el hambre arropan a la gran mayoría de la población. Existe una emergencia humanitaria compleja.

   Aquí, en nuestro país, no se vive, se sobrevive.













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“Solo con votos no podemos” 
 José Luis Farías
La gira por Bogotá, Davos, Londres, Bruselas y Madrid, terminó de barrer el piso con las voces agoreras, que desde este lado de la acera y cumplido el año de gestión proclamaban y celebraban el presunto fin de Guaidó. A llorar al valle.
El recorrido les puso la mano en el pecho con un mentís por cuanta barbaridad echaron a rodar en busca de suplantarlo. Con el pasar de estos primeros días de enero de 2020 ha quedado desnuda la manipulación subyacente en la idea, expuesta por voces interesadas, de que Nicolás Maduro es el triunfador en 2019 y por tanto Guaidó habría fracasado. Vana ilusión.
La cursi afirmación se aprovechaba del desánimo general de la población agotada por una despiadada crisis económica y social que devastó el aparato productivo nacional y destruyó los servicios públicos, un caos general que se ha llevado por el medio las más elementales condiciones de vida, para presentarle un culpable cuyo plazo, según su perverso calendario, habría fenecido el 31 de diciembre de 2019. Oportunismo puro y duro. El signo de esa presunta victoria de Maduro sería su permanencia todavía en Miraflores. El uso en modo descontextualizado de este hecho borroso e inicuo, sin mencionar el expolio ni la manu militari sobre la cual se asienta, busca impactar impunemente en el espíritu del común. De ilusiones también se vive.
El propósito de los ataques ha sido sumergirlo en la tesis política de los dos grupos oscilantes ante el único poder legítimo de la república, encarnado por Guaidó. Valiéndose del necesario ajuste de la estrategia para imponer a troche y moche sus agendas políticas. A quién engañan.
Unos lo acusaban de confrontador y otros de cohabitador, ambos de incapaz de haber echado a Maduro. Los primeros, queriendo llevarlo al participacionismo a ultranzas. Los segundos, empujándolo a pedir la invasión de marines a como dé lugar. Los dos con el único objetivo de destruir su liderazgo. Puro café en bolsita.
II.
Pero es en el régimen donde el impacto de la gira de Guaidó fue verdaderamente demoledor. La pandilla usurpadora está profundamente resentida en todos sus niveles por el avasallador éxito de la movida. Ha sido estrujada por el vendaval y lo será aún más por sus consecuencias. Y cómo duele.
En la base roja no hay explicación que satisfaga a la militancia ni a los cuadros medios de cómo Guaido logró salir del país, no se explican el furor despertado por su presencia en los principales escenarios internacionales. Sus aliados como México y Argentina marcan distancia. Va cómo ánima sola.
La cumbre de Bogotá fue una estocada preparatoria para su fin. Davos despertó la emoción de un futuro promisorio. Londres y Bruselas fueron momentos claves para la unificaron de Europa en torno al reconocimiento a Guaidó y el repudio a Maduro. El impensable lleno de la Puerta del Sol de Madrid los ha descalabrado. Agárrense duro.
La estructura del Pranato totalmente desprestigiada se ha resentido sin poder recuperar la iniciativa política. Al contrario, con cada intento se hunde más. Ha sido el caso de la bajada de pantalones pública con Cuba al pedir a su embajador a ser miembro permanente de su Consejo de Ministros. Invitado funesto.
El gesto disque “solidario” de Maduro con los cubanos ha levantado una polvareda interna de descontento en el Pranato. La calificación de “estupidez” se mueve en los intersticios de la alta jerarquía roja a la hora de comentar la insólita decisión. No porque ignoraran la presencia cubana interviniendo en decisiones fundamentales de carácter militar, policial y hasta económico del régimen sino porque destacan su absurda naturaleza. Vaya necedad.
En el mundo militar, incluida su cúpula, la noticia de sentar a un representante del “mar de la felicidad” en Miraflores cayó como una enorme bofetada contra lo que va quedando de la corroída institución armada. Durmiendo con el enemigo
III.
El éxito de la gira ha levantado expectativas en Venezuela que van en aumento con cada nueva visita en el exterior, que también ha incrementado las exigencias de la gente. Esto representa un cuadro de compromiso de Guaidó con lo venezolanos que debe calibrar muy bien. Mosca pues.
Al acecho anda Maduro. También no pocos de los que hoy lo aplauden. Y unos cuantos de quienes miran en silencio el curso de sus pasos. Lo esperan en la esquina. Preparan la emboscada. Nunca falta alguien así.
El nuevo cuadro político debe ser ponderado con sumo cuidado, ya asoman propuestas ligeras, oportunistas, perversas en fake news. Se debe actuar sin ignorarlas, andan en las sombras y también a la luz del día. Pueden ser muy dañinas. Cuidado en el rincón oscuro.
Pero al igual, se abre un mundo de oportunidades para avanzar en el camino hacia la libertad. El tránsito no puede estar predeterminado, condicionado a una ruta única, esa no existe. La dinámica política es compleja. Hay que actuar con equilibrio frente a los atascos. Cuidado con los espejismos.
La ruta electoral exige el respaldo de la fuerza internacional. “Solos no podemos”, se ha dicho. Admitirlo es poner los pies sobre la tierra.Ya se ha expresado lo que enfrentamos: un Pranato, dicho en palabras de Guaidó: “una corporación internacional criminal". Y esa no sale solo con votos. Reorientemos la expresión de marras: “Solo con votos no podemos”. La tarea es dura. Necesitamos una “ayudaíta”.


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Elecciones Libres
José Guerra
El presidente de Francia, Emanuel Macrón ha hecho un planteamiento fundamental para ayudar a resolver la crisis política que sufre Venezuela. Esa propuesta ha sido la que ha sido expuesta por un conjunto de líderes mundiales, principalmente de la Unión Europea y más recientemente por parte el gobierno de los Estados Unidos. Dice Macrón “Francia apoya la rápida organización de una elección presidencial libre y transparente. Respetamos la soberanía y la libertad del pueblo venezolano y estamos a su lado frente a la crisis humanitaria que están sufriendo”. Más claro imposible.
Con motivo de la gira que está realizando el presidente interino Juan Guaidó por Europa esta tesis ha venido cobrando fuerzas y está siendo asumida por cada vez más países porque ella es la solución factible y viable al conflicto político de Venezuela. Aunque estamos en los tiempos constitucionales de la elección de la Asamblea Nacional, exigir que ésta se realice es totalmente insuficiente, tanto por el hecho que es lo que legalmente corresponde como porque la elección de Maduro de mayo de 2018, fue fraudulenta, hasta el punto que Henri Falcón interpuso un recurso para su nulidad ante las evidencias de las irregularidades. De hecho Maduro no es reconocido aunque gobierne de facto.
Si no hay una elección presidencial la crisis seguirá intacta y eso lo sabe el mundo civilizado y democrático. Ahora bien, esa elección pasa por escoger un nuevo Consejo Nacional Electoral, de acuerdo con lo establecido en la Constitución y para ello la Comisión Bipartidista que dirige el diputado Ángel Medina está dando los pasos en ese sentido, pero con la traba del PSUV quien forma parte de esa Comisión y ahora se quiere amparar en la autoproclamación de Luis Parra para boicotear la selección del CNE. Pero como parte de la solución a la crisis está el tema de una Asamblea Nacional Constituyente que se erigió ella misma con poderes supra constitucionales, como una especie de monarquía y en dos años y medio ni siquiera un artículo del proyecto Constitución ha elaborado limitándose su labor exclusivamente a perseguir políticamente y allanar inmunidades parlamentarias. Esa Constituyente carece de sentido y solo sirve para que funcione la bicefalia entre Maduro y Cabello, cada uno con su pedazo de poder.
Otro tema para solventar la crisis política es la pacificación y normalización del país. En un país democrático no puede ni debe haber segregación política ni persecución y por ello lo procedente es una amnistía general, un perdón general, supervisado por un ente de credibilidad internacional como las Naciones Unidas, de forma tal de desarmar a los grupos paramilitares y especialmente para garantizar a los que dejarían el poder en unas elecciones libres, sus derechos políticos intactos, estos que ellos nos han negado a nosotros y al pueblo venezolano. De otra manera la espiral del conflicto va a seguir tragándose a Venezuela.

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Ramón Guillermo Aveledo pide a Guaidó organizar a venezolanos para exigir “nuestro derecho a elegir”

Texto por Ronny Rodríguez Rosas

Efecto cocuyo
“Frustrante” fue uno de los adjetivos que utilizó Ramón Guillermo Aveledo en su balance sobre el primer año de Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela, que se cumplió este jueves, 23 de enero, y a quien le  pidió organizar a la ciudadanía para exigir “nuestro derecho a elegir”.
Frustrante porque a 365 días de haber declarado la usurpación de Nicolás Maduro en el Poder Ejecutivo “no estamos en el camino que queríamos estar o pensamos que queríamos estar ahora”.
Sin embargo, dijo que en enero de 2019 la oposición venezolana estaba desanimada, desesperanzada y desorientada. Pero esto cambió cuando ante miles de ciudadanos, Guaidó llamó a desconocer la legitimidad de Maduro, después de que el 10 de enero se juramentó para un segundo mandato ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).
Para Aveledo, exsecretario de la Mesa de la Unidad Democrática, a pesar de esto la Asamblea Nacional (AN) “ha resistido y se ha fortalecido, al punto de que tuvieron que darle el zarpazo del 5 de enero. (Hay) un reconocimiento internacional que se consolida, mientras sucede lo contrario en el campo de los aliados del madurismo”, explicó.
Afirma que Guaidó sigue siendo el líder de la oposición y el “político con mayor aprobación en el país, y es reconocido por los gobiernos de más de 50 países, destácandose la mayoría en América Latina, Estados Unidos y Canadá, la Unión Europea y el Reino Unido”.

No hubo usurpación y eso frustra

Sobre la frustración dijo que es lógico que al no lograrse el cese de la usurpación ni un gobierno de transición exista desencanto en la ciudadanía.
Aveledo es optimista. Cree aún que el escenario para lograr unas elecciones libres en Venezuela es posible.
“El cese a la usurpación y el gobierno de transición no se han logrado y es natural que mucha gente se sienta frustrada. Pero el orden de la ecuación puede invertirse. Las elecciones libres sí pueden lograrse, y la sola lucha por ellas puede ser un factor de motivación política para la sociedad. Las elecciones libres pueden abrir la brecha para los otros dos logros deseados y no alcanzados”, dijo a Efecto Cocuyo.
Recomienda a Guaidó, a partir del liderazgo que mantiene, ofrecer a los venezolanos una solución a la crisis que padece el país. “Exijamos nuestro derecho a elegir”, pidió al presidente encargado y jefe de la Asamblea Nacional.
“Dar un motivo para la participación, la organización y la movilización. Hay suficientes señales de que la comunidad internacional nos acompañaría. Debe hacer una jugada que el poder arbitrario no espera. Sorprender”.

Aveledo no pierde de vista que aún Maduro controla el aparato estatal, la Fuerza Armada Nacional y hasta el momento “es el poder que puede juzgar, detener y cobrar los impuestos”, y cuenta además con aliados de peso internacional como Rusia y China, pero que con mayor organización sus adversarios tienen todavía la posibilidad del cambio democrático para Venezuela.


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