sábado, 28 de julio de 2012


VARGAS LLOSA: OPOSICIÓN VENEZOLANA GANARÁ ELECCIONES SI ÉSTAS SON LIBRES

El escritor peruano señaló que “si son elecciones libre, va a ganar la oposición, eso es clarísimo”. Misma opinión emitió el escritor con respecto a las elecciones presidenciales que se va a realizar en Bolivia
El Premio Nobel de Literatura 2010 Mario Vargas Llosa cree que la oposición venezolana ganará las elecciones de octubre si éstas se celebran en libertad y vaticina además el fracaso de la Unasur porque a su juicio en ese organismo participan “Gobiernos autoritarios”.
“Si las elecciones son libres, va a ganar la oposición, eso es clarísimo”, sostuvo el escritor peruano en una entrevista que publica hoy el diario chileno El Mercurio.
A su juicio, el presidente Hugo Chávez y el opositor Henrique Capriles Radonski “están técnicamente empatados” en los sondeos de cara a los comicios del 7 de octubre, donde se decidirá quién dirige el país entre 2013 y 2019, y a los que concurrirán otros cinco candidatos independientes.
“Si son elecciones libres, Venezuela tiene una oportunidad magnífica de librarse pacíficamente de un Gobierno autoritario, que ha fracasado completamente en el campo económico”, estimó el autor de “Conversación en la catedral”.
Similar opinión tiene Vargas Llosa sobre las próximas elecciones presidenciales en Bolivia, previstas para 2014. Al referirse a Ollanta Humala, el escritor, señala que apoya una segunda vuelta electoral a su favor.
En cuanto a la integración regional, el escritor peruano advierte de que ésta “debe hacerse sobre la base de una consonancia política y democrática” y recalca que la mezcla de “dictaduras y democracias” está condenada al fracaso.
“Justamente por esa razón”, Vargas Llosa cree que la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), nacida en 2008 y que agrupa a los doce países suramericanos, está “condenada a fracasar”

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La Alianza del Pacífico: un revulsivo para la integración regional en América Latina
Carlos Malamud
ARI 46/2012 - 27/06/2012
Tema: El surgimiento de la Alianza del Pacífico supone un fuerte impacto sobre el proceso de integración regional en América Latina.Resumen: El surgimiento de la Alianza del Pacífico, integrada por Chile, Colombia, México y Perú, y con Costa Rica y Panamá de observadores, tendrá, en la medida que se consolide, un fuerte impacto sobre el proceso de integración regional en América Latina. La Alianza revaloriza el comercio y la economía, en un proceso que en la última década insistió en la concertación política, ante el rechazo del ALBA a los Tratados de Libre Comercio (TLC). Asimismo, la Alianza surge con el ánimo de vincularse al mundo globalizado, especialmente a Asia-Pacífico.
La presencia de México rompe por la vía de los hechos la disyuntiva entre América del Sur o América Latina en su conjunto. Desde esta perspectiva, el surgimiento de la Alianza supone un desafío para el proyecto de Brasil de consolidar la integración regional en torno a Unasur. Finalmente, y en lo que atañe a la relación birregional entre la UE y América Latina, se da la circunstancia de que tanto los países miembros de la Alianza como los observadores tienen firmados con la UE Tratados de Asociación o Tratados Multipartes, algo que contrasta con la mayor parte de las situaciones existentes.
Análisis: El surgimiento formal de la Alianza del Pacífico, en el observatorio chileno de Paranal a comienzos de junio de 2012, introduce nuevas preguntas y realidades en el proceso de integración regional latinoamericano. Y esto ocurre a partir de la recuperación del libre comercio por los presidentes de Chile, Colombia, México y Perú, junto a los observadores Costa Rica y Panamá. Este análisis pretende responder a algunas de las preguntas relacionadas con la forma en que el surgimiento y eventual consolidación de la Alianza para el Pacífico podrá impactar sobre el proceso de integración regional.
El estado de la integración regional
Antes de hablar de la Alianza es necesario hacer una serie de precisiones sobre el estado actual de la integración regional, para poder ver cómo el surgimiento del nuevo esquema influirá sobre lo ya existente:
(1) Pese al surgimiento reciente de instituciones como la CELAC (Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe) y Unasur, y a los pasos concretos y positivos que estas instituciones han dado, se puede afirmar que la integración regional en su conjunto está en crisis. En este sentido destacan los siguientes elementos:
  • No hay una clara definición de qué es lo que se quiere integrar (América Latina, América del Sur o el continente americano) ni de cómo hacerlo.
  • Se crean nuevas instituciones pero no se aclara qué se va a hacer con las previamente existentes, en una permanente huida hacia adelante y un constante añadido de siglas y acrónimos a la voluminosa sopa de letras existente. Dos ejemplos pueden ilustrar este punto: (a) en Unasur conviven Mercosur y la CAN, pero nadie aclara qué pasará con ellas, si se fusionarán, desaparecerán y se integrarán en Unasur o qué rumbo seguirán; y (b) nada se ha dicho de cómo convivirán Mercosur y la CELAC y cómo coordinarán su funcionamiento, en el caso de que se estime válido alguna coordinación. ¿Tiene sentido una agregación creciente de estructuras de integración como si se tratara de una matrioska?
(2) Desde su comienzo, tras la II Guerra Mundial, la integración regional giró en torno al comercio y la economía. Sin embargo, en la última década el acento se puso en la política o la “concertación política”. Así se definen Unasur y CELAC. El surgimiento del ALBA marcó un punto de inflexión. Si hoy las siglas del ALBA significan Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América, en sus inicios eran la Alternativa Bolivariana de las Américas, en clara oposición al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), el proyecto de EEUU de establecer un área continental de libre comercio, enterrado definitivamente en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata 2005. El ALBA y su apuesta inicial, luego abandonada u olvidada, por el “comercio de los pueblos” estigmatizó al libre comercio. A esto se sumaron las concesiones políticamente correctas de los demás países, que apoyaron el abandono de las cuestiones económicas y comerciales de la agenda, por más que algunos profundizaran en sus relaciones bilaterales en firma de TLC.Pese a que la integración giró hacia la concertación política, poco se ha avanzado en un terreno marcado por la fragmentación que vive América Latina e impacta en sus relaciones intrarregionales. Y mucho menos en la presencia latinoamericana en los foros internacionales, como se vio en la reunión del G20 en Los Cabos, México, al igual que en todas las anteriores. Si bien América Latina, con tres miembros de pleno derecho (Argentina, Brasil y México), está sobrerrepresentada, la concertación entre ellos es mínima o nula, por no hablar de lo que ocurre con el resto del continente. En este sentido, sobresale la queja del presidente dominicano Leonel Fernández sobre la falta de acuerdos regionales en los temas debatidos en el G20.
La Unasur suele ponerse como ejemplo de la capacidad de los países sudamericanos de resolver sus propios problemas sin la asistencia de EEUU o la UE. Así, se menciona la resolución de la crisis boliviana de 2008 o la intervención en la asonada policial en Quito en 2010, catalogada por el gobierno de Rafael Correa como un “golpe de Estado”. Sin embargo, la actuación de los cancilleres de Unasur frente a la crisis paraguaya que desembocó en la destitución de Fernando Lugo, muestra más las limitaciones de Unasur que su capacidad cotidiana de resolución dialogada de conflictos.
(3) Existen grandes desequilibrios en América del Sur entre Brasil y el resto de la región, lo que complica no sólo el liderazgo brasileño, en la medida en que éste quiera ser ejercido, lo que a veces no está del todo claro, sino también la institucionalización de Unasur y Mercosur. A esto se agrega, en lo que a América Latina se refiere, la complicada relación entre Brasil y México, como prueba la ausencia del presidente mexicano Felipe Calderón de Río+20.
(4) La incorporación de Cuba a los organismos latinoamericanos, como el Grupo de Río y CELAC, no aportó nada a la integración regional. Tampoco resolvió el problema de la relación de América Latina y EEUU o el futuro del sistema panamericano, comenzando por la OEA (Organización de Estados Americanos) y la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos). El ingreso de Cuba a los organismos latinoamericanos le salió gratis al gobierno de Raúl Castro, al que no se le exigió ninguna medida concreta en la democratización o la apertura política de su país.

(5) Tal como está planteada, la integración se produce de espaldas al mundo y a la globalización. Los foros existentes apenas sirven para discutir de política exterior, cuanto más de política hemisférica, de la relación con EEUU. En los distintos foros latinoamericanos apenas se habla, al menos de un modo formal, con agenda explícita y documentos preparados por técnicos o expertos, de la deriva nuclear de Irán, de Sudán, Libia o Siria, o de otros problemas internacionales, que suelen ser enfrentados de forma individual por cada país.
Las implicaciones del surgimiento de la Alianza para América Latina y la integración regional
Es en este contexto que surge la Alianza del Pacífico e introduce grandes novedades en el debate previo. Sin embargo, antes de plantear las cuestiones de fondo son necesarias algunas precisiones sobre su realidad. En abril de 2011, cuando los presidentes de la Alianza dieron el puntapié inicial al proyecto, apostaron claramente por la libre circulación de personas, capitales, mercancías y servicios. Por eso, en la declaración de Lima señalaron que la Alianza impulsaba el “movimiento de personas, de negocios y facilitación para el tránsito migratorio, incluyendo la cooperación policial; comercio e integración, incluyendo facilitación de comercio y cooperación aduanera; servicios y capitales, incluyendo la posibilidad de integrar las bolsas de valores y cooperación y mecanismos de solución de diferencias y crear grupos técnicos para cada una de estas áreas”. También se busca reforzar las infraestructuras, en una región sumamente deficitaria.
Unas pocas cifras ilustran el significado de la Alianza. Los cuatro países que la forman tienen una población de 207 millones de habitantes (casi el 35% de la población de América Latina y el Caribe), un PIB de 2,1 billones de dólares y un PIB per cápita cercano a los 13.000 dólares. Sus exportaciones representan el 55% del total de América Latina y el Caribe, superando en volumen al Mercosur. Prueba del aperturismo de estos países es que todos ellos tienen TLC firmados con EEUU y diferentes tratados con la UE. Chile, México y Perú integran el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC). Con su ingreso al Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, en sus siglas inglesas), México se suma a Chile y Perú que ya formaban parte del mismo.
Desde esta perspectiva, veamos cómo influye el surgimiento de la Alianza sobre América Latina y su proceso de integración regional:
(1) La Alianza no olvida la política pero rescata la economía y el comercio como esenciales para la integración, como muestra su apuesta por el libre comercio y por vincularse a otras zonas con regímenes similares. Esta postura ha supuesto la oposición de los países del ALBA, más explícita en algunos casos que en otros. La división ya era perceptible en los intentos previos de constituir un área regional volcada al Pacífico.

(2) La creación de la Alianza trasciende la discusión entre América Latina y América del Sur, ya que la presencia de México en su seno resuelve el dilema por la vía de los hechos.
(3) El hecho mismo de la existencia de la Alianza supone un gran desafío para Brasil y su proyecto suramericano. Igualmente puede influir en la naturaleza del liderazgo (o no liderazgo) de Brasil en América del Sur. Por eso, la pregunta que se impone es qué hará el gobierno brasileño y su Ministerio de Exteriores (Itamaraty) frente a esta nueva realidad. Es obvio que Brasil deberá mover ficha, pero también está claro que no lo hará en tanto la Alianza no se consolide. Esto nos lleva a plantear nuevamente la cuestión, bastante complicada en sí misma, de si es posible un liderazgo regional compartido de las dos grandes potencias latinoamericanas, comparable de algún modo a lo que supuso el eje franco-alemán para la integración europea.
(4) A diferencia de lo que ocurre con otros procesos de integración regional o subregional, la Alianza se enfrenta abiertamente con la globalización. De esa manera trasciende la región y se abre al mundo, en este caso, al Pacífico.
Por eso, en este punto cabe una reflexión acerca de si el Pacífico será el centro del mundo del futuro. ¿Será China la segunda o primera potencia mundial en los próximos 30 a 50 años, o quizá menos? Para que esto se produzca es necesario que su crecimiento se mantenga más o menos constante todo ese tiempo, lo que implica que tanto las variables macro y micro económicas que lo sostienen no sufran grandes alteraciones y que algo similar ocurra con el entorno político, marcado por la hegemonía del Partido Comunista Chino (PCCh). Sin embargo, en los últimos tiempos se ha observado que la evolución de los salarios privados y del marco regulatorio están comenzando a provocar algunas deslocalizaciones. A tal punto, que una de cada cuatro empresas europeas presentes en China están pensando en irse, lo que no implica perder el mercado.
A la hora de tomar sus decisiones de vincularse comercial y económicamente a China, los dirigentes latinoamericanos deberían considerar dos circunstancias importantes. Por un lado, el riesgo de concentrar el comercio exterior en un único mercado, y, por el otro, el estilo chino de hacer negocios. En lo que respecta a la primera cuestión, el riesgo de no diversificar los mercados es obvio, como bien sabe México a partir de su especial relación con EEUU. En cuanto al estilo chino de hacer negocios, tanto la experiencia africana como algunos casos ocurridos en América Latina permiten extraer algunas conclusiones, como muestra en Perú la trayectoria de la compañía minera Shougang Hierro Perú.
El gran problema para los países suramericanos del comercio con China es la reprimarización de sus exportaciones. De ahí la importancia de que la Alianza negocie en bloque con sus interlocutores orientales, algo que, por ejemplo, Mercosur todavía no ha hecho.
(5) En lo que respecta a su relación con la UE, la Alianza también implica una diferencia con otros proyectos de integración regional o subregional existentes, ya que todos sus miembros, incluso los observadores, tienen firmados Tratados de Asociación (Chile y México) o Tratados Multipartes (Colombia y Perú). Incluso los dos observadores (Costa Rica y Panamá) forman parte del Tratado de Asociación UE-América Central. En este sentido, se pueden abrir vías de cooperación birregional hasta ahora inéditas.Conclusiones: La aparición de la Alianza del Pacífico en la constelación de instituciones vinculadas de una u otra manera al proceso de integración regional en América Latina, en la medida en que se consolide, tendrá importantes consecuencias para todo el proceso. Pero para que esta consolidación se produzca es importante dar pasos firmes en la institucionalización del grupo. En tanto la experiencia repose, como tantas otras similares, en la buena sintonía entre los presidentes de los países miembros su fragilidad será grande y sus posibilidades de trascendencia limitadas. De momento el bloque ha superado con éxito el cambio de gobierno en Perú, veremos qué ocurrirá tras las elecciones mexicanas del próximo 1 de julio.
Carlos Malamud
Investigador principal de América Latina, Real Instituto Elcano


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No hay marcha atrás para Europa


Jean Marie Colombani
El País


La zona euro amenazada de hundimiento, China que ya no puede seguir el ritmo, Estados Unidos que no da abasto: el contexto de la economía mundial parece cada vez más el de la amenaza de la recesión, el de un planeta que tal vez esté al borde del abismo. El epicentro de la crisis sigue siendo, por desgracia para nosotros, la zona euro; y en el seno de esta, España e Italia. Pero ¿cómo podrán nuestros países, casi todos lastrados por unas finanzas públicas degradadas, salir del paso, es decir, ver un retorno del crecimiento sin el cual nada es posible, sin el cual no puede haber un saneamiento de las cuentas públicas y todavía menos una verdadera lucha contra el desempleo? Ahora bien, como precisamente todos nuestros países están aplicando unas políticas de austeridad más o menos rigurosas, ninguno de ellos puede contar con una reactivación del consumo interno, y ninguno, salvo tal vez Alemania, puede ayudar a los demás a exportar.
Está la bajada del euro, por supuesto, que en sí misma es una buena cosa. Pero por sí sola no basta para ayudar a España, Francia e Italia a reactivar sus exportaciones.
Como dice el editorialista y premio Nobel de Economía Paul Krugman, el refuerzo de los planes de austeridad en Europa no tiene ningún sentido. El “plan Rajoy”, escribe en el semanario francés Paris Match “es sangre y lágrimas por bien poca cosa...”. Paul Krugman propugna un cambio de política económica en el ámbito comunitario. Es decir, la aceptación de una tasa de inflación débil, pero real, del orden del 3%. Igualmente, pide a Alemania que deje correr sus déficits por un tiempo para contribuir a relanzar la actividad de sus vecinos. “El Estado solamente podrá ponerse a dieta una vez que haya vuelto el crecimiento”, explica. Es, por otra parte, lo que está haciendo EE UU, que no se planteará una revisión rigurosa de sus cuentas públicas hasta que la actividad se haya recuperado suficientemente, lo cual, por el momento, está lejos de ser el caso.
En el fondo, volvemos a la misma cuestión de siempre, que es cómo convencer a Alemania para que renuncie a su obsesión por la disciplina presupuestaria. François Hollande ha alcanzado con Italia y España un “pacto de crecimiento” para Europa. Pero, en el mejor de los casos, este dispositivo, si es que llega a ponerse en marcha, solo surtirá efecto a medio plazo. Sin embargo, es ahora cuando hay que llegar mucho más lejos y mucho más deprisa. El principal grito de alarma sobre los peligros de una recesión en Europa y sus consecuencias planetarias ha llegado por fin desde el Fondo Monetario Internacional, una organización ampliamente dominada por Estados Unidos que, hasta ayer mismo, y lo mismo que esta nación, se dedicaba más bien a echar leña al fuego. El FMI recomienda lo mismo que Francia e Italia, sobre todo, no dejan de reclamar y lo mismo que Alemania no deja de rechazar —a saber— que el Banco Central Europeo sea autorizado a emitir obligaciones europeas y a comprar masivamente bonos de los Estados miembro.
Por supuesto, la ayuda a los bancos españoles es necesaria, pero debe formar parte de un conjunto más amplio. Los efectos de la cumbre europea anterior —que, sin embargo, constituyó una señal muy positiva a finales del mes de junio— ya se han disipado.
Si quieren salvarse, nuestros Gobiernos, mal que les pese a países como Finlandia o los Países Bajos, deberán dar muestras de una mayor convicción dejando al BCE actuar más allá de las normas tradicionales. También sería necesario que países como Francia aceptasen una mayor integración, mal que le pese al soberanismo reinante.
Hará falta que todos se pongan de acuerdo en unos plazos significativos para instaurar y aplicar políticas de vuelta al equilibrio. Estas últimas son necesarias, pero no veo cómo podrían aplicarse en unos plazos tan breves como los exigidos sin provocar catástrofes sociales y luego políticas. Escalonar no quiere decir darle a España un plazo de un año, sino pensar a cinco u ocho años. Pero hay que saber lo que se quiere y elegir. Pues demasiada rigidez puede conducir a la fragmentación de la zona euro. Y no tenemos ni idea de la amplitud de la catástrofe económica, social y política que esa fragmentación produciría. Ni que hubiéramos decidido poner la marcha atrás...

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Ventajismo político

Un jefe de Estado no puede usar a su antojo el poder de exigir a las emisoras la conexión en cadena nacional




Cuando se ve la televisión en algunos países de América Latina, de repente se interrumpe la programación y la emisora pasa a transmitir de manera conjunta con todas las que existen en el país en cuestión, a las órdenes de un mandatario político. Si el espectador se encuentra en Venezuela, obviamente se trata de Hugo Chávez, que ya no hace el programa Aló presidente, pero suma 75 horas de transmisión en “cadena nacional” en lo que va de año —además de 9 horas y 49 minutos con motivo de la presentación de las cuentas de su mandato—. Y continúa haciéndolo, sin importarle que el país haya entrado en periodo electoral desde el 1 de julio, aprovechándose de sus prerrogativas para ordenar la retransmisión en cadena.
Chávez es el caso más extremo, pero no el único. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, también recurre con frecuencia a ese procedimiento. Además, dispone de un programa todos los sábados,Enlace ciudadano, que dura tres horas y se retransmite a través de medios de comunicación estatales y algunos privados.
Los argumentos de Chávez y de Correa son similares. Para el venezolano, el objetivo de la retransmisión conjunta es responder a lo que él llama “estrategia burguesa” de ocultar los logros de su Gobierno. Esta misma semana ha contestado a las protestas de la oposición confirmando que no piensa renunciar a sus potestades. El presidente ecuatoriano también lo explica por la necesidad de “desvirtuar las mentiras repetidas y orquestadas por ciertos medios de comunicación”. En relación con estos mandatarios, la argentina Cristina Fernández de Kirchner se comporta como una moderada: en ocho meses, solo ha obligado a las cadenas de su país a conectar 11 veces.
Que un jefe de Estado exija una programación idéntica en todo su país es comprensible en casos de emergencia nacional u otra circunstancia excepcional. Pero eso debe estar regulado. Es un poder demasiado grande como para que el presidente lo use a su antojo a la hora de replicar a la oposición, refutar opiniones contrarias o jalear sus logros.

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Regreso de los muertos vivos


  CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ | 
EL UNIVERSAL
Firmar el acuerdo del CNE, como toda decisión política complicada, la precedió una controversia. Pero para desarraigar cualquier duda de su pertinencia, basta saber que a posteriori la descalificaron como "descalabro" principalísimos activistas de los disparates opositores en estos 14 años, cuyo último trabajo fue restringir, con sugerencias "duras", que una mujer talentosa avanzara como líder popular de la alternativa. 

La antipolítica, el abstencionismo, el radicalismo, diferentes facetas de la misma maladie, se levantan otra vez de las tumbas donde se pensaba reposarían en paz, luego de la contundencia escandalosa de sus equivocaciones y derrotas. Pero la sensatez les queda fuera de alcance.

Como en la película de George Romero y luego en la versión de Mila Jovovich, alguna sustancia química los hace levantarse y trastabillar para poner en peligro lo construido a pesar del largo debate de este período, en el que la gravedad de sus equivocaciones puso en peligro letal la sobrevivencia de las fuerzas para el rescate de la democracia. Precisamente por distanciarse de sus perspectivas, hoy existe una posibilidad de triunfo.

Desde el abstencionismo hasta el retiro de las candidaturas en 2005, pasando por Plaza Altamira, la numantería nueva es el fraude. Pero el autofraude es desestimular el voto opositor, sembrar dudas sobre las acciones del candidato y sobre la única vía para ganar: las elecciones del 7 de octubre.

Se ha dicho millones de veces: si la alternativa democrática cubre las mesas a plenitud con un buen aparato electoral y la gente vota masivamente, un fraude queda exorcizado, lo que no significa que terminen los problemas, sino que comienzan los verdaderos: cómo se comportarán la sociedad, el gobierno, la FA y la comunidad internacional.

Será un día muy largo el 7-O. Se debe llegar a él con un objetivo común, y la piedra angular de la lucha es dar combatividad a los votantes, no "confianza" en el CNE, sino en la fuerza de la sociedad para hacer cumplir su decisión. A los dirigentes hay que presionarlos para que preparen la maquinaria de testigos y un paquete de operaciones electorales eficientes. No plantearles dislates como los peligros "del cable cubano", la captahuellas, la nave marciana o el REP.

Si las organizaciones democráticas cumplen su responsabilidad logística para el día "D" la cuestión no será un fraude sino que el gobierno reconozca los resultados electorales, ya que estaría tentado, si se impone la demencia en sus mandos, a darle la patada a la mesa. Pero mientras el candidato realiza el esfuerzo político titánico y decisivo, los Mefistófeles deshojan flores y lanzan sarcasmos en el muro del Edén.

En la estrategia del candidato cubano de corazón se plantea enfriar entre 300 y 500 mil votos de las clases medias, madres, hijas, primas, tías, concuñadas y víctimas de estas consejas. Cada vez que se escucha la sentencia de que la entronización revolucionaria se debe a las "masas ignorantes", no se puede dejar de pensar que ha sido lo contrario.

La teoría del fraude corresponde exactamente a los intereses del comandante-presidente-candidato de la patria y por eso no hay que dejarla rodar. Los muertos vivos atacan de nuevo y habría que decir de ellos lo que Borges de los peronistas... "no son ni malos ni buenos... son incorregibles". De no ser por la secuencia de hazañas antipolíticas, el caudillo habría colapsado hace tiempo.

Descalabros fueron "la constituyente", "el paro"," las guarimbas", el abstencionismo y el retiro de las candidaturas de 2005, que lo atornillaron en el trono. Acuerdos cuajaron los gringos con los rusos para evitar la Guerra Nuclear. La única forma de salir de los conflictos es conversar con los adversarios. Según enseña la experiencia, muchos acuerdos se proponen de mala fe para que el otro los rechace y se firman para acusar al contendor de violarlos.

Quienes proponen entendimientos y convivencia lucirían como mentirosos e insensatos si niegan el que se les propone y eso buscaba la maña del gobierno. De la Alternativa no firmarlo, hubiera dado pie a la manipulación de que "no acepta los resultados" y hoy más bien está en condiciones de denunciar el incumplimiento.

¿Por qué podrían tener razón los que acusaron a Capriles y Pablo Pérez de entreguistas y blandengues por no hablar un lenguaje ni practicar un estilo que rechazó el 95% de los votantes en las primarias? ¿Es que no podrán aprender jamás de la experiencia? Cada vez que se profiere una amenaza, se insinúan persecuciones judiciales, o se habla golpeado, se pierden votos indecisos. 

@carlosraulher

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viernes, 27 de julio de 2012


APAGÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS EN VENEZUELA



                 E. NOUEL V. 

A menos que se tenga la profunda convicción de que los presos no tienen derecho alguno a ser tratados con humanidad, no se explica la reacción del gobierno venezolano contra la reciente decisión de la Corte Interamericana de los DDHH sobre el caso de Raúl Díaz. El gobierno ha señalado como razón para anunciar el retiro de Venezuela del organismo jurisdiccional hemisférico, tal sentencia condenatoria, pues ella significaría que el gobierno norteamericano, ¿…?, una vez más, apoya a terroristas y agrede al gobierno chavista.
Un argumento más retorcido no podría ser emitido por nadie. Ni es EEUU el que decide en tal Corte, ni es Venezuela la única procesada allí. A otros países se les sigue más juicios que al nuestro.
Tal reacción es sólo un pretexto de Chávez para concretar una acción que ya estaba cocinada de antemano, y la cual forma parte del arsenal ideológico demencial que lo inspira.
Desde hace unos cuantos años vengo expresándolo. A Chávez y a su gobierno, los organismos internacionales, sean de la naturaleza que sea, les resultan camisas de fuerza para sus propósitos políticos y la ideología que lo anima.
La alergia que le producen los compromisos internacionales que obligan al país y sus gobernantes a actuar de acuerdo con unos estándares aceptados mayoritariamente por la comunidad internacional, se evidencia en un sin número de declaraciones y una conducta reiterada que va a contrapelo de aquellos.
Mientras no se sintió seguro de tener todos los poderes públicos bajo su égida, siguió el juego de las organizaciones internacionales, no pudiendo esconder, en algunos momentos, sus profundas intenciones y afectos políticos. Varios gestos ya anunciaban por dónde iban los tiros (visita a Sadam Hussein, por ejemplo). Era una muestra temprana de los tiranos con los que se identificaría con el correr de los años: Mugabe, Gadafi, Ahmadinejad, Al Bashir y Al Assad, todos déspotas y genocidas. Sin olvidar, obviamente, los tiranos cubanos.
Queda claro que este talante político-ideológico es la consecuencia lógica de una visión autoritaria y obsoleta del poder. Un caudillo militarista anacrónico, como Chávez, no podría comportarse de otra forma.
Unos atrás, el presidente venezolano, refiriéndose a la OMC, dijo: “Es un monstruo”.  En su engendro “integracionista”, el ALBA, se habla de enfrentar la “influencia nefasta de los organismos internacionales”. No desecha del todo los entes internacionales mientras no afecten sus planes y  sirvan a sus intereses geopolíticos.
Y qué decir de los conceptos denigrantes y desconsiderados emitidos contra los organismos y funcionarios hemisféricos encargados de la defensa y garantía de los derechos humanos.
En el fondo de la ideología demencial que inspira al gobierno venezolano, está una noción -lo hemos dicho infinidad de veces- de soberanía demodé, no acorde con los tiempos modernos y el actual desarrollo del Derecho Internacional y sus principios.
Esta peligrosa y anacrónica idea comporta un retroceso hacia situaciones históricas que creíamos en gran medida superadas. Se pretende imponer la utilización de un concepto de soberanía à la carte, contrario al normativa internacional contemporánea, acomodaticio a los intereses de los gobernantes, el cual, al final del día, se erige en una suerte de burladero para no responder de las arbitrariedades cometidas al interior de los países.
De concretarse la salida anunciada por Chávez, se estaría cometiendo no sólo un disparate político aberrante; también una violación, otra más, a nuestra Constitución, toda vez que ésta dispone que las normas de los tratados internacionales tienen jerarquía constitucional y prevalecen en el orden interno, y además son de aplicación inmediata y directa (art. 23 CN); es decir, son derecho supraestatal reconocido por la Carta Magna, sobre el cual no se puede echar marcha atrás, denunciando el tratado (Convención Americana sobre Derechos Humanos), sin violentar el principio de la progresividad de los DDHH (art. 22 CN).
Sacar a Venezuela de esa Convención representa un retroceso democrático, una violación de la Constitución Nacional y una desmejora de la garantía de los DDHH de los venezolanos, que deben ser conocidos por el mundo. Es un apagón a los derechos humanos perpetrado por un gobierno militarista indigno, que continua en su enloquecida deriva hacia un descrédito mayor para nuestro país.
Me pregunto qué dirán al respecto los gobiernos amigos de Chávez, los de MERCOSUR, por ejemplo, para los que el sistema de los derechos humanos interamericano fue muy útil para denunciar las atrocidades de los gobernantes militares que padecieron.

EMILIO NOUEL V.


emilio.nouel@gmail.com
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NI LA SOMBRA DE CAPRILES

(Fábula cinematográfica de una comarca)
Jean Maninat
  En Kagemusha: la sombra del guerrero, el cineasta japonés Akira Kurosawa relata los infortunios de un pequeño buscavidas obligado a ser el  doble de un señor feudal convaleciente. Con el tiempo, la “sombra” del guerrero samurai interioriza  su papel de tal manera que ya no distingue su impostura de la realidad.
  Al final de la historia, el rapaz suplente es despojado de sus oropeles prestados y abandonado por sus mentores a su suerte: la de creer que sigue siendo lo que nunca fue. El mar se traga su locura.
  (Cualquier semejanza con el “método” del Actors Studio, es culpa del maestro Kurosawa. El arte de  los mejores actores consiste en despertar siendo ellos mismos, después de haber realizado una memorable interpretación el día anterior).
  En el teatro de sombras de nuestro país, un señor feudal en decadencia, ya sin reflejos  para cabalgar como otrora, se fija en el joven y ágil contendor que le conquista casa por casa la comarca… y decide imitarlo.
  “Basta que cambie mis atuendos y lo que es mío seguirá siendo mío” piensa, mientras esconde las prendas rojas a las que era tan aficionado.
  Pero el remedo no convence. El rojo está en el discurso, no en la camisa. “Te vestiste de amarillo para que no te conociera” silban en el aire. “Es el mismo musiú con diferente cachimbo” repiten los veteranos de la memoria. “No huón, ese pure no le aguanta ni cien metros al flaco” se dicen riendo los chamos en la esquina.
  No hay manera, los tintes no resisten el sol inclemente del escrutinio público y poco a poco dan paso al rostro ajado de un proyecto perdido entre pamplinas y quimeras empobrecedoras. La transfiguración se hace más evidente para quienes creyeron en él y siguen pobres y desvalidos; o para aquellos que comienzan a rodar cuesta abajo a pesar de los intereses depositados en el caudillo.
  Ahora es una sombra maquillada, una parodia de sí mismo. Un día atropella un estribillo vernáculo, y el otro imita a un rocanrolero con guitarra eléctrica; otro le pide misericordia al Dios de los cristianos, y al siguiente invoca las ánimas paganas de la sabana para que lo ayuden. Le cambia el rostro al pasado para mimetizarse con su héroe, pero su verdadera querencia convalece en las antillas.
  Ya nadie le cree, pocos le ríen sus chacotas con el entusiasmo de antes. Sus amanuenses, que son todos, le dejan la cara pegada con una sonrisa y se van a sacar cuentas y hacer alianzas para sucederlo. Es la sombra de su sombra.
  Al lado, se alza un proyecto con los pies en la tierra -valiente apuesta en el teatro de sombras de nuestro país-. Es un discurso tranquilo, el de un servidor público de la comarca, no impone diezmos ideológicos  a los habitantes, no promete imposibles, no excluye a los diferentes. Ejerce el hablar sencillo de quien tiene mucho que decir… en pocas palabras.
  (En los árboles aledaños se posan las aves de rapiña de vuelo rasante, abstencionistas y sombrías, las de siempre, las que apuestan a que nada cambie para que todo siga igual, y así seguir medrando en el infortunio de los demás).
Pero la comarca está achispada a pesar de la dura tarea que una vez más le incumbe. El otro no es ni la sombra de Capriles, corre la voz por todas partes.
  Cada habitante lleva un voto en el bolsillo: en lo más profundo de su condición de funcionario público, de ama de casa a la búsqueda del alimento perdido, de joven rebelde y respondón sin futuro, de familiar de preso político martirizado  por la inclemencia de una condena injusta, de emprendedores sin empresas y trabajadores sin derechos.
  En fin, de una sociedad que nunca creyó y ya no se la cala más, o que dejó de creer, o que se cansó de justificar, o que simplemente quiere vivir mejor y segura, sin el odio destructivo de quien se cree dueño de un país.
  El otro no es ni la sombra de Capriles.
@jeanmaninat

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jueves, 26 de julio de 2012


A Chávez no lo quieren ni en su casa

THAYS PEÑALVER |  EL UNIVERSAL
jueves 26 de julio de 2012 
Cuando oí por primera vez que la oposición es mayoría, "que los empleados públicos ya no quieren a Chávez", "que no hay mejor encuesta que la calle", me impresioné. Eran los días previos de las mega elecciones del 2000 y "nuestro hombre" era el candidato actual del oficialismo en el Zulia (solo en Venezuela). Luego vendría la indignación general al ver al "candidato" reconociendo su derrota contra el 60% de los votos. ¡Nos hicieron trampa!, gritaban en los "automercados" (lugar donde generalmente se quejan los venezolanos) tuvo que haber fraude. La segunda vez que oí lo mismo fue en 2004 en el revocatorio, para volver a ver a todos con la boca abierta mientras escuchaban a los "líderes" reconocer su derrota con casi el 60% de los votos en contra y la tercera vez volví a ver la misma emoción, aumentada por las gigantescas concentraciones y marchas de los "Atrévete", la "Avalancha Andina" y el fastuoso cierre de campaña "nunca antes visto" para terminar indignados al ver a Rosales reconociendo al ganador con el 62,84% de los votos como decían las encuestas.

No fue sino hasta dos años más tarde, cuando oí en un programa la voz de Luis Vicente León quien con un coraje tremendo, explicaba que habían sembrado la idea de "que a Chávez no lo quieren ni en su casa" y una famosa "mentira" que le salió del alma. Era un "ya basta" con el que sentí la voz de alto ante tanta ingenuidad. Pero como bien escribió Albert Camus: "La estupidez, insiste siempre".

Amigos a Chávez lo quieren, esa es  una realidad. Pero como los españoles inequívocamente quisieron a su último líder populista, o a los socialistas griegos, los populistas portugueses o los irlandeses al suyo. A ningún español, portugués, irlandés o griego jamás le importó que los llamaran cerdos (PIGS) y que les previnieran sobre su negro futuro. Los estaban conduciendo al abismo en el que hoy se encuentran pero mientras más los empujaban al despeñadero, más puestos alcanzaban en los índices de felicidad del planeta (Venezuela aumentó 17 puestos en felicidad desde el 2006, España 22, Portugal 39, Irlanda 40 puestos y Grecia 50 puestos) y más defendían a sus líderes y más votaban por ellos, antes de colmar las calles frenéticos y llenos de ira.

Por eso ya basta de llamarlos socialistas o derechistas. A Chávez o a los ex de Portugal, Irlanda, Grecia o España no se les quiere por que eran socialistas o de derechas, porque en realidad no lo son, socialistas o de derechas eran Konrad Adenauer, Robert Schuman o Manuel Azaña. No los mequetrefes actuales de la política que se les quiere porque como en el África, dicen ser los "buenos". Los que como explica el economista africano James Shikwati, famoso porque gritó en las Naciones Unidas: "Por el amor de Dios, detengan la ayuda", gastan millones en llevar mosquiteros de 30 dólares, en vez de invertir unos pocos de miles en que los africanos aprendan a fumigar por 2 dólares cada casa. Los "buenos" son los que fomentarían la democracia en las instalaciones de ayuda humanitaria, sabiendo que nadie jamás votará por los que propondrán construir puentes, canales de irrigación y escuelas, los que haciéndose pasar por  "justicieros de la moralidad" explicarían a los necesitados que esos recursos bien podría utilizarse para los que están en esas instalaciones.

Difícil es querer a quien no es populista, a quien pretende realmente construir políticas de largo aliento. Por eso la más interesante de las láminas de Datanálisis no es la tendencia, o cuánta gente aprueba la gestión de Chávez, o si Henrique ha logrado calar, sino la que habla de que casi 2 millones de personas esperan que Chávez le entregue su vivienda este mismo año (electoral). Es pues, imposible que no lo quieran y aunque un sector de la oposición se autoengañe con que "esa gente está harta", la realidad es que ellos van a votar por su hoy y su ahora, por la simple idea de una casa que todos nosotros sabemos que este año no será entregada. Lo quieren, hasta que terminen en las calles frenéticos y llenos de ira cuando baje el petróleo y vuelvan a gritar que los engañaron.

Como bien saben, soy una de las venezolanas más interesadas en que gane Henrique Capriles para que renazca una nueva Venezuela, pero no me llamo a engaños y espero con avidez que nuestros líderes nos estén llevando por el camino correcto esta vez.

@thayspenalver

tpenalver@me.com


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El programa de gobierno de Chávez


DIEGO BAUTISTA URBANEJA |  EL UNIVERSAL
jueves 26 de julio de 2012 
Leer el programa de gobierno de Hugo Chávez es una verdadera proeza. Un tráfago de palabras verdaderamente atragantante. Como comer estopa. 

Para comentar un poco su contenido podemos empezar por una falla conceptual. El programa se plantea como un programa de transición al socialismo. Es decir que forma parte de un trayecto que nos va a llevar a un tipo de sociedad que no queda definido. Es un programa de transición que no incluye una definición de aquello hacia lo cual transita. Lo único que al respecto hay es un nombre: socialismo. Posiblemente, para vivir en una sociedad como la que allí se aspira construir, los venezolanos habremos de ser distintos a como somos ahora. ¿Cómo habremos de ser? Pues lo sabremos cuando lleguemos allá. No sé si a alguien le puede gustar la oferta de votar por un programa que nos va a servir de puente para una sociedad que no sabemos cuál va a ser, y en la que seremos distintos de como ahora somos, de maneras que no conocemos. Pero de todo hay en este mundo. 

El programa contiene propuestas en distintos terrenos. Veamos dos: el político y el económico. En lo político, lo que se ofrece como cosa que se va a llevar a cabo en los próximos seis años, en caso de ganar Chávez las elecciones, dibuja una especie de utopía comunal. Comunas y consejos comunales como arroz. Miles de comunas para esto, otros miles para lo otro, otros miles para lo de más allá. Quedarán incorporados a los distintos complejos comunales, tantos millones de venezolanos por este lado, tantos millones por este otro, tantos más por aquel de más allá. Miles de comunas, millones de venezolanos, reuniéndose, "protagonizando", encargándose de todo cuanto hay. Proyectos comunales van y proyectos comunales vienen, alimentados por una abundante renta petrolera. Como bien se sabe, entre la utopía y el infierno no hay más que un paso, el mismo que hay de la utopía comunal al infierno comunal, que es lo que al respecto viene a ser ese programa de gobierno. 

Las comunas funcionan de modo paralelo a la institucionalidad conocida, y de forma que quede bien asegurada su obediencia a los dictados del Poder Ejecutivo. Por otra parte, está previsto en el programa que esas entidades de funcionamiento oscuro y sujetas a la voluntad del comandante, se chupen la sustancia de esas otras instancias de alcance práctico, que ya nos son familiares, con las que sus poblaciones han aprendido a relacionarse, como son las gobernaciones y las alcaldías. Competencias que hoy están en manos de esas instancias y por las que estas tienen que responder, se difuminan ahora en ese archipiélago de comunas, a las que nadie sabe bien cómo hacer responsables de nada, y a las que nadie hará responsables de nada, mientras cumplan bien su verdadero deber fundamental: ser leales al "líder máximo". 

Luego está el tema económico. En teoría, se trata de pasar del capitalismo rentístico a lo que el programa llama el socialismo productivo, mediante la creación de un tejido de unidades de propiedad social, que contrarresten lo que el programa llama "la lógica del capital", concepto cuyo significado el programa deja sujeto a las facultades adivinatorias del lector. Se trata de emprendimientos que no tienen un propietario definible, que no acumulan los beneficios que puedan obtener, cuyo desempeño no tiene ni dolientes ni responsables precisos. Se espera que producirán un excedente cuyo destino no fijarán ellas mismas, sino una autoridad planificadora central. En la práctica, el diseño apunta a una ineficiencia tal, que se tratará de unidades económicas que chuparán renta petrolera como locas, en aras de la construcción de ese tejido de propiedad social que nunca se saciará de tragar petrodólares y nunca adquirirá impulso propio. "Socialismo", nadie sabe, pero, lo que sí es seguro es que, sea lo que sea, será rentístico a millón. 

El programa de gobierno de Chávez es un rompecabezas de palabras, que encajan unas con otras, que se remiten las unas a las otras, conformando el todo una inmensa tautología, un universo cerrado y auto-referencial. El contacto que fuese a tener con la realidad sería el que le permitiera la renta petrolera, que en definitiva sería la bomba de oxígeno que le daría la vida que fuese a tener. 

Ya en las últimas líneas del artículo, es apropiado hablar en condicional, como acabamos de hacer. Porque el programa supone, claro está, que Chávez va a ganar las elecciones, cosa que a estas alturas de la campaña electoral hay muchísimos motivos para poner muy en duda. 

dburbaneja@gmail.com

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miércoles, 25 de julio de 2012


SALIDA DE LA CIDH, RETROCESO DEMENCIAL 




              EMILIO NOUEL

Desde hace unos cuantos años vengo expresándolo. A Chávez y a su gobierno, los organismos internacionales, sean de la naturaleza que sea, les resultan camisas de fuerza para sus propósitos políticos y la concepción ideológica que lo anima.
No se trata sólo, como ahora, de la denuncia del tratado de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos. La alergia que le producen los compromisos internacionales que obligan al país y sus gobernantes a actuar de acuerdo con unos estándares aceptados mayoritariamente por la comunidad internacional, se evidencia en un sin número de declaraciones y una conducta reiterada que va a contrapelo de aquellos.
Mientras no se sintió seguro de tener todos los poderes públicos bajo su égida, siguió el juego de las organizaciones internacionales, no pudiendo esconder, en algunos momentos, sus profundas intenciones y afectos políticos. Varios gestos ya anunciaban por dónde iban los tiros. El desafío que representó visitar a Sadam Hussein era una muestra palpable de los tiranos con los que se identificaría con el correr de los años. Después vino su apoyo a Mugabe, Gadafi, Ahmadinejad, Al Bashir y Al Assad, todos déspotas y genocidas. Sin olvidarnos, obviamente, de los tiranos cubanos.
Queda claro que este talante político-ideológico es la consecuencia lógica de una visión autoritaria y obsoleta del poder. Un caudillo militarista anacrónico, como Chávez, no podría comportarse de otra forma.
Unos atrás, el presidente venezolano, refiriéndose a la OMC, dijo: “Es un monstruo”.  En su engendro “integracionista”, el ALBA, se habla de enfrentar la “influencia nefasta de los organismos internacionales”. Obviamente, no desecha del todo las organizaciones internacionales mientras no afecten sus planes; aprovecha las que no signifiquen obligaciones rígidas, como Mercosur, y sirvan a sus intereses geopolíticos.
Y qué decir de los conceptos denigrantes y desconsiderados emitidos contra los organismos y funcionarios hemisféricos encargados de la defensa y garantía de los derechos humanos.
En el fondo de la ideología demencial que inspira al gobierno venezolano, está una noción -lo hemos dicho infinidad de veces- de soberanía demodé, no acorde con los tiempos modernos y el actual desarrollo del Derecho Internacional y sus principios.
Esta peligrosa y anacrónica idea comporta un retroceso hacia situaciones históricas que creíamos en gran medida superadas. Se pretende imponer la utilización de un concepto de soberanía à la carte, contrario al normativa internacional contemporánea, acomodaticio a los intereses de los gobernantes, el cual, al final del día, se erige en una suerte de burladero para no responder de las arbitrariedades cometidas al interior de los países.
Chávez ha ordenado públicamente a su canciller sacar a Venezuela “de una vez por todas” de la Corte Interamericana de DDHH. De concretarse, se estaría cometiendo no sólo un disparate político aberrante; también una violación, otra más, a nuestra Constitución, toda vez que ésta dispone que las normas de los tratados internacionales tienen jerarquía constitucional y prevalecen en el orden interno, y además son de aplicación inmediata y directa (art. 23 CN); es decir, son derecho supraestatal reconocido por la Carta Magna, sobre el cual no se puede echar marcha atrás, denunciando el tratado (Convención Americana sobre Derechos Humanos), sin violentar el principio de la progresividad de los DDHH (art. 22 CN).
Sacar a Venezuela de esa Convención representa un retroceso democrático, una violación de la Constitución Nacional y una desmejora de la garantía de los DDHH de los venezolanos, que deben ser conocidos por el mundo.
Me pregunto qué dirán al respecto los gobiernos amigos de Chávez de la región, para los que la Corte Interamericana fue muy útil y vital para denunciar las atrocidades de los gobernantes militares que padecieron.


Twitter: @ENouelV
Email: emilio.nouel@gmail.com
  

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RÉGIMEN DE EXPOLIACIÓN



Humberto García Larralde


El provecho del fruto económico es determinado, simplemente, por relaciones de fuerza cristalizadas en una jerarquía de mando que conforma un poder político autocrático. La participación de los integrantes de la sociedad en el disfrute de la riqueza social en un régimen de expoliación no está sujeta a normas, sino a transacciones de naturaleza política mediante las cuales se trueca obsecuencia y lealtad a quienes detentan el poder, por el derecho a apoderarse de una porción de esa riqueza.
El mercado como mecanismo autónomo para la asignación de recursos y para determinar la remuneración de los agentes productivos, con su sistema de precios que empalma las presiones de demanda con las posibilidades de oferta, es sofocado con toda suerte de controles y regulaciones, dando paso a incentivos por ponerle la mano al “billete” a través de favoritismos políticos y toda suerte de entresijos irregulares aprovechados por los poderosos. No obstante la prédica “socialista”, tampoco el reparto de la riqueza social obedece a indicadores formulados en un plan nacional, contentivo de metas y prioridades, sino a lo que permite, en cualquier momento, las relaciones de fuerza imperantes.
Quizás el régimen de expoliación más conocido hoy en día es el representado por los hermanos Castro. Los izquierdistas de antaño recordaremos aquel libro escrito por un experto agrícola, asesor de la Revolución Cubana en sus comienzos y miembro del Partido Comunista Francés, René Dumont, quien se preguntaba en el título, ¿Es Cuba Socialista? La consternación del frustrado camarada galo ante la manera como el Comandante disponía de los escasos recursos de la isla a diestra y siniestra, en desapego a todo criterio de planificación, desestimando recomendaciones de expertos y sin medir las consecuencias sobre actividades directa o indirectamente relacionadas –lo que los economistas llamamos “costo de oportunidad”-, lo llevó a concluir que lo que se construía ahí no era socialismo. La imposición de la voluntad omnímoda de Fidel se concretó en un régimen personalista en el que la riqueza social pasó progresivamente a ser controlados desde la cúpula del poder, legitimado ideológicamente como avance en la construcción “socialista”. La expropiación de la economía privada no se concretó en su “apropiación social” a través del Estado, sino en su usufructo cada vez más excluyente por parte de una minoría que se arrogó ser depositaria de los intereses históricos del pueblo cubano. Es decir, pasó paulatinamente a ser explotada en forma privativa, ¡pero en nombre de los supremos intereses del colectivo social! Después de más de 50 años de estar consolidando un poder absoluto, sin contrapesos de ninguna especie y sin tener que rendirle cuentas a nadie, ¿Quién dudaría que los recursos de la isla son manejados por los patriarcas Castro como si fueran de su propio peculio? Sin tener abultadas cuentas a su nombre, la capacidad de disponer de cualquier bien, servicio o prebenda –incluyendo las numerosas viviendas que le son asignadas por razones de “seguridad de Estado”- ubica a Fidel como uno de los hombres más acomodados de América Latina. Su derecho a usufructuar esa riqueza a discreción emana de las relaciones de poder que fue cimentando gradualmente a través del control del ejército y del G2, poder que decide incluso la vida o muerte de sus más cercanos colaboradores, como se recordará con el caso notorio de Arnaldo Ochoa y Tony La Guardia. ¿Qué puede esperar el cubano de a pie?

La construcción de un régimen de expoliación requiere de la destrucción de las instituciones. Éstas constituyen las “reglas de juego” con que se dotan las sociedades para conducirse, fruto de las luchas y componendas entre los distintos sectores que se disputan el poder a través del tiempo. En una democracia auténtica, las luchas políticas y sociales plasmaron una institucionalidad que garantiza el usufructo de los derechos civiles, individuales, económicos y políticos, a través de la división y equilibrio de poderes, la transparencia para el escrutinio ciudadano y la subordinación del poder militar a autoridades civiles, resultadas del sufragio. Un Estado de Derecho así estructurado impide el funcionamiento de un régimen de expoliación, por lo que debe ser abatido. Para ello sirve la prédica “socialista”, para demoler las reglas de juego propios de la “democracia burguesa”, no para suplantarlas con una ordenación racional recogida en metas y prioridades de un plan nacional, sino para darle rienda suelta al usufructo libre y discrecional de la riqueza desde el poder. El tinglado de leyes que en Venezuela esbozan la economía y el estado comunal como objetivo, así como la violación de los derechos de propiedad, procesales y las detenciones arbitrarias por órdenes de Chávez, cumplen con este propósito de demolición institucional. Se busca hacer realidad la tesis de Norberto Ceresole de eliminar toda intermediación a la vinculación directa entre caudillo y pueblo, procurando reducir las potestades de alcaldías y gobernaciones –instancias de poder electas- y remplazar las organizaciones sociales autónomas, por organizaciones que representan al Estado ante los asociados, es decir, el propio Estado Corporativo fascista.
Comoquiera que la economía comunal, estrechamente controlada y normada desde el poder, no es viable económicamente, la concentración de la renta petrolera en manos del Ejecutivo, así como la expropiación de empresas productivas, se hace imprescindible. Para ello el presupuesto es calculado con base en un precio del barril de petróleo muy inferior a su precio real, reservándose el excedente para usufructo discrecional de Chávez. Junto a otros elementos, como el traspaso de reservas “excedentarias” al Fonden, la constitución de fondos con las utilidades de CANTV y otras empresas, ha hecho posible una formidable base financiera para la prosecución de sus objetivos de política, de magnitudes nunca vistas desde los años ‘70, saltándose los controles del gasto y la rendición de cuentas sobre su destino. Además, ha servido para la instrumentación de diversos mecanismos para la transferencia de recursos a sectores de bajos ingresos –las llamadas misiones-, bajo la presunción de que constituyen su base política de apoyo por excelencia. Pero, como se ha señalado tantas veces, estas “soluciones para los pobres” terminan siendo pobres soluciones, conformando un odioso apartheid que niega calidad de vida a los desposeídos. Este “socialismo” de reparto, no de desarrollo de las fuerzas productivas –como pregonaba Marx-, constituye un peaje populista consustancial al sostenimiento del régimen de expoliación.

Como último ingrediente está el culto a la personalidad. La mitificación de la historia para evocar epopeyas pasadas contra la opresión, en particular, el culto a Bolívar, pone en escena una épica ficticia en la cual el líder máximo adquiere –también- estatura heroica. El amado caudillo se erige como único ser capaz de librar al Pueblo de las acechanzas del enemigo apátrida representado por los que no comulgan con las verdades de su “revolución”. Él determina lo que es y debe ser la venezolanidad, y los intereses supremos que debemos perseguir: “quien no es chavista no es venezolano”. La prédica maniquea del nosotros –los buenos- contra los otros –los malos- genera una tensión que llama a cerrar filas en torno al líder salvador, so pena de tornar irrealizable la utopía profesada. Él es la garantía única de que tal conquista pudiese alcanzarse algún día: solo es menester tener fe. Se cultiva así una afiliación afectiva, de naturaleza mesiánica, inmune a todo cuestionamiento racional. La confusión deliberada entre Caudillo, pueblo y Estado –“Chávez hoy no soy yo, Chávez se hizo pueblo y un pueblo se hizo Chávez"-, allana el camino para el usufructo sin control del régimen de expoliación. Lo que hace el comandante-presidente, así sea regalarle petróleo a sus “amigos” o utilizar bienes, instalaciones y dineros públicos para promover su relección, es para “bien” del país. Chávez es su propio programa de Gobierno, alfa y omega de la “revolución” y, por ende, dueño de Venezuela. Y así, promoviendo la filiación fanática e incondicional a su persona, encubre ante los suyos la descomunal impostura de su Revolución Bolivariana para legitimar cualquier trastada contra el país, con tal de seguir depredando su riqueza social.


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