sábado, 29 de junio de 2019

LA TRANSICIÓN 
ISMAEL PÉREZ VIGIL

La discusión acerca del proceso de “transición” en Venezuela está, a mi entender, en un contexto equivocado. La “transición” en Venezuela no se dará porque sea “justa”, “razonable”, “conveniente”; porque sea un paso “natural” en la salida de un régimen de oprobio y en la búsqueda de la reconciliación de los habitantes de un país, polarizados y enfrentados. En otras palabras, la “transición” en Venezuela se tiene que dar –desde mi punto de vista que creo que comparten muchos– porque ninguno de los dos grupos en liza está en capacidad de acabar con el otro. Es tan simple y pragmático como eso. No queda más remedio, para encontrar una salida, que ir a una etapa de “transición”. Veamos, sin edulcorantes y con toda crudeza esta situación.
Hay una larga lista de desafueros por parte de la dictadura y de reclamos que hacer al régimen chavista/madurista; no voy a caer en elaborar una larga y penosa lista de todas las razones para salir de esta dictadura, las doy por conocidas; lo importante es tomar conciencia de que todo eso que estamos pensando, y mucho más, lo ha hecho el régimen durante más de 20 años, en los que ha destruido el país, pero no ha logrado acabar con la oposición y en esto radica nuestra fuerza, ni nos hemos rendido ni nos han dominado.
Por parte de quienes nos oponemos al régimen, –a través de procesos electorales, referendos, consultas populares, movilizaciones masivas, protestas callejeras por cientos y miles, intentos de sublevación cívica o militar, o cívico militar, o llamando la atención de la comunidad internacional sobre nuestra desgracia y penurias y solicitando su activo apoyo y ayuda–, hemos hecho varios intentos para desalojarlos del poder, sin lograrlo tampoco.
En síntesis, el régimen controla todas las palancas y resortes del poder: la administración pública; el efímero, insuficiente, pero jugoso, presupuesto; la mayoría de las gobernaciones y alcaldías y todos los mecanismos de represión y no ha podido acallar a la oposición. Por su parte, como he dicho, la oposición ha pretendido –sin una fuerza física similar, con la sola fuerza de la calle, de la verdad y de la razón–, desalojarlo del poder y tampoco ha podido. Está demostrado que no es una tarea fácil, doblegar el uno al otro, de allí que tengamos que convenir en un proceso de “transición” por el cual se desaloje del poder a la actual dictadura.
Para el régimen, aunque es el que controla el territorio, ya solo le es posible mantenerse en el poder por la fuerza; con casi el 90% de la población y gran parte de la comunidad internacional en contra, el país se le ha hecho ingobernable; no tiene ninguna viabilidad política bajo su control, por eso debe cederlo, aunque la oposición no tiene forma de arrebatárselo de las manos por ninguna vía institucional o de fuerza.
Solo la renuncia voluntaria o la intervención de una fuerza militar, interna o externa, podría lograr desalojar del poder a la mafia enquistada en él y abrir un compás para la “transición” de la que se ha hablado. Ese es el terreno en el que hay que colocar las cosas, pues no tiene sentido hacer comparaciones inverosímiles con ninguna situación en otro país, en otra latitud, que pueden ser parecidas, pero no son comparables.
Sentada de esta manera la base de la discusión podemos ver otras aristas del tema.
Obviamente hay que ponerse de acuerdo con quienes dejarán el poder, sobre la forma que esto ocurrirá y los plazos. Eso será lo que llamaríamos la “transición” y desde luego, no parece realista pensar que quien tiene todo el poder y la fuerza física para mantenerlo, lo va a entregar sin más y se va a “retirar” dejando el terreno libre y despejado, exponiéndose además muchos de sus personeros a ir a la cárcel, al exilio y entregar sus fortunas seguramente mal habidas. Por el contrario, es obvio que algunos –o muchos– personajes que ahora están en el poder, se querrán mantener en él. Esa es la particular complejidad de este problema en Venezuela, seguir negándose a verlo de esa manera es vivir engañados, o peor aún, tratar de engañar a otros.
El chavismo, que controla todo el poder, en todo el país, no desaparecerá, no se esfumará cuando el actual usurpador deje la presidencia y al día siguiente de finalizada la usurpación no vamos a tener un gobierno democrático, similar al de Suiza, Alemania o los EEUU; restos del poder corrupto de hoy y su influencia permanecerán en los intersticios de la sociedad: en ministerios, empresas públicas, gobernaciones, alcaldías, en la propia AN, es algo inevitable; precisamente por eso se necesita una “transición”, mientras se abre paso nuevamente la democracia y el estado de derecho.
De allí que tenga que darse entonces un proceso de “negociación” –otra palabra maldita– para acordar los términos de esa “transición”. Desde luego, y disculpen la ironía y el sarcasmo, lo mejor sería que este proceso de “negociación” se diera entre la oposición y la Superiora General de la orden de las Carmelitas Descalzas de Venezuela, que es una magnifica persona, pero desafortunadamente la negociación se tendrá que dar con los representantes de la actual dictadura militar. Sí, militar, no olvidemos eso.
De nada servirá “retorcerse” en el piso porque se va a negociar con “delincuentes y maleantes”, porque esa es la realidad: se negocia con quienes tienen el poder en Venezuela y no hay fuerza nacional –y parece que tampoco internacional– que pueda hacer que las cosas sucedan de otra forma. Claro, hay la opción de no hacerlo, de no hacer nada, de cruzarnos de brazos y esperar que el país se termine de derrumbar por completo y que se vayan varios millones más de venezolanos a ver si al final de todo, los sustentadores del régimen, no habiendo más que expoliar, se cansan y se retiran. No creo que sea esa una perspectiva aceptable.
La alternativa es negociar, firmemente, sin temor ni vergüenza y sin hacer concesiones, tomando el tiempo y en el espacio que sea necesario y, simultáneamente, manteniendo la presión interna e internacional, hasta asfixiar a la dictadura; si la comunidad internacional no presiona fuertemente, con medidas severas y amenazas creíbles, al tiempo que nosotros mantenemos la presión de calle, no vamos a lograr nada con una negociación, sería ir a un matadero sin opción. El apoyo internacional es crucial, pero no a posteriori, como paso en República Dominicana, que se limitaron a desconocer el gobierno salido de las elecciones del 20M de 2018, después de consumado el irrito proceso.
Mantener la movilización interna es la parte más compleja, sobre todo por la presión de opositores “radicales”, internos y en el exterior, que desde posiciones ideológicas y la distancia lo ven todo muy sencillo y empujan por salidas que internamente muy pocos están dispuestos a seguir, e internacionalmente, nadie. Se constituyen en un enjambre de la antipolítica que, en redes sociales, con sus abejas y reinas, trabajan incesantemente.
Politólogo


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viernes, 28 de junio de 2019

DELINCUENCIA TRANSNACIONAL ORGANIZADA Y TIRANÍA

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   MARTA DE LA VEGA


No es nueva la noticia denunciada en junio de 2019 por el Secretario General de la OEA Luis Almagro de la presencia de núcleos de terrorismo de Irán y Hezbollá asentados en territorio venezolano, en alianza con Nicolás Maduro. Las células islámicas terroristas se hallan sobre todo en la isla Margarita.

A ello se agregan las posiciones a favor del usurpador Maduro de los gobiernos de Rusia, Irán, China, Turquía y Siria y, en América Latina, Cuba y Nicaragua, Bolivia, Uruguay y México. En los primeros, los intereses económicos en el país y la captura de recursos naturales venezolanos priman sobre supuestas consideraciones ideológicas.

En los segundos,  o bien por fidelidad a la visión estereotipada de la izquierda como “redentora” y “progresista”, o bien como resultado de la defensa doctrinaria más dogmática y sanguinaria,  leninista y stalinista, del “comunismo radical”, como lo llama el Padre Alejandro Moreno, “que tiene 200 años de atraso”, a ser impuesto  con lógica implacable antidemocrática en los gobiernos de Chávez y la tiranía de Maduro.

Tampoco es reciente el antisemitismo implícito en el proyecto del socialismo del siglo XXI. Las declaraciones públicas de Chávez en contra de los judíos en diciembre de 2005 dieron lugar a la fundación del espacio anti-totalitario “Observatorio Hannah Arendt”, cuyas actividades formales comenzaron en marzo de 2006 con Heinz Sonntag como director general.

La red de narcotráfico y el afianzamiento de carteles internacionales de producción y distribución de cocaína en coalición con las narco-guerrillas de las FARC desde la época de Hugo Chávez se ha profundizado, gracias a un Maduro complaciente y la prolongada presencia en Venezuela de los antiguos jefes de los grupos criminales supuestamente desmovilizados, que no se acogieron a los acuerdos de paz con el Estado colombiano.

Hay, además, disidentes de las FARC convertidos en bandas de delincuentes, al igual que miembros del ELN en vastas regiones del territorio nacional, que se disputan el control de la minería ilegal y las extorsiones llamadas “vacunas” con paramilitares, contrabandistas de gasolina y traficantes de drogas,  no solo en las regiones fronterizas de Venezuela.    

Chávez es artífice de las calamidades actuales, que Maduro ha agudizado. No les ha interesado hacer un “buen gobierno” sino la “revolución”. No tienen dominio del hampa desbordada ni pueden detener la violencia;  impunidad, represión brutal y crímenes se volvieron políticas de Estado.

No hubo profundización de la democracia ni desarrollo con el excepcional aumento de la renta petrolera, sino imposición de una ideología heteróclita, alineada con la dictadura cubana y prácticas delincuenciales. Chávez sucumbió a la magnética seducción del discurso de Fidel. Con  una gestión negligente, sin sensibilidad social ni sentido de la equidad, manipuló las necesidades de la gente para servirse de los pobres en lugar de servirlos.

Es lo que hace hoy Maduro, para envilecerlos mediante la dádiva convertida en mecanismo de control social en lugar de “dignificarlos”, como anunciaba el difunto después de los miles de damnificados y muertos que dejó la catástrofe de diciembre de 1999 por los deslaves de las montañas costeras cerca de Caracas.

Creó las “Misiones” por consejo de Fidel Castro para contrarrestar su pérdida de popularidad y el inminente riesgo de perder el referendo revocatorio previsto en la Constitución a la mitad del mandato presidencial, que retrasó lo más posible mediante argucias y trampas leguleyas  hasta que fue finalmente realizado en 2004 con resultados muy cuestionados incluso hoy. Maduro repitió la historia, anulando de un plumazo el referendo revocatorio en su contra en 2016 a cambio de otro intento fallido de diálogo.

El inmediatismo y facilismo presentes en la mentalidad de los sectores sociales más vulnerables económicamente y menos educados ha sido estimulado por el dirigismo  y la exacerbada concentración del poder por parte del Estado. Se ha vuelto un círculo vicioso la dependencia creciente de la población con respecto al Estado como principal proveedor de empleos, bienes y servicios, no solo corrupto dada su estructura clientelar sino cada vez más ineficiente por la sobrecarga de funciones.

En este contexto, se entiende por qué es tan difícil salir de la pesadilla que es Venezuela, a pesar de las luchas ciudadanas. Y por qué se trata de un asunto geopolítico que no se va a resolver sin concurso internacional.


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miércoles, 26 de junio de 2019

VENEZUELA: BACHELET


TRINO MARQUEZ C. 

La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos no va en misiones oficiales a países donde prevalece el Estado de Derecho, se respetan las minorías, la figura del preso político no existe, la gente come las tres veces al día con una dieta balanceada, hay libertad de prensa, se consiguen con facilidad medicamentos y la gente no emigra, ni les crea problemas a sus vecinos, pues se siente a gusto de vivir en su territorio. La Alta Comisionada no va a Suiza o a Noruega, salvo que quiera ver vaquitas con cencerros o fiordos.  
La doctora Michelle Bachelet nos visitó porque Venezuela es notitia criminis. Pasó a estar en la agenda internacional de forma permanente por los desmanes que el régimen de Maduro comete.   De ser una democracia que causaba envidia en una región plagada de dictaduras, se transformó en una nación cuyo Gobierno y Estado avergüenzan por la cantidad y gravedad de atropellos que perpetran.
         La sola presencia de la Bachelet en  nuestro país fue una victoria de las fuerzas democráticas. Las protestas internas y la presión internacional lograron sacudir la pesada burocracia internacional. Nicolás Maduro, consciente de que la venida de   Michelle Bachelet a tierras venezolanas sería inevitable, optó por invitarla en noviembre del año pasado. Estimó preferible tomar la iniciativa y aparecer como promotor de la visita, que quedar acorralado y verse obligado a aceptar una inspección a la cual no habría podido negarse. La expresidente había sido, sin mucho entusiasmo, su aliada en el plano internacional mientras gobernó a  Chile.
         En la oposición, algunos grupos y personalidades se imaginaron que Michelle Bachelet se quitaría su ropaje de funcionaria internacional y se convertiría, por arte de magia, en militante de Voluntad Popular, de Primero Justicia o de cualquier otro partido opositor. Que atacaría sin piedad los abusos del gobierno. En el oficialismo, en contrapartida, la jerarquía del Psuv y del régimen a lo mejor estaban esperando que la doctora se derretiría en elogios a los logros de la revolución en materia de derechos humanos. No ocurrió ni lo uno ni lo otro. En medio de su apretada agenda encontró tiempo para reunirse con las figuras claves del régimen, con Juan Guaidó, líder de la oposición,  y diputados de la Asamblea Nacional, con organizaciones de la sociedad civil y familiares de las víctimas que han muerto o han sido torturados, que sufren porque no consiguen las medicinas  requeridas o pasan hambre porque no pueden comprar alimentos. Testigos de esos encuentros destacaron el respeto y la atención con los cuales la Alta Comisionada los trató. De esos testimonios, destaco el de Susana Rafalli, una autoridad en el área alimentaria. La especialista quedó gratamente impresionada por la actitud comprensiva de Michelle Bachelet, quien, además de política exitosa, es médica pediatra.
         Algunas voces, lamento que se encuentre entre ellas la  de Beatriz Becerra, la combativa e incondicional eurodiputada, se levantaron para señalar que la representante de la ONU vino a blanquear el rostro de la dictadura. Otros repiten de forma obstinada que la Alta Comisionada no debió reunirse con los torturadores, ni con el presidente de la írrita asamblea constituyente. Se horrorizan porque tuvo un guiño con Maduro, al acotar que las sanciones internacionales agravan la crisis económica y social.
Esas reacciones viscerales se comprenden en personas alejadas de la atmósfera política; pero, sorprende cuando se trata de dirigentes veteranos, quienes deberían estar conscientes de  las complejas tramas que preceden la presencia  de una funcionaria de tan alta jerarquía, en un país atravesado por   conflictos tan graves  como Venezuela.
         El contenido del comunicado final de la visita fue ecuánime. Ni adulante con el régimen opresor, ni meloso con la oposición. Se mantuvo equidistante. Ajustado a los protocolos que deben seguirse cuando lo que se busca es ayudar a resolver, o al menos atenuar, la vulneración de los derechos humanos. Bachelet designó a dos representantes que se encargarán de evitar los excesos del gobierno. La decisión representa una ganancia neta.
         La visita de Bachelet no supone un triunfo de la justicia y el Estado de Derecho en el corto o mediano plazo. De hecho, el mismo día de su partida, el régimen capturó y desapareció a cuatro militares y a dos funcionarios del Cicpc. Poco tiempo después agredió a un equipo de colaboradores de Juan Guaidó. La paranoia de Maduro
–justificada por la deslealtad de algunos de sus colaboradores más cercanos- lo llevará a cometer nuevas agresiones.
         El régimen, que no anda pensando en que los pajaritos van a la maternidad, reivindica la venida de Bachelet como un triunfo. En realidad fue una concesión y una derrota a su política de negar que en Venezuela se violan los derechos humanos, hay crisis humanitaria y se encarcela a dirigentes políticos. El comportamiento de Michelle Bachelet fue correcto. La victoria fue de la democracia, no de la dictadura.
         @trinomarquezc



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sábado, 22 de junio de 2019


BACHELET EN VENEZUELA: ¿CABE ESPERAR ALGO POSITIVO LUEGO DE SU ESPERADA VISITA?





Emilio Nouel V.



Al fin la tan esperada visita de la señora Michelle Bachelet a Venezuela se dio. No pocas organizaciones de la sociedad civil e individualidades nacionales e internacionales habían solicitado que se apersonara en nuestro país, a los fines de que in situ constatara horrendos hechos violatorios de los derechos humanos, que muchas veces fueron denunciados y también registrados con lujo de detalles tanto por el departamento de la NNUU que ella hoy dirige como por otras organizaciones internacionales.  

Como se sabe, su cargo es el de Alta Comisionada para los Derechos Humanos; muy importante, sin duda, y sobre el cual pesa una gran responsabilidad por la materia tan sensible que debe manejar en un espacio que abarca el planeta entero.

Su figura, vinculada a una afiliación político-ideológica conocida, no ha estado exenta de polémica.

Para nadie es un secreto que es de pensamiento socialista/socialdemócrata. Sus relaciones cercanas y/o amistosas con importantes figuras mundiales de la llamada izquierda, como los hermanos Castro de Cuba, Ortega de Nicaragua, Lula en Brasil y Chávez y Maduro en Venezuela, le ha ganado la animadversión de muchos que se han opuesto o se oponen a los gobiernos que aquellos han presidido.

En su ejecutoria gubernamental -Presidente en dos ocasiones de Chile- se ha conducido en el marco del Estado de derecho liberal de su país, y adelantó, a mi juicio, políticas razonables y beneficiosas en el campo internacional. Obviamente, a su gobierno interna o externamente, se pueden formular críticas puntuales, pero, en definitiva, han sido gobiernos “normales”, sobre todo, no autoritarios, ni en ellos se ha pretendido establecer regímenes totalitarios, como los de sus amigos.

Sin embargo, sobre ella ciertos sectores políticos siguen manteniendo reservas.

Son las que observamos en Venezuela con su visita, que, por cierto, es la ejecución de un mandato de las NNUU emitido por el Consejo de los DDHH de las NNUU en septiembre de 2018.

Está claro que en una visita de un día medio, prácticamente, no se puede palpar en toda su magnitud la dimensión de la tragedia nacional venezolana. Pretender que ella podría conocer de primera mano todos los problemas es ilusorio. Tendría que instalarse semanas enteras y viajar por todo el país. Porque el verdadero drama venezolano no se puede observar solo en la ciudad capital.

Sin embargo, el equipo de esa Comisión, que ya conoce la situación desde antes de que ella se posesionara del cargo, sí puede dar cuenta con amplitud y profundidad de ella.

El Informe preliminar que han preparado hace algunos meses atrás, es contundente. Casi todas las múltiples denuncias se han corroborado en campo. Son igual o más graves que las de los Informes previos.

Pensar que una individualidad como la señora Bachelet, por estar al frente de ese equipo, pudiera torcer o esconder evidentes y comprobados hechos es un despropósito.

Por otro lado, el hecho de que ella se haya reunido con los representantes de la tiranía no implica ninguna complicidad con sus representantes, ni un juicio de valor respecto del régimen. A ella le corresponde entrevistarse con todos los actores que protagonizan nuestro conflicto doméstico. Se reunió con el Presidente interino de Venezuela, reconocido como tal por más de 50 gobiernos democráticos.

No deberíamos prejuzgar nada sobre los resultados de esa visita, ni creer que ciertos “maquillajes”, al estilo de las aldeas Potemkin, pudieron ocultar la realidad.

Ha sido muy conveniente que la señora Bachelet haya venido al país. Esa visita subraya y confirma, objetivamente, lo que hasta ahora se ha dicho. Que hay una grave crisis política y social que requiere la atención de los organismos internacionales, de toda la Comunidad Internacional.

Bachelet pudo entrevistarse con familiares de víctimas y dirigentes de organizaciones sociales y defensoras de derechos humanos diversas con los cuales pudo compartir momentos muy emotivos.  Sus historias son desgarradoras”, afirmó.

Este viaje refleja una enorme preocupación y le dice al mundo que no es cierto lo que el régimen militar ha pretendido hacer ver acerca de que todo marcharía normalmente en Venezuela, que no existe tal crisis. Hasta Arreaza, conocido por su cinismo y su falta permanente a la verdad, con Bachelet se ha visto obligado a reconocer la violación a los DDHH en el país, cuando habla de “corregir” y “rectificar”.

Nuestra tragedia se agrava con los días. Sigue desbordándose peligrosamente sobre nuestros vecinos más cercanos y más allá.     

Solo resta saludar la visita realizada por la señora Michelle Bachelet, y decir que ojalá que su corta estadía logre sensibilizar más al mundo sobre lo que ocurre en Venezuela y también acerca de la necesidad urgente de una pronta solución negociada antes de que sea muy tarde.

Su mensaje final al encontrarse con un grupo de venezolanos nos deja un buen sabor de boca: “Si algo puedo ayudar, estoy dispuesta”. Ya el 20 de Marzo próximo pasado había declarado: “las autoridades se han negado a reconocer las dimensiones y la gravedad de la crisis en materia de cuidados médicos, alimentación y servicios básicos, por lo que las medidas que han adoptado no han sido suficientes”.

El Informe definitivo que deberá presentar Bachelet próximamente sobre Venezuela, con seguridad no diferirá mucho de lo que los anteriores han reseñado.  

Solo deseamos que por ahora, al menos, se obtenga del gobierno la libertad de los cientos de presos políticos injustamente encarcelados por el régimen dictatorial que agobia a la sociedad venezolana. Desde el escepticismo, a veces se puede aspirar a un milagro, sobre todo, cuando pensamos en esos venezolanos torturados y vejados salvajemente, y en sus familiares angustiados y sufriendo.

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viernes, 21 de junio de 2019

EL PRESIDENTE INTERINO DE VENEZUELA, JUAN GUAIDÓ Y LA ALTA COMISIONADA DE LOS DDHH DE LAS NNUU, MICHELLE BACHELET

                 
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¿Y ahora…?






Eduardo Fernández 


¡Tenemos que seguir luchando! Nada de resignación. Nada de conformismo. Convocar a la lucha infatigable por construir una Venezuela mejor. Convocar a la unidad de todos los venezolanos detrás de un programa compartido. 

¡Seguir luchando! No podemos dejar que nos roben la esperanza. Venezuela y los venezolanos nos merecemos un destino mejor. ¡Seguir luchando! Renovar nuestro compromiso con la gente, con los ciudadanos, con los que sufren, con los más vulnerables. Renovar nuestro compromiso con la democracia, con el estado de derecho, con los derechos humanos, con la justicia social, con el desarrollo económico, con la igualdad de oportunidades, con la educación, la ciencia  y la tecnología, con la salud, con la dignidad de la persona humana, de cada una de las personas y con el conjunto de los ciudadanos.

¡Seguir luchando sin descanso! Evaluar lo que hemos hecho, los aciertos y las equivocaciones. Profundizar los aciertos, corregir las equivocaciones. Apostar siempre por la inteligencia, por la unidad, por la paz, por la justicia, por la fraternidad entre todos los seres humanos, por la inclusión, por el futuro.

Venezuela necesita recomponer su estructura institucional: un gobierno que gobierne. Un parlamento que legisle y que controle la marcha de la administración pública, unos tribunales que administren justicia con seriedad, con imparcialidad y con apego a la constitución y a las leyes.

¡Tenemos que seguir luchando! Nada de resignación. Nada de conformismo. Convocar a la lucha infatigable por construir una Venezuela mejor. Convocar a la unidad de todos los venezolanos detrás de un programa compartido. Organizar a los ciudadanos. Educar en democracia, en tolerancia, en valores cívicos y éticos. Trazar caminos de progreso. Organizar a los ciudadanos para alcanzar las metas. Educar para la convivencia y la civilidad. Apostar a una estrategia inteligente para salir de un gobierno que ha hecho mucho daño y sustituirlo por un gobierno que encarne los valores que el actual gobierno ha maltratado y desconocido.

No a la violencia, no a la desesperanza, no a la resignación. Los venezolanos esperamos una convocatoria positiva, ilusionante, esperanzadora. Vamos a luchar por la tierra prometida. Ojalá surjan líderes políticos y organizaciones políticas que nos convoque a la grandeza, que nos saquen de la mediocridad, que podamos superar los insultos y la diatriba y avanzar con paso firme y resuelto hacia una Venezuela unida, prospera, feliz y optimista. Todo eso podemos lograrlo. ¡Hay que seguir luchando!

Seguiremos conversando.

Eduardo Fernández
@EFernandezVE


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jueves, 20 de junio de 2019

CUIDADO CON CÚCUTA


TRINO MARQUEZ


El reciente trabajo del periodista Orlando Avendaño en el portal PanamPost, acerca de los supuestos manejos dolosos en los que se habría incurrido con recursos destinados a la ayuda humanitaria recaudada en el concierto de Cúcuta, desató una pequeña tormenta. El gobierno de Nicolás Maduro habló de corrupción y señaló a Juan Guaidó y a Voluntad Popular como responsables del desaguisado. Jorge Rodríguez se deleitó hablando de cómo ellos, castos angelitos, estaban conmovidos por la crueldad con la que actúa la ultrederecha, insaciable cuando de dinero se trata. El complaciente  fiscal Tarek William Saab, al día siguiente de haber declarado Rodríguez, imputó a Rossana Barrera y a Kevin Rojas, comisionados de Guaidó, por los delitos de corrupción.    Algunos supuestos opositores al régimen de Maduro montaron en cólera. Las redes reventaron exigiendo que los responsables fuesen condenados sin apelación de ningún tipo. A los corruptos hay que castigarlos, se vistan del ropaje que se vistan. Los colaboracionistas son iguales al gobierno.

         A medida que han ido apareciendo informaciones fidedignas, el sonado caso se ha ido despejando. Aid Live Foundation publicó un comunicado en el cual señaló que los fondos no han sido utilizados. Con lo cual dejó claro que no habían podido ser malbaratados. La plataforma informática impedía tener acceso a esos recursos. Las posteriores declaraciones de Gaby Arenas, directora ejecutiva de  ALF, reafirmaron esas apreciaciones. La rueda de prensa de Lester Toledo y Francisco Sucre limaron asperezas. Posteriormente, el mismo portal PanamPost atenuó la denuncia inicial. Tomaron conciencia de que, sin proponérselo, habían provocado un escándalo que favorecía al gobierno más corrupto e incompetente que ha tenido la historia nacional.

         La corrupción hay que denunciarla y combatirla en todos lados. Es probable que Cúcuta se cometieran excesos y desmanes que deberán ser esclarecidos por las investigaciones. El caso se encuentra en la Fiscalía colombiana. Juan Guaidó y Humberto Calderón Berti actuaron con celeridad. Exigieron que los hechos se aclararan. Guaidó separó de sus cargos a Barrera y a Rojas. Nada de complicidad. Ninguna solidaridad mecánica con los señalados. Ese comportamiento es el adecuado ante casos que comprometen el futuro de una lucha tan ardua como la que se libra y frente a dineros destinados a aliviar la miseria de la población y de los militares que se encuentran en Colombia. En el plano ético y político resulta saludable.

         Sin embargo, en un ambiente tan crispado e intervenido por imponderables, como el que impera en Venezuela, nada puede descontectualizarse. El régimen cuenta con un poderoso aparato de propaganda que trabaja todo el día para desprestigiar, intimidar e inhibir a sus adversarios.

Con relación a lo ocurrido en febrero en Cúcuta se produjo un viraje que debe diagnosticarse. Cuando el concierto estaba desarrollándose, las informaciones transmitidas por el régimen señalaban que la cita era un fracaso de concurrencia y recaudación. Apenas habían asistido unas pocas miles de personas y sólo se habían recaudado unos cuantos miles de dólares. Se intentó desvirtuar la realidad, minimizando lo sucedido.  Lo que había sido un fiasco total  era el concierto convocado por Maduro. Fue concebido para que durara tres días, y no sobrevivió sino unas pocas horas.

         Ahora se les presentó la oportunidad de vengarse. No les importa incurrir en contradicciones flagrantes. ¿Cómo es eso de que el concierto fue una decepción y, no obstante, la oposición incurrió en el despilfarro de millones de dólares provenientes de la recaudación? Se trata de una incongruencia. El objetivo luce claro: el régimen trata de sembrar dudas sobre la administración de los fondos con el fin de evitar que se repitan concentraciones gigantescas como la del 23 de febrero. Si la oposición queda como una banda de hampones que se burla de la buena fe de las miles de personas que aportaron dinero para auxiliar a los más necesitados del país, perderá toda credibilidad y le será imposible repetir el éxito de esa extraordinaria jornada.

         Su imagen como opción también queda lesionada. La oposición no puede ser una alternativa de cambio porque incurre en los mismos vicios  que el régimen que pretende sustituir. La honestidad no forma parte de los principios que la animan. Este es el juego del gobierno. La guerrilla comunicacional busca desmontar la alternativa democrática. El G2 cubano y todo el andamiaje propagandístico del madurismo se alinearon tras esa meta: horadar y degradar la oposición. 

         Conclusión: la oposición no está integrada por ángeles; al igual que cualesquiera otros ciudadanos, quienes cumplen labores de coordinación, administración y conducción deben ser objeto de vigilancia y control; si incurren en delitos, deben ser castigados; todo hay que examinarlo en el contexto de un régimen que saqueó y arruinó al país, y pretende perpetuarse en el poder destruyendo física y moralmente cualquier opción de cambio.

         @trinomarquezc

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