domingo, 31 de mayo de 2020

VENEZUELA: ¿CATÁSTROFE SIN SALIDA?


LUIS UGALDE SJ



Los obispos venezolanos cierran el mes de mayo con un documento muy difícil de rechazar como falsificación de la realidad nacional. Recomendamos leerlo íntegro. De manera apretada reproducimos en nuestro corto espacio párrafos claves con subrayados nuestros. La Conferencia Episcopal nos habla de una “dramática situación de dolor, violencia y sufrimiento que padece la inmensa mayoría de los venezolanos y que hemos calificado como moralmente intolerable. La presencia de la pandemia no ha hecho sino poner en evidencia las múltiples carencias que sufre el pueblo y la incapacidad de dar respuestas adecuadas”. (2)
Después de reconocer y agradecer a los que trabajan con riesgo y medios insuficientes en el área de salud y también el gran comportamiento cívico de la mayoría de los venezolanos acatando la cuarentena, mostrarse de acuerdo con algunos aspectos de la actuación del gobierno y apuntar hacia la necesaria y cautelosa reactivación, pasa a lo más grave, que es anterior con el agravante de la pandemia en nuestro país.
Escuchan “un inmenso clamor que sube al cielo ante el desamparo de millones de hombres y mujeres sin recursos económicos, sin comida, sin medicinas, sin trabajo, sin servicios adecuados de electricidad, agua, transporte, gas doméstico y combustible” (6). “Nuestro pueblo, todo, sin distinción, está inmerso en una cadena de calamidades” (6). “Económicamente vemos al país a la deriva, sin planes económicos ante la posibilidad del cierre de empresas y que muchos trabajadores queden sin empleo; igualmente ocurre con los trabajadores de la economía informal” (7). “El país está cerca de una quiebra económica de grandes proporciones” (7). Por lo cual, la Conferencia Episcopal concluye “es inaceptable que continúe la situación que vivimos” (8).
Urge “una acción moral de gran calado, una sacudida ética y una convergencia políticosocial que nos encauce hacia el deseo común: un cambio fundamental” (8). “No es eliminando al que piensa diferente que se saldrá de esta crisis, sino incluyendo en la búsqueda de soluciones concertadas a todos los factores políticos y a las distintas instituciones que hacen vida en el ámbito nacional…” (9). “Venezuela no podrá salir de esta situación, si todo el pueblo no interpela definitivamente a las autoridades y al conjunto del liderazgo político, social y cultural y se declara en emergencia nacional. Es urgente superar la actual exclusión política, social, económica y hasta espiritual, con la conciencia y voluntad inequívocas de un cambio fundamental acordado con el máximo de legalidad y legitimidad, sin violencias y en paz. Para ello, urge lograr la reconciliación y el perdón, construyendo caminos de justicia y vida. Necesitamos un nuevo clima espiritual y liderazgos renovados que, superando la corrupción y el fraccionalismo, sean capaces de inspirar y movilizar los ánimos y el trabajo creativo de todos” (9). “
“Llamamos, pues, escuchando a nuestro pueblo, a un acuerdo nacional inclusivo de largo alcance que salve a Venezuela de la gravísima crisis en la que se encuentra sumergida y a iniciar procesos para rescatar y recuperar el país social, política y económicamente. Dejar el radicalismo y el favoritismo para pensar en los demás, en los pobres, en los olvidados de siempre, para que Venezuela vuelva a tener esperanza en la que todos cabemos sin distingos. La insostenibilidad moral de la situación actual exige ese cambio radical, ir a la raíz, al fondo, en función de la vida, libertad, solidaridad, fraternidad, exigidas por el Dios del amor y por la confesión de fe en la dignidad y fraternidad humanas. El mejor aporte que como ciudadanos podemos hacerle al país, es que desde nuestras instituciones sociales acompañemos la búsqueda de una salida, que necesariamente pasa por la inclusión de todos, el diseño de un nuevo modelo de país y la conformación de instituciones públicas, con valores democráticos, que sirvan al pueblo y procuren el desarrollo humano integral y social” (10).
Los obispos, aunque quisieran no pueden decir más. Ahora hace falta que el régimen reconozca esta dramática realidad que ninguna propaganda puede ocultar y que se agrava de día en día. Somos el país con menor salario, mayor hiperinflación, mayor decrecimiento de la producción, más incremento de la pobreza y mayor huida del país. Reconocerlo es un paso imprescindible para curar al enfermo grave, sin engañarse diciendo que se trata de un simple resfriado. Su solución requiere un nuevo gobierno inclusivo y legítimo, nuevo régimen con apoyo nacional masivo y con relaciones internacionales con todas las naciones, libre de sanciones de castigo contra el actual régimen de mal común y con apoyo humanitario a la reconstrucción democrática del país.

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sábado, 30 de mayo de 2020

Barcos iraníes, macutazo y pacto social


Ismael Pérez Vigil

Nunca, como ahora, tras el episodio de la Operación Gedeón y el de los barcos iraníes, se me ha hecho más patente la comparación del mito de Sísifo, con la actividad de la oposición.
La mitología griega no dice claramente por qué fue castigado Sísifo, rey de Corinto, pero si cuál fue su ejemplar castigo: empujar montaña arriba una pesada piedra que, al llegar a la parte más alta, volvía a rodar cuesta abajo, por lo que debía repetir esta tarea una y otra vez. Podríamos asimilar la actividad de la oposición a la absurda tarea de Sísifo. Cuando parece que estamos llegando a la cima, algún acontecimiento hace rodar la piedra camino abajo y debemos volver a la pesada tarea.
El régimen montó dos “teatros” para “divertirnos”, en el sentido etimológico de la palabra. Primero, una invasión imperial en unos peñeros, con unos “mercenarios pro bono”, detenidos por unos pescadores. Y días más tarde, revistió de épica heroica una absurda operación comercial para traer gasolina desde el otro lado del mundo, pagada a precio de oro. Con ambas nos “entretuvimos” unos días, acicateados en redes sociales por “opositores radicales” que curiosamente siempre creen lo que dice el régimen y lo secundan en sus objetivos de generar falsas expectativas, para cosechar desesperanza, porque a ellos, a los “opositores radicales”, les sirve muy bien esa desesperanza, la duda que siembran, en su objetivo de desplazar –sin hacer trabajo político– a lo que llaman la “oposición oficial”.
Mis conocimientos de la industria petrolera llegan hasta comprender que esa operación de traer gasolina, desde Irán, no debe tener mucha racionalidad económica y no debe ser algo que se pueda repetir en muchas ocasiones. Mas, sí como ya estamos viendo, las empresas armadoras o propietarias de los barcos que traen la gasolina comienzan a plantearse que no lo seguirán haciendo por temor a las sanciones de los Estados Unidos –mercado que sí les importa– contra empresas que hacen negocios con Venezuela e Irán, ambos países sancionados por tráfico de drogas, terrorismo, violación de derechos humanos, etc.
Mi conocimiento de la realidad venezolana me lleva a pensar al menos tres cosas. Una, que el régimen venezolano montará alguna otra estratagema para no quedarse sin el combustible que mueva la economía del país, que aunque precaria y en crisis, necesita ser movida. Dos, que montará igualmente otro de esos llamados “falsos positivos” –para usar la jerga de moda–, que le permitan el doble objetivo de atemorizar y acrecentar su control sobre la población civil y sobre la oposición política. Y tres, que una vez más comprobamos que los venezolanos no somos el ombligo del mundo y que nadie va a salir a pelear las contiendas que solo nos conciernen a nosotros.
Y me quiero detener en este último punto, reflexionando en dos direcciones. Una, para no remontarme a 2014 y 2017, ya lo habíamos visto en febrero de 2019, cuando esperábamos que “sí o sí” entraría la ayuda humanitaria, apoyada por tropas de varios países y una multitud de civiles. Nada de eso ocurrió. Nada ocurrió tampoco el 30 de abril, salvo que algunos militares buscaron el exilio y se incrementó una vez más la desesperanza del pueblo venezolano, que no acudimos masivamente al llamado de Juan Guaidó para apoyarlo en la autopista en esa frustrante jornada.
Sin embargo algunos insisten ahora en que Juan Guaidó llame a tropas extranjeras a intervenir en el país o que se invoque el TIAR, olvidando que los países que integran dicho acuerdo se reunieron dos veces en 2019, una en septiembre y otra el 3 de diciembre del mismo año, en donde se acordaron: medidas de restricción de ingreso y tránsito en los territorios de los Estados Partes del TIAR; que se continuara el seguimiento a la situación de Venezuela y se evaluara la formulación de recomendaciones adicionales; mantener abierta la Reunión de Consulta de Ministros de RREE y por último que la Secretaría General de la OEA trasmitiera el contenido de la resolución al Consejo de Seguridad de la ONU. Nada se dijo de formar una fuerza multilateral para una intervención armada.
Más importante aún, o más grave para algunos, fue que tras esa reunión varios países –entre ellos Canadá, Chile, Brasil, Perú, Argentina (de Macri), etc.– dijeron claramente que no estaban dispuestos a integrar ninguna fuerza militar para ser usada en Venezuela o en cualquier país de América latina; declaración que también ha sido reiterada por los EEUU y obviamente por los países de la Unión Europea, que han insistido en la electoral, como la vía para resolver la crisis política venezolana.
La enseñanza es clara: Es imprescindible que la dirigencia política y civil sea responsable en sus llamados a la acción. Los que nacimos después del año 1950 no hemos visto nunca una insurrección popular; no sabemos qué es eso, no lo conocemos. El 23 de enero de 1958 es un recuerdo nebuloso o algo que nos contaron nuestros padres y abuelos; lo que sabemos del tema “insurrección” lo hemos aprendido en la televisión y en los libros, sobre todo en viejos, más bien vetustos, manuales marxistas-leninistas.
Otra cosa que hemos aprendido en estos últimos 20 años es que el ciudadano ya no puede dejar la calle; pero tampoco puede pretender disputar con sus organizaciones civiles el ámbito propio de los partidos, que son los que deben luchar por el poder. Pero estos tampoco le pueden negar al ciudadano su espacio natural. En efecto la sociedad civil, en estos años se ha enfrentado a los desmanes del chavismo, mientras los partidos y los sindicatos se recuperaban. Desconocer esto, es darle la espalda a un hecho sociológico y político de primera magnitud.
Una parte del trabajo, resistir a la destrucción chavista ya está lograda. Pero el trabajo debe continuar forzando y ayudando a los partidos a que terminen de recomponerse y asuman su papel de conducción, imprescindible para cuando de verdad se vuelva ingobernable el país y se reinicie el proceso de reconstrucción. Podemos y debemos seguir siendo muy críticos frente a ellos, pero responsablemente críticos, internamente críticos; tenemos que abandonar la expresión pública de ese sentimiento anti partido, anti política, no le podemos seguir haciendo el juego al régimen de que los partidos políticos y unas supuestas cúpulas son los responsables de todo esto, solo contribuimos a ayudar al régimen a reagrupar a los suyos, que mucho les está costando y por eso acuden a la represión y la intimidación.
Algo que también hemos aprendido en estos años es que no basta con el disgusto que nos provoca el gobernante de turno, no basta con el deterioro económico que está sufriendo el país. Hasta que la conciencia de esto no cale en los sectores populares y se entienda que la solución a largo plazo es una profundización de los mecanismos de mercado, corremos el riesgo de caer en manos de otro aventurero que nos hable contra la globalización o nos ofrezca un “retorno a la abundancia” que “nos robaron los partidos y los políticos”.
Una última reflexión –y esto es lo más complicado– es que tampoco podemos ser excluyentes. La desaparición del régimen no es la desaparición del chavismo ni de las cosas que le dieron origen; quedará reducido a lo que es, de 10% a un 15% de la población, que también tiene derecho a expresarse y a ser tomada en cuenta en sus aspiraciones para construir el país que queremos y que es de todos. Y antes de que empiecen las diatribas por la afirmación anterior, dejo constancia que me refiero a la población chavista, previa y debidamente filtrada de delitos de lesa humanidad, diseminación del terrorismo, narcotráfico y delitos similares de los que han sido acusados sus principales dirigentes.
Politólogo

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viernes, 29 de mayo de 2020

FRACASOS




JEAN MANINAT







Hay fracasos brillantes y fracasos que simplemente son… fracasos. Los espartanos con Leónidas al mando resisten y mueren luminosamente frente a un ejército infinitamente superior y pasan a la historia como extraordinarios guerreros derrotados. El pobre del general Custer -con todo y su galante porte- pasa a la historia como un inepto que llevó a sus soldados a la muerte en la batalla de Little Big Horn, ante el ejército de una alianza de tribus nativas numéricamente muy superior. Dos fracasos militares, dos lecturas.

Hay países que celebran batallas perdidas como fiestas patrias, serían momentos fundacionales de la identidad colectiva, emblemas del coraje que anida en el “alma nacional”. (Es un tema estimado por el populismo nacionalista). Por alguna pintoresca razón, son muchos los himnos nacionales que tienen una estrofa dedicada a conmemorar un fracaso, una derrota, y se suelen cantar con especial fervor.

En política se hace más difícil vender derrotas como logros -a pesar de que se intenta con frecuencia asombrosa- los hechos están a la vista de quienes los sufren en carne propia. La única manera de un político reivindicarse de un fracaso es obteniendo un éxito posterior o de lo contrario será -si acaso- recordado por haber sido un fracasado en política. Así de obvio. Churchill hizo de sus fracasos una virtud porque obtuvo un resonante éxito posterior. De lo contrario, ¿cómo sería hoy evocado? En las antípodas, Hitler hizo de su chapuza del Putsch de la Cervecería un hecho emblemático, luego del ascenso electoral que lo llevaría finalmente a la Cancillería alemana.

Pero hay un pase mágico, un abracadabra para transubstanciar el fracaso en política en una virtud: denominarlo empeño. Así, la recurrencia en el error sería prueba de una voluntad de lucha, de una abnegación frente a la adversidad digna de encomio. Se desdeñan los avances reales y se valora la voluntad a pesar de que conduzca reiteradamente al precipicio. Con el tiempo, se le toma gusto a vivir en el empeño, y se le asume como un oficio, una forma de vida. ¡Está bien, nos salió mal otra vez, pero le estamos echando olas de ganas!

Y si se enfrenta un contendiente sin escrúpulos, con poder real y dispuesto a abusar de él, el abracadabra se hace más portentoso, pues también otorga al fracaso rasgos de valentía, al argüir que se enfrenta un ente poderoso provisto de descomunales recursos para la maldad, y para colmo aliado con otros demonios variopintos. ¡Así es muy difícil, hermano!

(Digamos, es como si David hubiese sido tan solo el pastorcito más tenaz de la comarca lanzando piedras… pero sin puntería alguna con la honda. Ni habría llegado a Rey de Judá, ni el gigante filisteo Goliat descalabrado por un certera pedrada).

El fracaso político puede convertirse en una zona de confort en la cual se representa un papel que no incluye la rendición de cuentas y la responsabilidad por los errores y conmociones continuas. Allí pastan los héroes (con el permiso de Heberto Padilla) sin más ambición que salir bien en sus pretendidos selfies con el lado correcto de la historia. En política los fracasos no son éxitos, son fracasos.

@jeanmaninat

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¿Qué hay detrás del caso de Vladimir Villegas?

      RICHARD CASANOVA
 
Después de la salida de Vladimir Villegas de Globovisión se han producido al menos tres reacciones: unos han querido convertirlo en una víctima del gobierno, casi un mártir de la oposición y levantan las banderas de los principios que en otras oportunidades no izaron y más bien mantuvieron un silencio cómplice ante las arbitrariedades del régimen. Otros, en particular la oposición más radical, lo han deshuesado, lo acusan de chavista encapillado, infiltrado, traidor, enchufado, testaferro de Gorrín y más. No sólo justifican la expulsión de Globovisión sino que la aplauden. Sin duda, ambas posturas son un exceso.
Y finalmente hay un sector muy amplio que ha mantenido la distancia, una actitud prudente. Saben que -como dijo el mismo involucrado- salió “por presiones del gobierno” y aunque no celebran los abusos, sienten que hay algo que no está claro. Además no perciben a la supuesta víctima como un opositor auténtico y comprometido. Sobran las razones para dudar y todo el mundo tiene derecho a ello. Con relación a las verdaderas razones de la salida de Vladimir Villegas circulan en los predios políticos dos hipótesis. Pero antes de exponerlas, conviene delimitar el contexto y responderse a sí mismo varias preguntas. Veamos…
Últimamente a ese programa solo es invitado el chavismo, también una oposición laxa, timorata; y por supuesto, los falsos opositores que todo el mundo conoce y repudia. Por ejemplo, uno de sus últimos entrevistados fue Enrique Ochoa Antich, quien interpuso un recurso ante el TSJ de Maduro en contra de la Asamblea Nacional legítima. Es decir, a favor de asamblea chimba y gobiernera que preside Luis Parra. Y así por el estilo, ha entrevistado a los llamados diputados CLAP y a otros “opositores” brinca-talanqueras. Y claro, no podían faltar algunas figuras prominentes de esa vergüenza nacional que llaman “la mesita”. Entonces ¿Qué pudo haber molestado tanto a Maduro como para tomar esa decisión? Nada! El periodista Villegas fue muy cuidadoso y siempre se portó muy bien.
Con ese antecedente, tiene razón la gente en sentir que algo huele mal. Al menos, no se puede comparar la supuesta presión ejercida para sacar a Vladimir Villegas con la larga lista de tropelías y abusos contra la libertad de expresión, cometidas -por cierto- con la participación de su hermano Ernesto Villegas, hasta hace poco Ministro de Comunicaciones del régimen y aun un encumbrado burócrata de la dictadura. ¿Dónde estaban entonces los que hoy levantan su voz contra la injusticia? El silencio de su propio hermano le otorga la razón a esa mayoría opositora que mira de reojo la situación e intuye que hay gato encerrado.
En fin, para terminar con el contexto, vale recordar que Vladimir y Nicolás son amigos y estudiaron juntos bachillerato. Con más razón, surgen dudas en torno a la motivación de esa “decisión”. Y las comillas caben porque de verdad, no hubo decisión alguna. Según el propio Villegas, salió “por presiones del gobierno de Maduro”. En el peor de los casos, la decisión fue de su amigo Raúl Gorrín, quien cedió a la presión sin pelear. Siendo así, muchos se preguntan ¿por qué yo voy a hacer un alharaca si un empresario abiertamente vinculado al régimen, presuntamente cede a la presión y decide cortarle el cuello a su camarada, amigo, socio, empleado o lo que fuera?
Es aquí donde entra la primera hipótesis, según la cual el episodio es realmente un conflicto interno del chavismo, entre el madurismo y el ala que dirige Raúl Gorrín, quien se ha convertido dentro del oficialismo en un factor, no sólo económico. Algunos le agregan que en este conflicto subyacen intereses crematísticos entre socios incómodos, molestias por un mal reparto o conflictos típicos entre el testaferro y el mandón. Naturalmente, con un gobierno tan corrupto a nadie le extrañaría. Sin embargo, por ahora es mera especulación y no nos hacemos eco de ella. Simplemente se comenta a título de inventario. En esta hipótesis, Maduro actuó para cerrar un espacio televisivo que estaba siendo utilizado -no a favor de la oposición- sino para fortalecer a grupos internos dentro del chavismo que lo adversan y a otros en la periferia que medran del poder. Si ese fuera el caso, es de suponer que el dueño de Globovisión decidió no jugar duro en esta partida y sacrificar un peón en este borrascoso ajedrez.
La otra hipótesis advierte que la salida de Vladimir Villegas es una jugada fríamente calculada del régimen con varios objetivos: 1) Lavar la cara del periodista para intentar colarlo al CNE como una ficha opositora. 2) Aprovechar la coyuntura compleja de la oposición para introducir un ingrediente de disociación que -no sólo genere controversia- sino que sirva como pote de humo justo cuando la gente responsabiliza al gobierno de la salida de DirecTV y el show de la gasolina iraní no les funcionó como esperaban. Y 3) Intentar fortalecer a un sector que sostiene una retórica opositora pero viene trabajando para dividir a las fuerzas democráticas, debilitar a la legítima Asamblea Nacional y sembrar desaliento con su crítica permanente e infundada. Me refiero a esos sectores que tienen tiempo haciéndole comparsa al régimen y que yo he llamado “la oposición proxeneta”.
En conclusión, sea una hipótesis u otra, lo menos que se ve es una violación a la libertad de expresión y en todo caso, aunque no se justifica una actitud caníbal contra el periodista Vladimir Villegas, la gente tiene razón a abrigar dudas sobre la real motivación de la “decisión”. Mi recomendación es que pasemos la página y nos ocupemos de lo verdaderamente relevante: la tragedia que sufre la inmensa mayoría del pueblo venezolano y lo que debemos hacer para salir de esta pesadilla.
Twitter: @RichCasanova

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 IRANÍES TRAYENDO CHIVO PA’ CORO

 
     EMILIO NOUEL V.

A los venezolanos, desde que se inició el milenio, todas las plagas habidas y por haber se nos vinieron encima, inmisericordes, una tras otra.
Ciertamente, ya lo conté en otra ocasión, lo que nos sucede es algo muy cercano a lo que me dijo un chofer de taxis hace unos cuantos  años, cuando aun todavía no alcanzábamos el grado de calamidad actual: “Esto del chavismo es una maldición apocalíptica, doctor”.
Cuánta razón tenía.
Y nos sonaba entonces un tanto exagerado, a pesar de que ya veíamos asomarse las evidencias incontrovertibles de que muy mal estábamos encaminados como sociedad, aunque guardábamos entonces la esperanza de que saldríamos no pasado mucho tiempo, del hoyo en que nos metió una mafia altamente tóxica que había incursionado en política para desgracia de los venezolanos.
Las últimas “plagas” son la pérdida de la TV por satélite y la grave falta de gasolina, que vienen acompañadas del covid 19.
Es más que patente que todos nuestras penurias tienen un responsable indubitable. El causante directo de que estemos penando por no tener como movilizar nuestros transportes privados y colectivos no es otro que la tiranía chavista.
La ideología demencial que los mueve condujo a un desmadre colectivista expropiador. Que no solo acabó con las empresas productivas en manos privadas, sino que también provocaron demandas en las que aquellas reclaman indemnizaciones mil millonarias en dólares. Y lo peor es que tenemos perdidos todos esos litigios. No hay argumento legítimo o válido que nos asista en las instancias jurisdiccionales. Si los venezolanos llegáramos a perder CITGO será la responsabilidad directa y exclusiva de esa locura de Hugo Chávez.
El país ha retrocedido más de un siglo. Los productores del campo no pueden sacar sus cosechas porque no tienen gasolina para sus transportes. Otros no sembraron porque no disponen de semillas ni fertilizantes. Los trabajadores no pueden trasladarse a los sitios de trabajo. No hay gas para cocinar los pocos alimentos que se alcanza comprar.
La debacle es total, insólita en un país que se encuentra sobre un enorme yacimiento petrolífero.
Lo de la gasolina es una trágica paradoja para un país como el nuestro. Las refinerías que otrora eran instalaciones modernas y admiradas están en una situación precaria  lamentable, gracias a la incompetencia y la corrupción de la mafia que está en Miraflores. Se necesita miles de millones de dólares para ponerlas a funcionar adecuadamente y satisfacer las necesidades de combustible de nuestro mercado interno.  Y el país no dispone de esos fondos. Según los entendidos, olvidémonos de ellas por un tiempo largo, no están en capacidad de cubrir la demanda interna, de allí que no nos quede otra que importar gasolina.
Le corresponderá al nuevo gobierno democrático que esperamos no esté alejado en el tiempo, también cargar por un tiempo con ese grave problema.
Hay un conocido dicho popular en Venezuela con el que se quiere significar que resulta irracional llevar una cosa a un lugar en que ella abunda mucho. Así, ello se expresa con la frase ¿Quien lleva chivo pa’ Coro?  
En estos desdichados y absurdos tiempos venezolanos, la realidad contradice el dicho de nuestra sabiduría popular. Los socios iraníes de la tiranía están trayendo “chivo pa´ Coro”.  Quién lo iba a creer.   

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La solución política

 




Eduardo Fernandez





 
Sólo hay dos vías para abordar la solución de una crisis tan grave como la que estamos viviendo los venezolanos: la de las armas o la de la política, la razón y la inteligencia.

Las armas pueden ser nacionales o internacionales. Desde hace mucho tiempo he venido sosteniendo que la vía de las armas no es probable y mucho menos aconsejable. No soluciona nada y agrava todo. Sería trágico que para resolver un problema tan grave como el que padece Venezuela haya que apelar a más violencia de la que ya hemos sufrido.

En estos días escuché a un vocero de la oposición que decía: “A Maduro ni agua”. Eso para reclamar más sanciones contra Venezuela. No se da cuenta quien así se expresa que el último venezolano a quien le faltará agua, comida o gasolina es precisamente, al señor Maduro.

Todos los venezolanos estamos padeciendo por la falta de agua, de comida, de gasolina y de muchas cosas más. Lo que los venezolanos necesitamos no son más sanciones sino una solución. Más sanciones nos conducirán eventualmente a un destino como el de Cuba. Un país abandonado a su suerte, con muchas sanciones y sin ninguna solución.

La solución de la crisis venezolana debe ser por la vía de la razón, de la civilización, de la inteligencia y del patriotismo. Esa solución pasa por la conformación de un gobierno de emergencia nacional, un gobierno de unidad nacional, un gobierno que pueda abordar la solución de los problemas de hambre, de colapso de los servicios públicos, agua, electricidad, gas doméstico, gasolina, salud, seguridad, etc… con eficiencia y con la cooperación de la comunidad internacional.

Para que ese gobierno de Unidad Nacional pueda tener éxito debe contar con el apoyo de todos los venezolanos, de los que hoy respaldan al gobierno y de los que hoy estamos en oposición al actual gobierno.

Debe contar con el apoyo de los factores importantes de la vida nacional. Empresarios y trabajadores. Civiles y militares. Profesionales y técnicos. Hombres y mujeres.

Para lograr ese objetivo hay que abandonar la cultura de la confrontación agonal. Es decir, aquello de que “si yo gano tú estás muerto y si tú ganas yo estoy muerto”. Esa cultura debe ser sustituida por una de inteligencia y patriotismo. Para resolver la crisis todos somos necesarios.

Seguiremos conversando.


Eduardo Fernández
@EFernandezVE
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jueves, 28 de mayo de 2020

LA TRAICIÓN DE LOS INTELECTUALES

Antonio Sánchez García: Chile una sociedad desquiciada.
      ANTONIO SANCHEZ GARCÍA
Consumido por el prejuicio anti norteamericano que dominaba entre las élites intelectuales chilenas, mero reflejo del odio contra los Estados Unidos que ha carcomido a las élites latinoamericanas desde tiempos bolivarianos, también yo miraba con menosprecio la vida intelectual norteamericana. Compartía la creencia de que el reino de la filosofía estaba en Alemania, que el ombligo de la cultura estaba en Paris y que a la hora de especializarme el destino me empujaba a Europa. De allí que a la hora de decidir entre aceptar una beca que me concediera la OEA en 1963, para estudiar historia en México, o darle curso a la beca que me concediera el Instituto Alemán de Intercambio Académico – DAAD, sus siglas en alemán – para estudiar filosofía en Alemania, no dudara ni un segundo. Con una breve interrupción impuesta por el golpe de Estado que derrocara al gobierno socialista de Salvador Allende, pasé más de diez años en Alemania.
Los suficientes como para leer y estudiar exhaustivamente a algunos de los más notables pensadores temerarios sometidos a la aguda crítica epistemológica de un joven pensador norteamericano, profesor de pensamiento social en la Universidad de Chicago, Mark Lilla, que demuestra cuan errada estaba la percepción imperante en Chile y América Latina: los Estados Unidos son la primera potencia del planeta no sólo por sus excelsos guerreros y sus grandes empresarios y hombres de negocio: cuentan con sólidas universidades e institutos de investigación científica de excelencia en todas las ramas del saber. No sin cierta exquisita ironía, uno de sus académicos, Mark Lilla, desenmascara al marxismo que lastra los esfuerzos temerarios de Sartre y Kojeve, de Marcuse y de Brecht, de Michel Foucault y Jacques Derrida. También les dedica sendas miradas críticas a prohombres de la derecha nazifascista europea como Martin Heiddegger o Carl Schmitt. Lo respalda una sólida tradición humanística, mortal enemiga de toda forma de totalitarismo. Que salvara al mundo del nazismo y del comunismo. Dice Lilla: “Lo que marcó a esta asediada tradición liberal fue su lucidez frente a las pasiones políticas modernas y antimodernas que nacieron de la revolución, y su compromiso con una política de mejoras fragmentarias (meliorisme) en una época poco menos que ideal”.
Dotado de una extraordinaria capacidad de aprehender la esencia de los aportes de los grandes pensadores de la época, acompaña a Lilla el desenfado y la falta de sacralidad con la que dichos pensadores sumaron sus esfuerzos al elogio y la alabanza del totalitarismo, al que ni Brecht ni Sartre le hicieron asco, tratándose del stalinismo soviético, ni Carl Schmitt o Heiddegger ahorraron alabanzas tratándose del totalitarismo hitleriano.
Enrique Krauze, el historiador mexicano encargado de introducir el importante trabajo de Mark Lilla en el mundo hispanoamericano, destaca su importancia en un mundo que sufre de graves falencias intelectuales: “Su libro es un recordatorio de los torcidos caminos que tomaron algunas de las mentes filosóficas más notables del siglo XX y una grave profecía sobre los peligros que acechan al siglo XXI si los intelectuales – esa especie en extinción – renuncian a pensar con honestidad, y a actuar con responsabilidad, en el tortuoso pero irrenunciable ámbito de la política”. [1]
Para nosotros, venezolanos, los resultados de esa renuncia están a la vista. Para los latinoamericanos ya son sesenta los años de la traición de sus intelectuales, algunos de ellos premiados por los suecos con el NOBEL de literatura: acogieron a los tiránicos hermanos Castro no sólo con ominosas salutaciones, genuflexiones y desmedidas alabanzas, les sirvieron de alabarderos para imponer la tiranía.


[1] Mark Lilla, Pensadores temerarios, Los intelectuales en la política. Randon House Mondadori, Barcelona, 2004

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¿Qué significa Gobierno de Emergencia Nacional en Venezuela?


Después del 20 de mayo, por Marta de la Vega - LaPatilla.com
    Marta de La Vega
Al escribir el texto para Tal Cual descubro, el 21 de mayo, por coincidente afinidad e importancia, el mismo tema desarrollado en “La propuesta” de mi profesor y querido colega de la Universidad Simón Bolívar, Ángel Oropeza. 
La crisis es enorme y múltiple. Los militares dirigen de modo dominante los tentáculos de la tiranía. Han sido derrumbadas las instituciones, degradados los integrantes de las fuerzas armadas de sus funciones constitucionales para convertirse en parte de la camarilla que usurpa el poder o despóticos y arbitrarios vigilantes mafiosos de la gasolina, o administradores muy poco preparados para ejercer responsabilidades de civiles,  cómplices de la invasión de fuerzas extranjeras de Cuba, Rusia, China e Irán y torturadores despiadados. 
Estamos igualmente frente a una próxima e imparable hambruna. Ya hay desnutrición y hambre, pero no generalizadas. Todos los servicios públicos están colapsados: sin combustible, ni comida, ni agua ni transporte, ni energía eléctrica, ni comunicación telefónica, ni televisión por cable, ni remedios para enfermedades críticas, ni hospitales equipados para enfrentar la pandemia planetaria apenas asomándose en Venezuela. 
La necesidad de un gobierno de emergencia nacional fue anunciada el 28 de marzo pasado por el presidente encargado de la república, Juan Guaidó, previa aprobación en la AN.  Aunque haya periodistas, como el de Europa Press que cita ABC de España el 29-03, que insisten en llamarlo erróneamente “autoproclamado”. Está claro que asumió por mandato explícito de la Constitución venezolana vigente, siguiendo el artículo 233. 
El gobierno de emergencia nacional surge de previos consensos y la consulta a todos los sectores y gremios, que desembocó en un pliego de conflictos presentado en la concentración del 10 de marzo, para articular las carencias más imperiosas de la sociedad con la voluntad política de cambio. 
La caricatura de Marvin Figueroa en La Patilla también revela con elocuencia el sentido de urgencia de un gobierno de emergencia nacional. Un portavoz oficial de traje y corbata, sonriente ante un atril con micrófono, reporta “que los muertos por coronavirus son poquitos…así que no se preocupen (y a su lado se ve a un montón de muertos entrecruzados y apilados en torre) todos los demás son por hambre”. 
¿Qué significa un gobierno de emergencia nacional? 1. Una solución equilibrada, incluyente, como  ha sido demostrado en los procesos de transición exitosa, frente al horror cotidiano que se agudiza día a día en Venezuela. 2. Un acuerdo por negociaciones previas que no se completaron. 3. La confluencia entre la visión del gobierno interino y la propuesta actual del gobierno de Estados Unidos, muy favorable para Maduro y sus acompañantes. Las sanciones serían levantadas a medida que comience a funcionar el acuerdo. 
4- Significa el cese de la usurpación. Debe ser sin Maduro en el poder ejecutivo, porque “por razones obvias, no puede ser encabezado por alguien acusado de narcotráfico, pero tampoco puede ser un gobierno conformado únicamente por las fuerzas que representamos”, dice Guaidó. “A quienes me apoyan y han apoyado este camino, debo decirles que debemos ser realistas, responsables, en este momento que atraviesa el país; para que sea posible y para que sea sostenible, un gobierno de emergencia nacional no puede estar conformado solo por quienes pensamos igual.” 
5- Significa recomponer el tejido social roto por las confrontaciones antagónicas. Ni  destruir al otro, ni  buscar su exterminio, o venganza en vez de justicia, “ojo por ojo, diente por diente”. 6. Significa un esfuerzo incluyente: “Y tampoco puede estar conformado solo por nosotros y quienes sostienen a la dictadura; tiene  que ser amplio e incluir a todos los sectores políticos y sociales necesarios para afrontar esta grave emergencia que nos viene y se va a agravar”, dijo Guaidó. 7. Significa que para construir confianza, se necesita que cambien los protagonistas. Formarán este gobierno quienes sean idóneos y tengan probidad,  preparación y conocimientos para resolver la múltiple crisis. 
Guaidó enfatiza: “Lo que nosotros planteamos es instalar un gobierno de emergencia nacional que incluya a todos los sectores políticos del país”. 8. Significa que participarán los vinculados al régimen, siempre que sean preparados y honestos. 9. Por último, significa que será un gobierno corporativo. Sus características, medios y tareas serán “delegar a un Consejo de Estado paritario las funciones fundamentales del Estado, atención de la emergencia, estabilidad y reconciliación del país; abrir un canal humanitario que permita la entrada inmediata de la ayuda internacional; la solicitud de un préstamo inicial de mil doscientos millones de dólares para atender la emergencia y hacer aportes directos a cada familia que dependen del día a día, desde los más vulnerables. 
El Consejo de Estado estaría integrado por 3 representantes de las fuerzas democráticas y por 3 del régimen de Maduro, 1 escogido de mutuo acuerdo y 2 militares que no estuvieran implicados en acusaciones de narcotráfico, lavado de dinero, corrupción o crímenes de lesa humanidad. Esta fue una de las propuestas aceptadas en las conversaciones en Oslo,  abruptamente interrumpidas por los delegados del régimen el 6 de agosto de 2019. 
Por la complejidad geopolítica de la crisis, los aliados internacionales de los países democráticos serán decisivos para lograr una solución viable, no un trágico desenlace.



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COLLAGE SOBRE RÓMULO BETANCOURT (XIV)
(Oposición al gobierno del General Isaías Medina Angarita)



Venezuela Primero: FAN: La procesión va por dentro // Carlos ...
                             CARLOS CANACHE MATA

En los años del gobierno (5 de mayo de 1941-18 de octubre de 1945) del general Isaías Medina Angarita, Acción Democrática, legalizada el 29 de julio de 1941, fue prácticamente el único partido de oposición.
La “Unión Nacional Estudiantil” (UNE), que había surgido de la escisión de la “Federación de Estudiantes de Venezuela” (FEV) en 1936, constituyó luego el partido “Acción Electoral” (legalizado el 20 de octubre de 1938), que, a su vez, se transformó en el partido “Movimiento  de Acción Nacionalista” (fundado el 6 de diciembre de 1939), para finalmente fundar el partido “Acción Nacional”, que es legalizado, bajo el gobierno de Medina Angarita, el 2 de junio de 1942. Este partido, liderado por Rafael Caldera,  manifestaba en su programa, como actividad primordial, su lucha “contra la propagación e implantación del ideario marxista en Venezuela” y colaborar “a fin de que el actual resurgimiento republicano no se vea obstaculizado o desvirtuado en su trayectoria hacia el establecimiento definitivo del gobierno de derecho en Venezuela”. No era, pues, “Acción Nacional” un partido de oposición.
Las “Agrupaciones Cívicas Bolivarianas” habían sido fundadas en 1937 en todo el país, en apoyo de su gobierno, por el presidente López Contreras, las cuales eran más un instrumento electoral que político, y eran las encargadas de presentar las listas oficiales de candidatos en las elecciones, únicas en las que intervenía el voto popular,  de los miembros de los Concejos Municipales y de las Asambleas legislativas de los Estados. Estas Agrupaciones, para mediados de 1943, que seguían al ex-presidente López, se habían distanciado de Medina por el rumbo que había tomado su gobierno al aliarse con los comunistas, por su falta de atención a las necesidades de las Fuerzas Armadas, y por sus propias expectativas de intervenir en la no muy lejana sucesión presidencial.
Ramón J. Velásquez hizo la siguiente consideración: “…Pero ni ‘Acción Nacional’ ni el lopecismo tenían fuerza ni organización para librar la batalla diaria de la oposición contra el régimen. Esta tarea la asumió íntegramente durante los cuatro años del gobierno de Medina Angarita, el partido Acción Democrática” (1).
Tampoco formaban parte de la oposición los comunistas que, el 8 de agosto de 1941, constituyeron en el Distrito Federal el partido “Unión Municipal”, el cual posteriormente, junto con la Liga de Unificación Zuliana y otras agrupaciones formadas en algunos estados, fundaron en Caracas el partido “Unión Popular Venezolana”, legalizado el 16 de marzo de 1944. Los comunistas, en  comparsa con el oficialismo, actuaban bajo la consigna “¡Con Medina contra la reacción!”, que Acción Democrática inmediatamente replicó con la de “Contra la reacción dondequiera que esté”.
 Por todo lo expuesto líneas arriba, es que años después, Rómulo Betancourt escribió, con toda razón, que en la oposición la “unica expresión políticamente organizada era Acción Democrática” (2).  Empero esa oposición, aunque firme, adaptó su enfrentamiento al Gobierno a los graves riesgos que acechaban al país, por su condición de principal exportador de petróleo a los países que estaban combatiendo contra el Eje nazi-fascista en la Segunda Guerra Mundial. Submarinos nazis se movían en las aguas del Caribe, el 15 de  febrero de 1942 hundieron en aguas venezolanas el tanquero “Monagas”, con tripulación y bandera venezolanas, al día siguiente fueron bombardeadas instalaciones de la Standard Oil en Aruba, y, días después, el 19 de abril, fueron cañoneadas en una bahía de Curazao las instalaciones de la Royal Ducht-Shell. Esos sucesos eran motivo de “preocupación patriótica” que influían, como lo señalara Rómulo Betaancourt, “para asordinar el tono oposicionista” (3).
Era ese el escenario, nacional y mundial, en el que Acción Democrática, ya legalizada y después del gran mitin del 13 de septiembre de 1941 en el Nuevo Circo de Caracas, tiene que emprender la organización del partido en todo el país, fortaleciendo las estructuras creadas por el PDN en la clandestinidad y ampliándolas masivamente con nuevos militantes. Es cuando se traza la consigna de “ni un solo distrito, ni un solo municipio, sin su organismo de Partido”. A esa tarea, y para dialogar con el pueblo y conocer sus problemas, se dedicaron, entre 1941 y 1945, los dirigentes de Acción Democrática al girar y desplazarse por todo el territorio nacional. Betancourt señaló después que esos años le enseñaron sobre su país “mucho más de cuanto aprendiera en vigilias estudiosas sobre las páginas de los libros” y que “confirmó” que había dos Venezuela: “Que la Venezuela urbana, metropolitana, la de Caracas y sus aledaños, estaba superpuesta a otra Venezuela, de producción estancada, atraso técnico y pauperismo popular. Y también resultó fácil captar un sentimiento de frustración y descontento muy difundido, producto de la coexistencia sobre una misma tierra, de dos países: el minoritario y de holgado bienestar y el otro, infinitamente más numeroso y marginado a las ventajas de la vida civilizada. Ese sentimiento lo expresaban hombres y mujeres de todas las regiones, con acento y tono que ya alcanzaba dispasones de cólera. Era el de que se imponía un vuelco revolucionario en la situación nacional, tapiado como estaba el camino pacífico del voto para cambiar hombres y sistemas de Gobierno” (4).
En el recorrido por el país, Rómulo Betancourt y los demás dirigentes nacionales del partido hicieron planteamientos fundamentales. Entre otros citaremos los siguientes.
Exigieron la devolución al pueblo de su soberanía usurpada, mediante el establecimiento del sufragio universal, directo y secreto para la escogencia del Presidente de la República y de los miembros de los cuerpos deliberantes, porque, afirmó Betancourt años después, “la república, devino, en la práctica, una especie de monarquía electiva, con facultad implícita en el Presidente saliente de designar al Presidente entrante” (5).
Reclamaron que el aparato electoral se integrara en forma tal que fuese imposible que el fraude se impusiera adulterando y cambiando la voluntad de los votantes. Solicitaron categóricamente la eliminación, en la Administración Pública, del peculado, “este vicio tradicional que avivó en el país al amparo del auge petrolero y sólo con variantes formales fue heredado de Gómez por sus causahabientes testamentarios que gobernaron a la nación en la década 1935-1945”.
Se clamaba por una participación justa del país en las ganancias de la industria petrolera, explotada por compañías extranjeras que eran las que obtenían los mayores beneficios. En 1930, Gumersindo Torres, aunque era ministro de la dictadura de Gómez (ejercía la cartera de Fomento, a la que estaba adscrita la materia petrolera) tenía conciencia nacionalista, señaló que en los siete años precedentes las compañías petroleras se habían beneficiado, por el solo concepto de exoneraciones aduaneras, con la cantidad de 219 millones de bolívares, mientras que el Fisco venezolano sólo había obtenido 187 millones de bolívares por concepto de impuestos sobre la industria de hidrocarburos, y fue entonces cuando dijo la memorable frase de que “las compañías se llevan el petróleo y el gobierno les paga para que se lo lleven”. Después de la indolencia oficial acerca de un cambio importante en las relaciones entre el Estado y las empresas, el 17 de julio de 1942, el presidente Medina Angarita anunció una revisión de la legislación para que “Venezuela obtenga en la explotación de sus riquezas naturales la parte que en justicia le corresponde”. Así apareció el proyecto de ley de reforma petrolera que se materializaría en 1943, iniciándose conversaciones entre representantes del gobierno y de las compañías petroleras, a puertas cerradas, dentro del mayor hermetismo.
Acción Democrática fue invitada a la concentración en apoyo de la reforma petrolera, cuyo contenido no se conocía, que se realizó en la Plaza de Los Museos en Los Caobos el 17 de enero de 1943, con la presencia del presidente Medina y representas de diversas organizaciones políticas, económicas y de trabajadores. Entre los oradores, le correspondió a Rómulo Betancourt fijar la posición de Acción Democrática, que la resumió así: “El aumento hasta límites de estricta justicia de la participación nacional en la riqueza petrolera, el traslado a Venezuela de las refinerías en las que se ‘trata’ el mineral extraído de nuestro subsuelo, la reducción del plazo de vigencia de los contratos, la abolición de las absurdas exoneraciones de impuestos aduaneros a empresas concesionarias y seguridades de mejoramiento económico y social  de los técnicos, empleados y obreros al servicio de las compañías; éstos son los pivotes donde debe insertarse una nueva política minera de gran envergadura”. Precisó, finalmente, que al conocerse los lineamientos fundamentales de la reforma, el partido haría “las observaciones y sanas críticas” que  contribuyeran “a hacer de la ley que se sancione un hito plantado en el camino hacia la conquista de nuestra cabal independencia económica”.
Efectivamente, al aprobarse en el Congreso en marzo de 1943 el Proyecto de Ley de Hidrocarburos (el día 5, el informe de la Comisión de Fomento; y el día 12, en plenaria de la Cámara de Diputados), el diputado Juan Pablo Pérez Alfonzo en forma personal, y diputados de Acción Democrática e independientes, salvaron sus votos.
El diputado Pérez Alfonzo considera  las ventajas de la Ley, y señala sus desacuerdos con la misma. En cuanto a las ventajas, las agrupa en las de orden técnico y jurídico, y en las de orden económico. En las primeras -cito textualmente-  “sobresalen la unificación de las relaciones de los concesionarios y el Estado; y la más definida y clara intervención que en el funcionamiento de la industria se reconoce al mismo Estado. Entre las segundas, es decir, las de orden económico, “parecen indiscutibles el aumento apreciable de los impuestos, tomados en conjunto, y no obstante la desaparición de impuestos que antes pagaban los concesionarios; la supresión de la exoneración de tributos aduaneros, la regulación del transporte del petróleo, la obligación para las Empresas de llevar en Venezuela su contabilidad industrial, la supresión de diferencias injustificadas de los impuestos cobrados a los concesionarios por razón de la ubicación de las parcelas, y los convenios respecto a refinerías celebrados en relación con el proyecto”. En lo que respecta a los desacuerdos, Pérez Alfonzo  dice: “Todo este conjunto positivo constituiría, indudablemente, un adelanto en la solución del problema del petróleo. Más, cuando se pretende que las ventajas señaladas signifiquen la liquidación del pasado,’la sanatoria absoluta de todo vicio anterior y terminación completa de toda acción o reclamo que pudiera originarse’ de la situación anterior, se sostiene una pretensión de imposible realización. Porque si hay algo cierto, indiscutible, como hecho  de la vida real, es la situación creada y mantenida en Venezuela por la industria del petróleo. Cómo han expoliado esa riqueza del pueblo venezolano no obstante conocer las necesidades de ese mismo pueblo, es un hecho público y notorio. Validas las compañías de las debilidades de quienes con o sin derecho han repreentado a la Nación, ac- tuando al margen del derecho y la justicia han realizado utilidades ilegítimas ocasionando daños cuya reparación no puede ser borrada por una simple disposición de una Ley: no hay, ni puede haber, figura jurídica alguna que haga de la injusticia, derecho”.
El voto salvado de los diputados de Acción Democrática e independientes, después de añadir consideraciones al análisis de Pérez Alfonzo,  afirma que el impuesto de explotación sumado a los tributos fijos también pautados por la Ley “no garantiza un justo equilibrio de ganancias entre la Nación y las Compañías, ni mucho menos asegura esa pregonada participación de Venezuela en más del 50% de los ingresos obtenidos por las Empresas explotadoras del subsuelo petrolero del país”.
El Presidente de la República, general Isaías Medina Angarita, puso el “ejecútese” a la nueva Ley de Hidrocarburos el 13 de marzo de 1943.

1)      Ramón J. Velásquez, “Aspectos de la Evolución Política de Venezuela en el Ultimo Medio Siglo”, Venezuela Moderna, página 46.
2)      Rómulo Betancourt, “Venezuela, política y petróleo”, página 134, Fondo de Cultura Económica.
3)      Rómulo Betancourt, obra citada, página 134-135.
4)      Rómulo Betancourt, obra citada, página 136.
5)      Rómulo Betancourt, obra citada, página 138.
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