viernes, 31 de mayo de 2019

Sobre la negociación, los Analistas del Teclado y otros extremistas, por Richard Casanova
RICHARD CASANOVA
Una negociación política actualmente en Venezuela puede tener distintos significados dependiendo de la posición desde la cual se aprecie el proceso y para eso es necesario advertir que en el campo opositor hay al menos tres grupos. Para los “extremistas belicistas” cualquier negociación está descartada, hacerlo es traición, no ven otra salida sino una confrontación violenta o una intervención militar que arrase con el chavismo. No creen en salidas electorales pues el dictador “jamás entregará el poder”, como si tal cosa dependiera de su voluntad. Son una minoría que hace mucho ruido en las redes sociales pero tiene escasa capacidad de movilización. Su vanguardia son los llamados “Guerreros del Teclado”.

Luego en la punta contraria están los “extremistas complacientes”, otra minoría. Estos utilizan la posibilidad de una intervención militar para justificar una inmediata negociación, obviando el prontuario de este régimen truculento. Quieren negociar sin condiciones, ni garantías. Atendiendo a sus propios intereses, algunos de ellos vienen negociando tras bastidores desde hace tiempo. En este grupo conviven colaboracionistas y eternos fracasados con gente que ingenuamente creen que la oposición democrática no desea negociar sino una salida cruenta. Los “Analistas del Teclado” es su vanguardia, son parientes malqueridos de los “guerreros” pero con ínfulas de intelectuales. Como se creen más inteligentes, no son frontales: esconden su permanente crítica a Guaidó y a la oposición tras la supuesta intención de corregir errores, promover consensos o construir una política alternativa. Corriendo siempre a ese mismo burladero, sostienen la amenaza de “deslindar”, cosa que han hecho innumerables veces sin tener la fuerza para realmente dividir a la oposición.

Desconocen a la unidad opositora a pesar de que los resultados electorales en los últimos tiempos han dejado claro cuál es su peso en la sociedad venezolana, carecen de la humildad para reconocer que el liderazgo que le ha tocado conducir esta coyuntura tiene el apoyo de más de 60 países y sostiene una política con amplio respaldo popular. Ni siquiera son capaces de reconocer los avances y que -al margen de los errores- es gracias a ese liderazgo que hoy estamos a las puertas de una salida a esta tragedia. Al contrario, pasan el día sumergidos en la retórica del fracaso: nadie sirve y todos estamos equivocados, solo esa élite de iluminados es dueña de la verdad. Por eso siempre se sienten ofendidos por opiniones adversas, hablan de tolerancia y de tener el “cuero duro” pero cualquier roce les genera salpullidos. Sentirse irrespetados es no sólo otro burladero sino su contra-argumento principal.

Y lo más grave, en especial los extremistas complacientes siempre buscan cualquier excusa para aliviar las culpas al régimen y deslizarlas a la oposición. Son benevolentes y comprensivos con la narco-dictadura pero implacables con Guaidó, la Asamblea Nacional o el G4, por ejemplo. Ya han dicho que la crisis es consecuencia de las sanciones o que es Guaidó quien debe solucionar el drama hospitalario con los recursos (no disponibles) de CITGO, solo les falta reconocer que el fracaso del gobierno es consecuencia de la “guerra económica”, del imperio o del capitalismo. Insólito!

Pudiéramos decir que los Guerreros del Teclado son algo más honestos en sus planteamientos, aunque igual de lesivos e irresponsables. Sin dudas, hay muchas coincidencias entre éstos y sus arrogantes parientes, los Analistas del Teclado. Ambos exhiben odio y resentimiento contra los partidos mayoritarios, unos porque comparten la perniciosa anti política, otros por la frustración que genera militar en partidos prácticamente inexistentes o con un extenso historial de fracasos. Su obsesión destructiva oculta la pretensión de igualar por abajo a toda la oposición para hacerse ellos visibles y lograr protagonismo. En el país de los ciegos, el tuerto es rey… Quizás no vean otra vía pues francamente ambos extremos tienen enormes carencias políticas y escaso respaldo popular: difícilmente ganarían una primaria, podrían defender un voto o convocar a una marcha. Pero si son expertos en criticar, “managers de tribuna” que nunca arriesgan su pellejo y jamás son perseguidos por el régimen. ¡Que casualidad!

En fin, ambos extremos benefician a la dictadura. Los belicistas contribuyen a la polarización y le brindan excusas al gobierno para la manipulación de la violencia. Mientras los complacientes le abren la puerta a una cohabitación perversa e inmoral que a la postre facilita al régimen su permanencia en el poder. Que aparezcan opositores disparando contra la oposición ya es ganancia para Maduro. Consciente o inconscientemente, le hacen el trabajo.

Por fortuna, hay una oposición responsable y moderada que el gobierno y los extremistas siempre procuran descalificar. Es una coalición mayoritaria que puso en marcha una política consensuada con la comunidad internacional y apoyada por los venezolanos en Asambleas de Ciudadanos. Su principal vocero es Guaidó, agrupa a los partidos que tienen capacidad político-electoral y ostentan la mayor representación parlamentaria. Para este sector, una intervención militar no es lo deseable, ni mucho menos la única salida, sino una posibilidad cierta que puede obligar a una negociación política con un marcado arbitraje de la comunidad internacional, lo cual evitaría que ese esfuerzo se convierta en otra burla a los venezolanos. Habida cuenta de la vocación delictiva del régimen, una negociación que derive en elecciones libres solo es posible bajo una enorme presión social y política, nacional e internacional. Así que “todas las opciones están en la mesa”, no es entonces una consigna bélica sino la expresión de quien evalúa todas las alternativas para alcanzar una salida pacífica y electoral.

Claro, es justo decir que entre los extremistas belicistas hay gente que honestamente piensa que no hay otra salida. Así como entre los extremistas complacientes debe haber muchos ingenuos o confundidos creyendo en pajaritos preñados. En el mejor de los casos, ninguno ha entendido que estamos ante un proceso sumamente complejo que exige plena confianza en el liderazgo que lo conduce. Ojalá reflexionen, no es tiempo de mezquindades y el país le pasará factura a quienes no aporten a la unidad en esta hora crucial.

Twitter: @RichCasanova


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CITA EN OSLO




JEAN MANINAT





“Oslo es una de las ciudades europeas que más rápido ha crecido en la última década. Una capital vibrante, que desprende la energía de sus nuevos barrios, las tendencias de moda ultramoderna y su panorama de artes escénicas”. Así reza una guía oficial de turismo noruega. Y habría que añadir: la ciudad donde Venezuela se volvió a jugar su recuperación democrática. Para cuando esta columna salga publicada, ya se tendrán noticias -más o menos firmes- de las negociaciones que se llevan a cabo entre los representantes de la oposición y del gobierno. No saldrá humo blanco en la tradición vaticana, pero ojalá emane algo –así sea un vaporcito grisáceo- que nos dé esperanza de que vamos por la senda de encontrar una solución conversada, negociada, dialogada, o como quiera que se quiera llamar sentarse en una mesa a buscar acuerdos.

 Como no podía faltar, nuestros halcones criollos ya se abalanzaron sobre la incipiente “interlocución” para desmerecerla de no regresar con el cese de la usurpación refrendado con fecha inmediata en el bolsillo. Lo cual es una manera de ponerle una pulsera explosiva en el tobillo para garantizar su fracaso y revalidar la cantinela de que con “dictadura no se dialoga”. Por suerte, las destempladas declaraciones de los/las voceros del campo radical opositor han servido para calibrar su eventual actitud frente a dilemas importantes a la hora de gobernar: la ofuscación discursiva. (¿Alguien nos podría explicar -un psicólogo político, un chamán- a qué se debe esa pulsión de hablar regañando, como maestra de escuela frente a un salón de clase indisciplinado y bullanguero?). 

 Los procesos de diálogo suelen tomar tiempo y difícilmente los participantes salen todos satisfechos con los resultados. Las precauciones con Noruega como facilitador (¡No ha reconocido a Guaidó, qué se puede esperar!) son infundadas, cuando no malintencionadas, porque hay que estar poco informado del historial que tiene como país propulsor de procesos de paz diversos y complejos que al final tuvieron resultados satisfactorios. La lista la tiene Mr. Google.

 El token debería ser la resolución de la crisis venezolana -que algunos quieren convertir en conflicto bélico- a través de unas elecciones libres, transparentes y con observación internacional. Solo eso haría realidad el Mantra, y nos acercaría al comienzo de la recuperación económica, institucional y democrática del país. Y con el contendor que quiera escoger la nomenclatura gobernante, ducha como es en jugar el juego de las sillas y terminar todos enrocados en su silla. El sortilegio infantil de cuento hasta diez y ya no estás, no funciona en política. 

 Ojalá regresen al menos con un calendario y unos temas consensuados que demuestren que las conversaciones se han asumido con seriedad y hay disposición para ahondar el diálogo. Cualquier triquiñuela de última hora, cualquier viveza criolla, solo servirá para crear más desanimo y desconfianza hacia la dirigencia democrática opositora. Las bases para una salida electoral consensuada (elecciones libres, transparentes y con observación internacional) sería ya un acuerdo que habrá justificado la cita en Oslo. 

@jeanmaninat   


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Lowenthal


EDUARDO FERNANDEZ

Abraham Lowenthal, coautor junto con Sergio Bittar de uno de los trabajos más completos acerca de este tema de las transiciones 
En los salones de la UCAB se convocó una Asamblea para clausurar el Congreso: “Propuestas para el Plan país: Transición hacia una nueva Venezuela”. Al evento fueron invitados algunos calificados académicos especializados en el tema de las transiciones de regímenes autoritarios a gobiernos democráticos. Entre ellos estuvo presente, vía video conferencia, el profesor Abraham Lowenthal, coautor junto con Sergio Bittar de uno de los trabajos más completos acerca de este tema de las transiciones.

Lowenthal tenía dos ventajas para hablar en la UCAB. En primer lugar, se trata de un extranjero. Como “nadie es profeta en su tierra” es conveniente traer gente con autoridad para que nos digan cosas de sentido común, que muchos en Venezuela hemos venido diciendo desde hace mucho tiempo pero sin éxito. En segundo lugar, tiene un apellido complicado: Lowenthal. Cuando se tiene un apellido de ese calibre  el portador se asegura una audiencia mucho más atenta que si se llamara Hernández,  Pérez o Rodríguez.

¿Qué dijo Lowenthal?
“La comunidad internacional requiere el apoyo de todos los venezolanos para resolver la composición democrática del país”

“Se deben establecer las negociaciones necesarias para superar la crisis actual”

“Cada país tiene su propio proceso. Pero hay que negociar”.

Los principios son: según Lowenthal: “1. Proteger los intereses comunes. 2. Proteger los intereses de la Fuerzas Armadas. 3. Acuerdos políticos generales que generen credibilidad en las instituciones. 4. Fortalecer la participación política, manejar la justicia transicional y fortalecer la economía.

Enfrentar los problemas cruciales: 1. Marco para unas elecciones. 2. Acuerdo previo sobre quienes harán las negociaciones. 3. Bajar la intolerancia. 5. Garantizar que no habrá revancha. 6. Proteger la vida y la integridad física de los líderes políticos fundamentales”.

“Noruega es un actor súper calificado para ayudar”. Esto lo dice Lowenthal en la UCAB. Deben comenzar ya los acuerdos para aliviar la crisis humanitaria.

“Habrá obstáculos y reveses, por la alta polarización que existe, pero debe comenzarse ya la negociación. Los actores internacionales no pueden tener injerencia en la selección de los próximos gobernantes”.

“Solo los venezolanos. Lo internacional solo debe dar asistencia técnica y monitoreo electoral. Nada más”.

“Hay que evitar la intervención militar” dice Lowenthal. Ni militares venezolanos ni mucho menos, militares extranjeros, agrego yo.

“Hay que preservar el futuro de Venezuela y de los venezolanos no los intereses de ningún país interviniente”.

Estados Unidos, dice Lowenthal, puede y debe ayudar sin interferencias ni injerencias. Y concluye el profesor Lowenthal diciendo: “Derrocar a Maduro es más peligroso para los venezolanos que lograr una transición negociada”

Seguiremos conversando.

Eduardo Fernández
@EFernandezVE



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miércoles, 29 de mayo de 2019


HAY QUE APOYAR A NORUEGA

Trino Marquez

Gracias al golpe de audacia dado en enero por la oposición representada en la Asamblea Nacional, la dictadura y el drama  venezolano pasaron a ser de nuevo tema central de la agenda internacional. No ha sido opacado ni por la crisis política nicaragüense, ni por el descalabro económico del gobierno de Mauricio Macri, que puso, de forma insólita, a la señora Cristina Kirchner a puntear las encuestas para la presidencia de Argentina. Como se sabe, en un giro inesperado, la conocida viuda decidió optar por la vicepresidencia para evitar un todos contra Cristina y aprovechar al máximo los números que la favorecen.

         La crítica situación venezolana constituye un problema regional mayúsculo por la estampida que ha desatado. El último informe de Acnur habla de al menos 3.700.000 venezolanos  que han huido de las garras de Maduro. Esta fuga se ha producido durante lo que va de la segunda década del siglo XXI.

         La diáspora venezolana, unida a la pavorosa pobreza que azota a la inmensa mayoría del país, al colapso de los servicios  públicos,  a la escasez creciente de gasolina, a la multiplicación de las protestas callejeras y a la violación sistemática de los derechos humanos de ciudadanos comunes y corrientes y de dirigentes políticos, han llevado a numerosas naciones a la conclusión según la cual en Venezuela se han creado las condiciones objetivas para que estalle la violencia en gran escala, y que conviene actuar cuanto antes para prevenir que la ira popular se desate o que la oposición se incline por alternativas armadas, como ocurrió en Nicaragua cuando la obstinación del sandinismo bloqueó los caminos democráticos.

         Uno de los gobiernos que se ha sensibilizado frente a nuestra calamidad es el de Noruega, con amplia experiencia ejerciendo de facilitador y mediador en conflictos tan complejos como el que tiene lugar en Venezuela. Noruega se suma a los países que propician una salida al descalabro nacional: Estados Unidos, Canadá, Grupo de Lima, Unión Europea y Grupo de Contacto Internacional. Lo hace desde una perspectiva distinta, por ejemplo, a la de Estados Unidos y el Grupo de Lima. No sé si su estilo  contemporizador de aproximarse al problema es más eficaz que el otro, mucho más pugnaz y confrontacional. De lo que sí estoy seguro es de que el esfuerzo de Noruega es complementario y clave. Ese país, por su experiencia y conocimiento en el tratamiento de conflictos agudos, puede dar una enorme contribución, tal como lo hizo en su momento con los árabes y los israelitas o entre el gobierno español y la ETA, para solo mencionar dos casos representativos.

         El régimen de Nicolás Maduro tratará de darle largas al asunto. Hará lo posible por ganar tiempo para intentar capear el temporal y permanecer el mayor tiempo posible en Miraflores. Señalar estos presupuestos para descalificar el esfuerzo no resulta muy ingenioso, como tampoco lo es tratar de inventar la rueda. Estamos hablando  de un grupo al que no le importa gobernar sobre los escombros. Eso lo sabe la oposición venezolana y, podemos suponer, lo han entendido los expertos noruegos. El gran reto para los nórdicos, al igual que para el resto de la comunidad internacional que evita el uso de la fuerza, reside en obligar a un régimen quebrado, aislado, y desprestigiado en el plano internacional, e inmensamente impopular en el ámbito doméstico, pero que posee la armas, a que encuentre una solución acordada a las penurias  que sufren los venezolanos. La piedra angular del convenio, ellos lo saben, es el pacto por unas elecciones libres, competitivas, transparentes y supervisadas por la comunidad internacional. Aunque entre las peticiones se encuentra la desactivación de los colectivos violentos, nadie pide que depongan las armas y se pacifiquen, como ocurrió en Colombia con las Farc. Se trata de algo tan naif como recuperar la dignidad del voto y la soberanía popular, aplastadas con la elección de la asamblea constituyente y con los comicios del 20-M de 2018. Así, sencillo. Inobjetable desde la perspectiva democrática.

         Para obligar a Maduro a negociar están en marcha varios procesos. El primero, la colosal tragedia nacional que sigue su propio ritmo y avanza sin que el régimen tenga la menor posibilidad de resolverla. Los problemas y carencias que confrontamos en la actualidad, se agravarán mientras Maduro se encuentre al frente del Ejecutivo. Luego hay que anotar los conflictos y temores dentro del Psuv. Existen sectores en el oficialismo convencidos de que la permanencia a rajatabla de Maduro en el poder, erosionará al partido y a la opción política que ellos representan. Es mejor negociar ahora que pueden obtener ventajas, que hacerlo cuando todo esté perdido. Hasta podría aceptarse que Maduro sea candidato; el dilema más serio reside en si lo hace como Presidente en ejercicio o como candidato fuera de Miraflores. Para los militares las conversaciones en Noruega también deben de tener un significado especial. Allí nadie amenaza al país con invasiones militares, ni violencia de ningún género. Solo se trata de admitir la crisis de gobernabilidad y representatividad del régimen, y buscarle una solución en el marco de la Constitución y la democracia.

         Por estas razones y otras más, debemos apoyar a Noruega.

         @trinomarquezc



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EL DILEMA: VOTOS O BALAS
CARLOS TABLANTE
La ambición desmedida de mantenerse en el poder a costa de lo que sea, del autócrata Nicolas Maduro, es la causa principal de la tragedia y del colapso que padecemos en Venezuela.
Cuando mueren niños por falta de tratamiento médico y la población en general no tiene alimentos ni medicinas, estamos en una emergencia, una verdadera y profunda crisis humanitaria que no se originó por las sanciones, y que plantea la urgencia de detener la destrucción del país evitando mayores traumas y dolor.
Un acuerdo para realizar elecciones generales con un nuevo CNE, con todas las garantías democráticas que estamos exigiendo, es decir, sin presos políticos, sin inhabilitados, sin exiliados y con la presencia de observadores internacionales independientes que sean garantes de la mas absoluta transparencia en el respeto al derecho al voto que ha estado asediado por el ventajismo y el fraude, de lo cual hay suficientes evidencias como se demostró una vez más con el robo de las elecciones regionales a Andrés Velásquez.
El cambio político que exige el país pasa por abrir la vía electoral que ha sido cerrada por el abuso y las trampas del régimen.
Toda nuestra lucha y la presión internacional tiene como objetivo lograr la plena vigencia de la Constitución y las leyes para sustituir a la casta corrupta que se ha adueñado de Venezuela, principal causa del hambre y la violencia.
Debemos detener la destrucción. Esa es la prioridad. Como lo ha dicho el presidente encargado Juan Guaidó, cuando vamos a Noruega con el respaldo de la comunidad internacional, estamos exigiendo a Maduro que se aparte para facilitar desde la Asamblea Nacional la hoja de ruta que nos lleve a un desenlace político y pacífico para atender de manera inmediata la grave crisis humanitaria que sufre la mayoría del país.
De entrada, los representantes de Guaidó deben exigir a los de Maduro la liberación de los presos políticos ilegalmente encarcelados, muchos de ellos incomunicados y sometidos a la sistemática violación de sus derechos humanos.
Cómo resolver entonces los nudos críticos? Qué hacer con la falsa asamblea constituyente? Cómo lograr un equilibrio con contrapesos que dé garantías a las partes desde una AN con todas sus competencias restituidas y el TSJ?, Cómo organizar y preparar un proceso electoral complejo en medio de tanta desconfianza?
A estas y otras preguntas debemos encontrarle respuesta para evitar que la violencia y el conflicto armado nos trituren aún más como país en esta diabólica mecánica que trata de imponer la dictadura.
Es comprensible la desesperación y la falta de racionalidad política de quienes creen que lo deseable es una intervención militar multilateral, sin revisar las experiencias de otros pueblos que han pasado por guerras y conflictos para finalmente tener que negociar acuerdos encima de miles de cadáveres y una historia manchada de sangre cuyas heridas son de muy difícil curación.
El régimen utiliza las consignas guerreristas para intimidar, la presencia cubana y rusa para amedrentar, la represión, torturas y asesinatos para aterrorizar. Estamos frente a una cleptocracia y por ello el desafío es mayor. Debemos utilizar todas las herramientas de la política con inteligencia y creatividad para, con el apoyo contundente de la comunidad internacional, encontrar una salida por la calle del medio para construir una verdadera democracia de todos y para todos.
Debemos evitar entonces que la política se convierta en un mantra, un dogma. Nuestra propuesta debe ser flexible y ajustable en lo estratégico. La dinámica política y la correlación de fuerzas deben priorizar el orden de las opciones.
Lo deseable sería iniciar la transición luego de realizar unas elecciones generales verdaderamente libres y democráticas, con un gobierno de unidad nacional. Es decir, lograr entre todos el cese de la usurpación con votos y sin balas.


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martes, 28 de mayo de 2019


DEVASTACIÓN 

CARLOS CANACHE MATA

Aún cuando desde al año 2014 el régimen dictatorial de Nicolás Maduro no publica estadísticas macroeconómicas, se sabe que la economía venezolana se ha desplomado y está en el piso. Llevamos más de seis años de recesión, con una reducción de más de la mitad del PIB. Desde sus madrigueras, los jerarcas del oficialismo pregonan que el país navega viento en popa bajo la extraña alquimia del “árbol de las tres raíces” (Bolívar, Ezequiel Zamora, Simón Rodríguez) con el llamado “socialismo del siglo XXI”, un concepto creado por el sociólogo alemán Heinz Dieterick, quien ha dicho que Hugo Chávez lo hizo suyo porque podría “diferenciar su propuesta de todo lo demás que está en el mercado político”.
   La intoxicación ideológica, además de la incompetencia, nos ha convertido en un país devastado, después de haber sido el país más rico de América Latina con un  ingreso per cápita entre los más altos del mundo. Nos azota una hiperinflación que ha arruinado el poder adquisitivo de los venezolanos y ha enseñoreado el hambre, mientras nos estalla la crisis de los servicios públicos, entre ellos el de la salud, como lo ha reconocido la Organización Mundial de la Salud (OMS). El salario mínimo mensual venezolano (40.000 bolívares)  es de alrededor de 7 dólares, un nivel risible, si no fuera por lo trágico, si tomamos en cuenta que el Banco Mundial sitúa en 1,9 dólares al día el nivel de pobreza crítica. El colapso de la economía venezolana es superior al que tuvo Zimbabwe bajo Robert Mugabe, al que sobrevino a la caída de la Unión Soviética y al de Cuba en la década de 1990. Kenneth Rogoff, profesor de economía en la Universidad de Harvard, ha señalado que “es realmente difícil pensar en una tragedia humanitaria de esta magnitud fuera de una guerra civil”.     
   Factor esencial de la ruina económica ha sido la destrucción de la industria petrolera. Cuando el chavismo accedió al poder en 1999, Venezuela producía 3,5 millones de barriles de petróleo al día. El 18 de agosto de 2005, Hugo Chávez presentó el Plan Siembra Petrolera (PSP) que tenía como meta elevar la producción hasta 6 millones de barriles diarios. Catorce años después, ¿cuál es el resultado? Es éste: La OPEP acaba de ubicar en 768.000 barriles diarios la producción petrolera de Venezuela para el pasado mes de abril. En el seno de la OPEP, Venezuela, que era el tercer productor, ha pasado a ocupar el décimo puesto, por delante solo de Ecuador, Congo, Gabón y Guinea. El economista y experto petrolero, José Toro Hardy, da la siguiente explicación: “El problema empieza en el 2002 cuando Chávez despide 20.000 trabajadores de PDVSA que en conjunto acumulaban 300.000 años de experiencia y conocimiento. Después, PDVSA fue politizada y le cambiaron su misión. La hicieron responsable de planes sociales que no eran de su incumbencia. Después modificaron sin pasar por la Asamblea Nacional la Ley de Hidrocarburos, aumentando sustancialmernte el impuesto sobre la renta, la regalía y la participación en las empresas  mixtas, lo cual paralizó las inversiones”.
   Una derivación de la debacle petrolera es el grave problema de la escasez de gasolina que se manifiesta en las kilométricas filas o colas de consumidores demandantes en las estaciones de servicio. Ese problema viene de atrás, antes de las sanciones impuestas el pasado 28 de enero por Estados Unidos a PDVSA. La falta de mantenimiento, de inversión y de personal capacitado en el sistema refinador, es la verdadera causa de la situación que estamos viviendo con el desabastecimiento de la gasolina. Hemos pasado de una producción de 1.300.000 barriles diarios de gasolina (éramos exportadores) a 120.000 barriles diarios en este mes de mayo. Con cinismo inigualable, Pdvsa ha dicho que la escasez de gasolina es un ‘fake news’ (falsa noticia), al afirmar en su cuenta en la red social: “Nuevamente PDVSA está bajo el ataque con fake news. La empresa y sus trabajadores están en capacidad de suministrar la gasolina que necesita la Nación. PDVSA seguirá garantizando los combustibles al pueblo. ¡No caigas en rumores!”. Y, sin importarles lo que aquí ocurre, los detentadores actuales del poder siguen enviando 50.000 barriles diarios de combustible a Cuba.
   Los capitostes del régimen dictatorial de Maduro, arquetipo de la corrupción, acompañan, a veces, la devastación material del país y el saqueo de las arcas públicas, con adhesiones a la fe cristiana. Es como para recordar el verso anónimo:
      “En tiempo de las bárbaras naciones/colgaban de las cruces los ladrones/ahora, en el siglo de las luces/del pecho del ladrón cuelgan las cruces”.
       
      


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domingo, 26 de mayo de 2019

ENTRE POLÌTICOS

AMERICO MARTIN

Con su hermosa manera de expresar admiración y reconocimiento a la singular lucha de la oposición venezolana, nuestro fraterno amigo Mario Vargas Llosa resalta su deseo de ayudar a una gran causa ofreciéndola como ejemplo mundial. Mario es uno de los grandes narradores en lengua hispana cualquiera que sea la época considerada. Su vigorosa declaración se propone despertar más aún la conciencia universal frente a una bochornosa tragedia como nunca o casi nunca había padecido la abrumada Venezuela, lo que ya es decir.
La mirada de Mario es también la de un político. Y como tal capta el sentido de la orden emitida por la cúpula del Poder de debilitar a como dé lugar el sólido eje dirigente de la oposición encarnado en el Presidente Guaidó y la Asamblea Nacional, única de las ramas del Poder Público que goza de legalidad debido a su impecable procedencia del sufragio popular, y a la vez de la legitimidad proporcionada por un asaz mayoritario respaldo interno e internacional. Guaidó se afirma en ese granítico cimiento y por tanto encarna el cambio democrático esperado por las mejores consciencias. Romper esa fortaleza es la orden emanada del Poder. Tiene su lógica, pues los rusos también juegan. Lo que no parece tenerla es que siendo tan obvia la apuesta no falten opositores remando en dirección contraria. Sin dosis emocional no se llega lejos, pero peor es lanzarse temerariamente al asalto de lo que sea. Sumar es esencial; restar, al compás de un festival de frases para el bronce y buscando traidores hasta en la sopa, acaba con el movimiento más promisor. Centrándose en ese flanco, urgido de protección, Mario pone su caudal intelectual al servicio de los amantes de la libertad. Estoy seguro que en mucho contribuirá a ajustar rumbos. Con su oportuno pronunciamiento, remueve la nunca adormecida creatividad de un pueblo incansable, para decirlo a la manera de Andrés Eloy Blanco, insuperable Juglar de la Venezuela que no deja de sufrir y soñar.
Me remontaré a Platón, según Emerson el más sabio de los filósofos de la Antigüedad clásica, pese a su maestro Sócrates y a su discípulo Aristóteles. Quizá me mueva a coincidir con el polifacético escritor estadounidense la vocación política del pensador ateniense, la más evidente de sus preocupaciones.
En su Diálogo “El político”, obra de senectud, define dos cualidades todavía hoy infaltables en un auténtico líder. Dicho más con mis palabras que con las suyas (XXIV siglos no es concha de ajo) ellas son: tenacidad para convertir pasiones en partidos y temple para contener excesos pasionales. Ambos son necesarios siempre que gobierne el cerebro, no el corazón. Dejada a su aire, la pasión segrega “maximalismo”, como bilis el hígado. Es imprescindible, pero no para lanzarse a la conquista del cielo bajo pulsiones de hechicería.
Las salidas cruentas podrían estallar. La crisis llega a extremos insoportables, pero el mundo insiste en tantear un cambio pacífico asido, sin argucias, a la Constitución, internacionalmente supervisado y fundadamente fiable. Construir salidas no humillantes no es inédito y podría ser estudiado con cabeza fría. Algunas sugieren la iniciativa noruega y la tenue flexibilización rusa. Noruega goza de prestigio negociador. Su neutralidad tocaría el receloso corazón de Putin. Imposible “negar lo baila´o” por EEUU con su fuerte y continuada solidaridad. No obstante, tal vez Rusia quiera ver en pantalla tantos noruegos como norteamericanos.
Imposible no será, si pronto cambia el poder y reinan con brío la democracia, la libertad y la prosperidad. Precisamente para eso están ahí, unidos, Venezuela, el mundo, Guaidó y la AN.


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LAS TRES HISTORIAS PARALELAS


LUIS VICENTE LEÓN

Hay tres historias desarrollándose en paralelo. La primera se refiere a la radicalización del gobierno luego de los eventos del 30 de abril, con lo que intenta debilitar a la oposición civil, desmembrando la AN y a los grupos de soporte de Guaidó. 

La segunda es la radicalización de la oposición, la cual ya no se concentra en su acción de calle, que presenta un desgaste natural, sino en la agudización de las sanciones americanas que están escalando a niveles extremos y que anuncia un deterioro exponencial de la economía y el ingreso este año. 

La tercera vertiente se refiere a las negociaciones políticas. El tiempo en conflicto afecta a ambas partes y abre espacios para esta ruta. Es obvio que el gobierno perdió gobernabilidad y no está en capacidad de resolver prácticamente ningún problema relevante del país, más allá de mantener medio prendida la ciudad de Caracas y evitar que se le venga encima la destrucción de la infraestructura. La economía está fuera de control y no hay política económica que pueda rescatar equilibrios básicos. Simplemente se concentra en mantener los repartos de CLAPs, permitir las importaciones privadas, hacerse los locos en la formación de precios internos y conseguir mecanismos de evasión de sanciones con sus principales aliados y asesores especializados. Pero nada evita el deterioro galopante y el empobrecimiento de la población, lo que amenaza conflictividad social futura. 

Por su parte, la presión interna en el sector militar parece ser muy importante, pues sobre ellos recae la responsabilidad de mantener al gobierno en el poder, mientras se agudizan las sanciones y amenazas contra ellos y ahora también contra sus familias. El gobierno necesita bajar la presión antes que el sector militar pudiera estar tentado a tomar el poder por su cuenta. 

Para la oposición, la presión de negociar también está presente. Si bien sabe que no es una acción popular y que puede ser la fuente de un conflicto interno con los radicales e incluso con algunos moderados, ya empieza a entender que la secuencia de eventos ha mostrado que las expectativas de sacar a Maduro como una respuesta automática a contar con ayuda internacional, un nuevo liderazgo unificado y la mayoría del país apoyándolos, estaban sobredimensionadas. Se necesita mucho más, empezando por una oferta creíble de inclusión de la elite cívico-militar que es poder. 

No parece que el sector militar se pueda fracturar internamente, como ha intentado fallidamente la estrategia opositora. Es una institución corporativista y evitará, a toda costa, un conflicto interno que los lleve a la guerra civil. Eso hizo fallar los intentos de usar la ayuda humanitaria y también el treinta de abril como disparador. 

Por su parte, se reducen las expectativas de que EEUU intente resolver el problema con acciones militares, generales o quirúrgicas, en el corto plazo. Con esto en la mano, parece que la oposición va reduciendo su idea de que tiene a Maduro a punto de caramelo, lo que genera más apertura para mirar opciones de acuerdos, con apoyo internacional. Este tercer proceso es incipiente y muy tortuoso pero comenzó, sin tener claro dónde y cómo puede terminar. 

De estas tres vertientes, los resultados visibles son que el gobierno ha debilitado al equipo opositor y ha perdido miedo a atacarlo, aunque no avanza contra Guaidó en lo personal, quien mantiene altos niveles de soporte y prestigio. EEUU agiganta sus acciones contra Maduro, pero de rebote se incrementa el impacto negativo sobre la vida cotidiana de la población y, finalmente, las negociaciones, lamentablemente expuestas, tienen varios grupos interesados en promoverlas, pero también todos los monstruos desatados para bombardearlas. Así las cosas. 

Luisvleon@gmail.com


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