domingo, 31 de enero de 2016

DOS ANIVERSARIOS
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 CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ

Y quién encabeza el golpe?"-, pregunté al general Ítalo Alliegro, sentado con otro oficial en las butacas aledañas a la entrada principal del Senado. - "Un paisano tuyo, un teniente coronel Chávez Frías... ¿lo conoces?", -me respondió. Era el 4-F de 1992, día que cambió la historia y había sesión urgente de las cámaras legislativas. Desde meses atrás todo el mundo esperaba el golpe entre paellas y tintos devorados para intercambiar información: nadie debía temer. Era sólo contra Carlos Andrés Pérez y sus ministros. Los juramentados se reunieron con políticos "honestos" y "antineoliberales" de diversos partidos -arcadas nuestras por cada una de esas dos palabras- que junto con los golpistas, serían funcionarios del gobierno de Rafael Caldera dos años después. Era para tranquilizarlos y pedirles neutralidad. Pérez intentaba una reforma que venía con éxito desde Den hasta Cardoso, pasando por Felipe en España.

Pero se necesitaba una élite político-cultural-económica no tan limitada para entender y apoyar semejante cambio. Los plumíferos no pasaban de hacer chistes fáciles sobre el ministro Rodríguez, el "neoliberalismo" y los "tecnócratas sin corazón". Esa mañana en el Congreso las fracciones rechazaron el golpe. El MAS presentó una decente posición, que produjo la ira de J. I. Cabrujas, ocurrente costumbrista convertido en conciencia filosófica de las élites, una especie de Savater autodidacta, que nos dejó un artículo memorable sobre "ese hombrón", Chávez (EDC: 6/2/92). Esa mañana llegaban noticias frescas sobre la lealtad de las FFAA, el coraje de Carratú y el de Pérez al salir estilo Bond en medio de una lluvia de plomo en La Casona, donde quedaba al frente doña Blanca. Habían quebrado el intento.

Triunfo político, derrota militar

Morales Bello lanzó su apasionado grito que acto seguido los sicarios culturales satirizaron. Pese a la valiente actitud de Eduardo Fernández en TV esa madrugada, sobre líderes parlamentarios de Copei pesará la grave responsabilidad de haber convertido al Congreso en un infierno de seudodenuncias y desestabilización. Pérez derrota la logia que quería fusilarlo junto con los ministros, imponer un régimen revolucionario con los "decretos", disolver las instituciones representativas, las organizaciones civiles y establecer justicia sumaria. Pero en pleno descalabro militar, el conato obtiene dos inesperados triunfos políticos: la entrevista en directo del "por ahora". Y que en el crispado ambiente parlamentario, Caldera, uno de los fundadores del orden, justificó las razones de un golpe de Estado que dejó su roja estela en las calles.

Lo hizo a nombre de la pobreza, incompetencia, corrupción del gobierno, que el suyo posterior llevó al paroxismo, igual que el siguiente. Churchill le dijo a Attle que "nada tan peligroso como un político con buenas intenciones". Incierto que Caldera se hubiera encumbrado en las encuestas gracias "al discurso". Ya estaba ahí gracias a la incapacidad de los otros precandidatos para hacer sinapsis frente al programa de reformas económicas. Y autodenominados partidos y grupos de cambio, extrañamente apoyaron a un octogenario que añoraba volver al pasado ante tres candidatos menores de cincuenta años. En los albores del Pacto de Punto Fijo, Copei abrazó al gobierno de Betancourt (59-64) para enfrentar la insurrección e impulsar reformas económicas, y salvó "el experimento democrático". Esta segunda vez se lanza a la desestabilización en vez de sostener la democracia y las reformas, que hubieran llevado el país al desarrollo.

Dos conspiraciones se unen

AD estaba atolondrada. Sus principales dirigentes, para la fecha han dado más de cien declaraciones contra Pérez y luego realizan la insólita ordalía de entregar la cabeza del Presidente -y con ella al sistema- sólo para cebar la fiera. El 4F se alimentó de dos conspiraciones paralelas que confluyen en una célebre reunión en casa de Arturo Uslar. La sempiterna y aburrida de las izquierdas, en este caso la institucional y la revolucionaria. Y la de la derecha tecnocrática siempre enemiga de los partidos políticos. Gerentes, figuras de medios, empresarios, políticos aficionados, estaban convencidos de que al liquidar los partidos saldría su loto, que naturalmente no salió. Los cegaba la frustración (y la sandez) de eternos precandidatos presidenciales de pantalones cortos, niños eternos como Kirsten Dunst en Entrevista con el Vampiro.

Los notables, capitostes culturales envenenados, cebaron el tigre. Todo se derrumbó y las aguas se tragaron las ambiciones de los "relevos" destinados a heredar el sistema. Una telenovela calumniaba en tiempo real a los dirigentes, igual que titulares falsos de primera plana ("miles de millones gasta el Congreso en llamadas calientes"). Hoy los responsables vagan a tientas con las manos extendidas, luego de haber arruinado su poder, status y hasta sus propias vidas. Recuerdan el lamento de los condenados en el Réquiem de Wolfgang Amadeus, Confutatis maledictis: Venimos rechazados, malditos, condenados a las crueles lenguas de fuego. Tengo el corazón hecho cenizas. Humildemente te suplico, llámame, sálvame de este final. También el latín traducido al barinés ayudaría a comprenderlos: cachicamo trabaja para lapa ("dasypur sabanícola trabaja para agouti paca")

@CarlosRaulHer

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SÓLO UNA MENTIRA

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                 TULIO HERNANDEZ

El socialismo no existe en Venezuela. Lo que se supone es un modo de organización de la sociedad y la economía alterno al capitalismo, no se construyó en estos años de gobierno. Fue solo una consigna. Una asignatura pendiente.
Quien esto afirma no es un activista opositor. Palabras más, palabras menos, es lo que el domingo pasado declaró Aristóbulo Istúriz, nuevo vicepresidente de la República, en el programa televisivo conducido por José Vicente Rangel, años atrás también vicepresidente.
La declaración de Istúriz, un dirigente político experimentado, obviamente no es inocente. Primero se blinda cumpliendo la tarea de repetir la lección oficialista de la guerra económica, el imperio, la oligarquía y toda la conocida argumentación roja. Pero luego va directo al grano de su acrobática argumentación central: el proyecto socialista no ha fracasado en Venezuela por una sencilla y única razón, porque no existe. Lo que ha fracasado es el viejo rentismo petrolero, el verdadero modelo económico de estos diecisiete años.
Para aquel sector del chavismo que se ha tomado en serio la idea de que en Venezuela ocurrió una revolución, la de Istúriz debe resultar una confesión de fracaso. La aceptación de una estafa. Pues, si lo que dice es cierto, el gobierno debería, de inmediato, borrar todas las vallas y eliminar los spots televisivos que anuncian sus logros como “Hecho en socialismo”.
Para preservar la esperanza en el proyecto, en el socialismo, el vicepresidente ha recurrido a la condena parcial de los diecisiete años de gobierno homologándolo en su economía a todos los gobiernos anteriores, desde Gómez hasta Caldera II.
Algo parecido hicieron muchos teóricos marxistas cuando el fracaso del comunismo era inocultable. Se inventaron el concepto de “socialismo realmente existente”, para intentar demostrar que ese no era el proyecto verdadero. Que el modelo original dibujado por Marx, el comunismo como etapa histórica superior de la humanidad, estaba en lo correcto pero que la manera como lo aplicaron soviéticos y chinos había corroído lo esencial de la Utopía igualitaria. La práctica era una aberración. Pero la teoría seguía impoluta. Libre de culpas.
El pensamiento dogmático generalmente está asociado a un proyecto de creación de una nueva sociedad que sus agentes asumen como parte de una verdad ya escrita paso a paso desde el comienzo hasta el final. Cuando la realidad no responde dócilmente a los dictámenes del proyecto, sobrevienen entonces las armas, el abuso de poder, la coerción para hacer que la práctica cuadre “como sea” con la teoría. O llega el fracaso. La pérdida del poder.
Acostumbrados al blanco y negro, lo no controlable los paraliza. Por eso los proyectos autoritarios no se avienen con el futuro. Su zona de confort, su manual de conceptos elementales, está en el pasado. De allí la sobredosis de héroes, citas a pensadores y referencias a ejemplos históricos que saturan su discurso.
Por la misma razón el chavismo, como a los malos cristianos, elude responsabilidades, le cuesta asumir sus culpas. Saben que la debacle económica los asedia, pero hacen todo lo posible por postergar las acciones correctivas porque, salvo que se las ingenien, todos los caminos conducen al aumento de la gasolina, el freno de la máquina que imprime dinero inorgánico, la reducción del déficit fiscal y la eliminación del subsidio cambiario que consume 15% del PIB.
Como Uslar en el pasado, proponen ahora contra el rentismo una sociedad productiva. Pero una sociedad productiva, lo saben bien los chinos, los únicos comunistas que sobrevivieron a la debacle, necesita de la iniciativa empresarial. Y a la iniciativa empresarial la asfixian los controles estatales.
Isturiz ha revivido el dilema hamletiano del presidente Pérez: “Ni capitalismo ni socialismo, sino todo lo contrario”. Jesús Martín Barbero nos dio el antídoto: No hay que caer en la trampa neoliberal, que cree que sólo el mercado crea sociedad, ni en la de la izquierda estatista, que cree que el mercado no crea sociedad.
No era del siglo XXI. Era invisible. Sólo una mentira más. 

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EL ENTIERRO DE LA REPÚBLICA


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                      ELIAS PINO ITURRIETA

Los sucesos recientes de Margarita ponen en evidencia la desaparición de la convivencia republicana. Si un opinador contrario al régimen buscaba un hecho gracias al cual pudiera descargar todo el veneno de sus dicterios, tiene ocasión estelar. Aunque más bien quisiera que no fuera tan grande la tragedia revelada por el sepelio de un delincuente, para sentir que aún vive en un espacio que puede permitirse las críticas paulatinas sin llegar a un veredicto concluyente, como sucede en la mayoría de los países en cuyo seno van y vienen los reproches sin sentir la cercanía de un apocalipsis.
El territorio circundado por las aguas permitió que todo el horror se alojara en sus entrañas, sin distracciones que le concedieran alivio. La geografía regional nos puso frente a una forma de abyección capaz de expresarse en toda su magnitud, como si el mar de Margarita estuviera allí en esa oportunidad para llamarnos la atención sobre una singularidad susceptible de convertirse en un espejo sin distorsiones, en una tragedia que debía observarse en su peculiaridad para que fuese el modelo de una traducción que pudiera llevarse a cabo después en la tierra firme desolada. Nadie pudo escapar del agujero por un mandato del mapa, para que así se condensara sin remedio todo el naufragio de una colectividad y para que sintiéramos, desde la fortaleza inexistente que nos prodiga en ocasiones la suerte de las carreteras y la vecindad de otras localidades en cuyo terreno podemos escondernos, que todos experimentamos un idéntico infortunio del que podemos escapar a veces debido a la cercanía de un conjunto de regiones debido a cuyo azar se puede imaginar que la realidad no es tan amenazante.
Los delincuentes y el cortejo de sus seguidores se enseñorearon en la isla. El entierro de un malhechor se convirtió en un fenómeno popular, sin que se pudiera hacer algo para evitar el espectáculo. Las avenidas se paralizaron, como si se despejara el camino para la despedida de una estrella del rock. Los colegios cerraron sus puertas por la imposición de una potestad que no se encuentra en la letra de los códigos, sino en el imperio de la fuerza bruta. La escena fue colmada por una muchedumbre que acompañaba los últimos pasos de un narcotraficante que debía pagar condena en cárcel severa, pero que salía de la simulación de su castigo de acuerdo con su soberana voluntad. Esa multitud se ufanaba de sus vínculos con el pran frente a los viandantes entorpecidos en su ruta, o ante la gente que debió soportar, en la puerta de los hogares en cuyo refugio viven con los hijos y con los abuelos, la befa de sus costumbres paralizadas por una infamante procesión. No hubo entonces posibilidad de alejarse de la familiaridad con el crimen, que no se podía evitar debido a un impedimento geográfico y al tamaño de una sociedad que, generalmente para su fortuna, pero esta vez para su desgracia, es esencialmente pueblerina. Toda la basura se acumuló entonces, para que la sintiéramos allá y acá.
Mientras la comitiva se movía, los presos de la cercana cárcel hicieron ostentación de un poder de fuego, propio de fuerzas militares o paramilitares, con cuyo estrépito ratificaron públicamente la dominación impuesta en la isla, en el caso de que quedaran dudas sobre el lugar de su residencia y sobre la extensión de sus tentáculos. Escribo el jueves para que me lean en domingo, y hasta ahora destacan por su ausencia las explicaciones satisfactorias de las autoridades en la isla, en el penal y en los despachos del alto gobierno en torno a los sucesos. No solo porque tal vez sean incapaces de balbucear una mínima aclaratoria, dada la estatura del horror permitido, sino porque necesitarían la aquiescencia de un idiota para negar su vínculo con ellos, así sea por omisión.
El caso descrito llama la atención por las circunstancias en las cuales se produjo, que obligaron a su padecimiento por toda una colectividad sin posibilidad de escapatoria, pero no es excepcional. No hace falta la navegación para sufrirlo como cosa de rutina. Del imperio de los pranes no nos separa el mar Caribe, pese a que las tribulaciones de su comarca más hermosa sugirieran el análisis específico que se ha intentado. En realidad, apenas se vivió allá un capítulo del entierro paulatino de la república que lleva a cabo el gobierno. 

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Izquierdas, derechas y esas persistentes confusiones

 
Se dice que la década pasada ha sido una década de la izquierda en América Latina, una década de gobiernos progresistas. ¿Se puede decir que ha habido progresismo, progreso social de izquierda estos años?” Así comenzó Moisés Naím su programa, Efecto Naím, al que fui invitado junto con el ex presidente de Bolivia Jorge Quiroga. “Eso si uno toma esas palabras como válidas”—repliqué, con más reflejos que reflexión—“las palabras de los gobiernos que se han definido a sí mismos como izquierdistas”.
“Izquierda dirán ellos”, agregué al final, esos quince segundos de televisión que obligan a omitir varios aspectos de esta discusión, comenzando por la propia definición de “izquierda”. La clarificación es oportuna, dadas las ambigüedades vigentes. Especialmente porque la contraparte del argumento es que quien se opone a esos gobiernos “de izquierda” termina siendo “de derecha”. Falacias por las que transcurre el no-debate, la incesante repetición de clichés que sustituyen la verdadera conversación. Es el fin de la política.
Ser de izquierda se basa en la convicción que la desigualdad no es pre política. Esto es, no está constituida ex ante, ni pertenece al orden natural de las cosas. Por el contrario, la desigualdad se entiende como la consecuencia de un conjunto de relaciones de clase e instituciones: las primeras le dan sustancia, las segundas la reproducen en el tiempo.
Ante eso, la estrategia del socialismo revolucionario fue la toma del poder, súbita y violenta, para desmantelar las relaciones capitalistas de producción y su superestructura jurídica. El problema fue que en el camino de la expansión de derechos sociales se eliminaron por completo los derechos políticos y civiles. El socialismo realmente existente terminó siendo el régimen del Estado-Partido y su burocracia. Resultó que para comer había que dejar de votar y dejar de hablar. Conocido pero falaz razonamiento, sobre todo si, en el largo plazo, tampoco se come.
Mientras ocurrían las masacres del estalinismo, asomaba otra versión de izquierdismo en Europa: el reformismo keynesiano y el Estado de Bienestar de la postguerra. Hacia los 70 el eurocomunismo rompía con Moscú, nótese, antes de la caída del Muro de Berlín. Surgió la izquierda socialdemócrata, que no rechazó la idea de mayor equidad social pero con el capitalismo—no contra él—y en combinación con la democracia competitiva.
Todo ello dio forma al progresismo, un izquierdismo superador, capaz de operar con un concepto más amplio de desigualdad. Más amplio porque para reducir la desigualdad tiene que funcionar el mercado, mecanismo que alienta la iniciativa, la creatividad y la toma de riesgo, la receta de la prosperidad. Pero también porque el mercado es socialización, genera pluralismo y sociedad civil, o sea, ese espacio autónomo de deliberación y agregación de intereses e identidades diversas: de clase tanto como religiosas, étnicas, de género y de orientación sexual. Y todas ellas superpuestas. 
Es que en nuestras sociedades complejas y diversas tener políticas de ingresos no es más importante que tener normas para corregir asimetrías en la distribución del reconocimiento social de esas minorías. El progresismo, entonces, solo puede ser liberal-constitucional y, con ello, democrático.
Esta problemática ha sido ajena a la hipocresía de la auto proclamada izquierda de América Latina. Su retórica anti-capitalista no desmanteló el capitalismo. Ni mucho menos, tan sabroso botín para enriquecerse con los amigos. La redistribución no fue financiada con políticas de inversión sustentables y productividad creciente, sino con precios internacionales favorables que, ante el cambio de ciclo, comienza a revertirse. Su ignorancia económica ha producido una monumental distorsión de precios que, financiada con recursos fiscales, generó déficits a su vez financiados con emisión. La pobreza no se mide, la inflación es incierta, las cuentas nacionales, una ficción. 
Izquierda dirán ellos. Ni hablar de los derechos identatarios. Esto no ha sido progresismo sino su opuesto, una arqueología del estalinismo modelada en la dinastía despótica de los Castro, tan venerados por los bolivarianos. Es un capítulo que llega a su fin, por la biología en Cuba, las elecciones en Argentina y Venezuela, las protestas contra la perpetuación en Ecuador, Bolivia y Nicaragua, y las marchas contra la corrupción en Brasil y Guatemala. Y por el cambio de precios en todas partes.
Como se vio en la Cumbre de CELAC, donde dos Latinoaméricas se encontraron cara a cara. Una, la del dueño de casa (y del micrófono), es la de las consignas melancólicas y los clichés gastados. Es aquella del comandante tal o cual, la de una pseudo teoría de la dependencia, un anti-imperialismo impostado sin otro propósito que justificar la perpetuación en el poder. Es la América Latina que invoca difuntos, a los que busca canonizar, y a expresidentes procesados por corrupción, a quienes intenta restaurar en el poder.
La otra América Latina que se vio en Quito es la del pragmatismo, la que mira hacia delante, la que busca resolver los problemas de sus sociedades e imaginar soluciones ante una economía internacional incierta. Es la que busca atraer inversión y crear empleo frente al cambio de ciclo, los erosionados recursos fiscales y las decrecientes reservas del Banco Central. 
Esa otra América Latina busca recuperar sus mejores tradiciones de derechos humanos, como en el auténtico progresismo de Gabriela Michetti, vicepresidente argentina, al recordarle a Maduro que debe respetarlos, habiendo sido Venezuela amparo de tantos exiliados. Esa es la América Latina de la democracia, la alternancia en el poder y las garantías constitucionales. Izquierda o derecha, esa es la única que tiene futuro. 

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sábado, 30 de enero de 2016

¿GOBIERNO ANTIRENTISTA?
 
Miguel Méndez Rodulfo
 
MIGUEL MEnDEZ RODULFO
 
El rentismo es el Papá de todos los males que han azotado a Venezuela desde la consolidación de la era petrolera. Entendiendo que el petróleo no es el culpable sino los sucesivos gobiernos que han regido a país desde los años 30 del siglo XX hasta los primeros tres lustros del nuevo milenio. Al amparo de la riqueza petrolera los gobiernos no fueron eficientes, subordinaron a la sociedad, lo que incluye a los habitantes del país y al sector privado de la economía, crearon un Estado gigante y centralista, diseñaron una política de reparto clientelar, no combatieron debidamente la corrupción, permitieron que la pobreza aumentara y nunca tuvieron una visión país que lograra enrumbar a Venezuela al primer mundo. Sin embargo, el período democrático iniciado en 1958 trajo profundos cambios que mejoraron notablemente al país, sobre todo en los primeros 20 años de democracia. Eso es innegable y hay que destacarlo, pero desde 1978 hasta 1998 volvimos a retroceder y dimos paso a esta aberración política que hoy conocemos como el chavismo, que infelizmente nos gobierna a su antojo ya por 17 años, pero que todos esperamos que sea por muy poco tiempo más.
La gravísima crisis financiera en que hoy se encuentra el país por la dramática caída de los precios petroleros, debe ser el aldabonazo que nos faltaba para reaccionar como sociedad y salir de una economía petrolera, mono exportadora y rentística, esa que produce épocas de esplendor aparente cuando sube el barril y que nos sume en penosas carencias cuando baja. Hoy día ningún país del mundo pone todos sus huevos en una misma canasta y la diversificación de su economía es la norma. Noruega, incluso no considera los montos petroleros entre sus ingresos ordinarios, sino que los acumula en un fondo para ser colocados y generar unos intereses que se reparten a la población para ayudar a costear gastos de salud, de educación y de vivienda. El hecho es que los nórdicos ven al ingreso petrolero como una lotería y no se confían entonces en contar con la seguridad de esos proventos para afrontar sus gastos ordinarios.
Al nuevo liderazgo le corresponde diseñar e implantar un nuevo modelo de desarrollo que diversifique los ingresos del Estado y eso pasa necesariamente por apoyar y alentar al sector privado, dándole seguridad jurídica primero que nada, restableciendo la confianza y presentando un plan económico que trace un rumbo moderno al país, estimulando sectores clave como la infraestructura, la vivienda, el turismo, la agricultura, la manufactura, la ciencia y la tecnología, las energías renovables, etc. Cierto es que a los hidrocarburos aún les queda una ventana de oportunidades y que todavía podemos esperar una recuperación de los precios en el mediano plazo; sin embargo, las circunstancias ambientales condenan a los combustibles fósiles, además es poco probable que en una estrategia de lucha por el mercado, los precios vuelvan a trepar alrededor de los US$ 100, lo que hace imperativo cambiar el modelo estatista, rentista, populista que hasta ahora hemos tenido, exacerbado hasta el máximo por este gobierno irresponsable y conformado por una pléyade de ignorantes.
La declaración pública del jefe de la bancada oficialista, aseverando que el rentismo petrolero se acabó y que ellos nunca pudieron dar el paso hacia una economía productiva debido a que el pueblo es analfabeta, no hace sino evidenciar que hasta estos sujetos extraordinariamente ignorantes reconocen que debemos sepultar al rentismo. El momento es crucial: o en Venezuela acabamos con el rentismo o éste terminará acabando con el país. Es hora de que el nuevo liderazgo tome la batuta.
Miguel Méndez Rodulfo
Caracas, 29/01/2016

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LAS MEDIDAS QUE HAY QUE ADOPTAR
 
EDDY REYES
 
En nuestro artículo de la semana pasada (“¿Emergencia económica o cambio de rumbo?”), señalamos que la situación que actualmente padecemos los venezolanos es el resultado de equivocadas políticas económicas y públicas puestas en práctica por los gobiernos de Chávez y Maduro. En dicho escrito detallamos las absurdas acciones que se llevaron a cabo, cuyos polvos trajeron estos lodos. Concluimos dicho texto diciendo que se imponía entonces un cambio de rumbo, tema del cual nos ocuparemos hoy.
La primera acción que el Gobierno debe ejecutar es la derogación del régimen de control de cambio que se estableció el 5 de febrero de 2003 y que el próximo viernes cumplirá trece años. Nunca antes un régimen de este tipo se había extendido por tanto tiempo en Venezuela, ni le había causado tantos perjuicios a la ciudadanía y el Fisco Nacional. Por un lado, dicho control fue el responsable de los bajos precios de los bienes producidos en el país (combustibles, alimentos, medicinas, etc.), lo que desembocó en un creciente contrabando de extracción de los mismos hacia nuestros países vecinos. La fuga de recursos por esa vía ha sido realmente incuantificable. Por otra parte, como ha ocurrido en el pasado, pero esta vez potenciado por los enormes ingresos que tuvo el Estado hasta hace poco, el control de cambios ha sido un gran incentivo para la corrupción. El ex ministro Jorge Giordani, responsable en buena medida de tan astringente política, denunció meses atrás que Cadivi, órgano encargado de aprobar las divisas para realizar importaciones, autorizó la entrega de 20.000 millones de dólares para compras de bienes e insumos que nunca se realizaron. El agravante del hecho es que el Gobierno no ha recuperado ni un dólar de los concedidos, ni ha encarcelado a uno solo de los bolivarianos defraudadores. Podemos estar seguros de que esa cifra es apenas la punta de un iceberg que se hunde muchísimo más abajo de su línea de flotación.
La segunda medida que se debe adoptares revertir el financiamiento monetario que ha otorgado el Banco Central de Venezuela (BCV) al Gobierno y Petróleos de Venezuela (Pdvsa). En el caso del primero, la acción se ejecutó a partir de la reforma que se le hizo a la Ley del BCV en 2005, con el propósito de sustraerle periódicamente una porción de sus reservas internacionales “excedentarias” y traspasarla al fondo de estabilización que se creó para ese propósito (Fonden). De entrada, al aprobarse la reforma legal, el BCV se vio obligado a poner a la orden del Ejecutivo Nacional una porción de reservas internacionales (5.000 millones de dólares) sin sustraerse del torrente circulatorio la contraparte de bolívares correspondiente, puesto que cada dólar que entra a dichas reserva genera un pago en bolívares por parte del instituto emisor. En los años posteriores y hasta la fecha, el BCV entregó al Fonden más de 50.000 millones de dólares. Esa falta de contrapartida hizo que la base monetaria perdiera respaldo en términos de la alícuota que le corresponde de las reservas, lo que en la práctica le restó solidez a la moneda. El impacto que eso tuvo en la economía fue similar al que se derivaba de una devaluación de la moneda. Este hecho quedó en buena parte evidenciado en los años subsiguientes por la vía de un aumento sostenido de la inflación. Sobre este importante tema realicé un estudio a mediados de 2005 que entregué a los miembros del Directorio del BCV para alertarlos acerca de las repercusiones que tendría para la economía la ilegal sustracción de las reservas. Los lectores interesados pueden acceder a dicho documento por Internet a través de la siguiente dirección: http://www.badellgrau.com/?pag=19&ct=79. Una versión revisada que incorpora unos pocos agregados está incluida en el libro Homenaje al Dr. Oswaldo Padrón Amaré, publicado por la Fundación de Estudio Administrativo (FUNEDA), en 2009.
De igual manera se debe parar el enorme financiamiento monetario que se ha otorgado a Pdvsa, el cual ya alcanza a la suma de 45.000 millones de dólares. Esta acción, junto con el financiamiento al gobierno a través del Fonden, ha colocado al BCV en la situación de violar la Constitución y la ley que regula el funcionamiento de este último organismo, las cuales expresamente establecen que el objetivo fundamental del mismo es lograr la estabilidad de precios y preservar el valor interno y externo de nuestra moneda. Lamentablemente, producto de sus erradas políticas monetarias, la inflación real de 2015, no la oficial que está maquillada, superó el 270%. Y el tipo de cambio del mercado paralelo, en base al cual los venezolanos pagan muchos bienes y servicios, ya se acerca a los 1.000 bolívares por dólar. De no adoptarse los correctivos del caso, la inflación de este año se remontará al 850%, el inicio de la autopista de la hiperinflación, algo que no se ha vivido en nuestro país.
La tercera acción que es necesario emprender es la privatización de las empresas que fueron expropiadas por el Estado a partir del año 2007. Todas ellas han degradado su desempeño en comparación con su situación al momento de ser arrebatadas al sector privado, convirtiéndose en sacos rotos que no hacen más que drenar los fondos fiscales como consecuencias de su mala administración y la política clientelar que se ejecuta por la vía del crecimiento exponencial de su gerencia, empleados y obreros. En este momento nuestro ogro filantrópico ya no puede caminar. No está de más señalar que la ejecución de esta política incorporaría a nuestras menguadas reservas internacionales varios miles de millones de dólares que ayudarían en las necesarias importaciones de alimentos, medicinas e insumos para la producción interna.
Una cuarta resolución es la derogatoria de la Ley Orgánica de Precios Justos. Esta ley tiene como propósito “asegurar el desarrollo armónico, justo, equitativo, productivo y soberano de la economía nacional, a través de la determinación de precios justos de bienes y servicios, mediante el análisis de las estructuras de costos, la fijación del porcentaje máximo de ganancia y la fiscalización efectiva de la actividad económica y comercial, a fin de proteger los ingresos de todas los ciudadanos, y muy especialmente el salario de los trabajadores; el acceso de las personas a los bienes y servicios para la satisfacción de sus necesidades; establecer los ilícitos administrativos, sus procedimientos y sanciones, los delitos económicos, su penalización y el resarcimiento de los daños sufridos, para la consolidación del orden económico socialista productivo”. La misma, sin embargo, sólo ha servido para cerrar arbitrariamente negocios y regular los precios de los productos y servicios de espalda a sus costos reales, todo lo cual ha contribuido a generar e incentivar las prácticas del bachaqueo (una forma revolucionaria de capitalismo salvaje), y la escasez, que en este momento está por encima del 50% y sube persistentemente cada día.     
La quinta determinación tiene que ver con la necesidad de solicitar asistencia financiera del Fondo Monetario Internacional (FMI). Esta acción es una derivación de la catastrófica situación de nuestra balanza de pagos. Expliquemos eso mejor. En los últimos tres años (2013, 2014 y 2015), cuando nuestros ingresos de divisas se ubicaron respectivamente en el orden de los 85.603, 77.833 y 71.731 (en esta última cifra no se incluyen los ingresos de los últimos 3 meses del pasado año) millones de dólares, vivimos una situación crítica. Este año, cuando se habla de un precio del barril de petróleo de 23 dólares, podríamos estar enfrentando necesidades de medios de pago internacionales del orden de los 30.000 millones de dólares. Pero si, como consecuencia del ingreso de Irán al mercado, el precio del barril de petróleo se llega a ubicar en 10 dólares –en un contexto en que el costo de producción de nuestro barril de petróleo es de 13 dólares, según declaración reciente, en un programa de radio, del presidente de Pdvsa, Eulogio del Pino–, estaríamos simplemente en caída libre. En ese supuesto no dispondríamos de los dólares que se requieren para pagar las deudas del país ni sus importaciones. De modo que sin ayuda financiera externa, estamos en situación de catástrofe nacional.
Hay que resaltar que, en la actual coyuntura mundial, las posibilidades de conseguir apoyo financiero de China o Rusia es vana ilusión porque ambos países viven también crisis internas de importante magnitud. Aparte de que cualquier migaja que nos llegaran a dar nos costará un ojo de la cara. En cuenta pues de que el 95% de nuestros ingresos en divisas provienen de la venta de petróleo, es inaplazable acordar un plan de ajuste con el FMI. La revolución tiene que concienciarse y admitir que sin financiamiento externo estamos frito, y que la decisión debe tomarse a la mayor brevedad. En esta materia no compartimos la opinión expresada recientemente por el ex ministro Felipe Pérez Martí, en entrevista que le hicieran para La Razón, en el sentido de que no necesitamos la ayuda del FMI, pues si hacemos el ajuste cambiario, aumentamos el precio de la gasolina y revisamos acuerdos como el de Petrocaribe, generaríamos un superávit y de paso conseguiríamos una reducción del riesgo país que nos facilitaría el endeudamiento externo con la banca privada internacional. Pensamos que un acuerdo con el FMI, que va precedido de un plan detallado de los ajustes a realizar, disciplinaría más al gobierno y facilitaría de entrada los recurso externos que vamos a necesitar, tanto de dicho organismo como de la banca privada extranjera, para ejecutar un indispensable plan de ayuda social a ese importante sector de nuestra sociedad que se verá afectado por las medidas económicas que hay que adoptar(no olvidemos la lección del Caracazo, a raíz del Plan de Ajustes que se puso en práctica al inicio de la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez), así como para atender de inmediato nuestros compromisos de deuda externa y las necesidades de insumos externos para la producción nacional. En este momento la mayor parte de nuestras reservas internacionales están representadas en oro y su parte líquida, compuesta de dólares, apenas nos alcanza para un suspiro, a menos que el Estado cuente con suficientes recursos en el Fonden, cuya exacta cuantía desconocemos hoy.
La sexta acción es el extensamente preterido aumento de los precios de la gasolina, que acabamos de mencionar. En la actualidad, en el país se consume cerca de 550.000 barriles diarios, cuyo costo de producción es superior al del precio de venta, todo lo cual se traduce en una pérdida para el Fisco que supera los 12.000 millones de dólares anuales. Esa es una medida que no creemos se pueda ejecutar de una sola vez, como se asoma en el comentario de Pérez Martí. Posiblemente, la corrección tomará un tiempo prudencial para así aminorar el severo impacto en la sociedad. Y es muy probable que similar prudencia haya que tenerla con el ajuste cambiario, estableciéndose una banda, que progresivamente deberá acoplarse con la banda superior, para atender necesidades básicas de la mayoría de la población.
En la consideración de todo este asunto hay que tener claro que el anuncio que hizo recientemente Maduro de crear un Consejo Nacional de Economía Productiva, que trabajará en “9 motores productivos” (hidrocarburos, petroquímica, agroalimentación, minería, telecomunicaciones e informática, construcción, industria, industria militar y turismo), no pasa de ser un pañito de agua caliente para atender una problemática que exige acciones firmes para atacarla de raíz. Es obvio que la revolución se resiste a adoptar medidas ortodoxas y de mercado que van contra la concepción ideológica que enarbola. El punto es que ya llegamos al llegadero y no les queda más que dos opciones: la vida o la muerte, o sea, mantenerse en la escena política en condición de minoría o desaparecer como movimiento revolucionario extremista. Aunque abogo por el diálogo y la flexibilización, no puedo ignorar una ingrata realidad: los seres humanos estamos dispuesto a llegar a los sacrificios más extremos, incluso la muerte, por razones religiosas e ideológicas. La historia de la humanidad está llena de esos ejemplos. Y creo que, desgraciadamente, Maduro y Cabello, obnubilados como están por una ideología que se ha transformado en religiosidad pagana, en cuyo altar mayor se sienta el espíritu milagroso de Hugo Chávez, conducen este proceso hacia una situación extrema, cuyo desenlace tendrá un costo enorme para la sociedad. Como nunca antes, mi deseo es estar equivocado.
En última instancia, si ese proceder extremo fuera la vía que tomara el Gobierno, su destino no será otro que el más estruendoso fracaso que será recordado como imagen así: “Inútilmente millares de hombres, agrupados en un pequeño espacio, se esforzaban en mutilar la tierra en que vivían; inútilmente aplastaban todo signo de germinación cubriendo el suelo con piedras; inútilmente arrancaban hasta la última brizna de hierba… Todo rezumaba alegría, plantas, pájaros, insectos y niños. Sólo los hombres seguían engañándose y atormentándose a sí mismos, engañando y atormentando a los demás, negándose a contemplar la mañana primaveral enmarcada en las bellezas incomparables del Universo, creado para el solaz de todos los seres vivientes, disponiendo el ánimo para la paz, la unión y la ternura. Tan sólo estimaban aquello imaginado por ellos mismos…” (León Tolstoi, Resurrección).
 
@EddyReyesT

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PODEMOS, LOS SEMBRADORES DE RUINA EN AMERICA LATINA

 
Lorena Mastrogiacomo L.

Hace no mucho tiempo en España, donde yo resido, la administración fiscal llamó a capítulo a un profesor de la Complutense. El señor Monedero había regresado de Venezuela, Ecuador y Argentina con las alforjas llenas de euros. La factura a esos gobiernos se elevaba por encima de los 400 mil euros. Su costosa asesoría sin embargo, no dejó sino la inconformidad en esos países que todavía se discute. 
La administración tributaría descubrió que el señor Monedero no había declarado y menos pagado los tributos de ley y casi lo envía a la cárcel. El gran asesor terminó pagando, pero en el caso venezolano nunca se supo el concepto de la factura, a no ser sus aspiraciones en el canal del Estado, para adular al gobierno de Chávez. 
Él se vanagloriaba de tener una oficina en Palacio, pero quienes conviven con el trabajo presidencial, nunca lo vieron y menos en sus pregonadas reuniones con el Presidente Chávez.
 
Nunca más se le vio en la TV del Estado. En España le reprochaban de poca honestidad intelectual.
Se vendió en Venezuela como el gran ideólogo del progreso revolucionario y sólo dejó confusión entre sus propios conmilitones.
 
Ni siquiera el Presidente Chávez lo extrañaba. Fue sencillamente un sembrador de ruinas.
 
Para Monedero no fue difícil vender la ganga en países como Argentina, Venezuela y Brasil a Pablo Iglesias y Serrano Mancilla. Tanto, que instalaron la oficina de consultoría.  Un economista como Guerra, le llamaría la segunda trampa.
En nombre de la nueva economía, Serrano Mancilla, nacido en Cádiz, se abrió paso en Venezuela y en las reuniones su retórica penetrante en los incautos, no fue difícil de imponer. En las sesiones logró aliados incautos o no se insertó en el cerebro del ahora ministro de Finanzas y a través de este, al Presidente Maduro. Su verbo marxista y revolucionario también caló en Maduro. Lo llamo el Jesucristo de la economía y a esta hora no sé si será porque al final todos seremos crucificados con sus teorías que hoy rechazan los países de progreso económico. La tesis de Iglesia nunca pudo entrar en la Europa moderna. Ni siquiera en España y menos en Cádiz, tierra de esta santidad económica.
Del brazo de Monedero llegó a Venezuela. Pero al Gobierno entró de la mano de Luis Salas, que lo vende como el mago del cielo y de la tierra. 
Los términos de economía productiva y rentismo petrolero, salen de su boca casi cubierta por su descuidada cabellera. Es el ideólogo de tesis económica de génesis marxista, así lo niegue. Lo que no es de extrañar, porque también niega su sociedad mercantil con Iglesias y Monedero.
De Venezuela salió a Brasil y Ecuador. En Bolivia no pudo entrar. Evo, que no es ningún ingenuo, prefirió a su ministro de Economía, Arce, que ahora ha logrado para ese país el más notable avance económico. 
Arce logró para Bolivia con un modesto sueldo, lo que Serrano no pudo en Brasil, Argentina y Venezuela.
Brasil vive su peor crisis. Las proyecciones son las más negativas para la economía de este año. Argentina vio desaparecer el gobierno de la Kirchner, tras la ruina económica que provocó hambre miseria y rabia electoral. Ecuador prefirió seguir atado a la eximia imperial del dólar, que arriesgarse con este bocaza, tan andaluz como Felipe González. 
Brasil y Argentina lo recuerdan como sembrador de ruinas, dijo Argelia Cifuentes, una economista residenciada en California y estudiosa de los países de América Latina.
 
Echado de esos países, Serrano Mancilla vino a parar su carrera en Venezuela. Ahora, es un ministro en la sombra. Rector de Salas, que se las ingenia para lograr el consenso en el gabinete económico, para el paquete de Serrano que no es ningún jamón. 
Es paquete andaluz. 
Para un economista venezolano, es el paquete de la ruina. 
Yo no soy economista. Soy católica. Creo en Dios y en Jesucristo. Creo en el Espíritu Santo y quisiera creer en Iglesias y Serrano. No quiero para mi país el fracaso. 
Ese camino nos conduciría a la ruina. 
No quiero recordar a este descuidado español, como el sembrador de ruinas. 
En el llamado proceso Monedero tercero, en la línea de Podemos, el 25 de febrero del 2015 los inspectores de Hacienda de Madrid divulgaron un comunicado en el cual denunciaban el fraude en el caso del político izquierdista. 
En el documento, la Organización de Inspectores cuestionaba un supuesto interés de los técnicos en defensa de Monedero. 
La declaración fue publicada en la prensa española. Poco después, El País de España informaba que Monedero había pagado los 200 mil dólares para evitar un juicio fiscal. El partido Podemos salió en defensa de su directivo para indicar que ningún organismo jurídico o tributario, había cantado el fraude. Monedero constituyó a finales de 2013 la sociedad Caja Resistencia Motiva, para facturar los servicios de asesoría a varios gobiernos latinoamericanos, que en realidad se realizaron en el 2010 cuando la empresa no existía. En ese momento, Ignacio Ruiz Garbo, director de la agencia tributaria en época de Aznar, consideró grave la facturación tres años después de los honorarios de Monedero, pagados desde gobiernos de Venezuela y Ecuador, entre otros países del Alba. 
El presidente de la Asociación de Inspectores de Hacienda del Estado, Ransés Pérez Boga, añadió que si demostraba que la sociedad no fue la autora de los servicios, sería un caso claro de fraude.
 

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EL SOCIALISMO ES UNA ZANAHORIA
 
   FERNANDO MIRES
 
Cuando leí que Aristóbulo Istúriz -Vicepresidente de Venezuela- dijo que en su país el socialismo no está en crisis “porque todavía no hemos comenzado a construirlo”,  me vino al recuerdo la historia del caballo y la zanahoria.
Para los que no la conocen, la historia cuenta de un jinete que hacía correr a su caballo poniendo por delante una vara de la cual colgaba una zanahoria. El caballo corría y corría y, por supuesto, nunca alcanzaba a la zanahoria.¿Por qué cuento esta historia? Pues, por la sencilla razón de haber percibido que toda la historia del socialismo, desde Marx a Istúriz, ha sido la del caballo y la zanahoria.


Todo comenzó con los socialistas utópicos (Fourier, Owen, Saint Simon, Proudhon). Para ellos el socialismo era un ideal zanahórico. Fourier, el más fanático de todos, ideó los llamados falansterios, comunidades de trabajadores que cultivarían los productos que consumían, entre ellos, zanahorias.
Karl Marx las emprendió en contra de los utópicos afirmando que el socialismo no surgiría de fantasías sino de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Según su tesis, la zanahoria debería estar madura. De otra manera el caballo no correría. La tarea de los socialistas científicos sería detectar el momento de la exacta madurez en las zanahorias.
Marx pensaba que las condiciones de madurez se darían primero en Inglaterra y en Francia. Después en Alemania. Nunca en Rusia. En una carta dirigida a Vera Zasulich el año 1881, Marx declaraba que el socialismo ruso debería esperar hasta que las condiciones (las zanahorias) maduraran en los países de más alto desarrollo capitalista. Hasta que apareció Lenin.
Lenin, a diferencias de Stalin, había leído a Marx. Por eso afirmó en su clásico “El Imperialismo, Zanahoria Superior del Capitalismo” que la tarea del proletariado ruso debería ser construir el capitalismo para después destruirlo. Pero como en Rusia apenas había proletariado, y los que habían no eran revolucionarios, los intelectuales deberían asumir las tareas del proletariado poniendo una zanahoria delante del caballo a fin de que este llegara a tiempo cuando tuviera lugar la gran revolución en Europa.
Stalin siguió a Lenin hasta que se dio cuenta de que las zanahorias no maduraban en Europa. Entonces decretó que la tarea de los comunistas sería construir “el socialismo en un solo país”. Para conseguirlo echó a correr a latigazos al caballo, detrás de una verde zanahoria rusa.
Como es sabido, Stalin acabó con la vida de millones de caballos. Además, mató a miles de jinetes. Entre ellos a Bujarin y Trotsky. El primero intentó disuadir a Stalin para que el caballo corriera más lento. El segundo, fiel a la tesis de que el socialismo ruso solo podría surgir sobre la base de una revolución mundial, inventó la “Teoría de la Zanahoria Permanente”.
Pero no solo para los comunistas la doctrina de la zanahoria ha sido útil. También lo ha sido para los socialdemócratas.
Cuando los partidos socialistas europeos fueron divididos desde Moscú, surgieron diversas teorías. Una de las más interesantes fue la de Rosa Luxemburg. En su conocido libro “La Acumulación de las Zanahorias” sugiere Rosa que el mundo se llenará hasta tal punto de zanahorias que estas terminarán pudriéndose. De la putrefacción de las zanahorias iba a surgir, según Rosa, el socialismo.
Más éxito tuvieron las teorías de Kautsky y Bernstein. Ambos sostuvieron que gracias a la implantación de reformas, el capitalismo dejaría gradualmente de ser capitalismo. De este modo propusieron un cambio: En vez de toda la zanahoria solo colgarían pequeños trozos delante del caballo. El caballo podría comer un trozo en un descanso y después correr detrás de otro trozo. Lo que esa teoría no contempló fue que la zanahoria llegaría alguna vez a acabarse. Efectivamente, los partidos socialdemócratas ya no tienen más zanahorias que ofrecer. Hoy son partidos post -zanahóricos. Así los denomina el sociólogo Alain Touraine en su famoso libro titulado: “La Sociedad Post- Zanahórica”.
Lejos de Europa, los chinos, siempre tan astutos, inventaron la teoría de la revolución por etapas. En la primera etapa serían sembradas zanahorias. En la segunda, Mao fundó el Movimiento de las 100 Zanahorias (100 flores en mala traducción), lo que en chino significa百花运动.
Mao ordenó: “crezcan todas las zanahorias y florezcan mil ideologías”. Le duró poco el ímpetu. Poco tiempo después escribió un libro rojo llamando a las masas a asaltar el poder. El caos fue grandioso. Tuvo que morir Mao para que Deng Xiaoping comprendiera que a los chinos no les interesaban las zanahorias comunistas sino las capitalistas. Así, bajo la dirección del Partido Comunista, fue construido en China el capitalismo más perfecto del mundo: un capitalismo sin democracia, sin derechos humanos, sin sindicatos, sin huelgas. Y, por si fuera poco, sin zanahorias.
En América Latina, los marxistas, si es que hay alguno (los que se dicen así no han pasado del “Manual del Cultivo de las Zanahorias” de Marta Harnecker) han sido extremadamente ingeniosos para inventar periodos zanahóricos. El más prolífico fue Fidel Castro.
Del periodo de la zanahoria democrática, Fidel pasó al de la zanahoria soviética. Luego se le ocurrió exportar zanahoria guerrillera. Fracasada esa estrategia, ideó el periodo de la zafra de 10 millones de toneladas de zanahorias. También fracasó. Destruido el comunismo gracias al milagro gorbachiano, inventó el Periodo de la Zanahoria Especial (una por familia cada semana). Hasta que, gracias a Chávez, hizo su negocio del siglo: intercambiar zanahoria ideológica por barriles de petróleo. Tuvo, además, la astucia de renunciar a tiempo dejando a su hermano a cargo del “socialismo hotelero” donde las zanahorias (ideológicas y vegetales) solo las ven los turistas. Puede que ese proyecto también fracase. Pero eso a Fidel no le importa. Al fin y al cabo, como dijo después de asaltar el Moncada: “La Zanahoria me absolverá”.
Los seguidores del castrismo han sido buenos alumnos. Dícese de Daniel Ortega que él tiene una zanahoria para cada ocasión. Entre otras, zanahorias sandinistas, capitalistas, socialistas, y sobre todo, orteguistas.
Una mención aparte merece Evo Morales. A diferencia de otros líderes, bajo su gobierno ha tenido lugar una diversificación en el cultivo de las zanahorias. En los huertos de Bolivia encontramos las más exóticas especies: zanahorias indígenas, zanahorias plurinacionales, zanahorias cocaleras, zanahorias marítimas y más recientemente, zanahorias re-electoreras.
Solo en Venezuela no hay zanahorias. Eso fue lo que quiso decir Aristóbulo cuando afirmó que el PSUV todavía no ha comenzado a construir el socialismo. ¿Después de 17 años? Aristóbulo, gracias a su astucia adeca, no contesta a esa pregunta. Si lo hiciera debería confesar que su gobierno es tan corrupto que se comió todas las zanahorias del país sin haber dejado ni una de muestra.
Desde Marx a Aristóbulo ha corrido mucha agua debajo de los puentes. Ha llegado entonces la hora de cambiar el lema de Marx: “Trabajadores  del mundo, uníos, no tenéis nada que perder, excepto vuestras cadenas”.
En vez de ese lema, deberá regir el siguiente:Trabajadores del mundo, unios, no tenéis nada que perder, excepto vuestras zanahorias”.

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viernes, 29 de enero de 2016

EL SUEÑO DE MAQUIAVELO

JAVIER CERCAS

Soy de izquierdas. Siempre lo fui y es probable que siempre lo sea, porque, por mucho que uno quiera, a los 53 años ya no se cambia. Más vale aceptar que no estoy de moda: hoy, si uno es joven, lo que mola es decir que izquierda y derecha no existen y, si uno es mayor, exhibir una de esas rutilantes biografías de saltimbanquis de nuestros ancianos y entrañables sesentayochistas, que han pasado del maoísmo o el anarquismo o el estalinismo de su impetuosa juventud al nacionalismo o la derechona de su vejez venerable. Lo cierto es que yo sigo creyendo en la utilidad de distinguir entre la izquierda y la derecha, como en la de distinguir entre norte y sur, y que, si algún día voto a la derecha, me saldrán ronchas por todas partes, incluido el culo. Dicho esto, añadiré que entiendo que un votante de izquierda confíe su voto, digamos, a IU o al PSOE; lo que no acabo de entender es que, a menos que lo haga con el legítimo propósito de brillar en sociedad, se lo confíe a Podemos.

Vaya por delante que mi desconfianza atañe a la cúpula de Podemos más que a Podemos. Vaya por delante que bastantes de las propuestas actuales de Podemos me parecen sensatas y razonables. Pero vaya también por delante mi recelo ante el moralismo de Podemos: primero porque la virtud no se predica ni se exhibe, sino que se ejerce (a ser posible a escondidas: la virtud es secreta o no es), y segundo porque el énfasis en la moral delata casi siempre al inmoral. De hecho, si no fuera porque en democracia forma y fondo son casi lo mismo, yo diría que mi desconfianza es más de forma que de fondo. Sea como sea, me cuesta trabajo entender cómo puede confiarse en la cúpula de un partido que, en cuanto vislumbra el poder e intuye que sólo podrá alcanzarlo cambiando por completo de ideas, pasa en un pispás del bolivarismo vehementemente anticapitalista de la Venezuela real a la socialdemocracia sólidamente capitalista de una Dinamarca un poco inventada, y de echar la culpa de todo a la Transición a reclamar la vuelta del llamado espíritu de la Transición.
En septiembre de 2015, durante la campaña electoral catalana, Iglesias apelaba en Barcelona a las raíces de los inmigrantes del resto de España, como si Podemos quisiera ser un PP o un Ciudadanos de izquierdas, pero tres meses más tarde, después de que un pacto con soberanistas periféricos le permitiera obtener unos excelentes resultados en las elecciones generales y olisquear de nuevo el perfume inconfundible de La Moncloa, proclamaba a todas horas la plurinacionalidad del Estado y exigía un referéndum en Cataluña como condición sine qua non para apoyar un Gobierno en Madrid. Y lo hacía, además, con trampa, sin especificar de qué clase de referéndum hablaba —¿consultivo?, ¿vinculante?, ¿a la quebequesa?—, lo que equivale a no decir nada tratando de quedar bien con muchos y liando otra vez a todos al vindicar un derecho inexistente: el llamado derecho a decidir (se puede estar a favor de un referéndum, pero no de una aberración lingüística: el verbo decidir es transitivo). Esto no es de saltimbanquis: es de trileros. Algunos aprendices de Maquiavelo sostienen que lo que hace ahora Podemos es lo que hizo hace 40 años el PSOE, cuando para llegar al poder abandonó algunos de sus principios ideológicos. Es una flagrante falsificación de la historia: el PSOE tardó 5 años —no 5 meses— en pasar del marxismo teórico a la socialdemocracia práctica, y lo hizo en medio de grandes convulsiones externas, entre ellas el cambio de una dictadura por una democracia, e internas, entre ellas la dimisión de su secretario general.
En el fondo, por una vez, no se trata de derecha o izquierda. No hace mucho hablaba en esta columna de la diferencia que hacen los anglosajonesentre politics y policy: la politics vendría a ser el arte de llegar al poder y permanecer en él; la policy, el arte de usarlo. No hay duda de que la cúpula de Podemos es especialista en la politics —al fin y al cabo está formada por profesionales del ramo—, pero no sabemos nada de su policy. Hay quien teme que, si la cúpula de Podemos llega al poder, se quite su máscara socialdemócrata y aparezca su rostro bolivariano; lo que yo temo de verdad es que detrás de la primera máscara aparezca otra, y luego otra y otra y otra. Y que al final no haya nada.

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¿Podemos estar peor?
 
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             Fausto Masó
 
No, no podemos estar peor gobernados, esa es la verdad que comprobamos cada día al escuchar a los ministros y al propio presidente. No saben dónde están parados.  Así nos va.
El presidente Nicolás Maduro llama a la ciudadanía a movilizarse contra la ley de otorgamiento de títulos de propiedad  a los beneficiarios de la Misión Vivienda, aprobada en la Asamblea Nacional. Maduro la califica de "ley capitalista". "Solo con la unión pueblo-gobierno defenderemos el derecho a la vivienda. La Gran Misión Vivienda Venezuela no se privatiza". Dicho de otra manera, es un pecado que usted sea el dueño de su casa en vez del gobierno. Maduro nos pide que aplaudamos que no seamos dueños de nuestra vivienda. No hay que extrañarse de la caída de popularidad de Maduro
Chávez igual que Maduro criticaba el rentismo, ambos han hecho depender a Venezuela cada vez más del ingreso petrolero, a pesar de que en sus discursos hablen de diversificar la economía, de superar el carácter mono exportador de nuestra economía. Nuestras exportaciones eran de un 60% de petróleo durante los gobiernos democráticos, ahora en un 97% exportamos puro petróleo. Abundan, según Maduro, los alimentos, pero los tienen escondidos, solo que no menciona que el estado es el gran importador de comida, si alguien acapara sería el propio gobierno.
La escasez de medicamentos tiene una explicación, la manía venezolana de ir a la farmacia y auto recetarse “Los venezolanos somos los que consumimos en el mundo el mayor número de medicamentos per cápita”, afirma la ministra de Salud, Luisana Melo.
No hay escasez, todo es “Una técnica psicológica que aplican estos bandidos, estos burgueses”, dice Nicolás Maduro.
Un diputado oficialista descubre el Mediterráneo, “Tiene que venir una nueva etapa de la economía productiva” y de paso ofende a los venezolanos “teníamos un pueblo analfabeta”.
O “Nosotros no tenemos una crisis de desabastecimiento, aquí lo que hay es una crisis de manipulación de los productos“.
No hay pues  esperanza de que mejoren las cosas. El chavismo con Maduro ha desembocado en una sarta de lugares comunes que si fueran mentiras descaradas cabría alguna esperanza, si quisieran engañarnos, por lo menos ellos sabrían lo que está pasando. Están perdidos y marchamos a toda velocidad hacia el abismo.
La nueva gran figura del gobierno, Aristóbulo Izturiz confiesa en todo de desesperación: “El hecho de que tengamos el gobierno y no hayamos sido capaces de eliminar las colas, que no hayamos sido capaces de enfrentar el acaparamiento, la inflación, todos estos elementos impactan en el venezolano. Hay una inflación real y una inducida, hay desabastecimiento real y un componente inducido que es la guerra económica, no tuvimos la capacidad para liquidar esto en su momento”.
Al gobierno lo ayuda la inercia y la falta de decisión de sus adversarios, no pasan de la unidad electoral del pasado diciembre a una decisiva acción  política. Eso llegará más temprano que tarde y entonces entraremos en una nueva etapa, se abrirán nuevas puertas… pero pase lo que pase estaremos mejor que ahora, porque la principal razón para el optimismo es que el chavismo ha quedado reducido a la exacerbación de la estupidez. El chavismo se está esfumando delante de los ojos del país, lo que alguna vez representó un vigoroso movimiento político se ha vuelto una caricatura de sí mismo.
Chávez tuvo suerte, se murió a tiempo, se libró de ver el final de su obra, las consecuencias de sus errores. El papel de enterrador político del chavismo le ha tocado a Nicolás Maduro

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