lunes, 24 de diciembre de 2018

La oposición a Maduro busca impulso tras años de asfixia

El Pais

La oposición al chavismo en Venezuela intenta recuperar la iniciativa después de años de asedio del régimen y fracturas internas. Mientras el presidente Nicolás Maduro se prepara para formalizar, el 10 de enero, la renovación de su mandato hasta 2025, las fuerzas críticas con el oficialismo, que rechazaron participar en las últimas elecciones presidenciales, celebradas el pasado mayo, buscan reponerse de los golpes sufridos. Un grupo de dirigentes opositores y gremiales presentó el miércoles en Caracas un programa para un hipotético escenario de cambio de Gobierno. Una “propuesta integral para el rescate de Venezuela” cuando se cumplen 20 años de la primera victoria electoral de Hugo Chávez.
La génesis. El antichavismo nació en el mismo momento en el que el expresidente, fallecido en 2013, alcanzó el poder. En 1998, una parte de la sociedad no compartía los postulados del comandante, desconfiaba de sus intenciones y cultivaba una profunda antipatía hacia su conducta. Acción Democrática y el socialcristiano Copei, fundadores del sistema democrático en 1958, alguna vez partidos poderosos y masivos, atravesaban una oscura zona de descrédito y eran el blanco favorito de las críticas de una ciudadanía harta de los escándalos de corrupción acumulados.
En la edad de oro de la antipolítica, el malestar con Chávez descansaba entonces sobre todo en la clase media, con picos nada desdeñables en los estratos pudientes. El primer líder que enfrentó al mandatario y ejerció una breve rectoría en las masas opositoras fue Henrique Salas Romer, gobernador del Estado de Carabobo, al frente de Proyecto Venezuela, cuya candidatura obtuvo el 39% de los votos frente al 56% que logró Hugo Chávez.
Coordinadora Democrática. Persuadidos de que un Chávez que no escondía su intención de extender su mandato representaba un peligro para Venezuela, la primera tentativa unitaria de todas las fuerzas democráticas venezolanas tuvo lugar en 2002, y fue conocida como la Coordinadora Democrática. Fue una plataforma política fruto de una alianza entre la Confederación de Trabajadores de Venezuela y la patronal Fedecámaras, en la cual tuvieron influencia sectores culturales de la sociedad civil, directivos de medios y gestores petroleros en rebeldía. Los partidos políticos participaban, pero no lideraban aquella alianza. Chávez había ganado varias elecciones regionales de manera inapelable, pero en el seno de aquella coalición carburaba un malestar que encontró eco en las Fuerzas Armadas.
En 2002 tuvo lugar un fracasado intento golpista que dañó mucho el discurso opositor sobre la defensa de la democracia. En el chavismo todavía nadie hablaba de socialismo y no se había expropiado una sola empresa.
La Coordinadora Democrática se descalabró en agosto de 2004, una vez que Chávez derrotó de nuevo a las fuerzas opositoras en un referéndum revocatorio que consultaba al pueblo sobre la continuidad del presidente, una figura constitucional ideada por Chávez que presumiblemente reforzaba el carácter “protagónico” de su proyecto y que jamás se ha vuelto a concretar porque Nicolás Maduro lo ha impedido.
La Mesa de la Unidad Democrática. Al evaluar las causas de aquel fracaso, los debates posteriores abonaron mucho la idea de rescatar el protagonismo de los partidos políticos. Tras pasar varios años dispersa y dividida en torno al dilema de si es preferible votar o no, en 2009 se pudo concretar un rediseño unitario de la oposición, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), plataforma de partidos inspirada en la Concertación chilena en contra del dictador Augusto Pinochet. Destacaban en la MUD Primero Justicia, partido emergente fundado en 2000; Acción Democrática, Copei, Proyecto Venezuela y Un Nuevo Tiempo.
A pesar de ser criticada por su proceder parsimonioso, la MUD devolvió a la oposición un eje necesario para iniciar un diálogo con las masas y aumentar su influencia social. Con el político y escritor Ramón Guillermo Aveledo en la secretaría ejecutiva, se organizó un voluntariado técnico solvente, se consolidaron espacios unitarios y se hicieron dos trabajos programáticos para la transición. Del paraguas de la MUD emergieron Henrique Capriles, Leopoldo López y María Corina Machado, que comenzaron a recorrer el país y a dialogar con la gente, encarnando un recambio generacional en la política entre un grupo de formaciones que iban desde el liberalismo hasta la socialdemocracia.
Con los precios del petróleo en su pico más alto, y el populismo de Chávez en el paroxismo, la Unidad Democrática alcanzó con Henrique Capriles el 44% de los votos en las elecciones de 2012, y el 49%, solo décimas por detrás de Maduro, en las de 2013, las que se celebraron tras la muerte de Chávez.
La MUD alcanzó finalmente una clamorosa victoria en las parlamentarias de 2015, con tres cuartas partes de los escaños de la Asamblea Nacional.
Diferencias internas. A partir de ese momento, la MUD comenzó a resquebrajarse. Los dirigentes opositores quisieron afincarse en el Legislativo para activar algún mecanismo constitucional que sacara a Maduro del poder y mostraron su interés en investigar la generalizada corrupción del chavismo.
Con la misma velocidad, Maduro y su número dos, Diosdado Cabello, endurecieron sus modales, vetando todas las iniciativas legislativas con su control sobre el Tribunal Supremo de Justicia. En 2017, cuando el descontento salió a la calle, sobrevendría una violenta represión y parte de la dirigencia opositora terminó en el exilio, asilada en embajadas o en la cárcel.
La actitud hostil del chavismo reavivó las diferencias en torno al camino a seguir, y produjo reacomodos con agendas individuales que condujeron al fin de la MUD.
El Frente Amplio por Una Venezuela Libre, nueva coalición de partidos y actores sociales, que ha incorporado a actores que han roto recientemente con el chavismo, lleva todo 2018 deliberando y haciendo un diagnóstico de la dimensión extraelectoral de la crisis venezolana. Queda la incógnita de si será la herramienta que usen los partidarios del cambio en el país. Los sectores opositores son claramente mayoritarios en Venezuela, pero sus partidos y dirigentes con frecuencia son vistos con decepción y rechazo.




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viernes, 21 de diciembre de 2018

Carta al Niño Jesús

Eduardo Fernandez

Dentro de pocos días el mundo celebrará que hace 2000 años nació en Belén el niño Dios.

Cada pueblo tiene su manera de celebrar ese acontecimiento. En Venezuela tenemos el pesebre y la tradición de escribirle cartas al Niño para que nos traiga todo aquello que hace la vida amable. Mi carta al Niño Jesús es para pedirle diez cosas:

Primero: más y mejor democracia. Quiero una Venezuela sin presos políticos, sin exiliados, sin perseguidos. Una Venezuela en donde se respete el estado de derecho y la primacía de la Constitución Nacional.

Segundo: quiero para Venezuela que se acabe la inflación y la recesión. Que haya progreso económico y bienestar para  todas las familias.

Tercero: quiero que los pobres dejen de ser pobres. Que los hijos de las familias más pobres tengan acceso a la educación de calidad. Que todas las familias venezolanas tengan ingresos suficientes para comprar la cesta básica y la cesta alimentaria.

Cuarto: quiero que se acabe la corrupción. Que Venezuela se convierta en una democracia ejemplar en la que prevalezca la rectitud, la honestidad y el respeto a los bienes ajenos.

Quinto: quiero que los venezolanos tengamos más y mejor educación. Que Venezuela gane la batalla de la ciencia, de la tecnología, de la informática.

Sexto: quiero que en Venezuela prevalezca el amor y erradiquemos el odio. Que los venezolanos nos comprometamos con la civilización del amor, de la fraternidad, de la solidaridad.

Séptimo: quiero que los venezolanos podamos resolver todos nuestros problemas en paz, sin violencia. Solución pacifica de todas nuestras diferencias.

Octavo: quiero que seamos una República Civil con una Fuerza Armada digna, profesional, no deliberante, querida y respetada por todos.

Noveno: quiero un país en el que los servicios públicos funcionen: el agua, el transporte, la energía eléctrica, la policía, el aseo urbano.

Décimo: quiero una Venezuela que tenga relaciones cordiales con todos los países del mundo. Especialmente con los más cercanos como Colombia y Brasil, pero también con Estados Unidos y China, con España y con todos los países de la Comunidad Europea.

Querido Niño Jesús: A lo mejor mi carta te parece muy ambiciosa, pero es lo que yo quiero para mi país.


Eduardo Fernández
@EFernandezVE

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sábado, 15 de diciembre de 2018

La inmigración venezolana en Chile


SERGIO ARANCIBIA
15 diciembre, 2018


El Instituto Nacional de Estadísticas de Chile, INE, dio a conocer recientemente algunos resultados del Censo Nacional de Población y Vivienda realizado en dicho país en el año 2017. Ese censo arrojó los datos que a continuación se mencionan con relación a la presencia de venezolanos en Chile.
Al momento del censo, los venezolanos residentes en Chile en forma habitual alcanzaron la cifra de 83.045 personas. Esa cifra representa el 11 % de los inmigrantes llegados a Chile, de diferentes nacionalidades, y está constituida por una mayor cantidad de hombres que de mujeres.
El 88.2 % de esos inmigrantes venezolano se ubica en la Región Metropolitana de Santiago y en la cercana ciudad de Valparaíso, que son las dos ciudades fundamentales del centro del país. La cantidad que se localiza en el resto de las regiones del país es poca.
El 86 % de la población de inmigrantes venezolanos se ubica etariamente entre los 15 y los 64 años, aun cuando la edad promedio es de 29 años. Se trata, por lo tanto, de una población relativamente joven, que se encuentra en plena edad laboral. Eso se manifiesta también en el hecho de que en la familia promedio del inmigrante venezolano hay 15.8 personas dependientes por cada 100 activos.
De la cifra mencionada inicialmente de inmigrantes venezolanos, hay 74.155, es decir, el 93.1 %, que llegó a Chile entre los años 2010 y 2017. Sin embargo, el 76 % llegó entre los años 2016 y 2017, lo cual es expresión de que la masiva llegada de venezolanos al país sureño se ha producido en los dos o tres últimos años, si tomamos en cuenta el 2018, sobre el cual no hay cifras oficiales, pero donde la llegada de venezolanos manifiestamente ha sido mayor.
Los inmigrantes mayores de 25 años `presentan una escolaridad promedio de 15.6 años de estudio, lo cual permite avalar la hipótesis de que se trata fundamentalmente de técnicos y profesionales.
Un dato curioso es que del total de inmigrantes venezolanos solo el 1.2 % se declara perteneciente a pueblos indígenas u originarios.
Finalmente, el 86.4 % de los hombres, y el 74 % de las mujeres declararon haber estado trabajando remuneradamente en la semana inmediatamente anterior al censo, lo cual pone de relieve que su integración al mercado laboral no es baja.
Estos datos, aun cuando escasos, permiten visualizar que la emigración venezolana es un hecho real y masivo, que impacta a todos los países receptores de la región, y que genera para Venezuela una sangría importante de capital humano joven y capacitado.


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Resultados del 9D




ISMAEL PEREZ VIGIL

Los resultados del pasado proceso electoral no sorprendieron a nadie. La abstención, como era de suponerse, rondó el 80%, cifra que sube o baja dependiendo de dónde tomemos los datos. Como quiera que se le examine, es una cifra de participación muy baja y debe ser la más baja de la historia electoral venezolana.
Pero el punto es: ¿Qué representa esta cifra?, o más bien, ¿A quién representa? Naturalmente, hay sectores opositores que se atribuyen esta abstención como un éxito y lo celebran como un triunfo; pero, ¿Realmente lo es? Examinemos las partes y que cada quien saque su conclusión.
La estrategia del régimen fue demoledora; dividió a la oposición, que ni siquiera discutió sí estratégicamente debía ir o no a elecciones y los que decidieron ir, lo hicieron separados y divididos, ocasionando así la perdida innecesaria y lamentable de algunos municipios. Después de esto, que ya le garantizaba el triunfo a la dictadura, lo demás fue rutina: bastó con fijar una fecha de elección de manera apresurada, extemporánea y separada ilegalmente de la elección de alcaldes; reorganizar distritos electorales para concentrar sus votos donde le son favorables a la dictadura y anular los de la oposición; inhabilitar a algunos de los candidatos opositores, apresar y forzar a otros al exilio; declarar ilegales e inhabilitar los principales partidos de oposición –aunque la oposición hubiera decidido participar, no tenía candidatos emblemáticos ni partidos por quien llamar a votar–; esta vez el borreguil CNE ni siquiera instruyó o preparó a los miembros de mesa; ni enseñó como votar a los electores, en unas elecciones que son complicadas por la multiplicidad de candidatos y cargos; etc.
El régimen no invirtió mucho en su campaña; es más, ni siquiera hizo campaña; solo necesitó acarrear a unos pocos a votar, amenazándolos con anularles el carnet de la patria y dejarlos sin “cajas clap” y subsidios, todo lo demás se lo hizo la oposición. Y una vez más se demostró que, cuanto más alta la abstención y más dividida la oposición, mejor para el régimen. Y si no, pregunten a los vecinos de Baruta, que estrenarán alcalde rojo el próximo trimestre, por primera vez desde que se eligen los alcaldes.
Frente al resultado, el olfato político me dice que caben dos posiciones: la confrontación o la conciliación. Dejemos de lado la más fácil, la confrontación. Asumamos una posición de “conciliación” o mejor aún, de crítica y autocrítica.
El tema o la pregunta sigue siendo: ¿Cómo salimos de este régimen de oprobio?, o dicho de otra manera, ¿Cómo nos organizamos para sacar a la dictadura? No hay otra; y pareciera que una cierta lógica aconseja que se unan todos los que se oponen al régimen; pero en la oposición, realmente, en la práctica, nadie cree en la unidad. Nadie está dispuesto a sacrificar su concepción del problema, su “vía”, su “razón”, su posición o sus intereses específicos, para encontrar ese terreno común que permita definir una estrategia conjunta. Con insultos y descalificaciones, hemos preferido enredarnos, en sí es por la vía electoral o no. Allí el campo es fértil para la disputa. Una parte de la oposición, con válidas razones, es abstencionista, aunque no sepamos que otra vía para la salida del régimen plantean, o si hay una vía o son varias. Otra gran parte de la oposición, también con sus razones válidas, ha dicho creer en la vía electoral, pero no llama a votar, al menos no abiertamente, sino por “interpuestos”, con disimulo, facilitando candidatos y recursos, pero acompañando con amenazas de expulsión y terribles “castigos” que no se cumplen. Y hay un tercer grupo que pareciera dispuesto a participar, y lo hace, sin muchos miramientos, ni éxito.
Ese dilema, sobre la vía electoral en la que cree la gente, parece descifrado con lo que ocurrió el 20M y el 9D; sería necio negarlo, lo cual no quiere decir que esa sea la posición correcta. El 80% de abstención, aun descontado la abstención histórica y los venezolanos que están en el exterior, es una sorprendente muestra de rechazo al régimen imperante en Venezuela. Pero ese 80% sin una vinculación orgánica entre ellos, es decir, organizativa, puede ser una fuerza enorme, mayoritaria pero perfectamente inútil, y esto es algo obvio, sin querer ofender a nadie.
Pero lo que también parece obvio es que ese 80% de los venezolanos no va a ir nuevamente a las urnas sin que se produzca “algo” en el país. Lo difícil es descifrar qué es ese “algo”; ¿Qué es lo que hará que los ciudadanos se conviertan otra vez en electores? Y más angustiante, ¿Hay alguien trabajando, seriamente, en eso? Eso es lo que los líderes –políticos y de la sociedad civil– deben descifrar, el problema es que esos líderes son también parte del problema y tampoco gozan de gran credibilidad. La falta de vinculación con los deseos del pueblo –que es obvia también–, las promesas vanas y la generación de falsas expectativas sobre el fin de la dictadura, la falta de concreción en las ofertas, también pasa su factura y ha minado la credibilidad de la dirigencia opositora. Y ningún sector opositor se libra de eso, que nadie se engañe creyendo lo contrario, ni partidos ni organizaciones de la sociedad civil.
Algunos comienzan a ver con preocupación la división y comienzan, ahora sí, los magnánimos llamados a la unidad. Hasta la administración de la “victoria” abstencionista tiene sus disputas y got
tas amargas. Sí es verdad que el problema no es votar o no votar y si decimos que el problema sigue siendo cómo salir de la dictadura, tener una sola posición, la que sea, pero una, es un imperativo, del tamaño del “categórico” de Kant. Ciertamente podemos combatir la dictadura con confrontaciones internas, pero no sacándonos los ojos entre nosotros, para solaz del régimen.
Frente a lo que se aproxima, que no es teórico sino práctico, cabe preguntarse de manera sincera: ¿Qué posición –unitaria– se va a asumir frente a la juramentación presidencial del 10E de 2019? ¿Qué posición –unitaria– se va a asumir frente a la eventual convocatoria de un referéndum constitucional para decidir sobre una nueva constitución? (Sí es que se produce, cosa que dudo, pero ese es tema para otro artículo). ¿Vamos a enfrentar estos eventos cada quien por su lado, como hemos hecho hasta ahora? ¿Qué cara le daremos a la comunidad internacional que decida pronunciarse desconociendo al gobierno que se juramente el 10E?
Estas son preguntas urgentes y acuciantes de eventos que están a la vuelta de la esquina y cuyas respuestas no admiten devaneos ni demoras en ninguno de los sectores opositores.


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LOS ENCHUFADOS SOCIALISTAS DEL SIGLO XXI


Enrique Viloria Vera

Niña que bordas la blanca tela 
niña que tejes en tu telar
bórdame el mapa de Venezuela
y un pañuelito para llorar.

Aquiles Nazoa


La historia de Venezuela es la de un expolio continúo llevado a cabo por los gobernantes de turno. Estos dirigentes - por sí solos, mediante testaferros y los enchufados de rigor -, han saqueado las arcas públicas, convirtiéndolas en ansiado y predilecto botín. Diferentes regímenes – sin importar su calificativo -: populistas viejos o nuevos, nepotistas, prebendalistas, clientelares, se dieron a la tarea de robar el Tesoro Nacional y de arruinar al país, en especial, el actual socialismo del siglo XXI, verdadero sistema de gobierno corrupto y cleptómano.



La Revolución Bolivariana ha sido pródiga en la multiplicación de los enchufados que nutren sus cuentas en el exterior con las divisas birladas al pueblo, privados de lo esencial para subsistir y llevar una vida verdaderamente humana.



Estos enchufados pululan y no hay actividad en la que estén ausentes. Son de todo cuño y calaña: familiares de la pareja presidencial y de los altos cargos socialistas, amigos de altos personeros gubernamentales, compañeros de armas y de partido. Los gobiernos afectos al régimen ex - regalón, también recibieron lo suyo en forma de petróleo barato, negocios turbios, donaciones de todo tipo, uso de los aviones del Estado venezolano y paremos de contar. Igualmente, grupos terroristas y movimientos políticos extranjeros recibieron lo suyo, aunque ahora - sin vergüenza alguna-, se laven las manos y nieguen la mano socialista que les suministró ingentes fondos a fin de mantener presencia y vigencia a costa del menguado erario venezolano.



Toda una generación de nuevos empresarios, los llamados bolichicos, forman parte de esa inmensa fauna de enchufados que desfrutan de lo robado, de lo mal habido, en mansiones de lujo, carros de último modelo, en prendas de vestir y relojes de marca, aunque cada vez más estén temerosos del cerco que organizaciones internacionales les van tendiendo para confiscar los bienes y ponerles los temidos ganchos, al momento de leerle sus derechos antes de que ingresen a la justiciera cárcel extranjera.



Todos, gobernantes, testaferros y enchufados, hicieron suyos los versos de Quevedo:



Madre, yo al oro me humillo, 
Él es mi amante y mi amado, 

… Poderoso caballero 
Es don Dinero. 



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viernes, 14 de diciembre de 2018

AÑO HORRIBLE

JEAN MANINAT

Se acerca el fin de un año horrible, tan terrible que parece que hubiera comenzado en enero de 2016, y se hubiese enquistado, inmovilizado, mientras los días pasaban a cuentagotas, lentos, pero macizos a la hora de irse autodestruyendo la oposición democrática. ¿Qué ha quedado en pie? ¿Cuáles son los haberes políticos que perduraron luego del triunfo parlamentario de 2015? Aparte de la dignidad de los dignos, no queda nada, o casi nada, gracias a una dirigencia opositora que perdió la brújula y luego decidió que la mejor manera de mantenerse despierta era agujerearse los pies a punta de balazos. Un zombie cojo y sin vista.

No vale la pena ni siquiera hacer un recuento descriptivo de la cadena de decisiones políticas que fueron cavando el profundo abismo en el que caería la dirigencia opositora en su conjunto. Visto desde ahora, parecía una competencia por ver quién superaba a quién a la hora de proponer despropósitos para ganarse las simpatías de las clases medias radicalizadas, que pronto serían presas del más profundo abatimiento, solo disipado por brotes de rabia antipolítica, de ensueños belicistas con el soldado Ryan, y de profunda animadversión hacia quienes tanto hicieron para cautivarlas con poses de intransigencia y maximalismo oportunista. Allí están los resultados.

La oposición democrática ha sido barrida del escenario político con su propia escoba. Que el Gobierno es ducho en la mala maña y la arbitrariedad a nadie puede sorprender, y menos aún utilizarlo en su descargo a la hora de explicar el declive de lo que fue una opción de cambio potente y con posibilidades reales de triunfos electorales consecutivos. Pero se escogió la vía expresa hacia la autodestrucción y al frente queda un árido desierto sin matas electorales para resguardarse, ni ánimos para recobrar el fuelle dilapidado de la protesta.

Quedan uno que otro municipio, una que otra gobernación en manos opositoras, como lumbres rebeldes en la oscuridad, gracias a los activistas de base que no se dejaron vencer por la abstención. La Asamblea Nacional (AN), asediada por el gobierno y denostada por los sectores maximalistas opositores, a duras penas sobrevive, un verdadero milagro producto de la voluntad de los diputados de oposición que allí resisten. Los partidos políticos que una vez se acordaron alrededor de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y lograron plantarle cara al Gobierno y derrotarlo masivamente en 2015, hoy lucen maltrechos, víctimas de sus propios desatinos. Sí, no cabe duda, es un panorama desolador.

El 10 de enero de 2019, ha sido señalado como la fecha donde comenzaría la regeneración del país, el redespertar de la voluntad opositora, un Grito de Dolores como el que diera el cura Miguel Hidalgo y Costilla allá en septiembre de 1810 para lanzar la Guerra de Independencia de México. Uno quisiera entusiasmarse, celebrar la unidad de propósito, pero no siendo creyentes, se nos dificulta mucho borrar el temor de que vayamos directo a una nueva desilusión, a pesar de la inspiración divina que ilumina a su principal propulsor. Ojalá estemos cegados por nuestra falta de fe y se nos castigue con un promisor mañana a partir del 11 de enero de 2019. Recibiremos dichosos nuestra punición.

Mientras tanto, a lavarse el espíritu con agüita de ajonjolí, restregarse el alma con cariaquito morado, y dejar atrás este año terrible que no termina de irse. (Esta columna sí se va hasta febrero. Gracias por la lectura y todo lo mejor ahora y siempre)

@jeanmaninat


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