miércoles, 30 de junio de 2021

 Tiranías del siglo XXI

         MARCOS VILLASMIL


EL VENEZOLANO

Cada día, semana, mes y año transcurridos, las democracias están mostrando que carecen de mecanismos idóneos (y a veces incluso la voluntad) para enfrentar un particular tipo de autoritarismo, las “tiranías del siglo XXI”, o sea Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Se siguen usando las mismas intuiciones, los análisis y esquemas del siglo pasado -que se planteaban frente a dictaduras del viejo estilo, predominantemente militaristas- y que tienen décadas fracasando frente al castrismo.

Los actuales tiranos lo saben. Y encima tienen el apoyo y la solidaridad planificada de parte de autoritarismos como Rusia, China, Turquía e Irán. Sin dejar de mencionar la complacencia táctica de supuestas democracias como los gobiernos de Argentina y México.

La crisis de la pandemia ha probado que la vida de sus compatriotas les importa un bledo. Que han usado este año y medio para aumentar los controles, para perseguir cualquier disidencia. Por ello las migraciones ciudadanas no solo no han disminuido, sino que se han incrementado. Las tres trabajan en conjunto en esas labores inhumanas.  Y encima, en dos de ellas, se preparan caricaturas electorales con el fin de mantenerse en el poder – que es un objetivo supremo de las élites tiránicas -, con la clara supremacía de un partido único (junto a otras organizaciones, meras sombras acompañantes, dispuestas a recibir las migajas que el régimen les conceda).

Como bien destaca Héctor Schamis, “exportar el régimen de partido único es uno de los objetivos fundamentales de la política exterior de La Habana”. Afirma asimismo, sobre la tiranía venezolana: “Ello con un sistema electoral arbitrario, ausencia de libertades y garantías procesales, un Poder Judicial que no tiene la voluntad ni la capacidad de enjuiciar a los violadores de derechos humanos y un partido oficialista que, al cabo de 23 años, se mantiene en el poder con elecciones abiertamente fraudulentas. Y todo bajo control de la inteligencia militar cubana”.

Recientemente BBC News entrevistó al expresidente costrarricense Luis Guillermo Solís, politólogo e historiador, y que en la actualidad dirige el Centro Kimberly Green para América Latina y el Caribe de la Universidad Internacional de Florida. Ya en el título Solís señala uno de los meollos del problema:

«No podemos tener otra Venezuela: si Nicaragua se sale con la suya, marca un precedente nefasto para América Latina».

Ni otra Venezuela, ni mucho menos otra Cuba. ¿Cómo evitar que se “normalicen” las tiranías venezolana y nicaragüense, como aspiran el Grupo de Puebla, José Luis Rodríguez Zapatero o incluso el Alto Comisionado para las Relaciones Exteriores de Europa, otro socialista español, Josep Borrell?

El tema central es que sí, se están saliendo con la suya. A la vista de todas las democracias del mundo, que lucen impotentes, ofreciendo -repetimos- recetas antiguas que han probado ser ineficaces.

Para Solís, no es la primera vez que el régimen de Ortega comete abusos a los derechos humanos, pero se sorprende ante “el desparpajo con que se están produciendo los arrestos de opositores, la evidente forma como Ortega pareciera regodearse ante la opinión pública internacional, ante la cual se muestra completamente burlón, me parece que no tiene precedentes en la historia no solamente de Nicaragua, sino de América Latina”.

Con perdón, Dr. Solís, sí hay precedentes: la Cuba castrista y la Venezuela chavista.

***

Solís piensa que el orteguismo es una dictadura,  pero se incluye entre quienes se encuentran confundidos por la actitud de Ortega“porque uno hubiese supuesto que esta actitud era precisamente la contraria a la que le servía al régimen”.

Con esto, Solís muestra una característica desgraciadamente común entre los liderazgos democráticos: el desconocimiento de la “naturaleza de la bestia” socialista: no son los dictadorzuelos militares que asolaron por años la región latinoamericana; los tiranos actuales no tienen empacho en manipular la pandemia para decidir quién vive y quién muere. Tampoco les ha temblado el pulso para coaligarse con las guerrillas colombianas y con el narcotráfico.

Parafraseando a Henry Kissinger: bajo los actuales tiranos, Cuba, Venezuela y Nicaragua no son naciones, son causas. Causas criminales.

Sus dirigentes no son solamente políticos autoritarios, corruptos. Son bandas criminales sin apego a ningún valor humano moral o éticamente digno.

El diálogo, ese instrumento de uso común entre demócratas, con ellos una y otra vez se ha estrellado. ¿Alguien recuerda al menos una sola promesa o acuerdo que hayan cumplido estos tiranos?

Reconoce el expresidente tico que la comunidad internacional “ha hecho lo posible en las actuales circunstancias, pero que las opciones diplomáticas se están agotando”. También afirma que “me parece que se está haciendo hasta donde se puede con los instrumentos disponibles”. Un problema central es que “los instrumentos disponibles” no parecen ser suficientes para lidiar con estos seres.

Las sanciones no parecen obrar efectos decisivos, en especial cuando las oposiciones en cada país -por desgracia, hay que usar el plural- se muestran vocacionalmente suicidas, al negarse obstinadamente a unir sus fuerzas.

El Dr. Solís afirma una verdad: “No me imagino a ningún gobierno avalando la tesis orteguiana hoy de cárcel y palo para la oposición como una forma de alimentar una transición hacia un régimen democrático”. Bueno, con las excepciones mencionadas de México y Argentina, hipócritamente defensoras del principio de “no intervención en los asuntos internos” como forma de maquillar sus apoyos al castrismo, a Maduro y Ortega. Para Solís, en casos como estos no puede aceptarse tal argumento. Y por cierto, la “no intervención” no es un principio. Es una excusa para justificar la complicidad con las tiranías.

Recalca además: “pensar en una elección que además sea justa, que tenga observación internacional y sea legítimamente reconocida, me parece prácticamente imposible”.

Finaliza la entrevista pidiendo la unidad de los demócratas. Si tan solo los crónicamente divididos opositores le hicieran caso.

 


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Las negociaciones: el momento de avanzar

         Trino Márquez

 

Tengo la impresión de que Nicolás Maduro creía que al salir de la Casa Blanca Donald Trump, mucho más dispuesto a las amenazas  que a las acciones concretas, se produciría un giro significativo de la política del Departamento de Estado hacia Venezuela. Se equivocó. El presidente Joe Biden ha mantenido la misma estrategia: presionar al gobierno para que se introduzcan cambios que conduzcan a la restitución de la normalidad democrática, en la nación que fue durante décadas ejemplo de estabilidad institucional y convivencia social.

         El gobierno de Caracas representa un enorme escollo para la región. La crisis económica ha arrojado a millones de compatriotas por distintos países de América  Latina, un área plagada de  dificultades.  La diáspora venezolana se esparce por naciones que reclaman ayuda de Estados Unidos para enfrentar los retos que esa emigración masiva e inesperada plantea. La administración Biden y los demás gobiernos saben que mientras Maduro esté atornillado a Miraflores el éxodo se mantendrá.

         Además, Miraflores es aliada de los rivales más enconados de Estados Unidos en el plano internacional: Rusia, China, Irán, Turquía y Cuba. En un nivel más cercano, el gobierno rojo no oculta sus  simpatías por el ELN, la disidencia de las FARC y por grupos terroristas como Hezbolá. El cuadro en su conjunto proporciona suficientes elementos para que la Casa Blanca promueva cambios en la cúpula gobernante.

         En esa cruzada cuenta con un importante socio: la Unión Europea. Sin bravuconadas ni desplantes, el multilateralismo de Biden le ha permitido atraer la diplomacia del viejo continente para armar un tándem muy efectivo. Ambos centros del poder mundial coinciden en la necesidad de buscarle un cauce racional  a la grave crisis que vive Venezuela desde hace una década. Aunque las declaraciones de funcionarios como el secretario de Estado, Antony Blinken, del embajador James Story o del asesor para América Latina, Juan Sebastián González, suelen ser más agresivas que las intervenciones de figuras como Josep Borrell, todos coinciden en que Maduro debe dar muestras de cambios ‘comprobables e irreversibles’ que permitan restituir la democracia. Si se aprecia ese giro, entonces las sanciones que pesan sobre el gobierno podrían irse levantando progresivamente.

         En ese escenario, Maduro exige ser reconocido como Presidente legítimo. Es poco probable que diplomáticos y políticos tan experimentados emitan una declaración formal que lo consagre como el mandatario formal. Sería anular a Juan Guaidó y dejarlo  a merced del TSJ dirigido por Maikel Moreno. No obstante, en la práctica lo acontecimientos ocurren de tal modo, que los factores de poder internacional están reconociendo que  Maduroes quien posee el control real de las instituciones del Estado. Sentarse a negociar con él es una victoria de su parte y una forma de admitir que es el Presidente. En 2018, luego de las cuestionadas elecciones de mayo, tal posibilidad no existía. Esa constatación debería ser suficiente para satisfacer su ego.

         Aunque existen otros conflictos importantes en el continente, entre ellos el masivo flujo migratorio de centroamericanos hacia el Norte, la administración Biden le dará notable importancia a la cuestión venezolana, por las razones que ya señalé. Las iniciativas  diplomáticas se multiplicarán. La sociedad con la UE se estrechará. Es posible que una nueva ronda de negociaciones facilitada por Noruega arroje resultados positivos y que se cree una atmósfera favorable para llegar a acuerdos políticos duraderos y significativos.

         La ingenuidad no es un rasgo que caracterice a los miembros  del régimen. La asesoría cubana, rusa y turca no es inocente. En esas naciones imperan regímenes dictatoriales bien asentados en el poder. La política representa un arte en el cual  cada oportunidad hay que aprovecharla al máximo. Cada filón que aparece hay que explorarlo para ver hasta dónde llega.

         Lo que ocurre en el CNE es interesante. Los miembros de ese  cuerpo han ido marcando su territorio y están defendiéndolo. Tratan de pasar de esa extraña figura llamada ‘acompañamiento’, a la observación internacional, forma convencional como los organismos internacionales participan en los procesos comiciales. Al Contralor  le dieron un parado para que no siga inhabilitando dirigentes políticos. Está tratando de que a los líderes inhabilitados se les restituyan sus derechos civiles. La misma batalla se libra por las organizaciones y partidos proscritos. Se ha ido depurando el Registro Electoral Permanente y se han recuperado centros de votación que habían sido sacados de circulación. El anuncio de que la tarjeta de la MUD fue redimida es una noticia que podría estimular la unidad opositora.

         La confrontación con el poder constituido no está ganada, ni mucho menos. Pero, no tengo dudas de que el ambiente se ha distendido. Los cambios que están sucediendo deben formar parte de las negociaciones que avanzan sin que los reflectores iluminen los lugares donde esos debates  se realizan. Así se van conquistando los espacios en terrenos tan áridos como los que existen en Venezuela. Es el momento de avanzar hacia nuevos logros.

         @trinomarquezc

          


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Cantos de sirena

            GEHARD CARTAY


A la engañosa oferta de la semana anterior –la de que es posible discutir “la ampliación” de las actuales condiciones electorales–, ahora Maduro agrega otra: la de que va a eliminar los “protectores”, figura que no aparece en la Constitución y las leyes, pero creada para imponérsela a los pocos gobernadores elegidos por la oposición.

Ya se sabe que la cabeza del actual régimen goza de una reconocida fama como manipulador y practicante de la mentira, haciendo uso de algo que está en los genes del chavismo. Eso lo conocemos todos en este país y desde el principio. Pero bastaría por ahora recordar su compromiso incumplido de recontar los votos en las elecciones que le disputó Capriles Radonski en 2013 y también el reciente episodio de las vacunas contra el Covid19 que anunció haber comprado en diciembre pasado y que, según prometió también entonces, se iban a aplicar a partir de marzo. Ya sabemos que todo ha sido una burda mentira.

Pero todavía hay ingenuos que le creen las mentiras. He visto en las redes sociales a algunos opositores “comeflores” saludando esta nueva mentira de la eliminación de los fulanos “protectores”, argumentando que la misma, junto a la anterior de “ampliar” las condiciones electorales, desbrozan el camino hacia unas elecciones “medianamente” libres y transparentes. Uno, en realidad, no sabe si quienes opinan así son pendejos de verdad o se hacen. Ya se sabe también que los cínicos nunca faltan, y estos –“alacranes” o “votocomosea”– también elogian el anuncio de Maduro, sin importar la inconstitucionalidad de la medida, frente a la cual muchos han callado.

En cuanto a la ampliación de las condiciones electorales ya señalamos nuestra opinión la semana anterior. Baste al respecto repetir dos cosas: una, que en esa declaración de Maduro lo más importante es el reconocimiento indirecto de que las condiciones electorales actuales son restrictivas e insuficientes. Dos, que esa oferta, viniendo de quien viene, revela que no estamos en un Estado de Derecho, pues se arroga atribuciones de otros Poderes Públicos, cuando lo básico es que debería existir separación y respeto entre ellos, de acuerdo con la Constitución Nacional.

Por lo que respecta a la promesa de eliminar los fulanos “protectores”, aquí el quid de la cuestión es que el chavomadurismo nunca ha creído en la descentralización, la desconcentración y regionalización como pivotes del Estado federal que deberíamos ser, según el Artículo 4 de la Constitución que ellos mismos elaboraron y aprobaron en diciembre de 1999. Sin embargo, esa disposición constitucional, como casi todas las demás, se la guardaron en “el bolsillo de atrás”, como gustaba decir a su extinto jefe en sus larguísimas chácharas por radio y televisión.

Resulta obvio que cuando aprobaron la actual Carta Magna, Chávez y su cúpula no podían echar para atrás una conquista histórica y trascendental como la elección de gobernadores y alcaldes, iniciada en 1989, luego de que los principales candidatos presidenciales en 1988 –Carlos Andrés Pérez y Eduardo Fernández– la enarbolaron como una de sus promesas fundamentales. Esa experiencia resultó exitosa entre 1989 y 1999, por cuanto creó un nuevo balance de poderes al ampliar las competencias de estados y municipios, fortalecer su autonomía política y financiera y consolidar los liderazgos regionales.

Todos estos logros fueron anulados escalonadamente por Chávez desde los mismos inicios de su régimen. La razón era obvia: un régimen presidencialista, autoritario y militarista no puede aceptar el sistema federal, sustentado en la regionalización y la desconcentración mediante la ampliación de las competencias regionales y municipales. Por esa razón crearon los “protectorados” y las nuevas zonas militares, especies de virreinatos dirigidos por generales, con lo cual han establecido una inconstitucional redistribución del poder, ninguneando a sus propios gobernadores y aún más a los provenientes de la oposición.

Faltaría ahora saber cómo la ley del Poder Comunal podría modificar esa situación, por lo que respecta a los virreinatos militares, y si estos estarían dispuestos a ceder su poder ante los comisarios políticos y los concejos comunales a crearse en sustitución de los actuales gobernadores y alcaldes.

Por eso hoy las gobernaciones y alcaldías han terminado siendo unos parapetos sin poder alguno, carentes de recursos presupuestarios suficientes, desmanteladas en su gran mayoría y cuyos titulares son unos “jarrones chinos” que, si acaso, son simples ordenadores de pago de los sueldos de hambre de sus empleados y trabajadores. Esto quiere decir que esas elecciones no van a resolver ningún problema. La solución sólo es posible mediante el cambio del actual régimen.

Lo grave es que hay opositores que, aun así, quieren ser candidatos a gobernadores y alcaldes –lo cual no sería grave, en realidad– ofreciendo, y esto sí es gravísimo, promesas incumplibles dada la situación ruinosa de gobernaciones y alcaldías, tratando de animar un carnaval de demagogia y de mentiras que, a la postre, puede terminar por aumentar aún más el estado de desaliento, decepción y frustración de amplios sectores de la población.

Por desgracia, hay gente que le encanta escuchar “cantos de sirena”, así sea para satisfacer sus egos o recoger algunas migajas que caigan de la mesa del poder.

P.S: Terminando estas líneas se anuncia que se permitirá otra vez la participación de la tarjeta electoral de la MUD, secuestrada hace años. La pregunta obvia sería la de quién es ahora su titular jurídico.


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Sputnik bolivariana


    IBSEN MARTINEZ 

EL PAIS


Mi gente en Caracas es una panda de viejos como yo.

Sé bien que el conjunto de mis panas históricos no constituye una muestra demográfica representativa de la población venezolana que aguarda desde hace meses una vacuna.

Y en la ficha técnica de mi sondeo debería asentar además que fue hecho vía Zoom y Whatsapp entre un universo que no pasa de una treintena de compatriotas. Vaya por delante el lenguaje inclusivo: en mi muestra hay muchas más viejas que viejos.

Es un hecho que el Gobierno de Venezuela no aporta datos confiables a las descorazonadoras cifras que, en lo que toca a la pandemia y su manejo en toda América Latina, brindan desde hace tiempo los organismos internacionales y las oenegés.

Sabemos de los 1.1 millones de casos nuevos y que nueve de los diez países del mundo con más muertes recientes en proporción a su población son latinoamericanos. La región, contando las naciones del Caribe, ya suma más de 1.200.000 fallecidos. Sabemos muchas otras cosas, casi todas ellas descorazonadoras.

Sin embargo, al leer los informes y reportajes, de ordinario muy completos, difundidos por la prensa global y las redes sociales, destaca especialmente Venezuela por la ausencia de cifras fiables de contagio y letalidad y por la inexistencia de un verdadero plan de vacunación masivo.

La singular, aterradora opacidad venezolana es congruente con la persecución y la censura generalizadas, características del régimen chavista-madurista. El no saber nada, la desaprensión de las autoridades, el sectarismo con que se ha priorizado a los jerarcas y cuadros del partido gobernante, la corrupción generalizada, el brutal mercado negro de la vacuna y la impavidez de Maduro ante el sufrimiento de nuestra gente hacen todavía más lúgubre la perspectiva venezolana.

Una medida de lo que están padeciendo los venezolanos se aprecia en las cifras de fallecimientos entre nuestros médicos y trabajadores de la salud.

Los fallecidos del sector de la salud —médicos y auxiliares— pasan ya de 651, según indica la organización “Médicos Unidos” que hace más de un año reportó la primera muerte en el gremio. “Médicos Unidos” denuncia desde entonces la desprotección casi total en la que sirven al público quienes combaten en primera línea la pandemia. Con lo que vuelvo a mi pequeñísima muestra.

Uno de mis panas históricos murió en días pasados sin jamás recibir el mensaje de texto con el que la plataforma bolivariana “Patria” debía supuestamente indicarle dónde presentarse para recibir la primera dosis de la Sputnik. Tenía 65 años, era pensionado y, valga lo que valiere el dato, chavista de uña en el rabo.

Varios parientes suyos, exilados en Ciudad de Panamá, promovieron un novenario vía Instagram desde la parroquia Nuestra Señora de Lourdes de esa localidad. Esto dio ideas a sus amigos agnósticos quienes, para honrar la memoria del amigo, se juntaron en una meriendita vía Zoom. Resultó natural preguntar quiénes de entre ellos han logrado vacunarse. Menos del 16 por ciento de los congregados.

La mayoría acudió a algún centro para su primera dosis atendiendo a informaciones sin confirmar, brindadas por gente que se obliga a estar pendiente de la jugada en un país con toda clase de racionamientos. Hablo de rumores internéticos del tipo “en el Hotel Alba parece que están vacunando a los viejos pero hay que llegar a las 4 am”.

Una de mis amigas, atenta a recibir la segunda dosis, y luego de hacer una fila de nueve horas a la intemperie en el Parque Miranda, al este de Caracas, fue despedida con la noticia de que se habían acabado las vacunas. “Vuelvan mañana, pero eso sí, vénganse tempranito”, les dijeron entre embustes sobre la rusa, la china, la cubana. Sobre la cadena de frío y la cantidad crítica de viales.

La verdad era que un contingente de miembros del partido, funcionarios todos del Gobierno, acababa de llegar y había sido favorecido por sobre un centenar de ancianos: el caos y el bochinche clientelar que rigen Venezuela. Mi amiga increpó, airada, a un oficial de la Guardia Nacional que aguantó a pie firme el chaparrón.

__¿Qué me le pusieron la primera vez?— inquirió, facultativo, el guardia.

__Sputnik.

__ No se preocupe, abuela. ¡Es tremenda vacuna! Con eso aguanta otros ochenta días.


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martes, 29 de junio de 2021

Los Sansones deben cooperar



         HECTOR PEREZ MARCANO


TALCUAL

Venezuela ha tenido oportunidades para convertirse en una nación próspera que proveyera bienestar a su sociedad. Lamentablemente las ha desperdiciado al adoptar planes equivocados, desechando la alerta que algunos de sus dirigentes dieron sobre lo que se planificaba. La primera oportunidad despreciada ocurrió cuando Carlos Andrés Pérez ganó el poder en 1973. En aquella oportunidad el precio del petróleo experimentó un alza que nos otorgaba ingresos extraordinarios que bien aprovechados hubieran sido la base para desarrollar el país y liberarlo de su condición de mono productor y mono exportador dependiente de la riqueza petrolera que siempre ha sido una fuente de riqueza insegura.

En aquella oportunidad dos ministros muy influyentes elaboraron un plan de financiamiento para un plan de desarrollo que titularon «la gran Venezuela». Enceguecidos, igual que como se trastorna alguien que se gana la lotería los ministros Gumersindo Rodríguez en Cordiplan y Carmelo Lauría en Fomento convencieron a CAP y lo contagiaron con su optimismo.

Pérez Alfonso alertó que ese plan implicaba un oneroso endeudamiento, justamente en la ocasión en que teníamos ingresos extraordinarios que, bien utilizados, hubiera financiado nuestro desarrollo. Alertó también contra la euforia gubernamental y señaló que las siete hermanas que controlan el negocio petrolero en el mundo maniobrarían contra la subida de los precios, como en efecto sucedió.

En su partido (AD) Pérez Alfonso no encontró eco, salvo la voz de Gonzalo Barrios quien captó la importancia de su alerta, pero el resto de la dirigencia adeca ya se había sumado a la campaña para tildar de loco a Pérez Alfonso y desacreditarlo.

Desde Los Chorros lanzaba sus invectivas contra los disparates de sus compañeros de partido, como lo hizo en esa ocasión en una rueda de prensa publicada en El Nacional un domingo, como acostumbraba cada vez que temía las nefastas consecuencias de las audacias financieras de Gumersindo Rodríguez y Carmelo Lauría.

La segunda oportunidad fue malbaratada por Chávez cuando seducido por Fidel, el 30 de octubre del año 2000, firmaron el Convenio Integral de Cooperación que le permitió, mediante convenios complementarios, transferir a Cuba la inmensa riqueza petrolera excedentaria que se calcula en 700 mil millones de dólares al rebasar el barril venezolano los 100 dólares.

El acuerdo establece que Cuba, sometida a racionamiento de comida y electricidad, sin comercios y con escasas industrias, prestará los servicios y suministrará las tecnologías y productos que estén a su alcance. Ello equivalía a tirar los 700 mil millones de dólares por un albañal.

He recibido con júbilo la noticia del viaje de una comisión, designada por Guaidó presidida por Gerardo Blyde que viajó a EE. UU. para discutir con funcionarios norteamericanos del gobierno de Biden un acuerdo político que inicie un proceso de pacificación y haga posible un gobierno de transición que resuelva la crisis política que nos destruye.

Debemos darle todo nuestro apoyo a esa gestión. Ojalá los Sansones —María Corina Machado, Ledezma y compañía— imiten a Leopoldo López, que se ha sumado al esfuerzo y se mejore el clima para discutir sosegadamente el estratégico asunto de la unidad de la oposición.

Héctor Pérez Marcano fue dirigente político y diputado del Congreso de la República.


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LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y PERIODISMO


     Carlos Canache Mata


Era el 27 de junio de 1818, en Angostura (hoy Ciudad Bolívar). Simón Bolívar funda el Correo del Orinoco, con el objeto de informar y de difundir las ideas independentistas de Venezuela, y de contrarrestar la influencia de la Gaceta de Caracas, al servicio de la monarquía española. Desde su primera salida, la publicación tenía el lema “somos libres, escribimos en un país libre y no nos proponemos engañar al público”. El Libertador consideraba que la imprenta era “la artillería del pensamiento”, y, por eso, un año antes, en 1817, le había escrito a Fernando Peñalver, que se encontraba en Trinidad, “mándeme usted de un modo u otro una imprenta que es tan útil como los pertrechos”.

Era la medianoche del 10 de diciembre de 1948. París dormía. En lo alto de la colina del Trocadero, en el palacio Chaillot, se celebraba la tercera sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Por 48 votos, con ocho abstenciones, ningún voto en contra, se aprobó la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. El artículo 19 de la Declaración, reza asÍ: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

Pasa el tiempo, desde el año 1965 nuestro país, en  homenaje y conmemoración  de la primera edición del Correo del Orinoco, celebra la fecha del 27 de junio como la del Día Nacional del Periodista, ratificada en 1994 por la Ley del Ejercicio del Periodismo. La Constitución vigente, la del año 1999, establece en sus artículos 57 y 58, respectivamente, los derechos a la libre expresión y a la información, pero el ejercicio del periodismo, más allá de su fundamento constitucional, está sometido y regulado por instrumentos legales (Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, Ley Orgánica de Telecomunicaciones, etc,) que tienen más bien un carácter punitivo, antes que estar dirigidos a garantizarlo y protegerlo. Habría que acotar, además, según el artículo 23 de la Constitución, que por encima de esos instrumentos legales, deberían prevalecer en el orden interno los tratados, pactos y convenciones, suscritos y ratificados por Venezuela, cuyas normas sean más favorables para el goce y ejercicio de los derechos humanos.

De ahí que Marcelino Bisbal, especialista en el tema, se haga esta pregunta: “¿Qué podemos celebrar en este 2021 cuando el acoso a las comunicaciones a través de instrumentos legales bajo la figura de ley, sin enumerar los decretos y las resoluciones que se van formulando al paso de los acontecimientos, hacen del ejercicio del periodismo, de la libre expresión y del trabajo de los medios, una tarea casi imposible de cumplir?”(1). Desde hace 22 años el chavomadurismo/maduchavismo tizna sus manos con las cenizas de la democracia y del Estado de Derecho y, por eso, no existen la libertad de expresión, el derecho a la información y el libre ejercicio periodístico. A este respecto, permítaseme otra cita, in extenso, de Bisbal: “Así se puede comprender cómo el proceso político que gobierna y somete al país se ha dado a la tarea de desmontar, de asaltar al sistema comunicativo  que nos era conocido hasta 1999 e implantar un nuevo paisaje comunicacional y un nuevo orden comunicacional como ha pregonado el régimen. El sector comunicacional del presente se caracteriza por: fuerte intervención estatal; hegemonía en el discurso; exclusión de actores políticos y sociales en los medios gubernamentales porque piensan distinto; legislación que limita gravemente la libertad de expresión, la libertad de comunicación y el derecho a la comunicación/información; eliminación de la disidencia comunicacional; cierre de fuentes informativas; límites al acceso de la información pública; generación de mecanismos de censura y autocensura; intimidación y agresión a medios críticos y periodistas; trabas administrativas para la obtención de las divisas requeridas para la compra de insumos como el papel periódico y equipos; convertir a Conatel en un apéndice político del Gobierno; cierre y expropiación de medios y de portales digitales de información; judicialización de la censura; y un largo etcétera” (2).

La ONG Espacio Público documentó de enero a mayo de este año 2021 unas 189 violaciones a la libertad de expresión, alrededor de una por día. La Asamblea Nacional legítima, electa en 2015, recordó, con motivo del Día del Periodista, que “desde la llegada de Hugo Chávez hasta la fecha, en Venezuela han acabado con 66 diarios que salieron de circulación, canales se han autocensurado y otros emblemáticos como RCTV cerraron sus puertas” y que “en 2020 el IPYS Venezuela (Instituto Prensa Y Sociedad de Venezuela) “registró 325 atropellos del régimen contra trabajadores de la prensa”. El mismo YPYS Venezuela ha sentenciado que “la violencia contra el ejercicio del periodismo en Venezuela se ha consolidado en las últimas décadas como una política de Estado”.

Esa ha sido, en síntesis, la oscura cronología de las felonías cometidas, por los nuevos bárbaros que desde hace más de cuatro lustros detentan el poder en Venezuela, contra la libertad de expresión y el ejercicio del periodismo. Al basurero de la Historia han mandado los principios que inspiraron tanto al Correo del Orinoco de 1818 como a la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de 1948.

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Notas

1-Marcelino Bisbal. 27-06-2021. Prodavinci.

2-Idem.


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 ¿Entenderse con orates?


 Humberto García Larralde 

Junio 29, 2021


La RAE define orate como una “persona que tiene trastornadas o perturbadas las facultades mentales”. Coloquialmente, hablamos de “loco”, alguien que ha perdido la razón. Entre otras manifestaciones, está el de perder el sentido de la realidad, ajeno a lo que se consideraría un comportamiento “racional”.

Leyendo la novela “documentada” de Antonio Scurati sobre Mussolini, M. El hombre de la providencia, se capta la manera cómo el personaje, con una calculada escenificación de poses, proclamas oportunas, desplantes histriónicos y acciones llenas de simbolismo, va plasmando su fantasía de verse cómo el elegido por la providencia para conducir a Italia a recuperar las glorias que legó el imperio romano. Numerosas batallas domésticas –la del “trigo”, de la “natalidad”, de la “lira”–, su creciente protagonismo internacional, irguiéndose ante las potencias para hacerles ver que Italia no aceptaba trato de segundón, y las aventuras foráneas que va culminando exitosamente, proyectan decididamente al Duce como el héroe sin el cual Italia no tendría futuro. Y para asegurar que así sea, reprime concienzudamente a toda disidencia –golpizas, inhabilitaciones, confiscación de nacionalidad, terror judicial, muertes. Pero no solo masajea su inmenso ego, captura las esperanzas de un pueblo que se sentía víctima de la Gran Guerra, ninguneado a pesar de haber estado del lado ganador. Mussolini no estaba loco. Estaba en plena sintonía con un pueblo que lo aclamaba y se le entregaba emocionado a sus pies, por haberles prometido un lugar destacado en el mundo. En absoluto estaba en disonancia con la realidad que lo rodeaba: la dialéctica desatada entre él y los italianos era la que fraguaba esa realidad.

Chávez compartió muchas de esas mañas y, sin duda, capturó el imaginario de buena parte de los venezolanos con sus posturas patrioteras, prometiéndoles la felicidad para la cual Bolívar había luchado. Sus ínfulas de segundo Libertador encontraron eco en las ansias por un liderazgo fuerte, alimentadas por los resentimientos y expectativas frustradas cuando el ingreso petrolero ya no podía ofrecer soluciones. Si uno sustituye la figura del Duce por la de Chávez en el mencionado libro, no desencaja. Guardando las distancias, expresa el mismo populismo extremo, autoritario e invocador de épicas del que abusó Mussolini, buscando bañarse en gloria ante los suyos. Y Chávez, a pesar de sus numerosos disparates y poses estrafalarias, tampoco estaba loco. Por demás, sus encantamientos contaron con altísimos precios del crudo para responder a las esperanzas de sus seguidores.

Pero ahora, con la destrucción tan absoluta del país y un dictador torpe y desangelado, se sigue con el mismo libreto. ¿Con qué se sienta la cucaracha?

Ofende a la razón presenciar, después de años de estrepitoso fracaso, que han hundido al país en el lúgubre abismo que sufre hoy; a personeros del régimen continuar, impertérritos, con sus consignas, mitos y embustes “revolucionarios”, como si la cosa no fuera con ellos. Seguimos escuchándolos declarar que gobierna el “pueblo”, cuando las encuestas recogen un rechazo de más de 80%; que una “guerra económica” explica el desastre actual, no el saqueo a la nación cometido por ellos; que las sanciones impuestas a altos funcionarios, por violación de derechos humanos, lavado de dólares y otros ilícitos, son “contra el pueblo”; y tantas sandeces más. ¿En qué país viven? ¿A quién creen engañar?

Luego de haber destruido Pdvsa, Tareck el Aissami, ministro de Petróleo, hace pocos días afirmó que el régimen la pondrá a la vanguardia de la industria petrolera. Cuando Nicolás Maduro comenzó su gestión, la producción era de 2,784 millones de barriles diarios, según cifras oficiales suministradas a la OPEP. El último informe registra 582.000 para mayo de 2021. Pero el flamante ministro anuncia que, con esa empresa exangüe por la depredación sostenida de su flujo de caja, la falta de mantenimiento y la huida de personal calificado por las deplorables condiciones de trabajo, aumentará a 1,5 millones para finales de año (¡!) Milagros así no ocurrieron ni en sus mejores momentos.

Pero donde la enajenación alcanza niveles más patéticos es en el ámbito militar. “Que el sol incandescente de Carabobo sea el esplendor que nos conduzca, unidos como un torbellino de voluntades”, a la conquista de “nuevas glorias” –palabras del sempiterno ministro de la Defensa, Vladimir Padrino, en rimbombante discurso para celebrar el bicentenario de la Batalla de Carabobo– “derrotando a todos los imperios que sea necesario vencer.” Libramos “una tercera batalla de Carabobo”, en medio «de una campaña cívico-militar que ha tomado las riendas del pueblo por sí misma para defenderse de la agresión sistemática«. Días antes, un video circuló por las redes sociales exhibiendo a varias decenas de soldados en cuclillas, repitiendo en eco los cánticos amenazadores de un oficial con megáfono: “gringuito … seremos tu Vietnam, latinoamericano; somos caribes dispuestos a morir”. Es decir, ese ejército tristemente vapuleado en Apure por una disidencia de las FARC colombianas, con más de una decena de soldados muertos y otros capturados; que pasa hambre y carece del apresto necesario –a pesar de la millonada gastada en armas rusas y chinas–; que tiene que llegar a entendimientos con bandas criminales porque no puede con ellas, invita a pelear al ejército más poderoso del mundo.

Manuel Noriega, dictador de Panamá, se le ocurrió lo mismo hace unos 30 años, blandiendo airadamente un machete por televisión. Antiguo agente de la CIA, había caído en desgracia al traficar drogas. Al invadir, esos “gringos” que quiso asustar, lo encontraron escondido en el Episcopado. Loco es poco.

Las dictaduras suelen caer en este tipo de bravuconadas: la argentina con el conflicto de Las Malvinas, Sadam Hussein ante Bush. Pero a diferencia de estas, la venezolana está obligada a refugiarse en ellas, porque no tiene otra forma de camuflar los desmanes asociados a su razón de ser. La dictadura militar–civil de Maduro vive de la expoliación del país. Hacen de ejército de ocupación, a cuenta de creerse herederos del Ejército Libertador. Pero como su actividad parasitaria ha ido minando su poder, han tenido que forjar alianzas con otras organizaciones criminales que exigen su parte, para garantizar el orden. El tinglado de mafias resultante necesita un discurso legitimador, y este no es otro que el que les enseñó Chávez en sus proclamas patrioteras rimbombantes. Pero ahora la masa no está para bollos y la incongruencia de ese discurso con la realidad insulta a la inteligencia de la gente cuerda. Más razón para refugiarse en la burbuja ideológica que han construido. No importa si se la creen o no; la necesitan y se aferran a ella para mantenerse cohesionado en torno al poder. La realidad no existe.

Y he aquí uno de los principales desafíos de la negociación en ciernes: cómo entenderse con quienes, como todo fascista, han construido su propia realidad, alterna, para “legitimar” sus crímenes. Una de las dificultades a sobreponer es que los gobiernos democráticos que nos apoyan entiendan que las negociaciones difícilmente descorran por la fuerza de la razón. En su mundo ficticio, desconectados de la trágica realidad que han generado, habrá que combinar esto con la razón de la fuerza.

Como sabemos, Mussolini fue capturado por partisanos huyendo de Milán, al enterarse de la derrota alemana, en abril de 1945. Luego de ejecutarlo, junto a su amante, Clara Petacci, los cadáveres de ambos fueron colgados con ganchos de carnicero de un poste para escarnio público. Años alimentando a un monstruo que tanto horror les trajo desató una furia entre los italianos, difícil de contener.

Lo sensato es que Maduro, Cabello, Padrino y Cía., negocien su salida en paz –bajo condiciones a convenir–, antes de que sea demasiado tarde. Ahora bien, siempre es posible hacerse loco


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lunes, 28 de junio de 2021

TRANSICIÓN HACIA QUÉ


    Marta DE LA VEGA


@martadelavegav

Las transiciones más conocidas hacia la democracia en el mundo hispánico son la española, la portuguesa y la chilena.  Las tres tienen en común haber pasado en forma pacífica de una dictadura militar a un gobierno civil.

La transformación del sistema político y nuevas reglas de juego fueron la consecuencia de una concertación unitaria de diferentes ópticas políticas y distintas perspectivas ideológicas. Se produjo un esfuerzo deliberado entre dirigentes, grupos de presión, representantes de la sociedad civil, figuras con autoridad moral, con peso académico, con liderazgo social y ciudadanos dispuestos a la lucha cívica para restaurar la democracia.

Movidos en dirección coincidente por un bien superior y un propósito común, más allá de intereses partidistas, se trataba de rescatar el estado de derecho, la independencia de los poderes públicos, las instituciones arrasadas por el personalismo, una democracia constitucional y, sobre todo, la dignidad y la decencia de la gente, pisoteadas por una opresión sanguinaria, humillante, envilecedora, que destruyó mucho. La autocracia en esos países dejó un trágico balance: inútiles y absurdas pérdidas de vidas humanas, sueños rotos, proyectos truncados, diáspora forzada.

La situación venezolana no es la de una dictadura militar pero los militares han sido especialmente beneficiados, particularmente en los rangos superiores, por la militarización del poder. La apariencia de democracia en algunos aspectos formales oculta la realidad de un régimen ilegítimo por su origen y desempeño, cuyo gobierno es, por eso, tiránico. Tenemos un poder bicéfalo. Por un lado, el gobierno interino, constitucional y legítimo, sin instituciones bajo su liderazgo ni poder sobre las fuerzas armadas. Por otro lado, un gobierno usurpador, sin fuerza moral, ni autoridad, con capacidad de reprimir y someter a la población por la extorsión, el miedo y el terrorismo de estado.

El único objetivo de los usurpadores es aferrarse al poder a cualquier precio y lucrarse del patrimonio público. No importa si para lograrlo son cometidos crímenes de lesa humanidad: torturas, ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, violencia sexual. No importa que hayan colapsado los hospitales, el sistema educativo, la infraestructura; que la hiperinflación haya destruido el ingreso de las familias y mueran muchos ciudadanos de desatención por falta de medicamentos y equipos médicos, por inanición, por desnutrición o de enfermedades que habían sido erradicadas, como la tuberculosis, el paludismo o la la fiebre amarilla.

Venezuela, en un complejo escenario geopolítico, es peón del ajedrez de regímenes autocráticos, en el que se juegan la guerra híbrida, la manipulación y control cibernéticos, a la vez que poderosos intereses económicos y la expoliación de recursos naturales y estratégicos venezolanos, en especial por parte de Rusia, Irán, China, Turquía y Siria, con Cuba como principal articulador y beneficiario.

El país, dominado por una camarilla militar civil mafiosa que ha usurpado las estructuras del Estado, pervertido las funciones de este y que se halla vinculada al crimen organizado transnacional, está en ruinas. Además de la crisis humanitaria compleja que padece su población, Venezuela sufre la explotación depredadora y salvaje de recursos minerales muy valiosos a favor de consorcios extranjeros, con la complicidad de grupos nacionales vinculados a la cúpula del alto mando.

Sin olvidar la cleptocracia en el sector público, el aparato productivo ha sido reducido o destruido por el despojo a empresarios privados o la intervención estatal desmedida y abusiva en contra de la producción manufacturera y agrícola. Ha florecido una economía ilícita basada en el narcotráfico y el contrabando, que ha desatado una guerra para controlar el territorio nacional entre grupos criminales colombianos, con el ELN, las FARC y sus facciones e Irán y Siria, con radicales islamistas como Hezbollah.

¿Cómo se puede entonces alcanzar una transición y hacia qué? Hay al menos cuatro transiciones, con la política y la económica. No basta nuevo gobierno, sino un cambio de modelo político. Para construir democracia, se requiere que el voto elija: elecciones de todos los poderes, no solo regionales o locales. Si no, la autocracia se consolida. No concentración y control imperativo del Estado sino economía abierta y competitiva. Economía de mercado con equidad, esto es, un Estado social de derecho y justicia, para superar el Estado fallido y criminal. Y, sobre todo, un cambio estructural de mentalidad.

La dinámica social no puede estar orientada hacia el poder exclusivamente. Aprender a hacer las cosas bien, no para salir del paso, es exigir la excelencia con integridad; impulsar a la vez el respeto a la ley y el deseo de superación es afianzar la cultura cívica. En tal sentido, la educación es clave para construir nuevos acuerdos sociales.

Los que nos llevaron hasta aquí, desde la restauración de la democracia después de 1958, no funcionaron para lograr cambios estructurales y cualitativos, ni en el plano económico y político ni en el cultural; deben ser revisados y transformados. Que la transgresión no sea la norma significa ética del respeto y cuidado por el otro, honradez, probidad y aspiración al logro. Que no triunfe el más pícaro, sino el más meritorio, significa edificar confianza y consolidar el tejido social: capital social. Todo lo demás viene por añadidura…

 


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Piensa lejos, mira cerca, actúa rápido, escribe pronto.

        LEANDRO AREA P.


Ninguna idea parece haber quedado en pie; ningún concepto. Este cataclismo, -que ocurre, que nos ocurre-, y que en verdad la pandemia del Covid-19 ha ayudado a acelerar, no solo concierne a los que pretenden el monopolio del pensamiento o de la vacuna, sino que nos invade a todos, a cualquiera, - con el perdón de la expresión-, como negocio o como desdicha, sin distingo de dónde ni de qué condición. Piensa lejos, mira cerca.

La arquitectura sobre la que la civilización se sostiene a traspiés, ese armatoste venido a menos, se resbala sobre sí mismo y trastabilla con nosotros adentro. Espacio y tiempo añadidos a la voraz licuadora del vacío. El mundo en busca de muletas. Las respuestas no existen. Los lobos aúllan confiados y esperan. Actúa rápido, escribe pronto.

Mientras, las exigencias del presente marcan la pauta de la relación esperanza y urgencia; el ahora, el ya, el inmediatamente, prevalecen ante las eminencias de la angustia. Sobrevivir egoísta, vivir el relámpago, satisfacer las miserias, la mueca del qué importa sobre el entusiasmo, la compasión o el sacrificio. Vida hecha pedazos, a gusto de los que gobiernan la relación apetito-escasez.

La política, toda iglesia posible es política, es un barco al revés dentro del cual nos guarecemos incrédulos cada vez a mayor desazón y desconfianza, mirándonos oblicuamente, respirando lo que queda; cada quien en busca de propio salvavidas propio; a propósito.

Hay otro nivel de percepción de la realidad y es que al mismo tiempo que pareciera que todo cambiara, todo permanece; es la vida que sigue su curso previsible. El imperio de las repeticiones. A menos que exista una calamidad natural o social que nos saque del mismísimo siempre.

Porque hay personas y sociedades concretas que asumen su zozobra como algo natural.
Que padecen de esas adversidades de manera crónica, y cuyas causas son fundamentalmente políticas, sociales y económicas, que se reflejan en el ejercicio disminuido de la libertad y en la carestía de la posibilidad de satisfacer necesidades básicas; que se acostumbran o doman.

Y cuánta realidad puede soportar el individuo sin desear escapar de ella, sin rebelarse. Es más:  y cuánta libertad es capaz de regalar ese individuo o la sociedad a cambio de seguridad. La vieja pregunta repetida: democracia o dictadura, ¿seguirá vigente? No será que el exiguo menú que se ofrece obliga a escoger a la clientela humana entre populismos y totalitarismos. Calle ciega a la vista.

Pareciera ser tiempo de los clientelismos o de los regímenes antes subidos a la fuerza, que ahora logran hacerse del poder a través de los votos que ofrece la disminuida “democracia burguesa”, con una población descreída, sumisa, indiferente, egoísta, harta pero mansa, jalada por las greñas de sus penurias constantes.

Y usted que tanto escribe, me dirán, a todas estas qué nos propone: señalaría que la militancia subjetiva, lo cual no es poco frente a la indiferencia y los egoísmos que carcomen el sentido (en) común de la política. Piensa lejos, mira cerca, actúa rápido, escribe pronto. No te dejes vencer por las pandemias. Vacuna para todos.

Leandro Area Pereira


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domingo, 27 de junio de 2021

 FALACIAS


RAMON PEÑA


De acuerdo al Monthly Oil Market Report de OPEP de este mes de junio, la actual producción petrolera de Venezuela es de 531 mil barriles diarios. Cifra que ofrece un complejo contraste con la declaración del Ministro de Petróleo, quien afirma esta semana que “La producción petrolera se ha recuperado en más de 700 mil barriles diarios”. Sin detenernos a discernir este acertijo, llama la atención que dicho funcionario, en esa misma ocasión, agrega “y pretendemos aumentarla a 1.5 millones diarios para finales de año.” Es decir, triplicaríamos la producción en apenas seis meses. Para cualquiera familiarizado con la actividad de extracción de crudos en Venezuela eso sería una hazaña épica. Pero si tomamos en consideración que, según reporte del operador de campos petroleros Baker Hughes Company, hasta el pasado mes de mayo, en Venezuela no había un solo taladro petrolero en operación, entonces estaríamos en presencia de un milagro. A título de referencia, durante la PDVSA meritocrática, en 1997 operaban 119 taladros de perforación.

Quienes han regido el país en los últimos años ostentan ya un singular acervo en esto de profecías petroleras. En septiembre de 2018 un general Ministro de Petróleo y Presidente de PDVSA, afirmaba enfático: “Planeamos aumentar la producción de petróleo a dos millones de barriles diarios para fines de 2018 y a dos punto cinco millones en el 2019.” Así lo anunciaba este militar, de reconocida idoneidad en aplacar brutalmente a jóvenes manifestantes, pero cuya pericia petrolera se limitó, y reconocemos su sinceridad, a celebrar una misa rogando que el oro negro brotara del subsuelo. Al final de su gestión, en abril de 2020,  PDVSA producía 660 mil barriles diarios.

Finalmente, no es menester comentar que el 10 de septiembre de 2012, Hugo Chávez, patriarca en esto de falacias, le declaraba a uno de sus alabanceros: “Imagínate cuando en el 2019 estemos produciendo seis millones de barriles diarios de petróleo”…

 

 


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