jueves, 28 de febrero de 2019

EL DUELO


MIBELIS ACEVEDO
 
Solamente vieron un pedacito de lo que estamos dispuestos a hacer por defender los derechos legítimos de Venezuela”, ha declarado, sonrisa mediante, Delcy Rodríguez. En efecto, tras lo visto el 23F es justo que un escalofrío nos traspase: ¿cuánto daño más calcula causar el gobierno de Maduro con tal de seguir en el poder? Otras angustias, no menos acuciantes, arremeten: ¿cuánto más estamos dispuestos a resistir los venezolanos antes de alcanzar, finalmente, una solución decente para el naufragio que nos acogota? ¡Ah! Sin duda, atizar los temores sobre los límites de ese aguante forma parte de la jugada desesperanzadora del chavismo.
Invocando la “patriótica” convicción de que la violencia (“partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva”, escribía hermosamente Marx) ayudaría a despachar al enemigo, los restos del “Ancien Régime”, la revolución no ha tenido reparos para hacernos partícipes a juro de su dinámica de guerra permanente: la guerra de cerco, la guerra comprimida, esa que pretende sustituir a la política, que la proscribe. La del chavismo es una praxis siempre a merced del peligro inminente y la emergencia, donde no hay espacio para la mesura, para los “miramientos” de la civilidad.
Así fue desde el inicio, cuando contaban con una mayoría dispuesta a aplaudir la distorsión. Todavía hoy, despojados de apoyos pero ahítos de excusas, pretenden revivir la fullería y convencer al mundo de que, víctima de la agresión imperial, el Estado tiene razón para defenderse. Su apuesta más fuerte, no obstante, sigue anudada a la recomendación de Von Clausewitz: golpear sin pausa, desmoralizar, doblar la voluntad del adversario hasta imponer la propia.
Con todo y sus menguas, esa estrategia de desgaste sigue siendo metralla letal en manos del régimen. No sólo porque este cuenta con obvio poder fáctico -y un brazo armado que, amén del ejército regular, incluye cuerpos paramilitares y elementos de dudosa procedencia-; también porque se mueve cómodo en un solar que conoce y estruja al máximo, el de una suerte de guerra civil “sin balas” pero no menos despiadada: la guerra de opinión.
Así, desde múltiples plataformas comunicacionales que trascienden el coto de lo doméstico -como demuestra la exótica piara de opinadores afectos a la “marea rosa” que han aparecido últimamente- el gobierno sigue allí, fraguando de la nada su “otra” verdad, sus orwellianos “hechos alternativos” (“falsedades”, como en su momento Todd llamó a la fallida “boutade” de Conway). El tratamiento de la noticia sobre el incendio del camión cargado con ayuda humanitaria sirve de trágico ejemplo. Con la habilidad de una garrapata para extraer vida a una única gota de sangre, y omitiendo los episodios de violencia que se registraban al sur del país, el hecho de marras fue aislado, deformado, amplificado al punto de convertirse en pivote de la comunicación oficial que tuvo lugar tras la compleja jornada. Aunque entrampado por el alto costo de cualquiera de sus dos decisiones, dejar pasar la ayuda o no, el régimen no dudó en tomar el atajo, propiciar la confusión, cerrar fronteras y declararse vencedor, resuelto a enlodar la narrativa de una oposición que, a despecho del frenesí cortoplacista, ha logrado mantener la adhesión en torno al plan de avance gradual.
Sí: con el claro propósito de desarmar al oponente, de desangrarlo hasta que se vacíe, la estrategia de desgaste busca infligir roturas, bajas progresivas, de reducir las fuerzas del otro hasta que, blanco de su aturdimiento y su debilidad, sea incapaz de continuar. Pero, atención: porque a eso -aunque su índole, modos y designios sean radicalmente distintos- estaría apostando también la oposición.
Sabemos que no es posible ni sensato forzar el jaque-mate, eso que remite a la intervención leoninamente solicitada por algunos sectores (y ya abiertamente negada por los aliados). Así que se trata de apelar no sólo a la confianza que inspira un liderazgo fresco como el de Guaidó, sino a la paciencia -que no sobra, es cierto- para estirar los efectos de la amenaza creíble, seguir sumando aliados y explorar las alternativas políticas que el gobierno evade; esos caminos en los que se sabe extranjero, que nunca han estado en su menú. Pero que, dado el acelerado colapso y el creciente cerco, podrían aparecer.
Esto es un duelo que a diario se redefine, uno que opone el escabroso “vale todo” a la meta de largo aliento que suscribe el Grupo de Lima, la de lograr una transición a la democracia “conducida por los propios venezolanos, pacíficamente, apoyados por medios políticos y diplomáticos, sin uso de la fuerza”. Aunque seduzca el ampuloso efugio cinematográfico, la idea del final súbito y sin reveses, es mejor tener consciencia plena del momento, de todas esas fuerzas que hoy convergen a nuestro favor y de las que conviene apropiarse, pues del otro lado persiste una tarasca que no desaprovechará ningún parpadeo. Quizás comprender eso hará que pedir paciencia resulte menos irritante, mucho menos doloroso.

@Mibelis

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LOS COLECTIVOS, ENEMIGOS DE LA FUERZA ARMADA
 
 
TRINO MARQUEZ
 
A lo largo del ciclo iniciado en 1999, pocas veces se ha hecho tan patente el grado de descomposición alcanzado por la Fuerza Armada Nacional, como el 23-F, durante el ataque a la ayuda humanitaria que ciudadanos de distinta procedencia intentaron introducir a Venezuela por Colombia y Brasil.

La FAN, a través de la GNB, reprimió a los voluntarios que participaron en la jornada, en combinación con grupos paramilitares integrados por delincuentes de distinto pelaje, exintegrantes de las Farc y miembros del ELN.  La FAN, al no impedir que los colectivos y las Faes actuaran, aceptó que esos grupos irregulares armados por el régimen, se ensañaran contra la población civil inerme. Las imágenes de Freddy Bernal e Iris Varela en las cárceles de San Cristóbal y Ureña arengando y adoctrinando a los presos, armándolos y participando con ellos en el ataque a los civiles, y de paso tomándose selfing con los matones, como si fuera una acción heroica destruir los camiones que trasportaban medicinas y alimentos, muestran un acto obsceno frente. Significan un vejamen para la FAN. El cuerpo quedó subordinado a las directrices trazadas por los forajidos que participaron en el asalto. ¿Dónde quedó esa institución de inspiración  prusiana que se ganó el respeto de los venezolanos a partir de su profesionalismo, disciplina y lealtad a la democracia? Vladimir Padrino debería responder. Es el principal responsable de lo ocurrido.

Durante el período democrático el poder militar acataba las órdenes del poder civil. Esta obediencia era uno de los signos fundamentales del carácter civilista y republicano del Estado y la sociedad. En el Senado de la República se estudiaba la hoja de servicio de los oficiales cuyos ascensos eran propuestos por la institución armada. Se evaluaban las credenciales. A partir de los méritos y antigüedad de cada uniformado, el Senado sugería el nombre de los oficiales que debían ascender a las más altas jerarquías. La lista era considerada por el Presidente de la República quien, en su condición de Comandante en Jefe, tomaba la decisión en última instancia. La organización militar constituía un cuerpo coherente, con líneas de mando verticales.

Hugo Chávez y Nicolás Maduro, con la asesoría de los cubanos, decidieron convertir en un pandemonio el orden jerárquico de la institución castrense. Cargos y líneas que se entrecruzan y chocan entre sí. Rocío San Miguel y Sebastiana Barráez, dos profesionales dedicadas al estudio exhaustivo de la institución,  describen una organización minada, desmantelada y desvencijada, sin aprestamiento para cumplir con las tareas que le corresponden. Sus juicios fueron confirmados por Hugo ‘El Pollo’ Carvajal, antiguo militante del chavismo, quien sabe mucho del asunto porque durante diez años fue el hombre clave de la contrainteligencia militar. Conocedor de los secretos más ocultos de ese complejo mecanismo.

De esa institución respetada y admirada va quedando muy poco. Los testimonios de los jóvenes oficiales que en los últimos días han decido separarse del cuerpo e irse para Colombia y Brasil, hablan de unas condiciones de vida lamentables. Describen cuarteles a los cuales no llega el rancho, la comida. Ni reciben uniformes  o botas nuevas. Hablan del contrate abismal entre la vida de la tropa y la de los oficiales superiores que participan en el festín promovido por el régimen para premiar la lealtad de sus incondicionales.

Ahora los militares no están subordinados al poder civil organizado en Estado republicano, sino a los dictámenes de un pequeño grupo de civiles facinerosos, monitoreados desde Cuba por el G2 y Raúl Castro.

Una de las tareas vitales de la FAN en el futuro inmediato será recuperar su prestigio a partir de la eliminación de los grupos delictivos que han ocupado su lugar. Que la han relegado a un lugar penoso. Que la convierten en cómplice de un terror criminal que en nada se relaciona con la violencia legítima que, para preservar la paz y la estabilidad, debe ejercer la Fuerza Armada de un Estado democrático.

Los colectivos armados se transformaron, junto al G2, en los peores enemigos de la FAN. Dependerá de los oficiales a quienes les importe realmente la institución y valoren su importancia para la preservación de la democracia, la extinción de esos grupos. Cuando se habla de democracia y de República, los colectivos y los militares profesionales no pueden coexistir en el mismo universo.  Son incompatibles.

@trinomarquezc

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miércoles, 27 de febrero de 2019

AHORA MAS QUE NUNCA

BERNARD HORANDE

El Grupo de Lima se ha reunido después de los acontecimientos sucedidos el fin de semana con el ingreso a Venezuela de ayuda humanitaria.
Frente a los desmanes criminales del régimen de Maduro, las expectativas de los venezolanos se elevaron. La petición general, abierta o a sotto voce, es que es necesaria ya una intervención militar.
No sería para menos. Lo que mucha gente intuía, ocurrió: que el aparato delincuencial madurista actuaría brutalmente de una u otra forma, impidiendo o saboteando la entrada de ayuda humanitaria.
En la encuesta que acompañó nuestro artículo de la semana pasada, 4 Escenarios sobre la Ayuda Humanitaria, más del 63% de nuestros lectores votaron por alguna de las opciones que sugería que la ayuda humanitaria no pasaría como Dios manda. Así ocurrió.
Ante esta situación, el Grupo de Lima, con la presencia del Presidente Encargado de la República de Venezuela, Juan Guaidó, y del Vice-presidente de los Estados Unidos, Mike Pence, han elevado la apuesta. Hay que leer entrelíneas las intervenciones.
Para algunos no es suficiente el Comunicado del Grupo de Lima. Es entendible. La desesperación y el sentido de necesidad ante los muertos y heridos del fin de semana hace que todos deseemos una solución inmediata y final.
Además de los dramáticos hechos sucedidos en el Táchira, es insólito lo ocurrido en Santa Elena de Uairén.
El chavismo, que se ha llenado la boca durante años manipulando el tema de la “reivindicación de los indígenas”, arremete de forma asesina contra la etnia pemón, dejando como saldo un importante número de muertos y heridos.
Esa es su verdadera naturaleza. Allí se descubrió su inmensa hipocresía.
No es momento de desesperanzarse. Para nada. El régimen asesino de Maduro y sus secuaces hace aguas. Cada acción que emprende los hunde más. Creen estar ganando batallas cuando de lo que se llenan es de derrotas.
Suena un tanto infantil esperar que unos países declaren públicamente una intervención militar en otro país. Más si esos países son vecinos de Venezuela.
Esas cosas no se hacen así. Además, el Grupo de Lima fue creado para otros fines. Pacíficos específicamente.
Estos asuntos se manejan con discreción. Las conversaciones se dan en reuniones privadas. Los acuerdos se cierran y no se divulgan.
El que crea que los Estados Unidos y particularmente Donald Trump, que de bolsa no tiene nada, se han embarcado en una aventura sin medir todos los riesgos debe estar soñando.
No van a poner en duda su reputación de mayor potencia mundial en lo militar,
Por otra parte, Venezuela no es Grenada. Ni tampoco es Panamá. Venezuela representa un reto mucho mayor.
Y el régimen venezolano también es un caso distinto. Aquí no se trata de un simple dictador que hay que desplazar. Por el contrario, estamos hablando de un complejo entramado de organizaciones criminales mafiosas de diverso tipo.
En Venezuela hacen cómoda vida cubanos castro-comunistas, terroristas, narcotraficantes, guerrillas del ELN y las FARC, pranes, asesinos a sueldo y el comunismo mundial, quienes han penetrado y se han apropiado de todos los estamentos del Estado venezolano y se reparten territorios.
Han utilizado nuestro país para cometer el mayor saqueo que la humanidad ha conocido en toda la historia.
Así que la tarea no es un sencillo “Maduro vete ya”.
En la reunión del Grupo de Lima, la mayoría de los países expresaron claramente que los venezolanos no podemos salir solos de esta tiranía. Que necesitamos ayuda.
Y el Vice-presidente Pence, en nombre de Trump, dio dos mensajes claves, simples y muy poderosos: uno: que los Estados Unidos están 100% respaldando al pueblo venezolano. Dos: que la hora ha llegado.
Las piezas se van acomodando progresivamente. Conllevan un proceso. ¿Tarda más de lo que se quisiera? Sí.
Pero estas operaciones se conocen el día – o la noche – en que se ejecutan. Unilateral o multilateralmente. Es decir, por uno o por varios.
Lo importante es lo afirmado por diferentes voceros nacionales e internacionales, desde María Corina Machado hasta el mismísimo Trump: no hay vuelta atrás.
Ahora más que nunca.


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¡Dejen el masoquismo!


CAROLINA JAIMES BRANGER
@cjaimesb

¿Es que nos acostumbramos a perder al punto de que todo lo convertimos en derrota? ¿Es que estos veinte años no han sido suficientes para darnos cuenta de que la estrategia del G2 de sembrarnos desesperanza le ha funcionado todo el tiempo? ¿Nos vamos a rendir cuando estamos a punto de ganar?… ¡Los venezolanos nos emocionamos y nos decepcionamos en segundos!
Me provoca gritar de la desesperación cuando leo mensajes y mensajes que hablan de la derrota que sufrimos el fin de semana. ¿Cuál derrota? ¡Sí, claro que tenemos que lamentar una vez más muertes de inocentes venezolanos y eso es una tragedia! Pero esto que vivimos es una guerra, y por desgracia, en las guerras hay bajas. Y este régimen de Nicolás Maduro es despiadado, vil, asesino. La libertad la pariremos con dolor…
Lo que pasó el fin de semana expuso ante el mundo lo que los venezolanos tenemos años sufriendo. Todos los ojos estaban puestos sobre nosotros y Maduro decidió seguir la estrategia cubana: todo le salió mal. Y encima, los videos virales mostraron la verdadera cara de su régimen: los policías y guardias nacionales disparando a un pueblo desarmado, Iris Varela a la cabeza de los grupos paramilitares –se especula que también de presos-, malandros encapuchados, fuertemente armados, recorriendo las ciudades amedrentando a los habitantes, otros malandros incendiando camiones llenos de ayuda humanitaria… ¡Eso no fue un éxito de Maduro! ¡Fue un éxito de la Asamblea Nacional, de los valientes diputados que nos representan y que tantos han vituperado y del pueblo que salió a acompañar las caravanas y protestó desde sus ciudades!
Encima, el bailecito de Maduro terminó de exacerbar incluso a la señora Bachelet que había permanecido impertérrita ante la situación venezolana.
Luego vino la reunión de este lunes –Guaidó con el Grupo de Lima y el vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence- sobre la que también hubo comentarios airados, desalentadores y que no corresponden a la realidad. Un texto que circuló por Whastapp y cuya autoría desconozco, resume estupendamente dicha reunión:
“Para los que han estado en este grupo en reuniones multilaterales (que son varios) está claro que la reunión de hoy fue un éxito diplomático:
1. Guaidó participa por primera vez en una reunión multilateral como presidente de Venezuela y así es reconocido y tratado por todo el grupo.
2. Se reconoce formalmente el uso de fuerzas paramilitares por parte del usurpador.
3. Se reconoce el incumplimiento del Convenio de Ginebra sobre la ayuda humanitaria por parte de Maduro.
4. Se reconoce a Guaidó como único representante ante los organismos Multilaterales como BID, Banco Mundial, FMI, CAF, FLAR, BIS, Parlamento Andino, etc.
5. Se designa al BID para que empiece a trabajar en el Plan País.
6. Se utiliza un lenguaje sumamente fuerte en contra de Maduro por parte de todos los integrantes del grupo, algo nunca visto en reuniones multilaterales de este tipo.
7. Se reitera el respaldo de todos los gobiernos del grupo al presidente Guaidó”.
El aspecto que más me ha gustado de todo lo que ha hecho Guaidó desde que asumió la presidencia de la Asamblea Nacional, es que no ha dado puntada sin dedal. Todo ha estado perfectamente concebido, por escenarios de acción, plan A, plan B, plan C, plan D. ¿Por qué pensar que se agotaron los planes? ¿Por qué seguir la línea de pensamiento de quienes manipulan y tergiversan todo? Reitero cuánto siento los asesinatos, pero estoy segura de que no quedarán impunes. Si no salimos de Maduro, habrá muchos más bajas.
Mientras escribo este artículo escucho la conversación del periodista de Univisión Jorge Ramos con Patricia Janiot. Otra pifia más para el larguísimo recuento de pifias del régimen. Una entrevista autorizada por el mismo Maduro fue interrumpida abruptamente por él y los hermanos Rodríguez. Ramos y su equipo fueron encerrados en un cuarto del Palacio de Miraflores, con luces apagadas, confiscados sus equipos, incluyendo celulares y pertenencias personales. La prensa internacional vivió en carne propia la represión que la prensa nacional ha sufrido por años. Las denuncias se harán aún mayores…
Maduro y su combo tienen que demostrar que están fuertes, pero su lenguaje corporal los delata. “Estoy duro, de pie”, vociferó Maduro en el mitin que dio el sábado. Lo hicieron antes que él Saddam Hussein, Muamar El Gadafi, Manuel Noriega, Ferdinand Marcos, Osama Bin Laden, Hosni Mubarak y otros tiranos. Sólo basta remitirse a la historia reciente.
Yo sigo optimista. Yo creo en Guaidó. Creo en nuestra Asamblea Nacional. Creo en nuestra fortaleza y nuestro valor. Como leí no recuerdo de quién, no es que vamos bien… ¡es que vamos del carajo!

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lunes, 25 de febrero de 2019

GEOPOLÌTICA Y URGENCIA HUMANITARIA


MARTA DE LA VEGA

Un historiador avezado y de gran agudeza, Héctor Acosta, pregunta entre amigos cuál fue el país que por primera vez prestó ayuda humanitaria a Venezuela. La respuesta parece obvia: Cuba. Por aquello de su “voluntariado” internacional. Por sus supuestos centros hospitalarios “de excelencia” a donde han llegado figuras conspicuas del régimen chavista, ninguna de las cuales ha vuelto viva de la isla caribeña.
Hay que decir que para fabricar propaganda engañosa y manipulación, han sido expertos los socialismos reales, totalitarios y despiadados a la manera de Stalin, de Mao o de Fidel Castro. Parte de su estrategia de dominio ha sido el “intercambio” de sus agentes o comisarios políticos, que la dictadura cubana ha mandado a Venezuela desde hace 20 años. Ha buscado dominar y subyugar parasitariamente el país como satélite o fuente de ingresos seguros, a base de pagos en dólares o suministro de petróleo. Han sido firmados contratos leoninos que constituyen en sí mismos medios probatorios de traición a la patria y violación de la soberanía nacional.
Así aparecen numerosos cubanos en esta Tierra de Gracia, para contribuir a la destrucción de sus instituciones democráticas, arrasar con el aparato productivo mediante un modelo estatista de control imperativo y centralizado de la economía, para sembrar el miedo y pisotear derechos humanos fundamentales como el de la propiedad privada o para violentar, con la complicidad de los militares venezolanos, el artículo 328 de la Constitución vigente, al instalarse en los cuarteles y ocupar posiciones de decisión en las oficinas de gobierno.
Los cubanos se encuentran en todo el territorio convertidos en promotores deportivos, en funcionarios de organismos públicos, asesores notariales y de registros, expertos en sistemas de identidad, policías secretos, militares, torturadores psicópatas con discípulos criollos de igual calaña, médicos desactualizados o presuntos profesionales de la salud. Pues no. No fue Cuba la primera “buena samaritana” en prestar ayuda humanitaria a la república de Venezuela.
Fue el Congreso de los Estados Unidos de América cuando, después del terremoto de Caracas del 26 de marzo de 1812, envió 50.000 pesos en “harina y otros efectos de primera necesidad”, según el informe de Juan Germán Roscio al presentar el Reglamento “para la segunda convocatoria del Congreso de Venezuela” que tendría lugar el 15 de febrero de 1819 en Angostura.
En TalCual (27/3 y 13/6/2017), centrábamos el dilema clave de la tragedia venezolana, no en un combate entre el Este y el Oeste, socialismo y capitalismo, izquierda y derecha, como ocurrió en la era bipolar de la guerra fría entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, o en la farsa siniestra en que ha consistido el llamado “socialismo bolivariano del siglo XXI”, sino en la contraposición dictadura versus democracia, que adquiere hoy alcance planetario.
Es el nuevo contexto geopolítico en el cual el apoyo de más de 50 países democráticos al presidente interino de Venezuela por mandato constitucional, Juan Guaidó, se enfrenta con los que respaldan al usurpador Maduro, entre los más execrables regímenes actuales, como el de Erdogan en Turquía, el de Bashar Al Assad en Siria, el de Putin en Rusia, el de Xi Jinping en China, el iraní o el norcoreano. Ninguno tiene el carácter de los sistemas políticos democráticos, basados en el respeto a los derechos humanos fundamentales, a los derechos civiles y a las libertades ciudadanas.
Además, el Consejo de Seguridad de la ONU ha puesto de relieve el caso de Venezuela como un problema regional y de geopolítica global. Tanto la OEA como las Naciones Unidas han establecido el principio de la Responsabilidad de Proteger como instrumento de intervención humanitaria cuando un gobierno corrupto y cínico viola sistemáticamente los derechos humanos más elementales de sus ciudadanos, como en Venezuela, y se sostiene por la brutal y sanguinaria represión de sus fuerzas de choque, formadas por los llamados colectivos, militares y criminales.
Basta escuchar los desgarradores testimonios y la súplica desesperada de venezolanos sin comida, sin atención médica por carencias graves de equipos, insumos y medicinas, sin tratamientos ni capacidad adquisitiva para obtenerlos. Si los militares no se pliegan a la Constitución e ignoran el alcance de las calamidades provocadas por Chávez, Maduro y sus secuaces, es necesaria una avalancha humanitaria de voluntarios con una coalición de fuerzas de paz para que llegue a su destino la ayuda internacional.

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¿Usted en quién confía?


MOISES NAIM
Una de las características de estos tiempos es la falta de confianza. Según las encuestas, la gente no confía en el Gobierno, en los políticos, los periodistas, los científicos o, mucho menos, en banqueros y empresarios. Ni siquiera el Vaticano se salva de esta pérdida de confianza. En Estados Unidos, por ejemplo, la confianza de los ciudadanos en el Ejecutivo está ahora en su punto más bajo desde que se iniciaron los sondeos de opinión al respecto. Hoy el 82% de los estadounidenses no confía en que su Gobierno haga lo correcto. Esta es una tendencia mundial: la desconfianza y el escepticismo son la norma.
Pero en esto hay una gran paradoja: al mismo tiempo que nuestra confianza en el Gobierno es mínima, nuestra credulidad frente a ciertos mensajes que nos llegan por Internet es máxima. Es la paradoja de la confianza. No creemos en el Gobierno ni en los expertos, pero sí en mensajes anónimos que llegan por Facebook, Twitter o WhatsApp.
¿Quién no ha reenviado a familiares y amigos mensajes electrónicos con información que luego descubrimos que es falsa? Basta que el mensaje refuerce nuestros ideales y creencias para que ignoremos la barrera de escepticismo con la que nos protegemos de las mentiras y manipulaciones tan comunes en Internet. Si el mensaje está alineado con nuestros prejuicios, sin pensarlo mucho, lo reenviamos a nuestra “tribu digital”, el grupo de personas que sabemos que piensan como nosotros.
Hay una conexión entre la declinación de la confianza y la fe ciega en los mensajes de Internet que confirman nuestros prejuicios. En el caso de los Gobiernos, es muy deseable que estén sometidos al escrutinio y la crítica y hay que celebrar el hecho de que Internet facilite que esto ocurra. Un Gobierno normal es un Gobierno defectuoso y merecedor de críticas. Pero hay que tener cuidado con que la crítica al Gobierno basada en falsedades debilite a la democracia, polarice a la sociedad y nutra la antipolítica, ese sentimiento de que nada de lo que hay sirve y que, por lo tanto, vale la pena hacer experimentos políticos extremos como darle el poder a demagogos y populistas, por ejemplo.
Un revelador ejemplo de la paradoja de la confianza es el movimiento en contra de las vacunas. Sus seguidores mantienen que las vacunas contra el sarampión, las paperas y la rubeola son peligrosas y pueden estar asociadas con el autismo, razón por la cual se niegan a vacunar a sus hijos.
No obstante, la evidencia científica sobre este tema es abrumadora: no hay vínculo alguno entre las vacunas y el autismo. Y no vacunar a los niños es peligroso para ellos y para los niños y adultos con quienes interactúan. Los resultados de las investigaciones científicas no hacen mella en las creencias de quienes están convencidos de que las vacunas son nocivas. Para ellos, las recomendaciones de los organismos públicos especializados no son creíbles, mientras que las mentiras acerca de las vacunas que circulan por Internet son tratadas como verdades incuestionables. Además, los antivacunas cuentan con aliados formidables. Tanto Donald Trump como el actual Gobierno italiano han cuestionado la necesidad de vacunar a los niños.
La ridiculización y a veces la demonización de los expertos forma parte del guion de los populistas. Después de todo, los expertos son, por definición, una élite y no “el pueblo” que los populistas dicen representar. Estos cuestionamientos del conocimiento científico suelen contar también con el apoyo de los “científicos escépticos” que siempre aparecen en estas controversias. Son los científicos que durante décadas sembraron dudas acerca del vínculo que hay entre el tabaco y el cáncer o los que dudan que el calentamiento global y el resultante cambio climático sean una realidad. O los “expertos” que cuestionan la teoría de la evolución. O los que creen que las vacunas producen autismo. Los escépticos casi siempre son una pequeña minoría que se regodea cuestionando el “pensamiento único” que comparten la gran mayoría de los científicos. Inevitablemente, entre los escépticos también hay farsantes que son simplemente empleados de los intereses que se benefician de sembrar dudas.
La paradoja de la confianza existe en todos los ámbitos, pero en ninguno tiene tantas consecuencias como en la política. La propaganda política siempre ha existido y el uso de la publicidad en las elecciones es una práctica largamente establecida. Pero la paradoja de la confianza ha potenciado a ambas. Está claro, por ejemplo, que una estrategia del Gobierno ruso es invadir a otros países no con tanques y aviones, sino con seductoras mentiras que siembran dudas, confusión y desmoralización en la sociedad.
¿Qué hacer? Seguramente aparecerán tecnologías que facilitarán la detección de estos venenos digitales, así como leyes y normas que reduzcan la impunidad de los agresores cibernéticos y de las empresas que les dan las plataformas desde donde lanzan sus ataques. Pero el antídoto más poderoso son ciudadanos activados y bien informados que no se dejan enceguecer por las pasiones políticas.



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