Sin escapatoria
Humberto García Larralde
Cuenta una fábula popular que en una fiesta en el llano se le aproxima a un convidado un personaje sombrío que lo conmina a que se vaya con él. Aterrorizado, reconoce que está en presencia de la muerte y sale huyendo a todo galope en su caballo por la noche oscura, tan sólo para estrellar su cabeza contra una rama y caer mortalmente herido. En su último aliento divisa a su tenebroso interlocutor de hace poco quien le increpa: “¿por qué te fuiste tan lejos si sabías que te tocaba?”
Viene al caso este cuento por el empeño criminal del Madurismo de aferrarse al poder cuando ya está cantado que su gobierno no tiene vida, que todo se acabó para ese experimento funesto que llamaron “socialismo del siglo XXI”. Su manejo de lo económico ha fracasado estrepitosamente. No solo son –somos- los economistas venezolanos y los analistas internacionales los que le han señalado la necesidad de rectificar sus políticas, como las medidas para aliviar los graves padecimientos de la población, sino hasta Unasur se lo ha sugerido. Pero el gobierno impertérrito. No sólo se niega a cambiar las políticas que metieron al país en el agujero negro en que se encuentra, sino que saca al ministro Pérez Abad, quien había iniciado un proceso muy tímido de sinceración de precios y de ajuste en el tipo de cambio, para atrincherarse aun más en su afán de controlar todo y doblegar al quehacer económico. Las colas cada vez mayores, las protestas cada vez más extendidas, los testimonios cada vez más numerosos de fatalidades por desabastecimiento de medicamentos y por malnutrición, le tienen sin cuidado. Aunque no hay forma de revertir esta tragedia sin rectificar el rumbo perverso a que nos han condenado, Maduro sigue en sus trece.
Frente a esta negligencia criminal, a las fuerzas democráticas no les quedó más remedio que apelar al procedimiento constitucional del referendo revocatorio para relevar al actual gobierno. Ello ha encontrado amplio respaldo en un pueblo desesperado por la situación a que se ha visto sometido, como lo atestiguan todas las encuestas. Ya sólo el puñado de fanáticos y enchufados defienden a este desgobierno. El Madurismo tiene los días contados. Todo se derrumbó.
Pero nada, insisten en poner todo los obstáculos imaginables a la expresión de la voluntad popular, tratando de sabotear la realización del referendo revocatorio este año, a pesar de que ello irremediablemente acentúa el repudio popular al régimen. La afirmación hoy de Tibisay Lucena de que la recolección de firmas “podría” realizarse en octubre y el referendo en 2017 es un nuevo ultraje a la democracia y al sentir de la gente. ¿Por qué ese empeño en enterrar de una vez por todas su legitimidad, en achicar aun más su ya disminuida base de apoyo? ¿Creen que los venezolanos nos vamos a quedar con los brazos cruzados? Pero aun suponiendo que saboteen el referendo este año, ¿qué les espera? ¿Que, por arte de magia, se revierta el rechazo en su contra y vuelvan a ganarse el favor de los venezolanos? ¿Por qué seguir cavando la tumba del chavismo, cuyo futuro político está ya tan comprometido?
Fiel a su naturaleza fascista, la política no la conciben en términos de un juego democrático para disputarse la confianza de la gente. La política para ellos es la extensión de la guerra por otros medios –revirtiendo a Clausewitz- y el ejército está bajo su control. ¿Cuánta represión, cuántos muertos costará este empeño, destinado irreversiblemente al fracaso, de permanecer en el poder? ¿Hasta cuándo van a aguantar los militares ser los malos de la película sosteniendo a un gobierno que no tiene sustento alguno y que la gente aborrece cada vez más? ¿Creen realmente Maduro y los suyos que su verborrea comunistoide los absolverá, que podrán pasar como “revolucionarios” campeones del pueblo? ¿Por qué esa negativa a negociar una salida mínimamente honrosa que les ahorre a los venezolanos mayores penurias? Pero no, ofrecen sólo sangre y miseria.
Como han insistido tantos analistas, el costo de salida para la oligarquía militar civil que controla el poder es excesivamente alto. No es solo desprenderse de las oportunidades de lucrarse sin miramientos con los sistemas de controles, la extorsión a empresas y comerciantes, con el usufructo discrecional de un dólar subsidiado, de los contratos, compras y demás negocios hechos a la sombra, sin transparencia ni rendición de cuentas. No. Es que muchos saben que serán imputados por los numerosos delitos cometidos. ¿A dónde podrán ir para disfrutar de sus fortunas mal habidas? ¿Se conciben llevando una vida de simples ciudadanos sin las deliciosas prebendas del poder que los ha convertido en una oligarquía tan despreciable? Sabiendo que tienen todo que perder, prefieren quemar sus naves antes de tender puentes a ese pueblo que dejó de creer en ellos. La conflagración final antes de reconocerse perdidos.
Pero no tienen escapatoria. ¿Por qué someter cruelmente al país a tanto sufrimiento, si saben que de todas formas se les acabó el festín? Lamentablemente, el fascismo es así. La dirigencia democrática no puede dejar que atropellen de esta manera al pueblo. Se acerca su hora estelar.Humberto García Larralde es economista y profesor de la UCV, humgarl@gmail.com
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