El bebedizo de la dolarización
MIGUEL ÁNGEL SANTOS | EL UNIVERSAL
viernes 28 de octubre de 2011
Conozco a alguien que apenas lea esto me va a decir: "¡No le hagas swing a piconazos!". Y quizás tenga razón. Pero en cualquier caso, hay que reconocer que un grupo nada despreciable de personas (aparecen en los foros de noticias, hacen preguntas en las conferencias, en Twitter) piensan que la dolarización podría ser una suerte de panacea para la economía venezolana. "¡Mira a Ecuador, a Panamá!" (nunca miran a Chile, o lo despachan diciendo "es que allá hubo una dictadura... ").
La dolarización consiste en la adopción del dólar como moneda de curso de la economía. Eso equivale a eliminar de raíz la política monetaria: Si quieres tener más circulante tendrás que exportar más, atraer más inversión, o endeudarte más. En contrapartida, déficits en cuenta corriente, salidas de capital o pagos netos de deuda, disminuirán la cantidad de dólares en circulación. El único mecanismo de equilibrio en un sistema así es la tasa de interés. Con frecuencia se asocia la eliminación de la moneda local con la homologación automática de nuestra inflación con la de EEUU. Quienes así piensan no sólo olvidan que esto rara vez ha ocurrido, sino también que la inflación suele tener componentes no sólo de demanda, sino también de oferta (en particular en nuestro caso).
Habría que sentarse a buscar con cuidado para encontrar un país en donde la dolarización sea menos apropiada que en Venezuela. Nuestro ingreso de dólares está asociado al petróleo, una fuente muy impredecible y volátil que provocaría cambios constantes e igualmente impredecibles en la cantidad de moneda en circulación. Equivaldría a inyectarle toda la volatilidad de los precios del petróleo a nuestra economía. Sería imposible reducir nuestra dependencia petrolera exportando alguna otra cosa. ¿Dolarización con fondo de estabilización? Eso ya equivale en la práctica a tener Banco Central.
La adopción de una moneda común suele ser consecuencia de un conjunto de pasos previos, no al revés. A la Comunidad Europea no se le ocurrió adoptar el marco alemán, y a partir de ahí sentarse a esperar bucólicamente que los déficit fiscales se redujeran, la inflación se estabilizara, el desempleo cayera. A la adopción del euro, le precedieron los acuerdos de Maastricht: Se fijaron los niveles de inflación, déficit y desempleo máximos aceptables que los países interesados debían alcanzar antes de entrar al euro (no después). Si nosotros llegamos a eso, ya no hará falta la dolarización. En fin, va mucho más allá de la chocarrería de preguntarle a la gente: ¿Tú quieres ganar en bolívares o en dólares? Entre otras cosas porque, para ganar algo, primero hay que tener empleo.
Todo esto sin entrar a pensar en nuestra coyuntura. Una eventual administración de oposición no tendría capital político para levantar de la noche a la mañana los controles (y si lo tuviera tampoco es conveniente que así lo hiciera, también el capital político puede ser muy volátil). Los cambios deben introducirse poco a poco, en la medida en que se garantice la gobernabilidad y se vaya ganando la credibilidad de la gente y de los mercados. Y es muy poco probable que eso se consiga simplemente porque nos metimos dentro de una camisa de fuerza.
La dolarización consiste en la adopción del dólar como moneda de curso de la economía. Eso equivale a eliminar de raíz la política monetaria: Si quieres tener más circulante tendrás que exportar más, atraer más inversión, o endeudarte más. En contrapartida, déficits en cuenta corriente, salidas de capital o pagos netos de deuda, disminuirán la cantidad de dólares en circulación. El único mecanismo de equilibrio en un sistema así es la tasa de interés. Con frecuencia se asocia la eliminación de la moneda local con la homologación automática de nuestra inflación con la de EEUU. Quienes así piensan no sólo olvidan que esto rara vez ha ocurrido, sino también que la inflación suele tener componentes no sólo de demanda, sino también de oferta (en particular en nuestro caso).
Habría que sentarse a buscar con cuidado para encontrar un país en donde la dolarización sea menos apropiada que en Venezuela. Nuestro ingreso de dólares está asociado al petróleo, una fuente muy impredecible y volátil que provocaría cambios constantes e igualmente impredecibles en la cantidad de moneda en circulación. Equivaldría a inyectarle toda la volatilidad de los precios del petróleo a nuestra economía. Sería imposible reducir nuestra dependencia petrolera exportando alguna otra cosa. ¿Dolarización con fondo de estabilización? Eso ya equivale en la práctica a tener Banco Central.
La adopción de una moneda común suele ser consecuencia de un conjunto de pasos previos, no al revés. A la Comunidad Europea no se le ocurrió adoptar el marco alemán, y a partir de ahí sentarse a esperar bucólicamente que los déficit fiscales se redujeran, la inflación se estabilizara, el desempleo cayera. A la adopción del euro, le precedieron los acuerdos de Maastricht: Se fijaron los niveles de inflación, déficit y desempleo máximos aceptables que los países interesados debían alcanzar antes de entrar al euro (no después). Si nosotros llegamos a eso, ya no hará falta la dolarización. En fin, va mucho más allá de la chocarrería de preguntarle a la gente: ¿Tú quieres ganar en bolívares o en dólares? Entre otras cosas porque, para ganar algo, primero hay que tener empleo.
Todo esto sin entrar a pensar en nuestra coyuntura. Una eventual administración de oposición no tendría capital político para levantar de la noche a la mañana los controles (y si lo tuviera tampoco es conveniente que así lo hiciera, también el capital político puede ser muy volátil). Los cambios deben introducirse poco a poco, en la medida en que se garantice la gobernabilidad y se vaya ganando la credibilidad de la gente y de los mercados. Y es muy poco probable que eso se consiga simplemente porque nos metimos dentro de una camisa de fuerza.
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